Gracias de nuevo por sus participaciones en el foro. Sabemos que conforme avanzan los temas, también el contenido se hace más profundo y puede resultar difícil de comprender en una sola lectura. No se desanimen, la inmensa mayoría de ustedes ha tenido una comprensión intuitiva de lo que la teología del cuerpo viene a iluminar, aunque sea difícil expresarlo con palabras. Una vez más, aquí les proponemos algunas reflexiones que podrían ayudarles a obtener más frutos de su estudio y que tal vez estaban en el texto, pero el estilo pedagógico de preguntas y respuestas ayuda a aclarar (como el Compendio del catecismo).
Estamos para servirles,
Effy De Lille.
[RESPUESTAS AL TEMA IV] 1
Respuestas al tema IV
El matrimonio, la redención y la resurrección
1. ¿Cómo se entiende la resurrección del cuerpo como la realidad del mundo futuro?
“Se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual” (1 Co 15, 44). Jesús dice que seremos como ángeles. No dice que seremos ángeles. La “espiritualización del cuerpo” se refiere a la integración perfecta de cuerpo y alma. San Pablo insiste que tanto cuerpo como alma pueden ser “espirituales” (cfr. VM 71:6, nota al pie de página). Podemos alcanzar un nivel maduro de integración en esta vida, pero, mientras estemos aquí, la posibilidad permanece de oposición entre cuerpo y alma. En el escatón la “guerra interior” queda completamente eliminada. “Es obvio que aquí no se trata de transformación de la naturaleza del hombre en la angélica, esto es, puramente espiritual...”. Si fuese así, “carecería de sentido hablar de resurrección” (VM 66:5).
2. ¿Qué significan las palabras de Cristo (Mt 19, 11-12) sobre la continencia por el Reino de los Cielos?
Los que son célibes por el reino “brincan” el sacramento en anticipación de la realidad última, el “Matrimonio con el Cordero”. Al obrar así se salen fuera de las dimensiones de la historia – mientras viven dentro de las dimensiones de la historia – para proclamar al mundo que “el reino de Dios está aquí”. Aunque el celibato nos dirige al “reino”, es significativo que Cristo habló de ello no en su discusión con los Saduceos acerca de la resurrección (Mt 22), sino con los fariseos acerca del matrimonio (Mt 19) (cfr. VM 73:5). Las palabras de Cristo “no expresan un mandamiento que obliga a todos, sino un consejo que se refiere sólo a algunas personas” (VM 73:4). El celibato por el Reino es “un tipo de excepción de lo que es más bien una regla común de esta vida” (VM 73:5).
3. ¿Por qué el texto de la carta a los Efesios (5, 21-33) es la coronación de las verdades de la Sagrada Escritura?
Porque es el umbral del descubrimiento de la gloria y la grandeza que Dios nos ha brindado al crearnos masculino y femenino y al llamarnos a ser “una sola carne”. No es coincidencia que hoy en día este pasaje es frecuentemente rechazado con vehemencia. Aquí nos asomamos al gran choque entre dos humanismos competitivos y sus respectivas visiones sobre el cuerpo humano y el sentido de la sexualidad. Tampoco es coincidencia que a este pasaje le siga el llamado a tomar armas en “la gran batalla espiritual”: ¡ceñid vuestra cintura con la Verdad! (cfr. Ef 6, 14). “La admirable síntesis paulina a propósito del ‘gran misterio’ se presenta como el resumen, la suma, en cierto sentido, de la enseñanza sobre Dios y el hombre, llevada a cabo por Cristo” (Carta a las Familias, Juan Pablo II, 19).
4. ¿Cómo descubre el matrimonio el misterio oculto por las edades (Ef 1, 3-4)?
“Misterio” es la única palabra para hablar de la realidad divina e invisible. Juntas, estas dos palabras – “misterio-‐sacramento” – se refieren a las dimensiones “oculta-‐
revelada” de Dios y su plan para la humanidad. Los sacramentos revelan misterios espirituales por medio de signos físicos. Signo significa simplemente la “visibilidad de los Invisible” (cfr. VM 96:7). La buena nueva del Evangelio es que lo que estaba oculto en Dios desde toda la eternidad ha sido revelado – primero por medio del “signo” de la unidad original del hombre y la mujer y definitivamente por medio del “signo” de la unión de Cristo y la Iglesia. “Efectivamente, el misterio permanece ‘oculto’ – escondido en Dios mismo – de manera que, incluso después de su proclamación (o sea, revelación), no cesa de llamarse ‘misterio’...” (VM 93:5).
5. ¿Cómo se relaciona el “lenguaje del cuerpo” con la realidad del signo en la promesa marital?
El signo del matrimonio es uno de “múltiple contenido” (cfr. VM 106:6). Empieza con un intercambio de consentimiento, es consumado en las relaciones conyugales, y perdura en los esposos mismos a lo largo de la duración del matrimonio. Las relaciones conyugales son donde las palabras de los votos maritales se hacen carne. Si toda vida matrimonial es un signo sacramental, podríamos decir que las relaciones conyugales son “el signo del signo”. Igual como el cuerpo es el signo del alma, el “un solo cuerpo” que forman los esposos es de alguna manera el signo del “alma” de su vida matrimonial. “Los dos, como hombre y mujer, al ser ministros del sacramento en el momento de contraer matrimonio, constituyen al mismo tiempo el pleno y real signo visible del sacramento mismo” (VM 103:4).