por agustin sanchez diaz » Dom Abr 29, 2012 3:18 am
Cantico espiritual de S. Juan de la Cruz y María
29 Abril 2012
Canción XIV- Mi amado las montañas
Mi amado, las montañas / los valle solitarios nemerosos, / las ínsulas extrañas, / los ríos sonorosos, / el silbo de los aires sonorosos.
Estamos ante los versos tal vez más conocidos de este gran místico. Pero tal vez sea porque aquí comienza “un alto estado y unión de amor, en que después de mucho ejercicio espiritual suele Dios poner al alma, al cual llaman desposorio espiritual con el Verbo Hijo de Dios”. El alma llega a esta felicidad y no “hace otra cosa sino cantar y contar las grandezas de su amado”. “Pues como esta palomica del alma andaba volando por los aires de amor, sobre las aguas del diluvio de las fatigas”… “extendió el piadoso padre Noé la mano de su misericordia y recogióla metiéndola en el arca de su caridad y amor•”… “el alma en este vuelo que hace a esta divina arca del pecho de Dios” además de ver las muchas mansiones, “reconoce haber allí todos los manjares, esto es, todas las grandezas que puede gustar el alma”. “Y gusta allí admirable suavidad y deleite de espíritu…y gusta altamente de la sabiduría de Dios”. “ Y conoce la verdad de aquel dicho de San Francisco: Dios mío y todas mis cosas”. “ en lo cual se ha de entender que todo lo que aquí se declara está en Dios eminentemente en infinita manera, o, por mejor decir, cada una de estas grandezas que se dicen es Dios, y todas ellas juntas son Dios; que por cuanto en este caso se une el alma con Dios, siente ser todas las cosas Dios”. “En aquella posesión siente serle todas las cosas Dios”. No tomada la primera acepción de lo que son las cosas y de lo que es Dios. Pero no por ello deja de ser aquí una verdad y una realidad sobrenatural la cual se realiza como lo dice Jesús Yo en ellos, tú en mi, para que sea consumada la unidad. Es al modo, pero más profundo y verdadero, de cómo decimos que un actor o persona real encarna un personaje o tiempo histórico, que aquí mediante Jesús, y como explica J. de la Cruz, sí que es verdad y no solo simbólico o metafórico, “por cuanto en este caso se une el alma con Dios, siente ser todas las cosas Dios”.
En este sentido ¿qué es la Eucaristía cuando comemos el pan divino? ¿Somos actores que encarnan a un personaje, o algo mucho más profundo aunque sobrenatural sin dejar de ser real? ¿Si salgo a pasear antes de que desaparezcan las especies sacramentales, no viene Jesús de paseo en mí con su cuerpo glorioso, alma y divinidad? Además. ¿Por cuanto en este caso (de la gracia) se une el alma con Dios, no siente, aún misteriosamente, ser todas las cosas Dios? ¿Todo lo creado, no es un uno especialísimo y misterioso en Dios? ¿Puedo expulsar a Dios de mí, ni queriendo? Todas las cosas están en Dios sin que las cosas sean mi Dios. En Dios creador y en Cristo redentor, ¿no está el universo y nosotros en Él, queramos o no por derecho de creación? ¡Que sean uno en mi!
Lo cual, en los términos amorosos, son:
“Mi amado las montañas”. Por que “las montañas tienen alturas, son abundantes, anchas, hermosas, graciosas, floridas y olorosas”, y así ve el alma al amado.
Montañas altas, donde nos acercamos a la belleza del infinito; Abundantes, porque en ellas se nos dan arboledas de frutos divinos, alimento sobrenatural, vida de gozo, regalos de virtudes del amado; Anchas, porque hay espacios bellos para todos sin temor a que se agoten los frutos; Hermosas, porque nada hay como un alto Monte, trono donde Dios recibe a Moisés y donde la zarza de Abraham calienta nuestro alimento del Cordero Divino; Graciosas, porque si de un Monte bajó la ley, de otro Monte bajó el Amor; Florida y olorosa, nada tan bello como el aroma de un ramo de rosas rojas llenas de amor y salidas de una herida del costado que ha explotado cual volcán florido y acompañan, se funden con Dios en el alma.. Y así es el amado.
