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kereke escribió:Tito, gracias por contestar no molesta para nada tu repuesta, ya que no responde para nada, a no ser que realmente creas que Maria salva, es decir que no solo Jesús es el único por cual somos salvo, sino que Maria tambien lo es, una cosa es decir que trajo la reconciliación( Jesús) y otra decir que es la reconciliación, como se puede rezar pidiéndole a Maria que sea la salvación de mi alma, algún católico preparado puede aquí contestarme esto, sin copiar y pegar solo lo que dicen sus santos, que pueda argumentar semejante atribución.
kereke escribió:Ictus agradecido de su repuesta, no tengo intención de polemizar como se lo dije a Tito, pero si de buscar respuestas convincentes, si yo me baso en lo que dice unos de sus papas yo puedo basar en lo que puede decir cualquier líder religioso no católico, y estaríamos en lo mismo,lo que quiero es razonar sobre la fe que nos salva, me parece interesantes los textos bíblicos que mencionas, lo que es indudable que al igual que Pablo, usted como yo busquemos la salvación de las almas, como seguro lo hizo la Madre de Jesús y para ustedes hoy por hoy lo hace de una forma de oraciones de intersección, que es según ante su hijo o ante el Padre cuestión que tampoco en una oportunidad en un foro nunca supieron ponerse acuerdo, mi estupor como muchos que comienzan a ser cristianos evangélicos que antes apenas tenían un bautizo católico, al comenzar a descubrir el significado de la salvación, es porque decir "Maria salva mi alma" es incongruente porque hasta ella misma necesito de la salvación de Jesús, entonces no esta bien decir eso, inclusive puede que uno haga un juramento ante una causa o ante una bandera, y que sea puede ver como una consagración, pero consagrar el alma, no se, suena muy fuerte como o dije antes ni Pablo ni usted ni yo aunque trabajemos por la salvación de las almas no podríamos abrogar el titulo de ser el salvador de ellas seria esto abominable, me equivoco.
En efecto, debe ser firmemente creída, como dato perenne de la fe de la Iglesia, la proclamación de Jesucristo, Hijo de Dios, Señor y único salvador, que en su evento de encarnación, muerte y resurrección ha llevado a cumplimiento la historia de la salvación, que tiene en él su plenitud y su centro. (Declaración Dominus Iesus)
María purifica nuestras buenas obras, las embellece y hace aceptables a su Hijo divino.
146. Por esta devoción entregamos al Señor, por manos de su Madre Santísima, todas nuestras buenas obras. Esta bondadosa Madre las purifica, embellece, presenta a Jesucristo y hace que su Hijo las acepte.
1) Las purifica de toda mancha de egoísmo y del apego aun imperceptible que se desliza insensiblemente en las mejores acciones. Tan pronto como llegan a sus manos purísimas y fecundas, esas manos jamás estériles ni ociosas y que purifican todo cuanto tocan limpian en lo que ofrecemos todo lo que tenga de impuro o imperfecto.
147. 2) Las embellece, adornándolas con sus méritos y virtudes. Pensemos en un labrador cuya riqueza fuera una manzana y deseara granjearse la simpatía y benevolencia del rey. ¿Qué haría? Acudir a la Reina y presentarle la manzana para ella la ofrezca al Soberano. La Reina acepta el modesto regalo, coloca la manzana en una grande y hermosa bandeja de oro y la presenta al rey en nombre del labrador. En esta forma, la manzana de suyo indigna de ser presentada al Soberano, se convierte en un obsequio digno de su Majestad, gracias a la bandeja de oro y a la persona que la entrega.
148. 3) María presenta esas buenas obras a Jesucristo, no reserva para si nada de lo que se le ofrece: todo lo presenta fielmente a Jesucristo. Si le entregas algo, necesariamente lo entregas a Jesucristo. Si la alabas, necesariamente alabas y florificas al Señor. Si las ensalzas y bendices, Ella como cuando Santa Isabel la alabó entona su cántico "Proclama mi alma al Señor!"
149. 4) Por insignificante y pobre que sea para Jesucristo, Rey de reyes y Santo de los santos, el don que le presentas, María hace que El acepte tus buenas obras. Pero quien, por su cuenta y apoyado en su propia industria y habilidad, lleva algo a Jesucristo, debe recordar que El examina el obsequio y, muchas veces, lo rechaza por hallarlo manchado de egoísmo lo mismo que en otro tiempo rechazó los sacrificios de los judíos por estar llenos de voluntad propia.
Pero si al presentar algo a Jesús, lo ofreces por las manos puras y virginales de su Madre amadísima, le coges por su flaco si me permites la expresión. El no mirará tanto el don que le ofreces, cuanto a su bondadosa Madre que es quien se lo presenta, ni considera tanto la procedencia del don, cuanto a Aquella que se lo ofrece.
Así, María jamás rechazada y siempre bien recibida por su Hijo hace que el Señor acepte con agrado cuanto se le ofrezca grande o pequeño: basta que María lo presente para que Jesús lo acepte y se complazca en el obsequio. El gran consejo que san Bernardo daba a aquellos que dirigía a la perfección era éste: "Si quieres ofrecer algo a Dios, procura presentarlo por las manos agradabilísimas y dignísimas de María, si no quieres ser rechazado".
150. ¿No es esto acaso lo que la misma naturaleza inspira a los pequeños respecto a los grandes, como hemos visto ya? (Nº 147) ¿Por qué no habría de enseñarnos la gracia a observar la misma conducta para con Dios, infinitamente superior a nosotros y ante quien somos menos que átomos? ¿Tanto más teniendo como tenemos una abogada tan poderosa, que jamás ha sido desairada, tan inteligente, que conoce todos los secretos para conquistar el corazón de Dios, tan caritativa, que no se rechaza a nadie por pequeño o malvado que sea?
TRATADO DE LA VERDADERA DEVOCIÓN, SAN LUIS MARÍA DE MONTFORT
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