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Cristo está presente en su Iglesia del modo más sublime en el santísimo Sacramento del altar. El concilio Vaticano II, en la constitución dogmática Lumen gentium, enseña que el sacerdote in persona Christi celebra el sacrificio de la misa y administra los sacramentos (cf. n. 10). Además, como observaba oportunamente mi venerado predecesor Pablo VI en la carta encíclica Mysterium fidei, inspirándose en el número 7 de la constitución Sacrosanctum Concilium, Cristo está presente a través de la predicación y la guía de los fieles, tareas a las que el presbítero está llamado personalmente (cf. AAS 57 [1965] 762 s).
2. La presencia de Cristo, que así se realiza de manera ordinaria y diaria, hace de la parroquia una auténtica comunidad de fieles. Por tanto, tener un sacerdote como pastor es de fundamental importancia para la parroquia. El título de pastor está reservado específicamente al sacerdote. En efecto, el orden sagrado del presbiterado representa para él la condición indispensable e imprescindible para ser nombrado válidamente párroco (cf. Código de derecho canónico, c. 521, 1). Ciertamente, los demás fieles pueden colaborar activamente con él, incluso a tiempo completo, pero, al no haber recibido el sacerdocio ministerial, no pueden sustituirlo como pastor.
La relación fundamental que tiene con Cristo, cabeza y pastor, como su representación sacramental, determina esta peculiar fisonomía eclesial del sacerdote. En la exhortación apostólica Pastores dabo vobis afirmé que "la relación con la Iglesia se inscribe en la única y misma relación del sacerdote con Cristo, en el sentido de que la "representación sacramental" de Cristo es la que instaura y anima la relación del sacerdote con la Iglesia" (n. 16). La dimensión eclesial pertenece a la naturaleza del sacerdocio ordenado. Está totalmente al servicio de la Iglesia, de forma que la comunidad eclesial tiene absoluta necesidad del sacerdocio ministerial para que Cristo, cabeza y pastor, esté presente en ella.
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Donde falta el sacerdote se debe suplicar con fe e insistencia a Dios para que suscite numerosos y santos obreros para su viña.
DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS PARTICIPANTES EN LA ASAMBLEA PLENARIA
DE LA CONGREGACIÓN PARA EL CLERO
Viernes 23 de noviembre de 2001
La donación de Jesús al Padre, desde su entrada en el mundo, fue total, definitiva e incondicional. No puede ser diferente la entrega de quien piensa consagrarse o se ha consagrado ya a Dios mediante compromisos que implican radicalmente a la propia persona.
Ante todo, fidelidad a Cristo: El, y sólo El, debe ser el eje central de la vida del cristiano, del sacerdote, del religioso (cf. Flp 1, 21; 1 Cor 2, 2); el amigo auténtico (cf. Jn 15, 14-15); el hermano (cf. Mt 12, 50); aquel por quien merece la pena abandonarlo todo y seguirlo (cf. Mt 8, 22; 19, 21; Mc 2, 14; 8, 34; 10, 21; Lc 5, 27; 18, 22).
Esto comporta fidelidad a su persona, a su enseñanza y a su mensaje sin manipulaciones o correcciones personales, más aún, con la perspectiva concreta de renuncia y sacrificios (cf. Mt 16, 24).
Pero la fidelidad a Cristo "no puede separarse de la fidelidad a la Iglesia" (Presbyterorum ordinis, 14). En efecto, ¿cómo se puede arrancar a Cristo Esposo de su Esposa inmaculada, la Cabeza de su Cuerpo? "Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella"(Ef 5, 25). Amor y fidelidad no a una Iglesia abstracta o utópica, sino a la Iglesia que camina peregrina en medio de las vicisitudes de la historia; la Iglesia comunidad de personas con sus riquezas interiores y con su santidad, pero también con el peso de sus limitaciones y con la peligrosa carga de la libertad.
FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR
EXHORTACIONES DEL SANTO PADRE PABLO VI
A LOS SACERDOTES Y RELIGIOSOS
DURANTE EL RITO DE LA BENDICIÓN DE LAS CANDELAS
Sala Clementina
Jueves 2 de febrero de 1978
miles_dei escribió:El motivo es unas palabras de Luis Fernando donde decía que ante la duda de un texto del magisterio recomendaba consultar con un sacerdote de probada santidad.
El caso es que es un consejo común para cualquier cuestión espiritual que nos afecte el consultar con un sacerdote. Por tanto pregunto:
¿Por qué un sacerdote?