“Los valles solitarios nemorosos”.
Los valles son “quietos, amenos, frescos, umbrosos, de dulces aguas,… arboledas y suaves cantos de aves”
Valles quietos, como el alma que perdida en la búsqueda ha encontrado a su pastor y sin decirle nada goza a su lado de gran quietud; Valles amenos, porque entre ella que ha preparado el jardín con buena tierra y el amado jardinero que ha sembrado la mejor semilla, han hecho para su recreo la glorieta del espacio más ameno y contemplativo del nuevo Edén entre nemorosos, frondosos y bellos bosques; Valles frescos y umbrosos, porque el agua que riega al alma es agua limpia y fresca salida de la alta peña del costado del amado, agua viva y cristalina cuyo arroyo en espumosas cataratas nos lleva hasta al amanecer en la mar de vida eterna, cuya apertura será como entre una suave serenata y el cántico de las aves aquí que proseguirán los Ángeles allí, llenando sus voces gozosas los cielos de ese valle infinito que es serena paz, silencio y ausencia de cualquier inquietud.
“Las ínsulas extrañas” “ muy apartadas y ajenas de la comunicación de los hombres” “Por las grandes y admirables novedades y noticias extrañas, alejadas del conocimiento común,… el alma las llama ínsulas extrañas”.
“Extraño le llaman a uno o porque se anda retirado de la gente o porque es excelente y particular entre los demás hombres”. “El alma llama a Dios extraño porque no solamente es toda la extrañez de las ínsulas nunca vistas, pero también sus vías, consejos y obras son muy extrañas y nuevas”. “ de manera que no solamente los hombres, pero también los Ángeles le pueden llamar ínsulas extrañas; solo para Sí no es extraño, ni tampoco para Sí es nuevo”.
Al ser Dios infinito no tiene más remedio que ser misterio: una ínsula extraña aquí y allí y por toda una eternidad.
Porque
si no hubiese misterio, Dios no sería el Dios Eterno,
tendría una esencia cercada,
pero tampoco el sol y las galaxias
caben por nuestra ventana.
Solo en Tí, mi Dios, veré la razón
de tu grandeza, en Ti, allí,
y de tu bella creación, aquí,
que es como un encaje infinito, complicado
y sabiamente ordenado.
Es tu mando, Dios misterio,
azulado, de nubes nimbado, pintado, bordado,
rutilante, destello en infinitos astros,
y asciende, de soles engarzados, hasta tus hombros
que reclinas sobre un trono
mas allá de los confines del cosmos.
Mi mente es pequeña
y en ella no cabe, aquí,
ni allí, tu infinita grandeza.
Cuanto has puesto aquí,
será anulado al fín,
porque es solo el Pórtico
de tu Reino, de allí.
Por ello Juan de la Cruz nos ha dicho, aún estando el alma en esta ínsula extraña. “ y no es maravilla que sea Dios extraño a los hombres… pues lo es a los santos, ángeles y almas que le ven, Solo para Sí no es extraño, ni tampoco para Sí es nuevo”.
Solo el Hijo ha visto al Padre, infinito tal cual es.
