6. La Orden de los Jerónimos

En este curso, haremos un viaje en el tiempo para situarnos en los orígenes del monacato cristiano. Conoceremos las distintas órdenes monásticas, a sus fundadores, sus monasterios, su arte, cultura, forma de vida y su importancia para la civilización a través de la historia hasta la actualidad.

Fecha de inicio:
11 de agosto de 2014

Fecha final:
27 de octubre de 2014

Responsable: Hini Llaguno

Moderadores: Catholic.net, Ignacio S, hini, Betancourt, PEPITA GARCIA 2, rosita forero, J Julio Villarreal M, AMunozF, Moderadores Animadores

Re: 6. La Orden de los Jerónimos

Notapor Al+100cia » Mar Sep 23, 2014 10:46 pm

JMJ...sigue sorprendiéndome este peregrinaje juntos

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http://www.jeronimasdelaadoracion.com/Album1_005.htm

El Convento de San Jerónimo fue un templo católico que perteneció a las monjas Jerónimas de la Orden de San Jerónimo de la Ciudad de México en la Nueva España y donde destaca la poetisa novohispana Sor Juana Inés de la Cruz.

Debido a su adquisición por la Universidad del Claustro de Sor Juana dejó su función de culto eclesiástico para convertirse en el Ex-templo, el auditorio principal de la UCSJ, aunque conserva sus retablos barrocos y pinturas relativas a Sor Juana Inés de la Cruz.

http://es.wikipedia.org/wiki/Convento_d ... %C3%A9xico)



Poema de Sor Juana Inés de la Cruz

Día de Comunión

Amante dulce del alma,
bien soberano a que aspiro,
tú que sabes las ofensas
castigar a beneficios;
divino imán en que adoro
hoy que tan propicio os miro
que me animás a la osadía
de poder llamaros mío;
hoy, que en unión amorosa,
pareció a vuestro cariño,
que si no estabais en mí
era poco estar conmigo;
hoy, que para examinar
el afecto con que os sirvo,
al corazón en persona
habéis entrado vos mismo,
pregunto ¿es amor o celos
tan cuidadoso escrutinio?
que quien lo registra todo
da de sospechar indicios.
Mas ¡ay, bárbara ignorante,
y que de errores he dicho,
como si el estorbo humano
obstara al lince divino!
Para ver los corazones
no es menester asistirlos;
que para vos son patentes
las entrañas del abismo.
Con una intuición presente
tenéis en vuestro registro,
el infinito pasado,
hasta el presente finito;
luego no necesitabais,
para ver el pecho mío,
si lo estáis mirando sabio,
entrar a mirarlo fino;
luego es amor, no celos,
lo que en vos miro.


http://www.los-poetas.com/l/sor3.htm#Día de comunión

¡Oh mi Dios y mi Todo!
Al+100cia
 
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Re: 6. La Orden de los Jerónimos

Notapor JeimmyRP » Mié Sep 24, 2014 7:08 am

FAMILIA JERÓNIMA

"La Familia Jerónima está constituida, en la actualidad, por los monjes, las monjas, las religiosas "Jerónimas de la Adoración" y las "Jerónimas de Puebla".
A todos nos unen unos mismos lazos de origen y de hermandad. Juntos intentamos hacer presente en medio de nuestro mundo al Jesucristo del Evangelio que pasó haciendo el bien."
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FUENTE: http://www3.planalfa.es/msmparral/familia.htm

Santa Paula
Patrona de las Viudas
347- 404
Su fiesta se celebraba el 26 de enero en el antiguo calendario.

Santa Paula nació el 5 de mayo de 347. Por parte de su madre, tenía parentesco con los Escipiones, con los Gracos y Paulo Emilio. Su padre pretendía ser descendiente de Agamenón. Paula tuvo un hijo, llamado Toxocio como su marido y cuatro hijas: Blesila, Paulina, Eustoquio y Rufina.

Paula era muy virtuosa como mujer casada y con su marido edificaron a Roma con su ejemplo. Sin embargo ella tenía sus defectos, particularmente el de cierto amor a la vida mundana, lo cual era difícil de evitar por su alta posición social. Al principio Paula no se daba cuenta de esta secreta tendencia de su corazón, pero la muerte de su esposo, ocurrida cuando ella tenía 33 años, le abrió los ojos. Su pena fue inmoderada hasta el momento en que su amiga Santa Marcela, una viuda romana que asombraba con sus penitencias, la persuadió de que se entregara totalmente a Dios. A partir de entonces, Paula
vivió en la mayor austeridad.

Su comida era muy sencilla, y no bebía vino; dormía en el suelo, sobre un saco; renunció por completo a las diversiones y a la vida social; y repartió entre los pobres todo aquello que le pertenecía y evitó lo que pudiera distraerla de sus buenas obras.

En una ocasión ofreció hospitalidad a San Epifanio de Salamis y a San Paulino de Antioquía, cuando fueron a roma. Ellos le presentaron a San Jerónimo, con quien la santa estuvo estrechamente asociada en el servicio de Dios mientras vivió en Roma, bajo el Papa San Dámaso.

Santa Blesila, la hija mayor de Santa Paula, murió súbitamente, cosa que hizo sufrir mucho a la piadosa viuda. San Jerónimo, que acababa de volver de Belén, le escribió una carta de consuelo, en la que no dejaba de reprenderla por la pena excesiva que manifestaba sin pensar que su hija había ido a recibir el premio celestial. Paulina, su segunda hija, estaba casada con San
Pamaquio, y murió siete años antes que su madre. Santa Eustoquio, su tercera hija, fue su inseparable compañera. Rufina murió siendo todavía joven.

Cuanto mas progresaba Santa Paula en el gusto de las cosas divinas, mas insoportable se le hacía la tumultuosa vida de la ciudad. La santa suspiraba por el desierto, y deseaba vivir en una ermita, sin tener otra cosa en que ocuparse más que en pensar en Dios. Determinó, pues, dejar su casa, su familia y sus amigos y partir de Roma. Aunque era la más amante de las
madres, las lágrimas de Toxocio y Rufina no lograron desviarla de su propósito. Santa Paula se embarcó con su hija Eustoquio, el año 385; visitó a San Epifanio en Chipre, y se reunió con San Jerónimo y otros peregrinos en Antioquía. Los peregrinos visitaron los Santos Lugares de Palestina y fueron a Egipto a ver a los monjes y anacoretas del desierto. Un año más tarde llegaron a Belén, donde Santa Paula y Santa Eustoquio se quedaron bajo la dirección de San Jerónimo.

Las dos santas vivieron en una choza, hasta que se acabó de construir el monasterio para hombres y los tres monasterios para mujeres. Estos últimos constituían propiamente una sola casa, ya que las tres comunidades se reunían noche y día en la capilla para el oficio divino, y los domingos en la Iglesia próxima. La alimentación era escasa y mala, los ayunos frecuentes
y severos.

Todas las religiosas ejercían algún oficio y tejían vestidos para sí y para los demás. Todos vestían un hábito idéntico. Ningún hombre podía entrar en el recinto de los monasterios. Paula gobernaba con gran caridad y discreción. Era la primera en cumplir las reglas, y participaba, como Eustoquio, en los trabajos de la casa. Si alguna religiosa se mostraba locuaz o airada, su penitencia consistía en aislarse de la comunidad, colocarse la última en las filas, orar fuera de las puertas y comer aparte, durante algún tiempo. Paula quería que el amor a la pobreza se manifestase también en los edificios e iglesias, que eran construcciones bajas y sin ningún adorno costoso. Según la santa, era preferible repartir el dinero entre los pobres, miembros vivos de Cristo.

Paladio afirma que Santa Paula se ocupaba de atender a San Jerónimo, y le fue a éste de gran utilidad en sus trabajos bíblicos, pues su padre le había enseñado el griego y en Palestina había aprendido suficiente hebreo para cantar los salmos en la lengua original. Además, San jerónimo la había iniciado en las cuestiones exegéticas lo bastante para que Paula pudiese
seguir con interés su desagradable discusión con el obispo Juan de Jerusalén sobre el origenismo. Los últimos años de la santa se vieron ensombrecidos por esta disputa y por las preocupaciones económicas que su generosidad había producido. Toxocio, el hijo de Santa Paula, se casó con Leta, la hija de un sacerdote pagano, que era cristiana. Ambos fueron fieles imitadores de la vida de su madre y enviaron a su hija Paula a educarse en Jerusalén al cuidado de su abuela. Paula, la joven, sucedió a Santa Paula en el gobierno de los monasterios. San Jerónimo envió a Leta algunos consejos para la
educación de su hija, que todos los padres deberían leer. Dios llamó a sí a Santa Paula a los 56 años de edad. Durante su última enfermedad, la santa repetía incansablemente los versos de los salmos que expresaban el deseo del alma de ver la Jerusalén celestial y de unirse con Dios.

Cuando perdió el habla, Santa Paula hacía la señal de la cruz sobre sus labios. Murió en la paz del señor, el 26 de enero del año 404.
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Santa Paula, ruega por nosotros.

FUENTE: http://www.corazones.org/santos/paula.htm
"Más de Dios, menos de mí"
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Re: 6. La Orden de los Jerónimos

Notapor Ana M+ 97 » Mié Sep 24, 2014 7:11 am

SUJETOS DE LA FORMACIÓN
• El Prior. Le corresponde:
- poner en práctica la presente carta de formación para el noviciado de su jurisdicción;
- nombrar los responsables de la formación para el mismo noviciado, velando para que tengan la competencia y las cualidades requeridas, así como la disponibilidad necesaria para dicho servicio;
- admitir a los candidatos en cada nueva etapa, previa consulta a su consejo, o al capítulo, según los casos;
- despedir al novicio -oído el parecer del maestro y su consejo- por cualquier causa justa.
• El Maestro de novicios. Es el responsable de la organización de la vida del noviciado bajo la autoridad del Prior, conforme a las Constituciones y a la presente carta. Cuida particularmente de:
- ejercer, siendo dócil al Espíritu Santo, la paternidad espiritual, principio tradicional de la formación para la vida monástica. Un clima de confianza y respeto a las personas favorece la apertura filial del corazón. Sin embargo, debe ejercitar este acompañamiento en dependencia del Prior del que no es más que el representante con respecto a los novicios; por ello, esfuércese en ayudar, con su enseñanza y con su ejemplo, a los candidatos a tener espíritu filial con relación al Prior, que es el primer responsable de la propia comunidad y de cada hermano ante Dios, la Iglesia y la Orden;
- discernir las aptitudes: atendiendo, de modo particular, al "equilibrio del temperamento" que se reconoce en signos tales como regularidad en el régimen de alimentación, de sueño, y el comportamiento en general. Los problemas psico-afectivos pueden exigir que tenga que recurrir, con prudencia, a la ayuda de personas competentes. La fuerza de voluntad es un criterio importante.
- hacer un discernimiento a lo largo de la formación en el arte espiritual: el Padre Maestro compruebe el espíritu, la motivación, el celo en el Oficio, la actitud de servicio y fraternidad;
- promover la calidad de la formación fundada en una misma y única doctrina común a la Orden de san Jerónimo, aunque adaptada a las diversas necesidades.
- despertar en el novicio la responsabilidad de formarse él mismo por la docilidad al Espíritu Santo, asumiendo libremente la parte de ascesis requerida para la búsqueda de Dios en una vida común.
• El Ayudante del Maestro de novicios (Maestrillo). Su función es ayudar al Padre Maestro en aquello que concierne a:
- todo lo que comporta la iniciación litúrgica;
- iniciación a la buena observancia que implica también la educación en las formas;
- la distribución de los trabajos manuales, de acuerdo con los responsables;
- la animación de la vida del noviciado, en particular los tiempos de recreo.
La unidad de vida, de espíritu y criterios entre el Padre Maestro y el Maestrillo es la condición para lograr una buena relación en el grupo.
• Los formadores competentes, que sean requeridos para la enseñanza de las diversas disciplinas. El Padre Maestro ha de velar por la coordinación de todos para favorecer el bien común, y tenga en cuenta sus observaciones.
• La Comunidad. Adquiere una grave responsabilidad al recibir a un aspirante y debe contribuir a la perseverancia de los mismos mediante el ejemplo y la caridad fraterna. Es importante que se canalicen a través del Padre Maestro todas las observaciones acerca de los formandos para que las utilice en orden al crecimiento de cada uno de ellos.
ETAPAS DE LA FORMACIÓN INICIAL
Descripción, objetivo, duración
El tiempo de formación inicial comprende, fundamentalmente, el Postulantado, el Noviciado y la Escuela de Nuevos. Posteriormente, y será objeto de la Ratio studiorum, se encuentra la formación de aquel que vaya a ser ministro ordenado y la formación permanente.
1. El Periodo de mutuo conocimiento y selección de candidatos se establece teniendo en cuenta la diversidad de procedencias de los candidatos y la falta de conocimiento previo, en muchos casos. La duración variará según las circunstancias personales de cada caso.
2. El Postulantado se orienta principalmente a comprobar y, en caso necesario, completar el mínimo de formación humana y espiritual que se requiere para el noviciado. La duración de esta probación... no debe durar menos de 6 meses ni exceder normalmente los 2 años.
Antes de iniciar el Noviciado, se realizará una exploración médica y psicológica, por algún especialista, salvando siempre los derechos del candidato a la intimidad y a la buena fama.
3. El Noviciado tiene como objetivo principal que el novicio aprenda las exigencias esenciales y primarias de nuestra vida monástica y que, en orden a conseguir la perfección de la caridad, se ejercite en la práctica de los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia, a fin de prepararle para hacer la profesión de una manera consciente y responsable. La duración del noviciado será de 2 años. Puede prorrogarse el tiempo de prueba, pero no más de 6 meses.

4. La Escuela de Nuevos, tras la profesión simple, en tanto que temporal, está destinada a la profundización y perfeccionamiento de la formación. Su duración será normalmente de 3 años.
La formación está organizada de manera integral y progresiva en las diferentes etapas, comprendiendo el desarrollo armónico de su personalidad como hombre, como cristiano y como monje jerónimo. El Postulantado y el Noviciado forman un ciclo de estudios continuo, quedando este último como tiempo fuerte de probación, que prepara inmediatamente a la profesión, con su gracia propia y sus exigencias específicas.
Ana M+ 97
 
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Re: 6. La Orden de los Jerónimos

Notapor LuisManuel25 » Mié Sep 24, 2014 8:55 am

Santa Paula

Santa Paula (347–404) fue una antigua santa romana. Miembro de una de las más ricas familias senatoriales que frívolamente se decía descendiente de Agamenón, Paula era la hija de Blesila, del gran clan de los Furio Camilo. A los quince años de edad, Paula se casó con el noble Toxocio, con quien tuvo cuatro hijas, Blesila, Paulina, Eustoquio y Rufina. También tuvo un hijo, del mismo nombre Toxocio. Sabemos sobre los primeros años de santa Paula a través de los escritos de san Jerónimo. En su carta 108, afirma que ella había llevado una vida de lujo y que tenía gran estatus. Vestía en sedas, y había sido llevada por la ciudad por sus esclavos eunucos. La fuente principal sobre la vida de Paula son las cartas de san Jerónimo (P. L., XXII). La vida de santa Paula se encuentra en la Carta CVIII. Otras cartas que se refieren a ella en particular y a su familia son XXII, XXX, XXXI, XXXIII, XXXVIII, XXXIX, LXVI, CVII.
A los treinta y dos años de edad, Paula quedó viuda. Siguió dedicándose a su familia, pero se interesó más en la religión conforme fue pasando el tiempo.
A través de la influencia de Marcela y su grupo, Paula se hizo un miembro entusiasta de este grupo de mujeres medio monjas. En 382, conoció a san Jerónimo, quien había ido a Roma con san Epifanio y el obispo Paulino de Antioquía. Nacido en Dalmacia, Jerónimo había estudiado en Roma de joven y había viajado a Alemania y Aquilea, y durante varios años había vivido en Oriente como asceta y escolar.
Paula casó a su hija, Paulina (m. 395), con el senador san Pamaquio; Blesila pronto se quedó viuda y murió en 384. De sus otras dos hijas, Rufina murió en 386, y Eustoquio acompañó a a su madre a Oriente donde murió en 419. Su hijo, Toxocio, al principio no cristiano, pero bautizado en 385, se casó en 389 con Leta, hija del sacerdote pagano Albino. De este matrimonio nació Paula la Menor, quien en 404 se reunió con Eustoquio en Tierra Santa y en 420 cerró los ojos de san Jerónimo. Estos son nombres que aparecen en las cartas de san Jerónimo, donde son inseparables del de Paula. Se ha señalado que san Eustoquio de Tours fue el hermano de Paula la Menor y el hijo de Toxocio.