¿Por qué añadir de probada santidad?
¿Me lo podrían explicar con argumentos tomados del magisterio?
miles_dei escribió:No he podido antes, perdona. El concepeto clave es "gracia de estado". Pero es un concepto que juega no sólo en favor del sacerdote.
Con el deseo de que la sociedad futura goce de una condición más digna, muchos pastores y fieles laicos de todo el mundo, se reunirán próximamente en la ciudad de México para el VI Encuentro mundial de las familias, que tiene por tema: "La familia formadora en los valores humanos y cristianos".
Este tema es de suma importancia, pues "la familia está llamada a desempeñar su deber educativo en la Iglesia, participando así en la vida y en la misión eclesial. La Iglesia desea educar sobre todo por medio de la familia, habilitada para ello por el sacramento, con la correlativa "gracia de estado"" (Juan Pablo II, Carta a las familias Gratissimam sane, 16).
Realmente, los principales maestros de la humanidad son los mismos padres de familia que, sostenidos por la gracia divina, se esfuerzan por transmitir a sus hijos las virtudes de la fe en Cristo, la caridad operante y una gran esperanza, y "en este campo tienen incluso una competencia fundamental: son educadores por ser padres" (ib.).
(Carta al Legado pontificio para el VI Encuentro Mundial de las Familias. 28 de diciembre de 2008)
. El motivo es unas palabras de Luis Fernando donde decía que ante la duda de un texto del magisterio recomendaba consultar con un sacerdote de probada santidad.
3º.- De la Iglesia docente y de la Iglesia discente o enseñada
CATECISMO MAYOR SAN PÍO X
"De la santidad depende la credibilidad del testimonio y, en definitiva, la eficacia misma de la misión de todo sacerdote".
BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL
Palacio pontificio de Castelgandolfo
Miércoles 5 de agosto de 2009
"Además, si el sacerdote descuida su santificación, ya no podrá ser sal de la tierrra, pues lo que está corrompido e infectado no es un medio apto para dar la salud, y allí donde falta la santidad es inevitable que entre la corrupción".
EXORTACIÓN APOSTOLICA «HAERENT ANIMO»
SAN PÍO X
4 de agosto de 1908
felipe escribió:Dado que los sacerdotes, como delegados de los Obispos, forman parte de la 'Iglesia docente' compete a ellos y no a los fieles, por muy teólogos que estos sean, la función de enseñar, santificar y gobernar. Lo de la santidad probada es una exigencia de la propia vocación, de modo que sin ella, el sacerdote no puede ejercer fructuosamente su ministerio.3º.- De la Iglesia docente y de la Iglesia discente o enseñada
CATECISMO MAYOR SAN PÍO X"De la santidad depende la credibilidad del testimonio y, en definitiva, la eficacia misma de la misión de todo sacerdote".
BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL
Palacio pontificio de Castelgandolfo
Miércoles 5 de agosto de 2009"Además, si el sacerdote descuida su santificación, ya no podrá ser sal de la tierrra, pues lo que está corrompido e infectado no es un medio apto para dar la salud, y allí donde falta la santidad es inevitable que entre la corrupción".
EXORTACIÓN APOSTOLICA «HAERENT ANIMO»
SAN PÍO X
4 de agosto de 1908
Bendiciones
"La familia formadora en los valores humanos y cristianos".
Este tema es de suma importancia, pues "la familia está llamada a desempeñar su deber educativo en la Iglesia, participando así en la vida y en la misión eclesial. La Iglesia desea educar sobre todo por medio de la familia, habilitada para ello por el sacramento, con la correlativa "gracia de estado"" (Juan Pablo II, Carta a las familias Gratissimam sane, 16).
La formación para el apostolado debe empezar desde la primera educación de los niños. Pero los adolescentes y los jóvenes han de iniciarse de una forma peculiar en el apostolado e imbuirse de este espíritu. Esta formación hay que ir completándola durante toda la vida, según lo exijan las nuevas empresas. Es claro, pues,que a quienes pertenece la educación cristiana están obligados también a dar la formación para el apostolado.
En la familia es obligación de los padres disponer a sus hijos desde la niñez para el conocimiento del amor de Dios hacia todos los hombres, enseñarles gradualmente, sobre todo con el ejemplo, la preocupación por las necesidades del prójimo, tanto de orden material como espiritual. Toda la familia y su vida común sea como una iniciación al apostolado.
