magnel_1 escribió:Buen día, hermanos. Primeramente doy gracias a Dios por haber conseguido tan buen sitio para consultar inquietudes de la fe y los pecados. Soy un laico que lleva años trabajando por obtener la castidad, pues fui un viciado a la masturbación por muchos años, de los 12 a los 22 años. Cabe destacar que hace mucho dejé de ver material pornográfico y de tener cosas que me atraigan a ello en mi pc. Intento confesarme 1 vez por mes, a veces me da vergüenza confesar siempre este pecado.
Ahora, yendo al grano, pro lo general paso de dos a tres semanas sin caer en la masturbación, es difícil, pero sé que Dios me ayuda a mejorar. Resulta que al cabo de las dos semanas suelo soltar líquido preseminal, el cual me incomoda y me tienta a masturbarme. En las últimas oportunidades, cuando este líquido me mortifica todo el día, pues estiro un poco el pense sin darle mucho movimiento y sale la eyaculación sin esfuerzo, lo cual me brinda una comodidad pasajera, pero como todo vicio, al rato la tentación se vuelve peor. Ayúdenme por favor.
Lo peor es que mis debilidades están como el pan de cada día, pues estamos en un mundo secularizado y lleno de sensualidad al acecho, todo con el objetivo de que muramos espiritualmente, Paz en Cristo.
Estimado en Cristo magnel_1:
Lo principal en tu caso parece ser que no caigas en la desesperación. Es evidente que has hecho progresos muy importantes y que puedes seguir haciéndolos. Pero desafortunadamente un vicio es algo muy difícil de erradicar y vencer definitivamente, por lo que, salvo un aprovechamiento extraordinario de la Gracia de Dios -el cual a su vez es una Gracia especial de Dios-, se trata más bien de un proceso gradual en el que el apego y la esclavitud que el vicio causa vayan siendo cada vez menores y fáciles de vencer por tu espíritu fortalecido por una sólida vida espiritual.
Parte importante de ello entonces es evitar generar nuevos "escenarios de costumbre", donde una situación repetitiva como la que describes se vuelva el disparador automático y casi necesario de una nueva caída.
Para ello me parece que la mejor estrategia que puedes tomar es la que usan en AA (Alcoholicos Anónimos) para evitar beber: NO se proponen dejar de beber definitivamente, sino que en CADA ocasión simplemente dicen: "esta vez no", y así, cuando acuerdan, a fuerza de "esta vez no", de pronto ya llevan 10, 20 ó 30 años sin beber.
Y es que esto en realidad tiene también una correspondencia con la teología. Porque si bien es verdad que en el Sacramento de la Reconciliación, NO confiados en nuestras propias fuerzas, sino en la Gracia de Dios, hacemos el propósito formal de NUNCA más pecar; por otra parte sabemos que PODEMOS hacer ese compromiso porque sabemos que Dios SIEMPRE nos da la Gracia necesaria para vencer en CUALQUIER tentación. Pero aquí el punto es que en CADA ocasión recibimos la Gracia para vencer
EN ESA ocasión, Y NO la Gracia necesaria para vencer en TODAS las ocasiones. Así entonces, si ante una tentación concreta visualizamos una vida de tentaciones, pues la REALIDAD es que EN ESE momento NO tenemos la Gracia para vencer tooooooooodas esas tentaciones, sino TAN SOLO la tentación que tenemos presente en ESE momento. Por tanto, si en vez de concentrarnos en vencer en ESA ocasión, para lo que SI TENEMOS la Gracia en ESE momento, nos ponemos a tratar de vencer de una vez toooooooodas las tentaciones que podemos preveer que tendremos en la vida, o al menos en el futuro próximo; pues está claro que entonces tanto peso nos abrumará y no podremos con el, por lo que acabaremos rindiéndonos, fortaleciendo el vicio, y no venceremos ni en esa ocasión, ni en muchísimas otras.
Por otra parte, creo que te pueden ser de gran ayuda estas palabras de la Evangelii Gaudium del Papa Francisco:
Éste es el momento para decirle a Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores». ¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido! Insisto una vez más: Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia. Aquel que nos invitó a perdonar «setenta veces siete» (Mt 18,22) nos da ejemplo: Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría. No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante!
Que Dios te bendiga.