La muerte de Blesila y la del papa Dámaso I en 384 cambió completamente el estilo de vida de Paula y Jerónimo. En septiembre de 385, Paula y Eustoquio dejaron Roma para seguir la vida monástica en Oriente. Jerónimo, quien los había precedido allí un mes antes, se unió con ellos en Antioquía. Paula primero hizo con gran detalle la peregrinación de todos los lugares famosos de Tierra Santa, más tarde se fue a Egiptopara aprender de las prácticas de los anacoretas y cenobitas, y finalmente trasladó su residencia a Belén, como hizo san Jerónimo. Entonces comenzó para Paula, Eustoquio y Jerónimo su definitiva forma de vida.
Fundaron dos monasterios, uno de mujeres y otro de hombres. Paula y Eustoquio asumieron una gran parte en las labores exegéticas de Jerónimo, y se sometieron más y más a su dirección. Un ejemplo de su forma de pensamiento y escritura que pueden verse en la carta que escribieron desde Belén alrededor de 386 a Marcela para persuadirla de que dejara Roma y se uniera a ellos; en su Carta XLVI de la correspondencia de san Jerónimo.
Se vieron involucrados en los acontecimientos de su época, primero la controversia en relación con el origenismo que influyó en sus relaciones con Juan, obispo de Jerusalén, y más tarde la necesidad de Paula de dinero (ella era extravagante en sus regalos de caridad y dejó a Eustoquio hundido en deudas).
Paula murió a la edad de 56 y fue enterrada debajo de la iglesia de la Natividad en Belén.
Paladio afirma que Santa Paula le fue a San Jerónimo de gran utilidad en sus trabajos bíblicos, pues su padre le había enseñado el griego y en ella había aprendido suficiente hebreo en Palestina como para cantar los salmos en la lengua original. Además, San jerónimo la había iniciado en las cuestiones exegéticas lo bastante para que Paula pudiese seguir con interés su discusión con el obispo Juan de Jerusalén sobre el origenismo Aunque no fue designada como oficial de facto lo fue durante 15 siglos. Los enemigos de Jerónimo encontraron que sus denuncias respecto a la indulgencia clerical y su defensa de abnegación eran raros cuando ellos consideraban su íntima relación con Paula. Se ha sugerido que hubo una relación amorosa entre Jerónimo y Paula.
Una anécdota sobre san Jerónimo, con origen en el siglo XII, dice que el clero romano hostil a Jerónimo planeó expulsarlo de la ciudad por colocar ropa de mujer cerca de su cama. Cuando Jerónimo despertó en mitad de la noche para acudir al servicio de maitines, sin darse cuenta se vistió con aquellas ropas femeninas. Así que le acusaron de tener a una mujer en su cama. La historia reconoce, aunque al mismo tiempo lo desacredita como una maliciosa calumnia, la relación de Jerónimo con mujeres, como la clase de relación que se presume que tuvo con Paula.
Chaucer jugó con la relación entre Jerónimo y Paula cuando escribe el prólogo de la esposa de Bath. Chaucer hace que la esposa visite los mismos lugares de peregrinación que Paula, y hace que cite constantemente, no a autores clásicos, sino a Jerónimo. Muchos de sus comentarios son contra-argumentos a aquellos extendidos por san Jerónimo, principalmente en su obra Contra Joviniano.
Paladio, contemporáneo de Jerónimo, creía que Paula se veía entorpecida por Jerónimo: "Pues aunque ella era capaz de superar todo, teniendo grandes habilidades, él la entorpecía por su celo, habiéndola obligado a seguir su propio plan.
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Re: 6. La Orden de los Jerónimos

Notapor bisiesto_1976 » Mié Sep 24, 2014 11:58 am

Estoy sorprendida por la vida y obra de este santo, del cual hubiera jurado que su nombre se escribe con la letra "G", pero sería bueno que en este mes que la Iglesia Católica lo dedica especialmente para infundir en los feligreses la palabra de Dios por medio de la Biblia, veamos en él y tratemos de imitarle su pasión por ella y porque no, en nuestra tradición solicitarle a Dios que así como despertó en él ese amor y pasión por el conocimiento de Jesucristo a través de la Sagrada Escritura, también lo haga con nosotros.

Les dejo está oración que me encontré en la página http://www.ewtn.com/Spanish/Saints/Jer%C3%B3nimo.htmy que dice así

"Jerónimo bendito: pídele a Dios que a nosotros se nos prenda o
contagie ese amor tuyo tan inmenso por la Sagrada Biblia,
por estudiar, amar y practicar la Palabra de Dios.
Bendice a todos los que en el mundo entero se
dedican a dar a conocer y amar el Libro Santo"
. Amén

A continuación expongo un poco de Historia separándola en dos secciones:

A. Los Jerónimos al frente de Guadalupe, cuya historia se desarrolla en España.
B. Convento de San Jerónimo, cuya historia se desarrolla en México.
C. Poesía de Sor Juana Inés de la Cruz.


A. LOS JERÓNIMOS AL FRENTE DE GUADALUPE- EL PRIORATO REGULAR

La decisión de encomendar el gobierno de la iglesia de Guadalupe a los jerónimos formó parte de la reforma eclesiástica emprendida por Juan I. A final del siglo XIV el monasterio era el santuario mariano más famoso de Castilla y a él acudían multitud de personas de muy diversa condición que agitaban la vida de la Puebla y aquel bullicio supuso cierta relajación de las costumbres de los clérigos. Además don Juan Serrano, el prior de entonces, era uno de los más estrechos colaboradores del monarca en las tareas de gobierno del reino, lo que le impedía ocuparse personalmente de los asuntos de Guadalupe. Por eso, rey y prior, decidieron encomendar la administración del santuario a una institución regular puesto que estaría en mejores condiciones para imponer su autoridad en el vecindario y para dar mejor imagen. Y si el rey se decidió por los jerónimos, al principio se pensó en los mercedarios, fue porque pensaba apoyarse en ellos para las reformas religiosas del reino y porque era consciente que se trataba de una espléndida oportunidad para encumbrarles.
De forma que Juan I expidió en Sotos Albos, el 15 de Agosto de 1389, una real provisión por la que, apoyado en su derecho de patronato, mandaba se alzase la iglesia de Guadalupe en monasterio y se entregase a fray Frenan Yañez de Figueroa y a los frailes designados para formar la primera comunidad de Guadalupe, entregándoles el patrimonio acumulado del santuario y, renunciando al patronato, el señorío de mero y mixto imperio sobre la puebla de Guadalupe. Por su parte don Pedro Tenorio, a la sazón arzobispo de Toledo y con jurisdicción sobre el territorio del monasterio, otorgó su pleno consentimiento según carta firmada en Alcalá de Henares, el 1 de septiembre de 1389, y autorizó a don Juan Serrano para la entrega del santuario a los jerónimos. El día 20 de septiembre el monarca comunicó su decisión al concejo de Guadalupe.

El 22 de octubre de 1389 llegaron a Guadalupe 32 monjes procedentes de San Bartolomé de Lupiana, cerca de Guadalajara, donde estaba su primer monasterio. Al día siguiente, en presencia de don Juan Serrano, tuvo lugar la toma de posesión de la iglesia de Guadalupe, con todos sus bienes y derechos, y la fundación del monasterio. El 28 de ese mismo mes, los alcaldes, justicias, alguaciles y "otros muchos hombres buenos del concejo" besaron la mano del nuevo prior, Fr. Fernan Yañez, en reconocimiento del poder jurisdiccional de éste. El acto de toma de posesión finalizó dos días después cuando la nueva comunidad aceptó el inventario de bienes.

Posteriormente, el 16 de octubre de 1394, Benedicto XIII, el "Papa Luna", confirmó la autorización de construcción del santuario con la bula "His quae pro utilitate" .


SAN JERÓNIMO Y DISCÍPULOS - LA ORDEN JERÓNIMA


Fernán Yañez de Figueroa y Pedro Fernández Pecha desempeñaron un papel crucial en el nacimiento y primitiva expansión de la Orden. El primero, natural de Cáceres, era hijo de uno de los oficiales de cámara de Alfonso XI. Se educó en la corte, junto al príncipe heredero, e ingresó muy joven en el estado eclesiástico. Pedro I le concedió una capellanía y una de las canongías de la catedral de Toledo. Poco después, imbuido de un ideal ascético y regeneracionista, se unió a un grupo de anacoretas que se habían instalado en El Castañar a unas cinco leguas de Toledo.

Pedro Fernández Pecha había nacido en 1326 y pertenecía a una familia noble que se había instalado en Guadalajara y que estaba protagonizando un rápido ascenso económico y social. Su padre había sido uno de los principales colaboradores de Alfonso XI. Contrajo matrimonio, tuvo varios hijos y desempeñó varios cargos en la corte. También participó en negocios de envergadura: hacia 1348 arrendó por diez años los pozos de mercurio de Almadén. Sin embargo, en 1366 se incorporó al grupo del Castañar que se había trasladado a Villaescusa, provincia de Madrid, y que, de nuevo, se trasladó, en busca de espacio, a Lupiana, lugar a dos leguas de Guadalajara y en el que la familia Pecha poseía diversas propiedades. Los eremitas contaron con la ventaja de que en 1330, el caballero don Diego Martínez de la Cámara, había fundado en lo alto de la ladera frontera de Lupiana una ermita bastante amplia en honor del apóstol San Bartolomé, y allí fue enterrado a su muerte en 1338. Don Diego era tío de don Pedro y por ello, cuando éste solicitó, en1370, las dos capellanías, con que estaba dotada la ermita, le fueron concedidas.

Como la iglesia oficial estaba mostrando una creciente oposición al desarrollo de una vida religiosa no sometida a sus reglas y controles, los eremitas se vieron forzados a buscar la aprobación del Papa Gregorio XI a su forma de vida. Pedro Fernández Pecha y Pedro Román fueron comisionados para trasladarse a Avignon y realizar las pertinentes gestiones. La bula "Sane petitio" de 15 de octubre de 1373, día de San Lucas, otorgó a los "Hermitaños de San Gerónimo" la regla de San Agustín, constituciones, hábito y facultad para fundar cuatro monasterios.

Don Pedro Fernández Pecha fue nombrado prior y pasó a ser fray Pedro de Guadalajara, institucionalizándose en adelante la costumbre jerónima de tomar por apellido, al profesar, el nombre de algún santo o del lugar de nacimiento. La bula fundacional concedía también que la ermita de San Bartolomé de Lupiana con sus nuevas edificaciones y heredades fuese el primer monasterio jerónimo. Para acometer las obras fray Pedro contó con la ayuda económica de su madre, de su hermana y de la nobleza alcarreña entre la que destacaba la familia Mendoza. Muy apegado al monasterio fue don Iñigo López de Mendoza, primer marqués de Santillana.

Tan solo durante un año, el primero desde la fundación de la orden, fue fray Pedro de Guadalajara prior en Lupiana. Su humildad le llevó a renunciar al cargo, recayendo el priorato en fray Fernán Yañez. De la iniciativa y energía de estos dos hombres, que fue continuada hasta su muerte, surgió la Orden Jerónima en toda la Península Ibérica.


MONASTERIO DE LUPIANA - GRABADO DEL SIGLO XIX Y DETALLE DEL CLAUSTRO


Casi dos siglos después, en 1535, fue construido, sobre el preexistente y según diseño de Alonso Covarrubias, el claustro mayor, una de las joyas del renacimiento español. Reyes y nobles contribuyeron durante más de cuatrocientos años, hasta la desamortización de Mendizabal, al engrandecimiento del monasterio, pero el 8 de marzo de 1836, los monjes hubieron de abandonarlo, distribuyéndose, ya como laicos, por los más variados lugares del país, encontrando empleo, muchos de ellos, en empresas musicales, gracias a la obligada formación, de siete años en ese arte, que la orden jerónima imponía a sus frailes.

FUENTE http://www.diomedes.com/guadjeronimos.htm

B. CONVENTO DE SAN JERÓNIMO.

El Convento de San Jerónimo fue un templo católico que perteneció a las monjas Jerónimas de la Orden de San Jerónimo de la Ciudad de México en la Nueva España y donde destaca la poetisa novohispana Sor Juana Inés de la Cruz.

Debido a su adquisición por la Universidad del Claustro de Sor Juana dejó su función de culto eclesiático para convertirse en el Ex-templo, el auditorio principal de la UCSJ, aunque conserva sus retablos barrocos y pinturas relativas a Sor Juana Inés de la Cruz.

Arquitectura


El Convento de San Jerónimo tiene una arquitectura que obedece al estilo barroco herreriano. Posee una planta de cruz que consta de una torre y campanario, una cúpula semiesférica y dos coros (alto y bajo, destacando este último donde se iniciaban las novicias). Por otro lado sus puertas dirigen la nave con el convento que tiene dos portadas hacia la calle.

Cuenta con un Claustro grande, varias ruinas de las celdas de las monjas, restos de fuentes, etc. Fue trazado en base a un modelo heptagonal y cuenta (como se muestra en el plano oficial)1 con seis patios: Patio del Gran Claustro, Patio de los Gatos, Patio de los Confesionarios, Patio de las Novicias, Patio de la Fundación y Patio de los Cipreses.


Historia

Fue inaugurado en 1623 bajo el maestro Alonso Martínez López.

El nombre original del Convento de San Jerónimo fue Convento de Nuestra Señora de la Expectación, de la Orden de Nuestro Padre San Jerónimo de la Ciudad de México.

Ha pertenecido a varios dueños, comenzando por la idea de doña Isabel de Guevara de unir las casas de Isabel Barrios y la de Alonso Ortiz en el siglo XVI. Así en 1585 se fundó como el primer convento mexicano de monjas jerónimas, más tarde con las leyes de Reforma de Benito Juárez en 1867 fue desamortizado y otorgado al gobierno quien lo hizo cuartel, caballería y hospital militares, y a finales del siglo XIX el ex-presidente Manuel del Refugio González Flores se lo dio como forma de pago al arquitecto Antonio Rivas Mercado quien lo regaló a sus hijas en 1927, a Alicia y Antonieta Rivas Mercado, ésta última construyó en él un teatro llamado Ulises y un salón de baile nocturno llamado El Pirata que se convirtió en el Symirna Dancing Club.


A finales de los 60 el Dr. Arturo Romano Pacheco realizó investigaciones antropológicas y concluyó que la población monjil fue mayoritariamente criolla y encontró diversos utensilios junto a los esqueletos de las monjas como hebillas, medallas, pequeñas cruces, alfileres y alambres que formaban las coronas y ramos con los que eran enterradas las religiosas, incluyendo a la décima musa, una lápida de mármol en piso del sotocoro lo menciona: "En este recinto que es el coro bajo y entierro de las monjas de San Jerónimo fue sepultada Sor Juana Inés de la Cruz, El 17 de abril de 1695, año de 1964."

Después fue abandonado y en él habitaban vecindades, un estacionamiento y locales comerciales. Sin embargo, como proyecto cultural, el gobierno del ex-presidente Luis Echeverría Álvarez lo expropió en 1971 y en 1975 hasta 1979 su sucesor presidencial, José López Portillo y Pacheco, inició las restauraciones declarándolo oficialmente patrimonio nacional (bajo la protección de las leyes del Instituto Nacional de Antropología e Historia, INAH) y más tarde por la Unesco como patrimonio de la Humanidad.

Ha sido sede de numerosas conferencias, exposiciones y eventos culturales donde han participado José López Portillo y Pacheco, Octavio Paz, Carlos Monsiváis, Alberto Ruy Sánchez, Juan Ramón de la Fuente, René Drucker y artistas como Ariel Guzik, Alejandro Magallanes, Santa Sabina, Ensamble Galileo, y moneros como Helguera, El Fisgón y Hernández, entre otros. Asimismo en su Sotocoro se han llevado varios conciertos de música de cámara, música coral, recitales de piano. En febrero de 2009, el Consejo Académico de dicha Universidad, decidió denominar al Ex templo "Auditorio Divino Narciso" en honor a una de las obras de Sor Juana Inés de la Cruz.

Igualmente, el ex-templo también se viste de gala en octubre y noviembre de cada año por montarse en él el tradicional Altar Monumental de Muertos, el cual es el más representativo del Centro Histórico de la Ciudad de México.


FUENTE http://es.wikipedia.org/wiki/Convento_de_San_Jer%C3%B3nimo_(Ciudad_de_M%C3%A9xico)




C. POESÍA DE SORJUANA INES DE LA CRUZ

Quizá muchos/as hemos leído y/o escuchado la más famosa de sus poesías, Redondillas; y la cual ha traído un sinfín de comentarios acerca de la personalidad de esta monja, que si estaba en contra de los hombres, que tenía tendencias lésbicas, en fin tantos comentarios por una poesía dedicada tanto a hombres como mujeres y que a mí parecer deja entrever que somos arrogantes, no sólo en ese poema sino en su mayoría.

En esta ocasión quiero compartir otra de sus poesías "Finjamos que soy felíz"


Finjamos que soy feliz,
triste pensamiento, un rato;
quizá prodréis persuadirme,
aunque yo sé lo contrario,
que pues sólo en la aprehensión
dicen que estriban los daños,
si os imagináis dichoso
no seréis tan desdichado.

Sírvame el entendimiento
alguna vez de descanso,
y no siempre esté el ingenio
con el provecho encontrado.
Todo el mundo es opiniones
de pareceres tan varios,
que lo que el uno que es negro
el otro prueba que es blanco.

A unos sirve de atractivo
lo que otro concibe enfado;
y lo que éste por alivio,
aquél tiene por trabajo.

El que está triste, censura
al alegre de liviano;
y el que esta alegre se burla
de ver al triste penando.

Los dos filósofos griegos
bien esta verdad probaron:
pues lo que en el uno risa,
causaba en el otro llanto.

Célebre su oposición
ha sido por siglos tantos,
sin que cuál acertó, esté
hasta agora averiguado.

Antes, en sus dos banderas
el mundo todo alistado,
conforme el humor le dicta,
sigue cada cual el bando.

Uno dice que de risa
sólo es digno el mundo vario;
y otro, que sus infortunios
son sólo para llorados.

Para todo se halla prueba
y razón en qué fundarlo;
y no hay razón para nada,
de haber razón para tanto.

Todos son iguales jueces;
y siendo iguales y varios,
no hay quien pueda decidir
cuál es lo más acertado.

Pues, si no hay quien lo sentencie,
¿por qué pensáis, vos, errado,
que os cometió Dios a vos
la decisión de los casos?

O ¿por qué, contra vos mismo,
severamente inhumano,
entre lo amargo y lo dulce,
queréis elegir lo amargo?

Si es mío mi entendimiento,
¿por qué siempre he de encontrarlo
tan torpe para el alivio,
tan agudo para el daño?

El discurso es un acero
que sirve para ambos cabos:
de dar muerte, por la punta,
por el pomo, de resguardo.