“Los ríos sonorosos”. “que embisten y anegan, que llenan todos los bajos y vacíos que hallan delante y tienen tal sonido, que todo otro sonido privan y ocupan”. Al alma “parece que vienen sobre ella todos los ríos del mudo…y siente allí anegadas todas sus acciones y pasiones”. Hincha los bajos de su humedad “Ensalzó a los humildes y a los hambrientos llenó de bienes” (Lc.1,52). “Y esos ríos sonoros le traen grandeza, fuerza, poder, deleite y gloria”, Y Es que el Santo ya no habla de una fuente serena, sino de un río fantástico y grandioso en su corriente. Y trae el testimonio de Isaías “Notad y advertid que yo declinaré y embestiré sobre ella, es a saber, sobre el alma, como un río de paz y así como un torrente que va redundando gloria.”. “Esta voz es infinita…es el mismo Dios que se comunica haciendo voz en el alma”,
Creo que el gran río que redundaba gloria fue el día del Espíritu Santo, tan prometido por Cristo, que inundó el alma y la mente de los apóstoles: “Os he dicho estas cosas estando con vosotros, pero el defensor, el Espíritu Santo, el que el Padre enviará en mi nombre, él os lo enseñará todo y os recordará todo lo que os he dicho” (Jn.14 25.26).Con lo que queda confirmado que Dios va dando su luz conforme al tiempo y la correspondencia en la perseverancia, y así como a los Apóstoles (qué largos se les harían los días de la espera), nos va descubriendo según las etapas de nuestro amor creciente sus misterios en la relación de nuestra intensidad de intimidad con él, que desde las jaculatorias, meditaciones, rezos, peregrinaciones y asistencia a los actos de culto mostramos nuestra necesidad de Dios.
Esperemos como los Apóstoles, días y más días, con perseverancia y en silencio, que venga el día de Pentecostés en el que nos “enseñará todo” lo posible ahora de esta perfección de la esencia divina.
Por ello continúa, “el silbo de los aires amorosos”.
“Aires amorosos se entienden aquí las virtudes y gracias del amado” “Y al silbo de estos aires llama una subidísima y sabrosísima inteligencia de Dios y de sus virtudes”.
“El aire amoroso…hiere, satisfaciendo el apetito del que deseaba el tal refrigerio”. Es decir, que si los Apóstoles recibían la sabiduría del mensaje de Cristo, es porque perseveraron con ansiedad esperando lo prometido por el Maestro, la venida del Espíritu. De esa ansiedad en la espera depende la respuesta de Dios.
Y aquí el alma sabe “que este toque de Dios satisface grandemente y regala la sustancia del alma, cumpliendo suavemente su apetito, que era de verse en la tal unión”.
“Y llámale silbo porque esta sutilísima y delicada inteligencia se entra con admirable sabor y deleite en lo intimo de la sustancia del alma.
Por todo ello, mi razón me aconseja gozar de Dios aquí y allí, creyendo en su Palabra-camino más que en la tentación–serpiente de las cosas del mundo o libre desesperanza de ateos y agnósticos con sus llamativas y no pocas veces cambiantes teorías filosóficas o científicas según el progreso de la mente que arrastran a no pocos a la perdición eterna.
Y aunque Dios, dándonos la libertad aceptó perder muchas batallas, su triunfo final será absoluto. Será el triunfo de la Vida. Y todo cuanto de ternura puso Dios en el amor de los humanos y, en las llamadas bestias o aves con su impresionante ternura maternal, hacen que el amor de madre sea la más bella y dulce imagen de Dios. Es más que una madre, porque El estableció el principio vital materno de nuestra existencia en ese fantástico y espectacular proceso de multiplicación de nuestra vida celular tan sabia y perfectamente inamovible. Y fuimos primero en la Sabiduría y amor de Dios, aún antes de comenzar nosotros a existir.
Y, todo cuanto es vida, bien, felicidad y alegría, es Dios, y nada de ello será destruido definitivamente porque la Trinidad tendrá su plenitud, está como incompleta por así decirlo, hasta que sea consumada la unidad de “todo lo que es vida y belleza” en el Padre a través del Hijo.
