Querida hermana en Cristo.
Dios ha concedido a algunos santos dones fuera de lo común, como es el caso de san Pío de Pietrelcina que podía leer las conciencias y los corazones. Ahora bien, si el Señor ha obrado de esta manera en sus hijos ¿Como no habría de hacerlo con Aquella, su primera y exclusiva obra? Porque «Asunta a los cielos [...]
con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna» (Lumen Gentium, 62). Y esto, no significa un agravio a Dios como erradamente se difunde en el protestantismo, antes bien, es una muestra de su poder:
60. Uno solo es nuestro Mediador según las palabra del Apóstol: «Porque uno es Dios, y uno también el Mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó a sí mismo para redención de todos» (1 Tm 2, 5-6). Sin embargo, la misión maternal de María para con los hombres no oscurece ni disminuye en modo alguno esta mediación única de Cristo, antes bien sirve para demostrar su poder. Pues todo el influjo salvífico de la Santísima Virgen sobre los hombres no dimana de una necesidad ineludible, sino del divino beneplácito y de la superabundancia de los méritos de Cristo; se apoya en la mediación de éste, depende totalmente de ella y de la misma saca todo su poder. Y, lejos de impedir la unión inmediata de los creyentes con Cristo, la fomenta.
CONSTITUCIÓN DOGMÁTICA SOBRE LA IGLESIA, LUMEN GENTIUM
Que Dios te bendiga por intercesión de su Magnificencia.