Si vos, sabiendo el peligro
queréis por la punta usarlo,
¿qué culpa tiene el acero
del mal uso de la mano?

No es saber, saber hacer
discursos sutiles, vanos;
que el saber consiste sólo
en elegir lo más sano.

Especular las desdichas
y examinar los presagios,
sólo sirve de que el mal
crezca con anticiparlo.

En los trabajos futuros,
la atención, sutilizando,
más formidable que el riesgo
suele fingir el amago.

Qué feliz es la ignorancia
del que, indoctamente sabio,
halla de lo que padece,
en lo que ignora, sagrado!

No siempre suben seguros
vuelos del ingenio osados,
que buscan trono en el fuego
y hallan sepulcro en el llanto.

También es vicio el saber,
que si no se va atajando,
cuando menos se conoce
es más nocivo el estrago;
y si el vuelo no le abaten,
en sutilezas cebado,
por cuidar de lo curioso
olvida lo necesario.

Si culta mano no impide
crecer al árbol copado,
quita la sustancia al fruto
la locura de los ramos.

Si andar a nave ligera
no estorba lastre pesado,
sirve el vuelo de que sea
el precipicio más alto.

En amenidad inútil,
¿qué importa al florido campo,
si no halla fruto el otoño,
que ostente flores el mayo?

¿De qué sirve al ingenio
el producir muchos partos,
si a la multitud se sigue
el malogro de abortarlos?

Y a esta desdicha por fuerza
ha de seguirse el fracaso
de quedar el que produce,
si no muerto, lastimado.

El ingenio es como el fuego,
que, con la materia ingrato,
tanto la consume más
cuando él se ostenta más claro.

Es de su propio Señor
tan rebelado vasallo,
que convierte en sus ofensas
las armas de su resguardo.

Este pésimo ejercicio,
este duro afán pesado,
a los ojos de los hombres
dio Dios para ejercitarlos.

¿Qué loca ambición nos lleva
de nosotros olvidados?
Si es para vivir tan poco,
¿de qué sirve saber tanto?
¡Oh, si como hay de saber,
hubiera algún seminario
o escuela donde a ignorar
se enseñaran los trabajos!

¡Qué felizmente viviera
el que, flojamente cauto,
burlara las amenazas
del influjo de los astros!

Aprendamos a ignorar,
pensamiento, pues hallamos
que cuanto añado al discurso,
tanto le usurpo a los años.

FUENTE http://www.los-poetas.com/l/sor1.htm



;)
La fe implica conocimiento, que Dios ilumine nuestro entendimiento para que sea mejor nuestro camino en la ruta de las buenas obras porque no es nada sencillo transitarlo con nuestras debilidades humanas
.
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Re: 6. La Orden de los Jerónimos

Notapor Nep » Mié Sep 24, 2014 12:32 pm

SAN JERONIMO EN BELEN

Imagen

San Jerónimo (340-420) dedicó su vida a la traducción de la Santa Biblia, a partir de manuscritos en griego y en hebreo, y se intaló en el lugar más recondito del mundo en una gruta, que solo separaba una pared de donde había nacido el niño Jesús.

Toda su vida estuvo en esa gruta y fue donde murió y enterraron su cuerpo, y fue luego en las cruzadas que lo trasladaron a Roma.

Ahora en Belén se encuentra la gruta de San Jerónimo al lado de la basílica de la natividad.
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Re: 6. La Orden de los Jerónimos

Notapor Pacami » Mié Sep 24, 2014 1:42 pm

¿Qué sabemos de san Jerónimo?
San Jerónimo, Doctor de la Iglesia
Su fiesta se celebra el 30 de septiembre

San Jerónimo nació en Dalmacia (Yugoslavia) en el año 342. Sus padres tenían buena posición económica, y así pudieron enviarlo a estudiar a Roma.
En Roma estudió latín bajo la dirección del más famoso profesor de su tiempo, Donato, el cual hablaba el latín a la perfección, pero era pagano. Esta instrucción recibida de un hombre muy instruido pero no creyente, llevó a Jerónimo a llegar a ser un gran latinista y muy buen conocedor del griego y de otros idiomas, pero muy poco conocedor de los libros espirituales y religiosos. Pasaba horas y días leyendo y aprendiendo de memoria a los grandes autores latinos, Cicerón, Virgilio, Horacio y Tácito, y a los autores griegos: Homero, y Platón, pero no dedicaba tiempo a leer libros religiosos que lo pudieran volver más espiritual.
En una carta que escribió a Santa Eustoquia, San Jerónimo le cuenta el diálogo aterrador que sostuvo en un sueño o visión. Sintió que se presentaba ante el trono de Jesucristo para ser juzgado, Nuestro Señor le preguntaba: "¿A qué religión pertenece? Él le respondió: "Soy cristiano – católico", y Jesús le dijo: "No es verdad". Que borren su nombre de la lista de los cristianos católicos. No es cristiano sino pagano, porque sus lecturas son todas paganas. Tiene tiempo para leer a Virgilio, Cicerón y Homero, pero no encuentra tiempo para leer las Sagradas Escrituras". Se despertó llorando, y en adelante su tiempo será siempre para leer y meditar libros sagrados, y exclamará emocionado: "Nunca más me volveré a trasnochar por leer libros paganos".
Jerónimo dispuso irse al desierto a hacer penitencia por sus pecados (especialmente por su sensualidad que era muy fuerte, y por su terrible mal genio y su gran orgullo). Pero allá aunque rezaba mucho y ayunaba, y pasaba noches sin dormir, no consiguió la paz. Se dio cuenta de que su temperamento no era para vivir en la soledad de un desierto deshabitado, sin tratar con nadie.
El mismo en una carta cuenta cómo fueron las tentaciones que sufrió en el desierto. Dice así: "En el desierto salvaje y árido, quemado por un sol tan despiadado y abrasador que asusta hasta a los que han vivido allá toda la vida, mi imaginación hacía que me pareciera estar en medio de las fiestas mundanas de Roma. En aquel destierro al que por temor al infierno yo me condené voluntariamente, sin más compañía que los escorpiones y las bestias salvajes, muchas veces me imaginaba estar en los bailes de Roma contemplando a las bailarinas. Mi rostro estaba pálido por tanto ayunar, y sin embargo los malos deseos me atormentaban noche y día. Mi alimentación era miserable y desabrida, y cualquier alimento cocinado me habría parecido un manjar exquisito, y no obstante las tentaciones de la carne me seguían atormentando. Tenía el cuerpo frío por tanto aguantar hambre y sed, mi carne estaba seca y la piel casi se me pegaba a los huesos, pasaba las noches orando y haciendo penitencia y muchas veces estuve orando desde el anochecer hasta el amanecer, y aunque todo esto hacía, las pasiones seguían atacándome sin cesar. Hasta que al fin, sintiéndome impotente ante tan grandes enemigos, me arrodillé llorando ante Jesús crucificado, bañé con mis lágrimas sus pies clavados, y le supliqué que tuviera compasión de mí, y ayudándome el Señor con su poder y misericordia, pude resultar vencedor de tan espantosos ataques de los enemigos del alma.
Vuelto a la ciudad, sucedió que los obispos de Italia tenían una gran reunión o Concilio con el Papa, y habían nombrado como secretario a San Ambrosio. Pero este se enfermó, y entonces se les ocurrió nombrar a Jerónimo. Y allí se dieron cuenta de que era un gran sabio que hablaba perfectamente el latín, el griego y varios idiomas más. El Papa San Dámaso, que era poeta y literato, lo nombró entonces como su secretario, encargado de redactar las cartas que el Pontífice enviaba, y algo más tarde le encomendó un oficio importantísimo: hacer la traducción de la Santa Biblia. Tradujo la Biblia del griego y el hebreo al latín.
Dicen que este santo ha sido el hombre que en la antigüedad estudió más y mejor la Santa Biblia.


Las traducciones de la Biblia que existían en ese tiempo tenían muchas imperfecciones de lenguaje y varias imprecisiones o traducciones no muy exactas.
Jerónimo, que escribía con gran elegancia el latín, tradujo a este idioma toda la Santa Biblia, y esa traducción llamada "Vulgata" fue la Biblia oficial para la Iglesia Católica durante 15 siglos. Unicamente en los últimos años ha sido reemplazada por traducciones más modernas y más exactas, como por ej. La Biblia de Jerusalén y otras.
Casi de 40 años Jerónimo fue ordenado sacerdote. Pero sus altos cargos en Roma y la dureza con la cual corregía ciertos defectos de la alta clase social le trajeron envidias y rencores (Él decía que las señoras ricas tenían tres manos: la derecha, la izquierda y una mano de pintura... y que a las familias adineradas sólo les interesaba que sus hijas fueran hermosas como terneras, y sus hijos fuertes como potros salvajes y los papás brillantes y mantecosos, como marranos gordos...). Toda la vida tuvo un modo duro de corregir, lo cual le consiguió muchos enemigos.
Sintiéndose incomprendido y hasta calumniado en Roma, donde no aceptaban el modo fuerte que él tenía de conducir hacia la santidad a muchas mujeres que antes habían sido fiesteras y vanidosas y que ahora por sus consejos se volvían penitentes y dedicadas a la oración, dispuso alejarse de allí para siempre y se fue a la Tierra Santa donde nació Jesús.
La Santa Iglesia Católica ha reconocido siempre a San Jerónimo como un hombre elegido por Dios para explicar y hacer entender mejor la Santa Biblia. Por eso ha sido nombrado Patrono de todos los que en el mundo se dedican a hacer entender y amar más las Sagradas Escrituras. El Papa Clemente VIII decía que el Espíritu Santo le dio a este gran sabio unas luces muy especiales para poder comprender mejor el Libro Santo. Y el vivir durante 35 años en el país donde Jesús y los grandes personajes de la Santa Biblia vivieron, enseñaron y murieron, le dio mayores luces para poder explicar mejor las palabras del Libro Santo.
El 30 de septiembre del año 420, cuando ya su cuerpo estaba debilitado por tantos trabajos y penitencias, y la vista y la voz agotadas, y Jerónimo parecía más una sombra que un ser viviente, entregó su alma a Dios para ir a recibir el premio de sus fatigas. Se acercaba ya a los 80 años. Más de la mitad los había dedicado a la santidad.
Escritos de San Jerónimo.
Entre sus obras más conocidas encontramos sus cartas y sus famosos comentarios bíblicos. A Jerónimo se debe también la primera historia de la literatura cristiana: los "Varones ilustres" (De viris illustribus), que fue continuada por Genadio de Marsella. Entre sus obras de origen apologético se pueden mencionar:
La Perpetua Virginidad de María; su Carta para Pamachio en contra de Juan de Jerusalem; El Diálogo contra los Luciferianos; Contra Joviniano; Contra Vigilantio; Contra Pelagiano y otras.

¿Qué sabemos de san Jerónimo?
San Jerónimo, Doctor de la Iglesia
Su fiesta se celebra el 30 de septiembre

San Jerónimo nació en Dalmacia (Yugoslavia) en el año 342. Sus padres tenían buena posición económica, y así pudieron enviarlo a estudiar a Roma.<a target="_blank" href="http://imageshack.com/f/ey7VNT6tj"><img src="http://imagizer.imageshack.us/v2/150x100q90/538/7VNT6t.jpg" border="0"></a>
En Roma estudió latín bajo la dirección del más famoso profesor de su tiempo, Donato, el cual hablaba el latín a la perfección, pero era pagano. Esta instrucción recibida de un hombre muy instruido pero no creyente, llevó a Jerónimo a llegar a ser un gran latinista y muy buen conocedor del griego y de otros idiomas, pero muy poco conocedor de los libros espirituales y religiosos. Pasaba horas y días leyendo y aprendiendo de memoria a los grandes autores latinos, Cicerón, Virgilio, Horacio y Tácito, y a los autores griegos: Homero, y Platón, pero no dedicaba tiempo a leer libros religiosos que lo pudieran volver más espiritual.
En una carta que escribió a Santa Eustoquia, San Jerónimo le cuenta el diálogo aterrador que sostuvo en un sueño o visión. Sintió que se presentaba ante el trono de Jesucristo para ser juzgado, Nuestro Señor le preguntaba: "¿A qué religión pertenece? Él le respondió: "Soy cristiano – católico", y Jesús le dijo: "No es verdad". Que borren su nombre de la lista de los cristianos católicos. No es cristiano sino pagano, porque sus lecturas son todas paganas. Tiene tiempo para leer a Virgilio, Cicerón y Homero, pero no encuentra tiempo para leer las Sagradas Escrituras". Se despertó llorando, y en adelante su tiempo será siempre para leer y meditar libros sagrados, y exclamará emocionado: "Nunca más me volveré a trasnochar por leer libros paganos". <a target="_blank" href="http://imageshack.com/f/f0CNzfByj"><img src="http://imagizer.imageshack.us/v2/150x100q90/540/CNzfBy.jpg" border="0"></a>
Jerónimo dispuso irse al desierto a hacer penitencia por sus pecados (especialmente por su sensualidad que era muy fuerte, y por su terrible mal genio y su gran orgullo). Pero allá aunque rezaba mucho y ayunaba, y pasaba noches sin dormir, no consiguió la paz. Se dio cuenta de que su temperamento no era para vivir en la soledad de un desierto deshabitado, sin tratar con nadie.
El mismo en una carta cuenta cómo fueron las tentaciones que sufrió en el desierto. Dice así: "En el desierto salvaje y árido, quemado por un sol tan despiadado y abrasador que asusta hasta a los que han vivido allá toda la vida, mi imaginación hacía que me pareciera estar en medio de las fiestas mundanas de Roma. En aquel destierro al que por temor al infierno yo me condené voluntariamente, sin más compañía que los escorpiones y las bestias salvajes, muchas veces me imaginaba estar en los bailes de Roma contemplando a las bailarinas. Mi rostro estaba pálido por tanto ayunar, y sin embargo los malos deseos me atormentaban noche y día. Mi alimentación era miserable y desabrida, y cualquier alimento cocinado me habría parecido un manjar exquisito, y no obstante las tentaciones de la carne me seguían atormentando. Tenía el cuerpo frío por tanto aguantar hambre y sed, mi carne estaba seca y la piel casi se me pegaba a los huesos, pasaba las noches orando y haciendo penitencia y muchas veces estuve orando desde el anochecer hasta el amanecer, y aunque todo esto hacía, las pasiones seguían atacándome sin cesar. Hasta que al fin, sintiéndome impotente ante tan grandes enemigos, me arrodillé llorando ante Jesús crucificado, bañé con mis lágrimas sus pies clavados, y le supliqué que tuviera compasión de mí, y ayudándome el Señor con su poder y misericordia, pude resultar vencedor de tan espantosos ataques de los enemigos del alma.
Vuelto a la ciudad, sucedió que los obispos de Italia tenían una gran reunión o Concilio con el Papa, y habían nombrado como secretario a San Ambrosio. Pero este se enfermó, y entonces se les ocurrió nombrar a Jerónimo. Y allí se dieron cuenta de que era un gran sabio que hablaba perfectamente el latín, el griego y varios idiomas más. El Papa San Dámaso, que era poeta y literato, lo nombró entonces como su secretario, encargado de redactar las cartas que el Pontífice enviaba, y algo más tarde le encomendó un oficio importantísimo: hacer la traducción de la Santa Biblia. Tradujo la Biblia del griego y el hebreo al latín. <a target="_blank" href="http://imageshack.com/f/f007iawPj"><img src="http://imagizer.imageshack.us/v2/150x100q90/540/07iawP.jpg" border="0"></a>
Dicen que este santo ha sido el hombre que en la antigüedad estudió más y mejor la Santa Biblia.


Las traducciones de la Biblia que existían en ese tiempo tenían muchas imperfecciones de lenguaje y varias imprecisiones o traducciones no muy exactas.
Jerónimo, que escribía con gran elegancia el latín, tradujo a este idioma toda la Santa Biblia, y esa traducción llamada "Vulgata" fue la Biblia oficial para la Iglesia Católica durante 15 siglos. Unicamente en los últimos años ha sido reemplazada por traducciones más modernas y más exactas, como por ej. La Biblia de Jerusalén y otras.
Casi de 40 años Jerónimo fue ordenado sacerdote. Pero sus altos cargos en Roma y la dureza con la cual corregía ciertos defectos de la alta clase social le trajeron envidias y rencores (Él decía que las señoras ricas tenían tres manos: la derecha, la izquierda y una mano de pintura... y que a las familias adineradas sólo les interesaba que sus hijas fueran hermosas como terneras, y sus hijos fuertes como potros salvajes y los papás brillantes y mantecosos, como marranos gordos...). Toda la vida tuvo un modo duro de corregir, lo cual le consiguió muchos enemigos.
Sintiéndose incomprendido y hasta calumniado en Roma, donde no aceptaban el modo fuerte que él tenía de conducir hacia la santidad a muchas mujeres que antes habían sido fiesteras y vanidosas y que ahora por sus consejos se volvían penitentes y dedicadas a la oración, dispuso alejarse de allí para siempre y se fue a la Tierra Santa donde nació Jesús.
La Santa Iglesia Católica ha reconocido siempre a San Jerónimo como un hombre elegido por Dios para explicar y hacer entender mejor la Santa Biblia. Por eso ha sido nombrado Patrono de todos los que en el mundo se dedican a hacer entender y amar más las Sagradas Escrituras. El Papa Clemente VIII decía que el Espíritu Santo le dio a este gran sabio unas luces muy especiales para poder comprender mejor el Libro Santo. Y el vivir durante 35 años en el país donde Jesús y los grandes personajes de la Santa Biblia vivieron, enseñaron y murieron, le dio mayores luces para poder explicar mejor las palabras del Libro Santo.
El 30 de septiembre del año 420, cuando ya su cuerpo estaba debilitado por tantos trabajos y penitencias, y la vista y la voz agotadas, y Jerónimo parecía más una sombra que un ser viviente, entregó su alma a Dios para ir a recibir el premio de sus fatigas. Se acercaba ya a los 80 años. Más de la mitad los había dedicado a la santidad.
Escritos de San Jerónimo.
Entre sus obras más conocidas encontramos sus cartas y sus famosos comentarios bíblicos. A Jerónimo se debe también la primera historia de la literatura cristiana: los "Varones ilustres" (De viris illustribus), que fue continuada por Genadio de Marsella. Entre sus obras de origen apologético se pueden mencionar:
La Perpetua Virginidad de María; su Carta para Pamachio en contra de Juan de Jerusalem; El Diálogo contra los Luciferianos; Contra Joviniano; Contra Vigilantio; Contra Pelagiano y otras.