Es necesario, además, educar a los niños para que, rebasando los límites de la familia, abran su alma a las comunidades, tanto eclesiásticas como temporales. Sean recibidos en la comunidad local de la parroquia, de suerte que adquieran en ella conciencia de que son miembros activos del Pueblo de Dios.
(Concilio Vaticano II. Apostolica Actuasitatem 30)
S ifalta esta formación porque los jóvenes no asisten a esas escuelas o por otra causa, razón de más para que la procuren los padres, los pastores de almas y las asociaciones apostólicas. Pero los maestros y educadores, que por su vocación y oficio ejercen una forma extraordinaria del apostolado seglar, han de estar formados en la doctrina necesaria y en la pedagogía para poder comunicar eficazmente esta educación.
La Iglesia no está verdaderamente fundada, ni vive plenamente, ni es signoperfecto de Cristo entre las gentes, mientras no exista y trabaje con la Jerarquía un laicado propiamente dicho. Porque el Evangelio no puede penetrar profundamente en la mentalidad, en la vida y en el trabajo de un pueblo sin la presencia activa de los laicos. Por tanto, desde la fundación de la Iglesia hay que atender, sobre todo, a la constitución de un laicado cristiano maduro.
Pues los fieles seglares pertenecen plenamente al mismo tiempo, al Pueblo de Dios y a la sociedad civil: pertenecen al pueblo en que han nacido, de cuyos tesoros culturales empezaron a participar por la educación, a cuya vida están unidos por variados vínculos sociales, a cuyo progreso cooperan con su esfuerzo en sus profesiones, cuyos problemas sienten ellos como propios y trabajan por solucionar, y pertenecen también a Cristo, porque han sido regenerados en la Iglesia por la fe y por el bautismo, para ser de Cristo por la renovación de la vida y de las obras, para que todo se someta a Dios en Cristo y, por fin, sea Dios todo en todas las cosas.
La obligación principal de éstos, hombres y mujeres, es el testimonio de Cristo, que deben dar con la vida y con la palabra en la familia, en el grupo social y en el ámbito de su profesión. Debe manifestarse en ellos el hombre nuevo creado según Dios en justicia y santidad verdaderas. Han de reflejar esta renovación de la vida en el ambiente de la sociedad y de la cultura patria, según las tradiciones de su nación. Ellos tienen que conocer esta cultura, restaurarla y conservarla, desarrollarla según las nuevas condiciones y, por fin perfeccionarla en Cristo, para que la fe de Cristo y la vida de la Iglesia no sea ya extraña a la sociedad en que viven, sino que empiece a penetrarla y transformarla.
Unanse a sus conciudadanos con verdadera caridad, a fin de que en su trato aparezca el nuevo vínculo de unidad y de solidaridad universal, que fluye del misterio de Cristo. Siembren también la fe de Cristo entre sus compañeros de vida y de trabajo, obligación que urge más, porque muchos hombres no pueden oír hablar del Evangelio ni conocer a Cristo
más que por sus vecinos seglares. Más aún, donde sea posible, estén preparados los laicos a cumplir la misión especial de anunciar el Evangelio y de comunicar la doctrina cristiana, en una cooperación más inmediata con la Jerarquía para dar vigor a la Iglesia naciente.
Los ministros de la Iglesia, por su parte, aprecien grandemente el laborioso apostolado activo de los laicos. Fórmenlos para que, como miembros de Cristo, sean conscientes de su responsabilidad en favor de todos los hombres; intrúyanlos profundamente en el misterio de Cristo, inícienlos en métodos prácticos y asístanles en las dificultades, según la constitución Lumen gentium y el decreto Apostolicam actuositatem.
Observando, pues, las funciones y responsabilidades propias de los pastores y de los laicos, toda Iglesia joven dé testimonio vivo y firme de Cristo para convertirse en signo brillante de la salvación, que nos vino a través de El.
miles_dei escribió:Yo tengo mi director espiritual hace años. En directo y en vivo sin necesidad de mediaciones virtuales. Entiendo que otros no sepan lo que es el abrir y confíar su alma a un director y se crean que es como un consultorio virtual. Nada más lejos y errado de lo que es la dirección espiritual en la que priva el amor de amistad.
En cuanto a dudas sobre el magisterio, ninguna, de momento, y gracias a Dios. Las contradicciones aparentes en el magisterio son eso: aparentes y se resuelven según es común hacerlo en teología y con el sentido común por delante y la honesta libertad de los hijos de Dios.
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