Toda la hermosura de las cosas está impregnada del amor de Dios a su Hijo, fueron creadas en él. Por ello ante una flor, ante la espuma de un acaudalado río que se hace voz en el acantilado, ante el canto de las aves en la alameda y en las moreras, ante el silencio de una noche de plena luna, en la llanura del desierto, y del mar, oímos un silencio impregnado de admiración - es el silencio sonoro - de la voz amorosa - en misteriosa quietud - de Dios Padre a su Hijo - canción de cuna como de amor materno - que solo se oye en la calma de los sentidos - porque el Padre hace que le acune a su Hijo todo el universo - que es un espacio que es su cielo – incrustado de materia, un carrusel de galaxias, estrellas y vida en crecimiento.
Yo quiero escuchar esa voz, -aquí-, y unir la mía a ese fantástico y sonoro concierto –allí- porque a toda esa musicalidad,- soy invitado en libertad.
Quisiera como Juan de la cruz, en mi simple comienzo del camino, verte y cantarte sentidamente:
Mí amado las montañas / Los valles solitarios nemorosos, / Las ínsulas extrañas, / Los ríos sonorosos, / El silbo de los aires amorosos.
Todo eres tu impregnándolo de belleza, paz y hermosura. Sin Tí, no serían.
En todo vemos a Cristo, porque todo fue hecho para él. Solo Dios es Dios, y Dios no cambia su proyecto ante nuestra rebelde incomprensión porque es el más perfecto, el más bello y necesario dado lo que es la vida en libertad, donde todas las cosas están adornadas de la belleza de su divina esencia. Y solo allí comprenderemos a la Sabiduría de Dios y el por qué de cómo todo fue hecho como ha sido creado. Viendo como dice Juan, que todas las cosas para el alma son Dios.
Pero ven Señor, y con tu Espíritu irrumpe en mis aposentos como lo hiciste con María, para que quede anegada mi alma del ruido sonoroso de la voz, no solo de tus Ángeles sino del mismo Espíritu que colmó de sabiduría divina a tu Madre, y que hizo comprender a tus apóstoles tu mensaje portador de la Vida, y así también, junto a los Apóstoles con tu Madre, recibamos el fuego huracanado que estremezca y derrumbe los muros de nuestra ceguera y te vean nuestros ojos, y por ello desde lo más íntimo de nuestra alma decimos con este himno litúrgico:
Ven Espíritu creador; visita las almas de tus fieles. Llena de la divina gracia los corazones que Tú mismo has creado. Tú eres nuestro consuelo, don de Dios altísimo, fuente viva, fuego, caridad y espiritual unción. Tú derramas sobre nosotros los siete dones; Tú el dedo de la mano de Dios, Tú el prometido del Padre, pones en nuestros labios los tesoros de tu palabra. Enciende con tu luz nuestros sentidos, infunde tu amor en nuestros corazones y con tu perpetuo auxilio, fortalece nuestra frágil carne. Aleja de nosotros al enemigo, danos pronto tu paz, siendo Tú mismo nuestro guía evitaremos todo lo que es nocivo. Por Ti conozcamos al Padre y también al Hijo y que en Ti, que eres el Espíritu de ambos, creamos en todo tiempo. Gloria a Dios Padre y al Hijo que resucitó de entre los muertos, y al Espíritu Consolador, por los siglos infinitos. Amén.
Pero el Padre quiere que su Hijo sea en el que todos lleguemos a Él: “Pero aquello que se entiende, / de esta manera decía: / Nada me contenta, Hijo, / fuera de tu compañía”. / Y si algo me contenta, / en ti mismo lo quería; / el que a ti más se parece, / a mí más satisfacía”.
¿ Quien se parece más a Jesús que María? ¿Quién se parece más a María que su hijo, el Hijo de Dios hecho hombre? ¿No ve el Padre al Hijo formando su cuerpo en el molde especialísimo del seno de María? ¿No descendió sobre ella el Espíritu antes que sobre sus Apóstoles?
Reina de todos los Santos, Madre del buen consejo, Reina de los cielos. Ella sí que sabía con sencillez y humildad del silbo de los aires amorosos.