¿Quién fue santa Paula? Santa Paula, Patrona de las ViudasImagen

Su fiesta se celebraba el 26 de enero en el antiguo calendario.
Santa Paula nació el 5 de mayo de 347. Paula tuvo un hijo, llamado Toxocio como su marido y cuatro hijas: Blesila, Paulina, Eustoquio y Rufina.

Paula era muy virtuosa como mujer casada y con su marido edificaron a Roma con su ejemplo. Sin embargo ella tenía sus defectos, particularmente el de cierto amor a la vida mundana, lo cual era difícil de evitar por su alta posición social. Al principio Paula no se daba cuenta de esta secreta tendencia de su corazón, pero la muerte de su esposo, ocurrida cuando ella tenía 33 años, le abrió los ojos. Su pena fue inmoderada hasta el momento en que su amiga Santa Marcela, una viuda romana que asombraba con sus penitencias, la persuadió de que se entregara totalmente a Dios. A partir de entonces, Paula vivió en la mayor austeridad.

Su comida era muy sencilla, y no bebía vino; dormía en el suelo, sobre un saco; renunció por completo a las diversiones y a la vida social; y repartió entre los pobres todo aquello que le pertenecía y evitó lo que pudiera distraerla de sus buenas obras.

En una ocasión ofreció hospitalidad a San Epifanio de Salamis y a San Paulino de Antioquía, cuando fueron a roma. Ellos le presentaron a San Jerónimo, con quien la santa estuvo estrechamente asociada en el servicio de Dios mientras vivió en Roma.

Santa Blesila, la hija mayor de Santa Paula, murió súbitamente, cosa que hizo sufrir mucho a la piadosa viuda. San Jerónimo, que acababa de volver de Belén, le escribió una carta de consuelo, en la que no dejaba de reprenderla por la pena excesiva que manifestaba sin pensar que su hija había ido a recibir el premio celestial. Paulina, su segunda hija, estaba casada con San Pamaquio, y murió siete años antes que su madre. Santa Eustoquio, su tercera hija, fue su inseparable compañera. Rufina murió siendo todavía joven.
Cuanto más progresaba Santa Paula en el gusto de las cosas divinas, más insoportable se le hacía la tumultuosa vida de la ciudad. La santa suspiraba por el desierto, y deseaba vivir en una ermita, sin tener otra cosa en que ocuparse más que en pensar en Dios. Determinó, pues, dejar su casa, su familia y sus amigos y partir de Roma. Aunque era la más amante de las madres, las lágrimas de Toxocio y Rufina no lograron desviarla de su propósito. Santa Paula se embarcó con su hija Eustoquio, el año 385; visitó a San Epifanio en Chipre, y se reunió con San Jerónimo y otros peregrinos en Antioquía. Los peregrinos visitaron los Santos Lugares de Palestina y fueron a Egipto a ver a los monjes y anacoretas del desierto. Un año más tarde llegaron a Belén, donde Santa Paula y Santa Eustoquio se quedaron bajo la dirección de San Jerónimo.

Las dos santas vivieron en una choza, hasta que se acabó de construir el monasterio para hombres y los tres monasterios para mujeres. Estos últimos constituían propiamente una sola casa, ya que las tres comunidades se reunían noche y día en la capilla para el oficio divino, y los domingos en la Iglesia próxima. La alimentación era escasa y mala, los ayunos frecuentes y severos.

Todas las religiosas ejercían algún oficio y tejían vestidos para sí y para los demás. Todos vestían un hábito idéntico. Ningún hombre podía entrar en el recinto de los monasterios. Paula gobernaba con gran caridad y discreción. Era la primera en cumplir las reglas, y participaba, como Eustoquio, en los trabajos de la casa. Si alguna religiosa se mostraba locuaz o airada, su penitencia consistía en aislarse de la comunidad, colocarse la última en las filas, orar fuera de las puertas y comer aparte, durante algún tiempo. Paula quería que el amor a la pobreza se manifestase también en los edificios e iglesias, que eran construcciones bajas y sin ningún adorno costoso. Según la santa, era preferible repartir el dinero entre los pobres, miembros vivos de Cristo.

Santa Paula se ocupaba de atender a San Jerónimo, y le fue a éste de gran utilidad en sus trabajos bíblicos, pues su padre le había enseñado el griego y en Palestina había aprendido suficiente hebreo para cantar los salmos en la lengua original. Además, San jerónimo la había iniciado en las cuestiones exegéticas lo bastante para que Paula pudiese
seguir con interés su desagradable discusión con el obispo Juan de Jerusalén sobre el origenismo.
Los últimos años de la santa se vieron ensombrecidos por esta disputa y por las preocupaciones económicas que su generosidad había producido. Toxocio, el hijo de Santa Paula, se casó con Leta, la hija de un sacerdote pagano, que era cristiana. Ambos fueron fieles imitadores de la vida de su madre y enviaron a su hija Paula a educarse en Jerusalén al cuidado de su abuela. Paula, la joven, sucedió a Santa Paula en el gobierno de los monasterios.
Dios llamó a sí a Santa Paula a los 56 años de edad. Durante su última enfermedad, la santa repetía incansablemente los versos de los salmos que expresaban el deseo del alma de ver la Jerusalén celestial y de unirse con Dios.

Cuando perdió el habla, Santa Paula hacía la señal de la cruz sobre sus labios. Murió en la paz del señor, el 26 de enero del año 404


San Jerónimo en Belén
Sus últimos 35 años los pasó San Jerónimo en una gruta, junto a la Cueva de Belén. Varias de las ricas matronas romanas que él había convertido con sus predicaciones y consejos, vendieron sus bienes y se fueron también a Belén a seguir bajo su dirección espiritual. Con el dinero de esas señoras construyó en aquella ciudad un convento para hombres y tres para mujeres, y una casa para atender a los peregrinos que llegaban de todas partes del mundo a visitar el sitio donde nació Jesús.<a target="_blank" href="http://imageshack.com/f/f0Yx79QVj"><img src="http://imagizer.imageshack.us/v2/150x100q90/540/Yx79QV.jpg" border="0"></a>
Allí, haciendo penitencia, dedicando muchas horas a la oración y días y semanas y años al estudio de la S. Biblia, Jerónimo fue redactando escritos llenos de sabiduría, que le dieron fama en todo el mundo.
Con tremenda energía escribía contra los herejes que se atrevían a negar las verdades de nuestra santa religión. Muchas veces se extralimitaba en sus ataques a los enemigos de la verdadera fe, pero después se arrepentía humildemente.

GRUTA DE SAN JERÓNIMO, BELÉN<a target="_blank" href="http://imageshack.com/f/iqJfuMLuj"><img src="http://imagizer.imageshack.us/v2/150x100q90/674/JfuMLu.jpg" border="0"></a>
La capilla de San Jerónimo. Está en unas grutas que hay debajo del lugar de la estrella, donde se venera el nacimiento del Señor. Fue una experiencia muy bonita dada la cercanía de la Navidad. Allí estuvo viviendo años san Jerónimo. Escogió ese lugar para retirarse en oración.

<a target="_blank" href="http://imageshack.com/f/p2fa5791j"><img src="http://imagizer.imageshack.us/v2/150x100q90/902/fa5791.jpg" border="0"></a>



En el año 386 se detuvo en Belén, donde gracias a la generosidad de una mujer noble, Paula, se construyeron un monasterio masculino, uno femenino, y un hospicio para los peregrinos que viajaban a Tierra Santa, «pensando en que María y José no habían encontrado albergue». Se quedó en Belén hasta la muerte, continuando una intensa actividad: comentó la Palabra de Dios; defendió la fe, oponiéndose con vigor a las herejías; exhortó a los monjes a la perfección; enseñó cultura clásica y cristiana a jóvenes; acogió con espíritu pastoral a los peregrinos que visitaban Tierra Santa. Falleció en su celda, junto a la gruta de la Natividad, el 30 de septiembre de 419/420




Su fiesta se celebraba el 26 de enero en el antiguo calendario.
Santa Paula nació el 5 de mayo de 347. Paula tuvo un hijo, llamado Toxocio como su marido y cuatro hijas: Blesila, Paulina, Eustoquio y Rufina.

Paula era muy virtuosa como mujer casada y con su marido edificaron a Roma con su ejemplo. Sin embargo ella tenía sus defectos, particularmente el de cierto amor a la vida mundana, lo cual era difícil de evitar por su alta posición social. Al principio Paula no se daba cuenta de esta secreta tendencia de su corazón, pero la muerte de su esposo, ocurrida cuando ella tenía 33 años, le abrió los ojos. Su pena fue inmoderada hasta el momento en que su amiga Santa Marcela, una viuda romana que asombraba con sus penitencias, la persuadió de que se entregara totalmente a Dios. A partir de entonces, Paula vivió en la mayor austeridad.

Su comida era muy sencilla, y no bebía vino; dormía en el suelo, sobre un saco; renunció por completo a las diversiones y a la vida social; y repartió entre los pobres todo aquello que le pertenecía y evitó lo que pudiera distraerla de sus buenas obras.

En una ocasión ofreció hospitalidad a San Epifanio de Salamis y a San Paulino de Antioquía, cuando fueron a roma. Ellos le presentaron a San Jerónimo, con quien la santa estuvo estrechamente asociada en el servicio de Dios mientras vivió en Roma.

Santa Blesila, la hija mayor de Santa Paula, murió súbitamente, cosa que hizo sufrir mucho a la piadosa viuda. San Jerónimo, que acababa de volver de Belén, le escribió una carta de consuelo, en la que no dejaba de reprenderla por la pena excesiva que manifestaba sin pensar que su hija había ido a recibir el premio celestial. Paulina, su segunda hija, estaba casada con San Pamaquio, y murió siete años antes que su madre. Santa Eustoquio, su tercera hija, fue su inseparable compañera. Rufina murió siendo todavía joven.
Cuanto más progresaba Santa Paula en el gusto de las cosas divinas, más insoportable se le hacía la tumultuosa vida de la ciudad. La santa suspiraba por el desierto, y deseaba vivir en una ermita, sin tener otra cosa en que ocuparse más que en pensar en Dios. Determinó, pues, dejar su casa, su familia y sus amigos y partir de Roma. Aunque era la más amante de las madres, las lágrimas de Toxocio y Rufina no lograron desviarla de su propósito. Santa Paula se embarcó con su hija Eustoquio, el año 385; visitó a San Epifanio en Chipre, y se reunió con San Jerónimo y otros peregrinos en Antioquía. Los peregrinos visitaron los Santos Lugares de Palestina y fueron a Egipto a ver a los monjes y anacoretas del desierto. Un año más tarde llegaron a Belén, donde Santa Paula y Santa Eustoquio se quedaron bajo la dirección de San Jerónimo.

Las dos santas vivieron en una choza, hasta que se acabó de construir el monasterio para hombres y los tres monasterios para mujeres. Estos últimos constituían propiamente una sola casa, ya que las tres comunidades se reunían noche y día en la capilla para el oficio divino, y los domingos en la Iglesia próxima. La alimentación era escasa y mala, los ayunos frecuentes y severos.

Todas las religiosas ejercían algún oficio y tejían vestidos para sí y para los demás. Todos vestían un hábito idéntico. Ningún hombre podía entrar en el recinto de los monasterios. Paula gobernaba con gran caridad y discreción. Era la primera en cumplir las reglas, y participaba, como Eustoquio, en los trabajos de la casa. Si alguna religiosa se mostraba locuaz o airada, su penitencia consistía en aislarse de la comunidad, colocarse la última en las filas, orar fuera de las puertas y comer aparte, durante algún tiempo. Paula quería que el amor a la pobreza se manifestase también en los edificios e iglesias, que eran construcciones bajas y sin ningún adorno costoso. Según la santa, era preferible repartir el dinero entre los pobres, miembros vivos de Cristo.

Santa Paula se ocupaba de atender a San Jerónimo, y le fue a éste de gran utilidad en sus trabajos bíblicos, pues su padre le había enseñado el griego y en Palestina había aprendido suficiente hebreo para cantar los salmos en la lengua original. Además, San jerónimo la había iniciado en las cuestiones exegéticas lo bastante para que Paula pudiese
seguir con interés su desagradable discusión con el obispo Juan de Jerusalén sobre el origenismo.
Los últimos años de la santa se vieron ensombrecidos por esta disputa y por las preocupaciones económicas que su generosidad había producido. Toxocio, el hijo de Santa Paula, se casó con Leta, la hija de un sacerdote pagano, que era cristiana. Ambos fueron fieles imitadores de la vida de su madre y enviaron a su hija Paula a educarse en Jerusalén al cuidado de su abuela. Paula, la joven, sucedió a Santa Paula en el gobierno de los monasterios.
Dios llamó a sí a Santa Paula a los 56 años de edad. Durante su última enfermedad, la santa repetía incansablemente los versos de los salmos que expresaban el deseo del alma de ver la Jerusalén celestial y de unirse con Dios.

Cuando perdió el habla, Santa Paula hacía la señal de la cruz sobre sus labios. Murió en la paz del señor, el 26 de enero del año 404


San Jerónimo en Belén
Sus últimos 35 años los pasó San Jerónimo en una gruta, junto a la Cueva de Belén. Varias de las ricas matronas romanas que él había convertido con sus predicaciones y consejos, vendieron sus bienes y se fueron también a Belén a seguir bajo su dirección espiritual. Con el dinero de esas señoras construyó en aquella ciudad un convento para hombres y tres para mujeres, y una casa para atender a los peregrinos que llegaban de todas partes del mundo a visitar el sitio donde nació Jesús.
Allí, haciendo penitencia, dedicando muchas horas a la oración y días y semanas y años al estudio de la S. Biblia, Jerónimo fue redactando escritos llenos de sabiduría, que le dieron fama en todo el mundo.
Con tremenda energía escribía contra los herejes que se atrevían a negar las verdades de nuestra santa religión. Muchas veces se extralimitaba en sus ataques a los enemigos de la verdadera fe, pero después se arrepentía humildemente.

GRUTA DE SAN JERÓNIMO, BELÉN
La capilla de San Jerónimo. Está en unas grutas que hay debajo del lugar de la estrella, donde se venera el nacimiento del Señor. Fue una experiencia muy bonita dada la cercanía de la Navidad. Allí estuvo viviendo años san Jerónimo. Escogió ese lugar para retirarse en oración.





En el año 386 se detuvo en Belén, donde gracias a la generosidad de una mujer noble, Paula, se construyeron un monasterio masculino, uno femenino, y un hospicio para los peregrinos que viajaban a Tierra Santa, «pensando en que María y José no habían encontrado albergue». Se quedó en Belén hasta la muerte, continuando una intensa actividad: comentó la Palabra de Dios; defendió la fe, oponiéndose con vigor a las herejías; exhortó a los monjes a la perfección; enseñó cultura clásica y cristiana a jóvenes; acogió con espíritu pastoral a los peregrinos que visitaban Tierra Santa. Falleció en su celda, junto a la gruta de la Natividad, el 30 de septiembre de 419/420
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Re: 6. La Orden de los Jerónimos

Notapor iCristinai » Mié Sep 24, 2014 2:01 pm

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Nombre latino: Ordo Sancti Hieronymi
Siglas: O.S.H.
Gentilicio: Jerónimos y Jerónimas
Tipo: Orden de clausura monástica
Regla: Regla de san Agustín
Hábito: Blanco y escapulario marrón
Fundador: Pedro Fernández Pecha, Fernando Yáñez de Figueroa
Fundación: Siglo XIV
Aprobación: 18 de octubre de 1373 el papa Gregorio XI
Presencia: España y Portugal
Sitio web: Web de la Orden de San Jerónimo


La Orden de San Jerónimo es una orden mendicante.

Una Orden mendicante (del latín mendicare, pedir limosna) es un tipo de orden religiosa católica caracterizada por vivir de la limosna de los demás."


Toda orden mendicante está conformada por hermanos (del latín Fray, hermano) y hermanas (del latín Sor, hermana), así como por Terciarios, antiguamente llamados hermanos de penitencia. Los frailes conforman la Primera Orden, las sores, la Segunda Orden, y los terciarios, la Tercera Orden.


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Sus miembros, frailes y sores, hacen voto de pobreza por el que renuncian a todo tipo de propiedades o bienes, ya sean personales o comunes, poniéndolos a disposición de la comunidad religiosa a la que pertenecen. Así viven en la pobreza, mantenidos sólo por la caridad; junto con el voto de pobreza que profesan solemnemente, también profesan los votos de castidad y obediencia."


En 1244, al ver el papa Inocencio IV la aprobación y fama de que gozaban los franciscanos y dominicos, decidió convocar a todos los ermitaños de la Toscana y les impuso la Regla de San Agustín que ya vivían muchos canónigos,iniciándose así la Orden de los Ermitaños de San Agustín que en 1256, con el papa Alejandro IV vivirá su unificación definitiva hasta hoy."


