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Nota por Ignacio S » Mié Sep 18, 2013 3:22 am
Queridos amigos,
Gracias a todos por sus bienvenidas y sus aportaciones en el curso. Confieso que sólo he estado una vez en Tierra Santa, durante tres semanas. Y aprovechando que en el tema 3, les confío que Galilea me encantó. Me hospedé con los benedictinos, junto al lago, al pie del monte de las bienaventuranzas. Me encantó por muchas razones. Una, porque el lugar, el paisaje, lo que ves, es lo que vio Cristo. Por obvias razones en Jerusalén no sucede lo mismo pues la ciudad se ha transformado bastante... Por otro lado, en Galilea se respira más silencio y serenidad, tan necesarios en una peregrinación. Me resultaría difícil escoger un lugar de Galilea... pero quizás me quedó ahí, en la arena, junto al lago, donde seguramente caminó Cristo, cantando: "Tú has venido a la orilla... no has buscado ni a sabios ni a ricos... tan sólo quieres que yo te siga...".
Con mi bendición, P. Ignacio
por Padre Ignacio S Que cada uno de nosotros, en su lugar, sepa vivir esto que es el núcleo de nuestra fe: el amor como Cristo lo enseñó.
Con mi bendición, P. Ignacio
Necesitamos subir al monte, alejarnos a veces del ruido de la actividad, para estar a solas con El, cara a cara. ¡Qué bien se está ahí! Pero después debemos volver, con el rostro iluminado y el corazón enardecido, para llevar la luz y el amor de DIos a nuestros hermanos.
Con mi bendición, P. Ignacio
por Ignacio S » Vie Oct 25, 2013 1:27 am
Queridos amigos peregrinos:
Una disculpa porque me ausenté varios días y no pude acompañarles como hubiera querido.
Veo que el curso sigue avanzando y seguramente además de aprender mucho, el Señor va bendiciéndonos e iluminándonos.
Hemos pasado ya por Samaria... Y de inmediato nos vienen a la mente tres pasajes ligados a ese lugar y a ese pueblo, que son de las más hermosas del Evangelio: el encuentro de Cristo con la mujer samaritana, la parábola del buen samaritano, y la curación del leproso agradecido (samaritano) y los 9 que no agradecieron. Encuentro con Cristo, caridad, gratitud: tres distintivos de la vida cristiana que aprendemos en estas páginas del Evangelio.
Y ahora, contemplando los lugares de los misterios luminosos, no puedo no elegir al Monte Tabor, lugar de la Transfiguración. Misterio en que se unen la luz y la cruz. Tuve la gracia de estar ahí el año pasado y concelebrar justamente el 6 de agosto, fiesta de la Transfiguración. La imagen del monte como lugar del encuentro con Dios me gusta mucho. Necesitamos subir al monte, alejarnos a veces del ruido de la actividad, para estar a solas con El, cara a cara. ¡Qué bien se está ahí! Pero después debemos volver, con el rostro iluminado y el corazón enardecido, para llevar la luz y el amor de DIos a nuestros hermanos.
Con mi bendición, P. Ignacio
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