La Orden de San Jerónimo prescribe una vida religiosa de soledad y de silencio, en asidua oración y fortaleza en la penitencia, y trata de llevar a sus monjes y monjas a la unión mística con Dios, consideran que cuanto más intensa sea esta unión, por su propia donación en la vida monástica, mucho más espléndida se convierte la vida de la Iglesia y con más fuerza su fecundo apostolado. La vida del religioso jerónimo se rige por el equilibrio entre oración y trabajo."


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Espiritualidad

Llegarse a unir con Dios olvidando todo lo del suelo y cuanto no es eterno. He aquí el fin único, propio y directo de la vida monástica en la Orden de San Jerónimo. Las demás santas religiones -nos advierte el padre Sigüenza- podemos decir que se hicieron para los hombres, ésta -la de San Jerónimo y, en general, todas las órdenes monásticas- parece que sólo se hicieron para Dios; aquellas, para enseñarles la fe y penitencia a los ignorantes, ésta para desvelarse en los loores y servicio divinos."


Por eso, la vocación del monje jerónimo no se puede comprender sino desde el misterio de Dios; sólo tiene sentido para quienes Dios ocupa el lugar preeminente en su vida; no la entenderá sino el que haya penetrado, siquiera un poco, en las altas verdades acerca de la soberanía de Dios en el mundo, de las relaciones de la criatura con su Creador y en la necesidad de una redención que se hace a base de cruz."


El monje jerónimo -diremos para terminar- es un cristiano más lógico, más exigente y radical que, mientras los demás se conforman con ir paso a paso, él se decide por lanzarse a toda marcha hacia un destino idéntico para todos."


¿Cómo realiza el monje jerónimo su fin?

Tiene determinado esta Orden desde sus principios ser pequeña, humilde, escondida y recogida, llevar a sus hijos por una senda estrecha, tratando dentro de sus paredes de la salud de sus almas, ocupándose continuamente en las alabanzas divinas, recompensa de las ofensas que por otra parte se hacen: orando, cantando y llorando, servir a la Iglesia y aplacar la ira de Dios contra los pecados del mundo."


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Los tres votos de la Orden son: CASTIDAD, POBREZA Y OBEDIENCIA .


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La vida del monje y de la monja de la Orden de San Jerónimo se caracteriza por:


... la CONTEMPLACIÓN es el fin al que está ordenada la Liturgia y al que debe , efectivamente, conducir. La Liturgia halla en la contemplación su mejor coronamiento; es más, la Liturgia no es solamente preparación para la contemplación, sino que es el mejor marco para su ejercicio actual, pues vivir la Liturgia no implica tanto la participación material y visible en sus celebraciones -aunque no se pueda prescindir de ella- como una comunión de lo más profundo de nuestro ser con la oración de la Iglesia. Son los dos puntos eje de la vida jerónima."


"...junto a la Liturgia, la SAGRADA ESCRITURA, alimento consustancial de que se nutre la contemplación, ayuda imprescindible para el monje en su ascensión espiritual. Por eso se insiste de distintas maneras en la necesidad que tiene el monje jerónimo de la lectura y rumia de la Escritura."


"Lee con asiduidad y aprende todo lo posible. Que el sueño te sorprenda siempre con un libro, y que tu cara, al caer dormida, sea recibida por la página santa. "

El monje jerónimo se retira a la SOLEDAD, para darse a la búsqueda exclusiva de Dios.
El SILENCIO, cosa tan propia de la Orden de San Jerónimo, consuma la obra de la soledad, pues se puede vivir en el desierto como en medio del mundo."


El monje jerónimo se retira a la SOLEDAD, para darse a la búsqueda exclusiva de Dios.
El SILENCIO, cosa tan propia de la Orden de San Jerónimo, consuma la obra de la soledad, pues se puede vivir en el desierto como en medio del mundo.
"...se pone particular cuidado en que el monje guarde la CLAUSURA DE LA CELDA para poderse ocupar en los tiempos vacativos del coro y demás actos de comunidad, en lección y contemplación, como puntos esencialísimos de la obligación religiosa y monástica, o en otros ejercicios y trabajos. Por eso, con vivir en esta religión en los claustros y tener por el contorno las celdas, se ve, por misericordia del Señor, gran quietud y una calma del cielo... De esta doctrina se ha visto salir de esta religión un tesoro grande aun en las cosas de fuera, que el fruto de dentro es inestimable. San Jerónimo recomendaba a Rústico monje: Ten tu celda por un paraíso; recoge los variados frutos de las Escrituras. Sean esas tus delicias, goza del abrazo de ellas."


"Quedaría incompleta la imagen del jerónimo si no hiciéramos mención de lo que con el santo hábito se profesa: mucha HUMILDAD y menosprecio de sí mismo. Lo que busca la Orden de San Jerónimo no es que el monje sea muy docto, ni haga ostentación de habilidad, memoria, ingenio, sino como muy santo se precie de callado, humilde obediente y, aun a veces, ignorante, porque la obediencia, en siendo resabida, pierde mucho, o lo pierde todo."


"Juntamente con la humildad -y como su mejor expresión- la gran virtud de la OBEDIENCIA, en que consiste toda la perfección y el ser de la vida religiosa, y la imitación de aquel Señor que se hizo, por enseñarnos esto, obediente hasta la muerte..."
"El monje, pues, ocupa los días en la oración y el trabajo. Con alegría y lleno de fe vive su vida monástica y contemplativa AGRADECIDO A LA IGLESIA que da cauce a sus anhelos alentándole con estímulos esperanzadores ante una sociedad que no sabe apreciar -cuando no desprecia- los altos valores de orden sobrenatural."


Paz y bien,

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Re: 6. La Orden de los Jerónimos

Notapor iCristinai » Mié Sep 24, 2014 2:24 pm

Santa Paula

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San Jerónimo, Santa Paula y Santa Eustoquia

Patrona de las Viudas
En Belén, de Judea, dormición de santa Paula, viuda, la cual pertenecía a una noble familia senatorial y, renunciando a todo, distribuyó sus bienes entre los pobres, retirándose con su hija, la beata virgen Eustoquia, junto al pesebre del Señor (404).
Santa Paula nació el 5 de mayo de 347. Por parte de su madre, tenía parentesco con los Escipiones, con los Gracos y Paulo Emilio. Su padre pretendía ser descendiente de Agamenón. Paula tuvo un hijo, y cuatro hijas: Blesila, Paulina, Eustoquia y Rufina."


Santa Paula camina en el desierto de la vida

Paula era muy virtuosa como mujer casada y con su marido edificaron a Roma con su ejemplo. Sin embargo ella tenía sus defectos, particularmente el de cierto amor a la vida mundana, lo cual era difícil de evitar por su alta posición social. Cambió luego de morir su esposo. Su amiga Santa Marcela, una viuda romana que asombraba con sus penitencias, la persuadió de que se entregara totalmente a Dios. A partir de entonces, Paula vivió en la mayor austeridad.
Su comida era muy sencilla, y no bebía vino; dormía en el suelo, sobre un saco; renunció por completo a las diversiones y a la vida social; y repartió entre los pobres todo aquello que le pertenecía y evitó lo que pudiera distraerla de sus buenas obras."


En una ocasión ofreció hospitalidad a San Epifanio de Salamis y a San Paulino de Antioquía, cuando fueron a roma. Ellos le presentaron a San Jerónimo, con quien la santa estuvo estrechamente asociada en el servicio de Dios mientras vivió en Roma, bajo el Papa San Dámaso.
Santa Blesila, la hija mayor de Santa Paula, murió súbitamente, cosa que hizo sufrir mucho a la piadosa viuda. San Jerónimo, que acababa de volver de Belén, le escribió una carta de consuelo, en la que no dejaba de reprenderla por la pena excesiva que manifestaba sin pensar que su hija había ido a recibir el premio celestial. Paulina, su segunda hija, estaba casada con San Pamaquio, y murió siete años antes que su madre. Santa Eustoquia, su tercera hija, fue su inseparable compañera. Rufina murió siendo todavía joven."


Cuanto mas progresaba Santa Paula en el gusto de las cosas divinas, mas insoportable se le hacía la tumultuosa vida de la ciudad. La santa suspiraba por el desierto, y deseaba vivir en una ermita, sin tener otra cosa en que ocuparse más que en pensar en Dios. Determinó, pues, dejar su casa, su familia y sus amigos y partir de Roma. Aunque era la más amante de las madres, las lágrimas de Toxocio y Rufina no lograron desviarla de su propósito. Santa Paula se embarcó con su hija Eustoquia, el año 385; visitó a San Epifanio en Chipre, y se reunió con San Jerónimo y otros peregrinos en Antioquía. Los peregrinos visitaron los Santos Lugares de Palestina y fueron a Egipto a ver a los monjes y anacoretas del desierto. Un año más tarde llegaron a Belén, donde Santa Paula y Santa Eustoquia se quedaron bajo la dirección de San Jerónimo.
Las dos santas vivieron en una choza, hasta que se acabó de construir el monasterio para hombres y los tres monasterios para mujeres. Estos últimos constituían propiamente una sola casa, ya que las tres comunidades se reunían noche y día en la capilla para el oficio divino, y los domingos en la Iglesia próxima. La alimentación era escasa y mala, los ayunos frecuentes y severos."


La vida religiosa

Todas las religiosas ejercían algún oficio y tejían vestidos para sí y para los demás. Todos vestían un hábito idéntico. Ningún hombre podía entrar en el recinto de los monasterios. Paula gobernaba con gran caridad y discreción. Era la primera en cumplir las reglas, y participaba, como Eustoquio, en los trabajos de la casa. Si alguna religiosa se mostraba locuaz o airada, su penitencia consistía en aislarse de la comunidad, colocarse la última en las filas, orar fuera de las puertas y comer aparte, durante algún tiempo. Paula quería que el amor a la pobreza se manifestase también en los edificios e iglesias, que eran construcciones bajas y sin ningún adorno costoso. Según la santa, era preferible repartir el dinero entre los pobres, miembros vivos de Cristo."



Paladio afirma que Santa Paula se ocupaba de atender a San Jerónimo, y le fue a éste de gran utilidad en sus trabajos bíblicos, pues su padre le había enseñado el griego y en Palestina había aprendido suficiente hebreo para cantar los salmos en la lengua original. Además, San jerónimo la había iniciado en las cuestiones exegéticas lo bastante para que Paula pudiese seguir con interés su desagradable discusión con el obispo Juan de Jerusalén sobre el origenismo. Los últimos años de la santa se vieron ensombrecidos por esta disputa y por las preocupaciones económicas que su generosidad había producido. Toxocio, el hijo de Santa Paula, se casó con Leta, la hija de un sacerdote pagano, que era cristiana. Ambos fueron fieles imitadores de la vida de su madre y enviaron a su hija Paula a educarse en Jerusalén al cuidado de su abuela. Paula, la joven, sucedió a Santa Paula en el gobierno de los monasterios. San Jerónimo envió a Leta algunos consejos para la educación de su hija, que todos los padres deberían leer. Dios llamó a sí a Santa Paula a los 56 años de edad. Durante su última enfermedad, la santa repetía incansablemente los versos de los salmos que expresaban el deseo del alma de ver la Jerusalén celestial y de unirse con Dios."


"Cuando perdió el habla, Santa Paula hacía la señal de la cruz sobre sus labios. Murió en la paz del señor, el 26 de enero del año 404."


Paz y bien,

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Re: 6. La Orden de los Jerónimos

Notapor Adriana Espinoza » Mié Sep 24, 2014 2:39 pm

Espiritualidad de la Orden de San Jerónimo.
El fin principal de los jerónimos es: “Llegarse a unir con Dios olvidando todo lo del suelo y cuanto no es eterno”. Este objetivo máximo lo viven en la entrega diaria y total al servicio de Dios. Están definidos como cristianos más lógicos, exigentes y radicales con una profundización y perfeccionamiento de los siguientes valores/cualidades:
• Votos de Castidad, Pobreza y Obediencia: Renuncia absoluta en su corazón, con relación a todas las criaturas -personas, cosas, afectos, y aun su propia voluntad.
• Dedicación al Culto Divino: el monje jerónimo es un ser para quien vivir es dar culto a Dios. Intentan parecerse a san Jerónimo: emplearse de día y de noche en las continuas alabanzas de Dios, cantar los salmos y celebrar con singular devoción los oficios divinos. Su culto principal es La Liturgia: Eucaristía y Liturgia de Las Horas.
• Contemplación: La Liturgia halla en la contemplación su mejor coronamiento; es más, la Liturgia no es solamente preparación para la contemplación, sino que es el mejor marco para su ejercicio actual, pues vivir la Liturgia no implica tanto la participación material y visible en sus celebraciones -aunque no se pueda prescindir de ella- como una comunión de lo más profundo de nuestro ser con la oración de la Iglesia.
Sagrada Escritura: “¿Qué puede haber más misterioso que este misterio? ¿Qué cosa más agradable que este deleite? ¿Qué manjares, qué mieles puede haber más dulces que conocer la sabiduría de Dios, penetrar sus secretos, examinar el pensamiento del Creador, y ser instruidos por la palabra de tu Señor, que es objeto de burla para los sabios de este mundo, pero que está rebosante de sabiduría espiritual? Queden para los demás sus riquezas, beban en copas engastadas de perlas, brillen con la seda, disfruten del aplauso popular, y que la variedad de los placeres no termine venciendo su opulencia. Nuestras delicias sean meditar en la ley del Señor día y noche, llamar a la puerta que todavía no se abre, recibir los panes de la Trinidad (cfr.Lc 11,5) y, en seguimiento del Señor, pisar las olas del siglo”. (San Jerónimo).
Soledad: “buscar a Cristo en la soledad, orar en el monte a solas con Jesús, y disfrutar únicamente de los santos lugares vecinos; en resumen, que renuncies a la ciudad y no abandones tu vocación de monje”. (San Jerónimo).
Silencio: “En el mucho hablar no faltará pecado”, nos advierte la Escritura. Y nuestros mayores decían que “está muy cerca de perderse el que no calla, porque si no calla no medita; si no tiene meditación no tiene recogimiento; faltando éste no puede caber en la celda, ni aun en el claustro, y de allí a poco se le hará todo el monasterio angosto”.
Clausura de la Celda: “Ten tu celda por un paraíso; recoge los variados frutos de las Escrituras. Sean esas tus delicias, goza del abrazo de ellas”. (San Jerónimo).
Compostura Exterior: “Y así es razón que la modestia y compostura de nuestro gran Jerónimo -advierte fray Miguel de Alaejos- se represente siempre a nuestros ojos; y no se pierda por culpa y descuido de sus hijos aquel proverbio de España que, en viendo alguno compuesto y morigerado, recogido en el andar y en la vista, luego le decían que era un jerónimo”.
Trabajo: el monje es consciente de la ley divina que ordena al hombre comer con el sudor de su frente (Gen 3,19), pero sin olvidar el ejercicio de la caridad, al contribuir con el fruto de su trabajo al provecho de los pobres, de la sociedad y de la Iglesia.
Penitencia: por la que se alcanza la pureza de corazón y la libertad del alma en orden a la perfección de la caridad. Ella ayuda al monje a desasirse de sí mismo y de todas las cosas en la medida que puedan ser impedimento para seguir de cerca a Cristo y para dar cauce a su vocación contemplativa.
Humildad: Lo que busca la Orden de San Jerónimo no es que “el monje sea muy docto, ni haga ostentación de habilidad, memoria, ingenio, sino como muy santo se precie de callado, humilde obediente y, aun a veces, ignorante, porque la obediencia, en siendo resabida, pierde mucho, o lo pierde todo”.
Obediencia: la gran virtud de la obediencia, en la cual consiste toda la perfección y el ser de la vida religiosa, y la imitación de aquel Señor que se hizo, por enseñarnos esto, obediente hasta la muerte.
Estudio y Dones Naturales: La orden los fomenta y estimula si van orientados, primariamente, a que el monje se una más y mejor a Dios y, secundariamente, al provecho y utilidad de los demás.
Hermandad: porque el encuentro con Dios pasa necesariamente por el encuentro con el hermano. De nuestro esfuerzo por buscar y amar ante todo a Dios dimana y se estimula el amor y la ayuda entre los hermanos.
Hospitalidad: “No volvamos jamás el rostro a la hospitalidad. De modo que no invitemos a los huéspedes con palabra ligera y apresurada y, por así decirlo, con la boca pequeña; antes al contrario, hemos de retenerlos con todo el ardor del alma y dejándoles que se lleven algo de nuestra ganancia y ahorro”. (San Jerónimo).
Devoción a la Santísima Virgen.
Agradecimiento a la Iglesia: que da cauce a sus anhelos alentándole con estímulos esperanzadores ante una sociedad que no sabe apreciar -cuando no desprecia- los altos valores de orden sobrenatural.
Celo y Amor Apostólicos: El jerónimo sabe que su existencia vivida en la soledad y el anonimato es fecunda y útil a la Iglesia, a la sociedad y a los hombres en la medida que se una más íntimamente a Dios, porque sabe que un acto del más puro amor hace más bien a los hombres, sus hermanos, que mil predicaciones.
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Re: 6. La Orden de los Jerónimos

Notapor ++00 » Mié Sep 24, 2014 3:34 pm

Hola amigos en cristo, los saluda Evelyn: que alegría saber que nuestra hermana Marigel que vive en Sevilla tenga la bendición de poder visitar este monasterio de San Jerónimo, a de ser impresionante estar ahí, imaginar como se vivió en sus momento en esos lugares tan importantes, etc.

SAN JERÓNIMO ( Fiesta 30 Septiembre )
Uno de los cuatro Doctores originales de la Iglesia Latina. Padre de las ciencias bíblicas y traductor de la Biblia al latín. Presbítero, hombre de vida ascética, eminente literato.
Nació en Estridón (Dalmacia) hacia el año 340; estudió en Roma y allí fue bautizado. Abrazó la vida ascética, marchó al Oriente y fue ordenado presbítero. Volvió a Roma y fue secretario del papa Dámaso. Fue en esta época cuando empezó su traducción latina de la Biblia. También promovió la vida monástica. Más tarde, se estableció en Belén, donde trabajó mucho por el bien de la Iglesia. Escribió gran cantidad de obras, principalmente comentarios de la sagrada Escritura. Murió en Belén el año 420.
SANTA PAULA: Patrona de las Viudas
Su fiesta se celebraba el 26 de enero en el antiguo calendario.
Santa Paula nació el 5 de mayo de 347. Por parte de su madre, tenía parentesco con los Escipiones, con los Gracos y Paulo Emilio. Su padre pretendía ser descendiente de Agamenón. Paula tuvo un hijo, llamado Toxocio como su marido y cuatro hijas: Blesila, Paulina, Eustoquio y Rufina.

Paula era muy virtuosa como mujer casada y con su marido edificaron a Roma con su ejemplo. Sin embargo ella tenía sus defectos, particularmente el de cierto amor a la vida mundana, lo cual era difícil de evitar por su alta posición social. Al principio Paula no se daba cuenta de esta secreta tendencia de su corazón, pero la muerte de su esposo, ocurrida cuando ella tenía 33 años, le abrió los ojos. Su pena fue inmoderada hasta el momento en que su amiga Santa Marcela, una viuda romana que asombraba con sus penitencias, la persuadió de que se entregara totalmente a Dios. A partir de entonces, Paula vivió en la mayor austeridad.
Su comida era muy sencilla, y no bebía vino; dormía en el suelo, sobre un saco; renunció por completo a las diversiones y a la vida social; y repartió entre los pobres todo aquello que le pertenecía y evitó lo que pudiera distraerla de sus buenas obras.
En una ocasión ofreció hospitalidad a San Epifanio de Salamis y a San Paulino de Antioquía, cuando fueron a roma. Ellos le presentaron a San Jerónimo, con quien la santa estuvo estrechamente asociada en el servicio de Dios mientras vivió en Roma, bajo el Papa San Dámaso.
Santa Blesila, la hija mayor de Santa Paula, murió súbitamente, cosa que hizo sufrir mucho a la piadosa viuda. San Jerónimo, que acababa de volver de Belén, le escribió una carta de consuelo, en la que no dejaba de reprenderla por la pena excesiva que manifestaba sin pensar que su hija había ido a recibir el premio celestial. Paulina, su segunda hija, estaba casada con San
Pamaquio, y murió siete años antes que su madre. Santa Eustoquio, su tercera hija, fue su inseparable compañera. Rufina murió siendo todavía joven.
Cuanto mas progresaba Santa Paula en el gusto de las cosas divinas, mas insoportable se le hacía la tumultuosa vida de la ciudad. La santa suspiraba por el desierto, y deseaba vivir en una ermita, sin tener otra cosa en que ocuparse más que en pensar en Dios. Determinó, pues, dejar su casa, su familia y sus amigos y partir de Roma. Aunque era la más amante de las madres, las lágrimas de Toxocio y Rufina no lograron desviarla de su propósito. Santa Paula se embarcó con su hija Eustoquio, el año 385; visitó a San Epifanio en Chipre, y se reunió con San Jerónimo y otros peregrinos en Antioquía. Los peregrinos visitaron los Santos Lugares de Palestina y fueron a Egipto a ver a los monjes y anacoretas del desierto. Un año más tarde llegaron a Belén, donde Santa Paula y Santa Eustoquio se quedaron bajo la dirección de San Jerónimo.

Las dos santas vivieron en una choza, hasta que se acabó de construir el monasterio para hombres y los tres monasterios para mujeres. Estos últimos constituían propiamente una sola casa, ya que las tres comunidades se reunían noche y día en la capilla para el oficio divino, y los domingos en la Iglesia próxima. La alimentación era escasa y mala, los ayunos frecuentes
y severos.
Todas las religiosas ejercían algún oficio y tejían vestidos para sí y para los demás. Todos vestían un hábito idéntico. Ningún hombre podía entrar en el recinto de los monasterios. Paula gobernaba con gran caridad y discreción. Era la primera en cumplir las reglas, y participaba, como Eustoquio, en los trabajos de la casa. Si alguna religiosa se mostraba locuaz o airada, su penitencia consistía en aislarse de la comunidad, colocarse la última en las filas, orar fuera de las puertas y comer aparte, durante algún tiempo. Paula quería que el amor a la pobreza se manifestase también en los edificios e iglesias, que eran construcciones bajas y sin ningún adorno costoso. Según la santa, era preferible repartir el dinero entre los pobres, miembros vivos de Cristo.

Paladio afirma que Santa Paula se ocupaba de atender a San Jerónimo, y le fue a éste de gran utilidad en sus trabajos bíblicos, pues su padre le había enseñado el griego y en Palestina había aprendido suficiente hebreo para cantar los salmos en la lengua original. Además, San jerónimo la había iniciado en las cuestiones exegéticas lo bastante para que Paula pudiese
seguir con interés su desagradable discusión con el obispo Juan de Jerusalén sobre el origenismo. Los últimos años de la santa se vieron ensombrecidos por esta disputa y por las preocupaciones económicas que su generosidad había producido. Toxocio, el hijo de Santa Paula, se casó con Leta, la hija de un sacerdote pagano, que era cristiana. Ambos fueron fieles imitadores de la vida de su madre y enviaron a su hija Paula a educarse en Jerusalén al cuidado de su abuela. Paula, la joven, sucedió a Santa Paula en el gobierno de los monasterios. San Jerónimo envió a Leta algunos consejos para la
educación de su hija, que todos los padres deberían leer. Dios llamó a sí a Santa Paula a los 56 años de edad. Durante su última enfermedad, la santa repetía incansablemente los versos de los salmos que expresaban el deseo del alma de ver la Jerusalén celestial y de unirse con Dios.
Cuando perdió el habla, Santa Paula hacía la señal de la cruz sobre sus labios. Murió el 26 de enero del año 404.

MONASTERIOS JERÓNIMOS:
San Jerónimo de Yusle Cuacos ( Cáceres)
Santa María de el Parral ( Segovia )
Nuestra Señora de Guadalupe ( Cáceres )
Santa María de Belén Lisboa ( Portugal )
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Re: 6. La Orden de los Jerónimos

Notapor PEPITA GARCIA 2 » Mié Sep 24, 2014 5:06 pm

Palacio Nacional de la Peña

*****Imagen*****

Mosteiro de Nossa Senhora da Pena (São Pedro de Penaferrim, Sintra, Portugal); 1503-1834.

El Palacio Nacional de Pena fue edificada en una ermita dedicada a la veneración de Nuestra Señora de Pena o Nuestra Señora de la Peña. En 1493, el Rey Joao II acudió al lugar acompañado de la Reina Leonor para cumplir una promesa, haciéndose popular el lugar entre los portugueses.

Manuel I aumento esa popularidad del lugar por las gracias a Dios que daba ante los descubrimientos portugueses, y mando construir un Convento destinado a su Orden favorita de San Jerónimos. En 1503 se levanto un primer edificio de madera y en 1511 paso a reconstruirse en piedra.

Durante el reinado de Joao III se construyo el retablo renacentista de alabastro que aún se conserva en la Capilla de Palacio, realizado por el escultor Nicolau de Chaterène, entre 1528 y 1532, representa una iconografía basada en el Nuevo Testamento con preciosas escenas de la infancia de Cristo.

Pasaron años y el príncipe católico Fernando II de Portugal, esposo de la reina María II de Portugal, ordenó la construcción del Palacio de la Peña "Palacio da Pena", en 1836.

*********Imagen**********

En una excursión que realizó el príncipe y su esposa les gusto la zona de Sintra, contemplaron las ruinas de un antiguo monasterio que dejo el terremoto de 1755. El monasterio había sido de los Frailes Jerónimos, construido, por el Rey Juan II y transformado por el rey Manuel I que, cumpliendo una promesa, ordenó la reconstrucción del Monasterio en honor de Nossa Senhora da Pena, la Madre de Dios de la Peña, Palácio da Pena, «palacio de la Peña», y lo donó a la Orden de San Jerónimo.

En estas ruinas se conservaba intacta la Capilla con un magnífico retablo de alabastro atribuido a Nicolás Chanterenne. Fernando II adquirió el Monasterio en 1838 y la propiedad de la montaña de Sintra, dentro de la cual se encontraban diversas villas, llamado Castillo de los Moros.

Vista aérea del Palacio en lo alto del cerro.-
Imagen

La reconstrucción fue lenta y costosa, que se convirtió en un recinto exuberante que se pueden observar diferentes estilos arquitectónicos: del neogótico al neoislámico, el neorenacimiento y el neumanuelino. En las vertientes de la montaña se construyó un parque inglés que, junto con el palacio, se convirtió en un icono de la arquitectura portuguesa.

Se adaptó el palacio como residencia de verano de la familia real. Numerosas colecciones reales se trasladaron al palacio y se crearon ricos ornamentos, en estucados y las paredes pintadas al óleo.

Torre.- Imagen

El Palacio se divide en cuatro áreas principales:

Los cimientos y murallas exteriores, con dos puertas, una de ellas tiene puente levadizo.

El edificio del Convento, íntegramente restaurado se encuentra en el punto más alto de la colina, rodeado de almenas y la Torre del Reloj.

El patio de los arcos frente a la capilla, con paredes de arcos moriscos.

La zona palaciega propiamente dicha con su baluarte cilíndrico de gran porte, su interior decorado en estilo catedralicio.


Triton.- Imagen

Durante la construcción, se hicieron alteraciones en casi todos los lugares. La torre cilíndrica secundaria, pasó a la parte de atrás del edificio. El arco de entrada al convento, flanqueado por dos torres, se decoró con relieves para imitar al coral, y el arco se colocó una figura en relieve de un ser híbrido saliendo de una concha, y otro de estos atlantes esta en el coro del Convento de Cristo de Tomar, conocido como el pórtico de Tritón. El conjunto de las diversas garitas, las terrazas y el revestimiento de las paredes con azulejos hispano-árabes.

La planta del edificio es irregular, ya que está condicionada al relieve montañoso de la peña y la existencia de una construcción previa, la Capilla de Nuestra Señora de la Peña, un edificio con un núcleo cuadrado organizado en torno a un claustro, y otro edificio alargado. Las fachadas están divididas regularmente por torsiones, ventanales, por vanos cuadrangulares, rectangulares y semicirculares. Las torres y los baluartes con anillos en su exterior que forman caminos que comunican con otras torres, terrazas y miradores. Las torres cuadradas tienen garitas semicirculares con cúpulas cónicas.

La fachada principal está revestida con azulejos de policromados y un balcón a nivel del tercer piso. En el claustro, destacan varias arcadas interrumpidas por muretes. Una escalera de caracol conduce al claustro, con arcadas diferentes esculpidas en piedra. Alrededor del claustro pueden visitarse las habitaciones más notables de los habitantes del palacio.

La capilla, revestida de azulejos de piedra, con la nave separada de la capilla mayor por un velo. El parque del palacio tiene un ambiente frío y nórdico influenciado por los jardines románticos de Alemania.

Todas las torres, menos la del reloj, poseen cúpulas. Los temas de inspiración escogidos fueron principalmente la arquitectura morisca y mudéjar de España y casi todas las obras manuelinas de Estremadura, entre las que se encuentran: la Torre de Belém, decorando las garitas con cúpulas y los detalles de las almenas, el Convento de los Jerónimos, los vanos, la decoración y los frisos, el Convento de Cristo, el ventanal del Tritón y el Palacio da Vila, los frisos de relieve gótico en las cornisas. Las rosas con cruces inscritas demuestran la genealogía del príncipe que se remontaba míticamente a los Hermandad de la Rosa–Cruz del Siglo XVII, después la Orden de Cristo, heredera de los Templarios.

Los interiores del Palacio en estuco, con pinturas murales y diversos revestimientos en azulejo del Siglo XIX, integrando las innumerables colecciones reales.

Durante los últimos años de la monarquia portuguesa, la reina vivió permanentamente en el palacio, pasando su ultima noche antes de su exilio el 5 de octubre de 1910. Fue abierto como museo en 1912.

Un bello conjunto que la Unesco declaró a Sintra como Patrimonio de la Humanidad.


Fuentes: Wikipedia. Viajeuniversal. Google. Flickr.
"No anteponer nada al amor de Dios"

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Re: 6. La Orden de los Jerónimos

Notapor ma_allegretti » Mié Sep 24, 2014 6:37 pm

SAN JERÓNIMO
(347-420)

Imagen

VIDA

Su verdadero nombre era Eusebio, que había heredado de su padre. Jerónimo es sólo un sobrenombre, que la posteridad retuvo sin embargo para designar al ilustre sabio.

Nació en Estridón, en los confines de la Dalmacia y de la Panonia, dentro de una familia cristiana y opulenta. A la edad de l8 años, todavía catecúmeno, se traslada a Roma, donde es bautizado por el Papa Liberio en persona. Helo aquí de estudiante, asiduo en los cursos de los gramáticos, de los retóricos, de los filósofos, dedicado a la lectura de autores griegos y latinos, lo mismo poetas que pensadores o historiadores, y copiando de su mano libros enteros para formarse una biblioteca. Un viaje a las Galias, o diversos centros de erudición, y una permanencia en Tréveris, donde transcribe diversas obras de San Hilario de Poitiers, lo muestran ya apasionado por el estudio y la investigación. Probablemente también es de esta época su designio de consagrarse al servicio de Dios.

De retorno a Aquilea, disgustos domésticos, esencialmente por la conducta de su hermana, lo llevan a alejarse del país e irse al Oriente. No llevaba más que su biblioteca, que enriqueció todavía más en el curso de un largo viaje por Tracia, por Galacia y la Capadocia antes de llegar a Antioquía. Obligado por la fatiga a descansar varios meses en esta ciudad, aprovechó todavía este descanso para estudiar las Sagradas Escrituras, en particular en la escuela de Apolinar, Obispo de Laodicea (año 372).

Pero, prendado de la vida monástica, apenas restablecida su salud, se internó en el desierto de Calcis, “vasta soledad toda quemada por los ardores del sol”, y se somete al régimen de los eremitas. Si acaso esperó huir de esta suerte de los recuerdos de una juventud un poco frívola, muy pronto cayó en la cuenta de que el hombre lleva consigo en todas partes su naturaleza corrompida: “Yo, que por temor del infierno me había impuesto una prisión en compañía de escorpiones y venados, a menudo creía asistir a danzas de doncellas. Tenía yo el rostro pálido de ayunos; pero el espíritu quemaba de deseos mi cuerpo helado, y los fuegos de la voluptuosidad crepitaban en un hombre casi muerto. Lo recuerdo bien: tenía a veces que gritar sin descanso todo el día y toda la noche. No cesaba de herirme el pecho. Mi celda me inspiraba un gran temor, como si fuera cómplice de mis obsesiones: furioso conmigo mismo, huía solo al desierto. . . Después de haber orado y llorado mucho, llegaba a creerme en el coro de los ángeles” (Carta 22 a Eustoquio).

“En mi juventud, cuando estaba yo confinado en el desierto, rechazaba con ayunos repetidos los violentos asaltos del vicio y las terribles exigencias de mi naturaleza. Pero mi espíritu permanecía lleno de obsesiones. Para dominarlas me puse bajo la disciplina de cierto hermano judío convertido después de los altos conceptos de Quintiliano, los amplios períodos de Cicerón, la gravedad de Frontino y los encantos de Plinio, aprendí el alfabeto hebreo, ejercitándome en pronunciar las sibilantes y las guturales. Cuántas fatigas sufrí. Cuántas dificultades experimenté. A menudo desesperaba de alcanzar mi objetivo. Todo lo abandonaba. Luego decidido a vencer, reanudaba el combate. Testigos de ello son mi conciencia y las de mis compañeros. Sin embargo, le doy gracias al Señor de haber sacado tan dulces frutos de la amargura de tal iniciación en las letras” (Carta l24, l2).

Más allá de esta mortificación, no perdía de vista por lo demás una finalidad más elevada: estudiar la Sagrada Escritura en el texto original. Los grandes intérpretes, sus antecesores, Orígenes, Tertuliano, Atanasio, etc., se habían contentado con la versión griega de los Setenta: el hebreo era desdeñado, no sólo a causa de sus dificultades lingüísticas, sino porque se le consideraba como una lengua maldita, tanto como el pueblo judío mismo.

Aparte de las dificultades de que nos habla, Jerónimo tuvo que afrontar las bromas de los colegas. Quizá sin pensar en ello de manera precisa, Jerónimo preparaba ya las conferencias bíblicas que debería dar más tarde en Roma, y sobre todo la traducción de la Biblia al latín, la Vulgata. Estudió también el griego, más difícil; pero para éste no faltaban los profesores.
Aunque parecía desdeñar a los autores clásicos, Virgilio, Cicerón, Tito Livio, se los sabía de memoria. Y no los abandonó jamás del todo, y toda su vida fue un fino literato.

Pero sus esfuerzos se concentraban en el texto sagrado y los escritos de los Padres. Le decía a Florentino lo siguiente: “Te conjuro y te suplico insistentemente que tú mismo le pidas a Rufino te confíe para recopiarlos los comentarios del bienaventurado Rético, obispo de Autún, en los que explica el Cantar de los Cantares en un lenguaje magnífico. Además, un compatriota de Rufino, el viejo Paulo, me ha dicho que este Rufino se quedó con su ejemplar de Tertuliano y lo reclama vehementemente. Te ruego que hagas copias por un copista de libros que me faltan. Asimismo, la interpretación de los Salmos de David y un grueso libro de San Hilario sobre los Sínodos. En Tréveris yo lo copié de mi mano: mándamelo” (A Florentino, carta 5). San Jerónimo hizo que sus jóvenes alumnos copiaran las obras de San Hilario.

Al viejo Paulo le dice: “Yo te pido la perla evangélica, quiero decir los comentarios de Fortunanciano. Luego, para conocer a los perseguidores, la historia de Aurelio Víctor y las cartas de Novaciano. Conociendo las proposiciones de este cismático podremos saborear mejor las respuestas del Santo mártir Cipriano” (Carta l0).

Sin embargo, en Antioquía la querella de las hipóstasis y la competencia por la sede patriarcal dividían a la Cristiandad. Obligando a intervenir, y cuidadoso de hacerlo sin ir a errar, Jerónimo escribió al Papa Dámaso pidiéndole resolviera la doble cuestión dogmática y disciplinaria. Luego fue él mismo a Antioquía, y a instancias del obispo Paulino consistió en recibir el presbiterado sin incardinarse en alguna iglesia ni comprometerse a ejercer el ministerio sacerdotal, para poder volver al desierto en cualquier momento (año 377).

De allí pasó a Constantinopla para reunirse con San Gregorio de Nacianceno y San Gregorio de Nisa. Luego, en compañía de Paulino y de Epifanio emprendió el camino de Roma (año de 380).

En el concilio de 382 Jerónimo destacó por la extensión de su saber y la seguridad de su doctrina, a tal punto que el Papa Dámaso decidió tomarlo como secretario.

Es entonces cuando emprende sus trabajos sobre la Sagrada Escritura, cuya abundancia y calidad pasman. Su reputación de ciencia y de santidad atrajo a toda una élite de la sociedad romana, en particular damas nobles con las que debía mantener desde entonces una correspondencia que siempre será un monumento de explicaciones escriturísticas y de alta espiritualidad: Marcela, Paula, Fabiola, Lea, etc.

Pero, a la muerte del Papa Dámaso (año 384), las envidias y los rencores, hasta entonces contenidos, estallaron contra Jerónimo, cuyas violentas invectivas contra los abusos y los desórdenes lo habían hecho antipático. Asqueado, resolvió alejarse de la Roma “en que no se tiene derecho de ser santo en paz”. Y con un pequeño grupo de amigos fieles, y entre ellos su propio hermano Pauliniano, partió para Chipre y Antioquía, con la intención de llegar a Tierra Santa y quizá de instalarse en ella. Después de una primera visita a Belén y a Jerusalén, hizo un viaje a Egipto, para edificarse a la vista de los anacoretas, y hasta Alejandría para consultar al santo Dídimo, poseedor de preciosas tradiciones de la doctrina apostólica. Luego, retornó definitivamente a Belén, donde, gracias a la esplendidez de Paula, se construyeron dos monasterios cerca de la gruta de la Natividad. Uno para Jerónimo y los monjes que muy pronto se le unieron; el otro para Paula misma y sus piadosas compañeras. Aquí y allá se inició una vida religiosa consagrada a la oración, a la penitencia, luego al estudio y a la meditación de la Sagrada Escritura (387).

Perfeccionándose en el estudio del hebreo y el griego, Jerónimo emprendió y llevó a cabo varias obras: traducciones, exégesis, historia, de todo lo cual lo más importante es una visión latina del Antiguo Testamento, hecha directamente sobre el texto original, en la que empleó l5 años: traducción que pasó a la posteridad y que fue adaptada por la autoridad eclesiástica bajo el nombre de Vulgata.

Una disputa sobre la doctrina de Orígenes contrapuso a Jerónimo con su compatriota y amigo más querido, Rufino, y luego con el Patriarca Juan de Jerusalén, tras del cual Rufino se protegía prudentemente. Al colocarse entonces al lado de Epifanio de Salamina, que llegó expresamente para combatir el origenismo, Jerónimo se vio de cierta manera excomulgado: a él y a sus monjes se le prohibió la entrada a la Iglesia de Belén y a la gruta de la Natividad. A fin de asegurar el culto para la comunidad, hizo ordenar sacerdote a su hermano Pauliniano, pero por las manos de Epifanio, lo que fue considerado como una invasión en la jurisdicción del obispo del lugar, y agravó todavía más el conflicto.

Esto no le impidió al sabio proseguir sus trabajos. Pero los escritos de esta época, en particular las cartas, dejan traslucir con frecuencia la amargura y la pena. La reconciliación con Rufino se efectuó sin embargo antes de que éste saliera de Palestina (año 397), y con Juan de Jerusalén un poco más tarde.

Luego, habiendo creído Rufino, de retorno en Roma, poder respaldarse con Jerónimo en el prefacio de una traducción de una obra de Orígenes, protestó de nuevo el eremita de Belén: “Yo he alabado a Orígenes en cuanto exégeta, no en cuanto dogmatista; en cuanto filósofo, no en cuanto apóstol; por su genio y su erudición, no por su fe. . . Quienes dicen conocer mi juicio sobre Orígenes que lean mi comentario al Eclesiastés y los tres volúmenes sobre la Epístola a los Efesios; y claramente verán que siempre he sido hostil a sus doctrinas. . . Si no se quiere reconocer que jamás he sido origenista, que al menos se admita que he dejado de serlo” (Epístola 84). Finalmente, habiendo publicado Rufino las “invectivas”, Jerónimo, herido en lo más vivo, respondió con su “Apología contra Rufino”, en el tono más acerbo.

Por haberse puesto demasiado ciegamente al remolque de Teófilo de Alejandría en su polémica anti-origenista, Jerónimo caerá en expresiones violentas e injustas no solamente contra ciertos monjes recalcitrantes, sino contra el propio San Juan Crisóstomo.

En seguida de discusiones con San Agustín, en términos a veces hartos vivos sobre ciertas interpretaciones escriturísticas, San Jerónimo tuvo que exponer claramente su intención al traducir la Biblia: “No pretendo abolir las antiguas versiones, puesto que, al contrario, yo las he traducido del griego al latín, para los que no entienden más que nuestra lengua. No he querido sino restablecer los pasajes suprimidos o alterados por los judíos y hacerles conocer a los latinos el contenido del original hebreo. Y si no se quiere leer esta versión, yo a nadie lo obligo a ello. Que beban con delicias el viejo vino si se le prefiere, que se deje nuestro vino nuevo” (Carta l04).

Por lo demás, se ha exagerado el conflicto que por un momento opuso a dos grandes hombres y dos grandes santos. Aunque San Jerónimo tenía a veces el humor áspero y la palabra mordente; aunque San Agustín, sin dejar de ser deferente, se mostraba obstinado en sus ideas, todo esto en uno y otro quedaba corregido por una profunda caridad cristiana y un deseo unánime de servir a la Iglesia. Lo prueban las últimas Cartas: “Tregua ahora de toda discusión: que no haya entre nosotros sino pura fraternidad. No nos crucemos ya escritos de controversias sino solamente mensajes de caridad. Ejercitémonos en el campo de las Escrituras sin herirnos mutuamente” (Carta ll5). Y en el momento en que el obispo de Hipona dirigía la lucha contra el pelagianismo le escribió Jerónimo, que envejecía: “¡Animo! Tu nombre es célebre en todo el universo: los católicos admiran y veneran en ti al restaurador de la antigua Fe; y, lo que es todavía más glorioso, los herejes te detestan, te dedican el mismo odio a mí; aunque no pueden verter nuestra sangre, desean nuestra muerte” (Carta l46).

Los últimos años de San Jerónimo fueron de tristeza por crueles duelos: discípulos y amigos los más íntimos, santas mujeres que lo habían sostenido en sus trabajos: Paula, Pammachius, Marcela. Luego. La toma de Roma por Alarico (año 4l0), aparte de la herida que hizo en su corazón de romano, fue la señal del desorden en todo el imperio, que lanzó hacia Palestina y los hospicios de los monasterios legiones de fugitivos que era menester socorrer y consolar. En fin, la salud del viejo sabio declinaba: no pudiendo ya escribir personalmente, dictaba, pero no siempre tenía escribanos a satisfacción.

La herejía pelagiana vino a agravar todavía más sus pruebas. Pelagio mismo, durante una estancia en Jerusalén, había simpatizado con los monjes de Belén. Este recuerdo le inspiró primeramente a Jerónimo algunos miramientos para con el heresiarca; pero muy pronto tuvo que decidirse a denunciar su “doctrina impía y criminal”. Los sectarios, furiosos, hicieron irrupción en los monasterios y los incendiaron después de haber vejado a los monjes y a las monjas. En el preciso momento Jerónimo escapó de morir (año 4l6).

Después de la muerte de Eustoquio (año 4l9), hija de Paula, y que le había sucedido a la cabeza del monasterio femenino de Belén, San Jerónimo, de edad de 85 años, rápidamente acabó de agotarse. Algunas cartas datan todavía de los últimos meses, dirigidas a obispos y una de ellas al Papa Bonifacio, para animarlo en la lucha contra las herejías y especialmente contra el pelagianismo.

Murió el 30 de septiembre del año 420.

OBRAS

La obra principal de San Jerónimo es la traducción de la Biblia, conocida bajo en nombre de “Vulgata”, que viene a ser, por los decretos del Concilio de Trento, el texto auténtico de la Sagrada Escritura, que es autoridad para los católicos y opuesta a los protestantes. Había emprendido primeramente la revisión de una antigua versión latina ----“Antica latina”---- llamada por San Agustín “Vetus Itala” porque se usaba en Italia y que había sido hecha sobre el texto griego exaplas de los Setenta. Desgraciadamente no queda de ella más que el Nuevo Testamento, y luego el libro de Job y el Salterio que viene a ser el “Salterio romano”. En una carta a San Agustín que le había pedido este trabajo, San Jerónimo deplora el haberlo perdido por la torpeza, o la falta de honradez de algún depositario o mensajero (Carta l34). Luego quiso traducir directamente del hebreo al latín todo el Antiguo Testamento. Durante l5 años buscó el autor las copias para confrontarlas y se atrevió aun a consultar a sabios rabinos. Los libros deuterocanónicos, tales como Tobías y Judith, fueron traducidos del caldeo, mientras que los libros considerados entonces como no canónicos, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc, Tercero y Cuarto de Esdras, Macabeos, los hizo a un lado. Fueron agregados en seguida en la Vulgata, conforme a la traducción de la “Antica Latina”. En suma, la Vulgata actual, desde este punto de vista, comprende cuatro partes: I) la más importante, al menos las tres cuartas partes del conjunto, traducida por San Jerónimo, inmediatamente del hebreo al latín; 2) algunos libros igualmente traducidos por San Jerónimo, pero sobre las Exaplas de Orígenes, por ejemplo los Salmos; 3) algunos libros revisados por San Jerónimo sobre la versión “Antica Latina”, como el Nuevo Testamento; 4) los deuterocanónicos que San Jerónimo no tocó y que conservan el texto de la “Antica Latina”.

¿Serán defectuosas algunas de estas traducciones por demasiada precipitación? El libro de Esther en una noche, el de Tobías en un día, los de Salomón en tres días. Por otra parte, San Jerónimo tiene el cuidado de advertir a sus lectores que ha querido hacer una “traducción fiel pero no servil; no palabra por palabra, pero dando el sentido literal”. Y por ser así, el Concilio de Trento lo hizo el texto oficial de la Biblia: “Esta antigua edición Vulgata, adoptada en la Iglesia por un uso secular, ora para las lecturas públicas, ora para las discusiones y predicaciones, debe ser considerada como auténtica, o sea, exenta de errores en cuanto a la Fe y a la Moral”.

En sus “Comentarios sobre veintidós libros del Antiguo y del Nuevo Testamento”, San Jerónimo plagia sin escrúpulo a los comentaristas anteriores, y a menudo aun sin mencionarlos. Aunque exponiendo frecuentemente su destino literal, se adhiere en ocasiones demasiado exclusivamente al sentido alegórico; y también aquí él mismo confiesa haber escrito o dictado esas obras un poco precipitadamente. Hechas estas reservas, el autor merece los elogios de un crítico: “Tuvo, más que todos los otros Padres, las cualidades necesarias para interpretar bien la Sagrada Escritura, porque conocía el caldeo, el hebreo y el latín. No había leído y examinado solamente las versiones griegas de las hexaplas de Orígenes, sino que además había consultado con los más sabios judíos de su tiempo. A lo cual se puede agregar que había leído todos los autores griegos y latinos que antes de él habían escrito sobre la Biblia. En fin, conocía a todos los autores profanos...”
“La manera como hizo los comentarios sobre los libros de los profetas es la mejor de todas. Porque en primer lugar cita la antigua versión latina que estaba entonces en uso, a la que junta una nueva que él mismo había hecho sobre el hebreo; luego confronta las antiguas versiones griegas con el objeto de encontrar la propiedad de los términos hebreos” (Richard Simon, Histoire critique du Vieux Testament, lll, 9).

A fin de guiar los trabajos de otros exégetas y comentaristas, San Jerónimo dejó tres opúsculos: “Cuestiones hebraicas sobre el Génesis”, en que da la propiedad al texto original sobre las traducciones, en particular sobre la “Vetus Itala”; “Tratado concerniente a la situación y el nombre de los lugares hebraicos”, obra de geografía y de arqueología Bíblicas que pone en latín y completa el de Eusebio sobre la topografía Palestiniana; en fin, “Recopilación de nombres hebraicos”, especie de léxico que pretende dar la significación de nombres citados en la Biblia.

Con el doble carácter de sabio convencido que tiene el derecho de estar adherido a sus ideas y de creyente celoso de la causa de la ortodoxia, San Jerónimo fue un polemista. Y tanto más temible cuanto su temperamento era irascible y su genio sarcástico. “Contra los luciferianos”, partidarios de Lucifer de Cagliari que prolongaban el cisma en Antioquía ----proclamando la definitiva pérdida de derechos de los signatarios de las fórmulas de Rímini aun después de haberse arrepentido y se obstinaban en querer reiterar el bautismo administrado por los herejes. Opúsculo en forma de diálogo que se cree que reproduce textualmente una discusión pública entre un cismático y un católico, “Contra Helvidius”,el cual negaba la virginidad de María y pretendía equiparar en dignidad el matrimonio y la virginidad. Explicando los pasajes del Evangelio (Mt. I, l8, 25), San jerónimo responde a las objeciones que por lo demás aún persisten. Si el Evangelio declara que María había concebido antes de haber vivido con José, esto significa que no había tenido hasta entonces relaciones conyugales, pero no implica que las tuvieran en seguida. En cuanto a los “hermanos de Jesús”, no son hermanos en el sentido estricto que le damos a este término ----“hijos nacidos del mismo padre y de la misma madre"----, sino en el sentido hebraico de parientes, en particular primos: hijos de María, esposa de Cleofás y hermana de la Virgen. Luego San Jerónimo emite la idea, que la tradición recoge, de que San José siempre permaneció virgen. En fin, aunque exaltando la prioridad de la virginidad cristiana, se cuida muy bien de desdeñar la grandeza y la santidad del matrimonio.
“Contra Joviniano”, refutación de los principales errores de este monje apóstata: l) equivalencia de los estados de virginidad, viudez y matrimonio; 2) impecabilidad de los que han recibido el bautismo con una fe perfecta; 3) inutilidad de la mortificación y especialmente de la abstinencia; 4) igualdad de recompensa eterna en todos los bautizados. Es sobre todo una nueva apología de la virginidad, más que entusiasta, vehemente y fogosa, de la que ciertas frases sobre las desazones de la vida conyugal causaron escándalo, a tal punto que San Jerónimo, advertido por sus amigos, se vio obligado, si no a retractar, al menos a atenuar sus expresiones exageradas.

El “Libro contra Juan de Jerusalén” analiza los errores de los que no había procurado retractarse el obispo origenista: I) en la Trinidad, el Hijo no conoce al Padre, ni el Espíritu Santo conoce al Hijo; 2) las almas humanas están aprisionadas en un cuerpo en castigo de sus pecados; 3) antes de pecar Adán y Eva no tenían cuerpo; 4) el paraíso terrenal no es sino una alegoría; 5) las aguas de que habla el Génesis son los ángeles: las aguas superiores, los ángeles fieles; y las aguas inferiores, los demonios; 6) el hombre, por su pecado, deja de ser la imagen de Dios; 7) la carne no resucitará; 8) el diablo se convertirá y participará de la gloria de los santos.

La Apología contra Rufino”, en tres libros, es una respuesta a las invectivas de éste. Aunque precisando su posición personal respecto de Orígenes, Jerónimo refuta las proposiciones heréticas que se le han atribuido.

Contra Vigilantius”, a quien por ironía llama “Dormitantius”, Jerónimo escribe un opúsculo para justificar las instituciones de la Iglesia que el novador se había permitido atacar: culto de los santos y de sus reliquias, celibato de los sacerdotes, vida monástica, ritos de las ceremonias, colectas para los pobres y los peregrinos, etc. . . .

La carta a Ctesifón” (Carta l33), verdadero tratado que expone las tesis erróneas del Pelagianismo y denuncia sus fuentes en la filosofía pitagórica y maniquea, es como un preludio del “Diálogo contra los pelagianos”. En éste la discusión se entabla entre el católico Atico y el pelagiano Critóbulo: objeciones y réplicas permiten escudriñar todos los aspectos del tema y disipar todos los equívocos.

Historiador por gusto y por necesidad de erudición, San Jerónimo confiesa haber soñado en “exponer las vicisitudes de la Iglesia desde la venida del Salvador hasta sus días:. No pudiendo realizar este designio, tradujo amplificándola un poco, la “Crónica de Eusebio”. Luego, su bien conocida colección de “Hombres ilustres” es un catálogo en l35 capítulos, de los principales escritores eclesiásticos de los cuatro primeros siglos.

Tres biografías: San Pablo, primer eremita; el monje Malco y San Hilarión.

Como escritor de cartas es original y abundante. San Jerónimo dejó una colección de Cartas (l54, de las que l22 fueron escritas por él y las otras son respuestas de sus corresponsales), que presentan al mismo tiempo que su autobiografía, los rasgos característicos de su naturaleza tan rica y tan compleja; pasajes de historia, “los anales de una mitad de siglo” (370-420), según se ha podido decir; “una galería de retratos de los más interesantes y un cuadro de los más completos de la civilización de esta época (M. Ebert); tratados de exégesis, de teología, de espiritualidad, así como de exhortaciones morales, de consejos para la vida religiosa.

Esta correspondencia, que hacía las delicias de la Edad Media, fue todavía el encanto del Renacimiento y sigue siendo el verdadero modelo del estilo epistolar moderno” (M. Ebert).

“A la vez filósofo, retórico, gramático y dialéctico, poseedor de tres lenguas”, dice él mismo con sencillez, experto en hebreo, en griego, en latín, San Jerónimo pudo estregar a sus contemporáneos y a la posteridad traducciones latinas de obras escritas en griego o en hebreo.

Aparte de la traducción de la Biblia que constituye la Vulgata, comenzó la traducción de Homilías de Orígenes. Sin embargo, se limitó a l4 homilías sobre Jeremías, l4 sobre Ezequiel, dos sobre el Cantar de los Cantares, y 39 sobre San Lucas, y se detuvo sin duda por las interpretaciones temerarias y aun erróneas que halló en los comentarios del autor.
A propósito de las obras de Eusebio, San Jerónimo definió lealmente su trabajo: “En parte soy intérprete y en parte autor, porque aun traduciendo fielmente el original, yo he llenado ciertas lagunas, especialmente en los que concierne a la historia romana”.

Debemos agregar todavía la traducción del tratado “Del Espíritu Santo”, de Dídimo, efectuada a petición del Papa Dámaso; luego “La regla de San Pacomio”, así como sus “Cartas” y “Palabras místicas”.
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Re: 6. La Orden de los Jerónimos

Notapor betyruta51 » Jue Sep 25, 2014 1:37 pm

Buen día en Cristo Jesús y María Santísima. Muchas gracias por el recorrido que nos facilitan los participantes a este foro. A continuación una breve biografía de beatos de la orden de san Jerónimo.
Beato Lorenzo, Monje y Presbítero
Abril 12

En el monasterio de Belem, cerca de Lisboa, en Portugal, beato Lorenzo, presbítero de la Orden de San Jerónimo, cuya eximia piedad atrajo a muchísimos penitentes a este cenobio. († s. XIV)

Fuente: Catholic.net santoral
Beato Marcos de Marconi


Nació en Mantua, en Lombardía, en 1480. Religioso de la Orden de los Ermitaños de San Jerónimo (1510). De su vida se conoce muy poco. Ahora bien, tras su muerte se escribieron páginas y páginas por todo cuanto hizo en bien de sus pueblo.

Su tumba se convirtió en lugar de muchas peregrinaciones. Máxime, cuando después de varios años, descubrieron que su cuerpo estaba intacto. Su culto se propagó rápidamente por todos sitios.

Beato Pedro Gambacorta
Fuente:Santopedia

Ermitaño de la Tercera Orden Regular (1355 1435) Fundador de la Orden de los Girolamini. Sus primeros compañeros fueron algunos malvivientes convertidos por él y transformados en devotos ermitaños. Para ellos dictó una regla penitente y meditativa, dando vida a una Congregación que fue llamada de los Pobres Ermitaños de San Jerónimo y después de su muerte se llamó del Beato Pedro de Pisa, o de los Girolamini.
Pedro Gambacorta nació el 15 de febrero de 1355 en Pisa.
Pedro murió en Venecia el 17 de junio de 1435 a la edad de ochenta años, después de haber visto aprobada por Martín V y Eugenio IV su Congregación de los Jerónimos.
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Re: 6. La Orden de los Jerónimos

Notapor guicol » Jue Sep 25, 2014 3:56 pm

La familia jerónima

Distinguidos viajeros, me encontré con este link, buscando información de la familia jerónima, me llamó la atención que esta reconocida poetisa, fue Jerónima. Quien desee profundizar más sobre su obra, en el link que encuentran a continuación hay mayor información, aquí extractamos algo. Leyendo la información que publica cada uno y con lo que investigamos se profundiza el conocimiento de cada orden.

Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695).

http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do ... a-cruz-sor

Poetisa, dramaturga y religiosa hispano-mexicana, nacida en San Miguel de Nepantla el 12 de noviembre de 1648 (aunque la mayor parte de sus biógrafos, basándose en las aseveraciones de la propia autora, fecharon erróneamente su nacimiento en 1651), y fallecida en el convento de San Jerónimo, sitio en la capital azteca, el 17 de abril de 1695. Llamada, en el siglo, Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, es universalmente conocida por su nombre religioso de "Sor Juana Inés de la Cruz", apelativo que adoptó en 1669, cuando profesó en el citado monasterio de la orden jerónima. Autora de una bellísima y deslumbrante producción lírica y dramática que sorprende por su intensidad emotiva y su asombrosa perfección formal -inserta, con sus alardes métricos, rítmicos, léxicos y retóricos, en la más pura tradición estética del Barroco español-, está considerada como la mayor poetisa no sólo del territorio de la Nueva España durante la segunda mitad del siglo XVII, sino de todos los dominios hispánicos por los que se extendió el uso del castellano como lengua hablada y lenguaje literario durante los reinados de los Austrias.

Hija natural del capitán español don Pedro Manuel de Asbaje y Vargas Machuca, y de la criolla Isabel Ramírez de Santillana, nació en la pequeña aldea de San Miguel de Nepantla (en las faldas del Popocatepetl, en el actual estado de México) el citado día 12 de noviembre de 1648, según reza la partida de bautismo recientemente descubierta en el Archivo Parroquial de Chimalhuacán por Alberto G. Salceda y Guillermo Ramírez España, documento en que queda constancia de que la niña Juana Inés fue cristianada el día 2 de diciembre del referido año. De su padre, salvo que era de origen vasco, no se ha conservado noticia alguna; de su madre, en cambio, se sabe que fue una mujer valiente y decidida, muy avanzada para su época, que tuvo seis hijos (los tres primeros con el padre de la escritora, y los restantes con otro capitán, don Diego Ruiz Lozano) y los sacó adelante ocupándose personalmente de la administración de la hacienda de Panoayán, arrendada desde tiempo atrás por el linaje de los Ramírez.

Como era de esperar en una mujer de su tiempo (y mucho más tratándose del fruto de una relación extramatrimonial), la pequeña Juana Inés se vio privada de cualquier formación académica elemental dispensada por instancias oficiales, por lo que resulta obligado atribuir a su vasta inteligencia natural y a su encendido afán de estudio toda esa amplitud y profundidad de saberes que empezó a exhibir en poco tiempo, cuando era todavía una niña. De forma autodidacta, aprendió a leer y escribir a los tres años de edad, sirviéndose de los escasos textos que encontraba a su alcance en la modesta biblioteca de su abuelo materno, donde también adquirió sus primeros conocimientos y desarrolló su tenaz afición por el estudio. No consiguió, empero, pese los reiterados ruegos que dirigió a su madre, ser enviada a estudiar a México, por lo que hubo de conformarse, hasta que hubo cumplido los ochos años de edad, con los materiales de trabajo hallados en la biblioteca familiar.

Al tiempo que se interesaba por las disciplinas científicas, el pasado histórico y la formación espiritual, la pequeña Juana mostraba una innata vocación literaria que la impulsaba a profundizar con inusitada precocidad en el estudio de las Letras clásicas e hispánicas y, simultáneamente, a pergeñar sus primeras composiciones poéticas. Escribió, así, una loa eucarística en 1656, cuando sólo contaba ocho años de edad, y es posible que ya desde entonces albergara el firme propósito de consagrarse al cultivo de la creación literaria. En el transcurso de aquel mismo año se produjo el fallecimiento de su abuelo, circunstancia que al fin propició el permiso de Isabel Ramírez para que su hija se trasladase a la capital.

Instalada, entonces, en casa de unos parientes que residían en la ciudad de México, Juana Inés pronto adquirió fama entre sus vecinos por su condición de niña prodigio, y al cabo de ocho años quedó definitivamente integrada en la Corte, en calidad de doncella de honor de la virreina, la duquesa de Mancera, quien admiraba profundamente las dotes intelectuales de la joven y se convirtió en su primera valedora. Así pues, durante el lustro que fue desde 1664 hasta 1669, la precoz poetisa vivió en el palacio de los virreyes, donde causó el pasmo de todos los cortesanos por las muestras de inteligencia y discreción que exhibió desde su llegada, e incluso fue objeto de diferentes exámenes públicos que, celebrados con la grandiosidad y el aparato con que la Corte virreinal solemnizaba sus más fastuosos espectáculos, pusieron de manifiesto su extraordinaria capacidad memorística y sus vastos saberes científicos y humanísticos.
Esta fama de mujer sabia habría de acompañar a la futura Sor Juana Inés, con amplia difusión por todo el orbe hispánico, durante el resto de sus días, y aun muchos años después de su muerte. Durante la segunda mitad del siglo XVIII, la reacción neoclásica contra todos los excesos formales y conceptuales del Barroco relegó al olvido su producción poética y la de otros muchos autores de su época, aunque Sor Juana Inés siguió gozando de gran predicamento en los foros intelectuales, debido a su condición de mujer sabia y erudita, así como a la fortaleza e integridad moral de que hizo gala a lo largo de su corta existencia. A comienzos del siglo XIX tampoco se valoró en gran medida la obra literaria de la monja mexicana, ya que los magnos procesos independentistas que hicieron eclosión en toda Hispanoamérica durante dicho período renegaron de los hechos y las figuras históricas de la época colonial, a la que consideraban como una etapa de esterilidad y oscurantismo equiparable al concepto de la Edad Media que entonces se tenía en Europa. Sin embargo, el descubrimiento de algunos textos perdidos de Sor Juana Inés de la Cruz a lo largo del siglo XX suscitó de nuevo el interés de los principales creadores e intelectuales del ámbito cultural hispánico, quienes, con figuras tan prestigiosas como el Premio Nobel Octavio Paz a la cabeza, promovieron una intensa labor de recuperación y revalorización de la obra de la monja poetisa, a la vez que agotaban el estudio y la investigación de todos los detalles de su apasionante peripecia vital.

Se ha sabido, así, merced a este asombroso interés de escritores y críticos literarios de la segunda mitad del siglo XX, que la futura Sor Juana fue objeto de elogios desmesurados desde que comenzó a hacer públicas sus primeras composiciones poéticas, en parte debido a ese gusto por la exageración que anidaba en todas las cortes barrocas, y en mayor medida a causa de la deslumbrante calidad que mostraba su obra literaria ya desde estas piezas primerizas. Muy pronto la joven escritora comenzó a interpretar estos halagos como un síntoma de su propia rareza, y a sentirse anulada por una sociedad patriarcal que, al tiempo que celebraba ruidosamente su sabiduría y su inteligencia, resaltaba su condición de sujeto excepcional dentro de ese género femenino al que pertenecía. Sabedora de que, a la luz de esta consideración social, pronto habría de transformarse en un "monstruo", en un ente digno de ser expuesto en público como los fenómenos de la naturaleza que se mostraban en las ferias o los bufones que causaban asombro en los palacios (la duquesa de Mancera llegaría a exhibir a su joven protegida ante cuarenta sabios), buscó en la vida religiosa una vía de escape que, al tiempo que habría de permitirle una mayor dedicación a sus estudios, le facilitaría la huida de ese entorno cortesano donde se estaba convirtiendo en una pieza de museo.

Así, alentada por su confesor, el escritor jesuita Antonio Núñez de Miranda, en 1667 ingresó en el convento de las carmelitas descalzas, del que pronto salió debido a una inoportuna enfermedad que aconsejó su retorno a los cuidados y atenciones de palacio (algunos biógrafos de Sor Juana sostienen, sin negar la importancia de esta dolencia, que la excesiva rigidez de la regla carmelita fue la auténtica razón de su salida del convento). Pero, dos años después, volvió a sentir el apremio de abrazar la vida religiosa, tanto por las motivaciones intelectuales y sociales citadas en el parágrafo anterior, como por su necesidad personal de eludir el matrimonio, estado civil que le horrorizaba: "Entréme religiosa porque, aunque conocía que tenía el estado cosas [...] repugnantes a mi genio, con todo, para la total negación que tenía al matrimonio, era lo menos desproporcionado y lo más decente". Esta declarada aversión al connubio, sumada a las íntimas relaciones de amistad que unieron a Sor Juana Inés, en diferentes etapas de su vida, con sus sucesivas protectoras (primero, la ya citada duquesa de Mancera; y, poco después, la marquesa de Laguna y condesa de Paredes, doña María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, a la que estuvo tan profundamente ligada la poetisa que llegó a describir su relación como un episodio de un amor platónico), ha sido decisiva a la hora de inclinar a una buena parte de la crítica a suponer el tribadismo de la escritora.

Se acogió, pues, la joven autora al ya aludido convento de la orden jerónima, cuyas reglas no eran tan estrictas como las que habían de observarse entre las carmelitas descalzas. Los numerosos biógrafos con que ha contado la escritora a lo largo de este siglo se complacen en copiar el texto de su profesión monacal, para subrayar las "inexactitudes" más o menos voluntarias que contiene: "Yo, sor Juan Inés de la Cruz, hija legítima de Don Pedro de Asbaje y Vargas Machuca y Isabel Ramírez, por el amor y servicio de Dios nuestro Señor y de nuestra Señora la Virgen María y del glorioso nuestro padre San Jerónimo y de la bienaventurada nuestra madre Santa Paula, a vuestra merced el Señor doctor don Antonio de Cárdenas y Salazar, canónigo de esta Catedral, juez provisor de este Arzobispado, en cuyas manos hago profesión, en nombre del Ilustrísimo y Reverendísimo Señor fray Payo de Ribera, obispo de Guatemala, y electo Arzobispo de México, y de todos sus sucesores, de vivir y de morir todo el tiempo y espacio de mi vida en obediencia, pobreza, sin cosa propia, en castidad y perpetua clausura so la regla de nuestro padre San Agustín y constituciones a nuestra Orden y Casa concedidas. En fe de lo cual lo firmé de mi nombre hoy a 24 de febrero del año de 1669. Juana Inés de la Cruz. Dios me haga Santa".

Entre las apuntadas "inexactitudes", conviene insistir en el interés de Sor Juana por aparecer como "hija legítima" de sus progenitores, cuando era hija natural o -como dice su partida bautismal- "hija de la iglesia"; tampoco es cierto que fuera obediente, ya que su superioridad intelectual se revelaba siempre contra los dictados de quienes pretendían ejercer su autoridad sobre ella sin llevar razón, por el mero hecho de ser hombres o de estar situados en un cargo o dignidad religiosa superior; no es cierto, además, que renunciara a todas sus propiedades para vivir en la más severa pobreza (como tampoco era cierto que así lo hiciera la mayor parte de los religiosos de su tiempo); y no parece, en fin, evidente que su propósito principal al abrazar la vida monástica fuera el de alcanzar la santidad (sino más bien el de ocupar uno de los escasos ámbitos sociales que, en su época, permitía -bien es verdad que en grado mínimo- el desarrollo intelectual de la mujer). Todas estas "inexactitudes" recogidas en el texto de su profesión han sido atinadamente señaladas por María Dolores Bravo, quien además ha sabido ofrecer, en breves renglones, una de las mejores descripciones del carácter de Sor Juana y de su actitud intelectual frente a los usos habituales de su tiempo: "Observadora infatigable de las leyes naturales en todos los niveles, desde su cotidianidad (freír huevos, guisar, hacer unas vainicas), y preocupada por la máxima abstracción científica a la que le era dado llegar en su época [...], Sor Juana interioriza admirablemente las reglas más estrictas y definitivas de su sociedad, acepta y amenaza el orden establecido para la mujer, con la misma tranquilidad con que asimila a la perfección las métricas, los ritmos, las retóricas, en fin, el estilo de su tiempo. Dentro de esas normas se mueve con la cautela de quien sabe que está en el filo de la navaja, y cuya existencia depende de una estricta vigilancia sobre el hilo que hilvana su vida y la define".

Lo cierto es que, después de haber profesado, Sor Juana Inés desplegó dentro de los muros del convento una incesante labor literaria que en modo alguno le impidió cumplir con sus deberes monásticos. Se entregó, con ahínco, a ese afán de estudio que había guiado sus pasos desde su temprana infancia, y, pese a su renuncia a la posesión de bienes materiales, llegó a reunir en su celda una biblioteca de cerca de cuatro mil ejemplares, entre los que quedaba espacio para una pequeña colección de utensilios científicos e instrumentos musicales. La fama de sus escritos poéticos y de sus obras teatrales -que, después de haberse representado en los principales teatros del virreinato, habían llegado rápidamente a los escenarios de la lejana metrópoli- pronto rebasó las fronteras de la Nueva España y obligó a la monja a recibir en su celda a numerosos viajeros ilustres procedentes de los más diversos lugares, quienes le confirmaban o refutaban las noticias literarias o las curiosidades científicas que habían llegado a su conocimiento merced a la constante correspondencia que mantenía con varios artistas e intelectuales de América y Europa. Además, su situación de privilegio fue en aumento gracias a la protección que, en su condición de religiosa, le brindaban las dignidades eclesiásticas superiores (obispos y arzobispos), protección que rivalizaba con el amparo otorgado a Sor Juana por los virreyes y otros personajes principales de la Corte.

Al suceder los marqueses de la Laguna a los Mancera en el virreinato, doña María Luisa Manrique de Lara incrementó los favores que en palacio se venían prestando a quien era conocida ya como la "Décima musa", y gracias a ello Sor Juana Inés de la Cruz pudo estudiar y escribir en su celda libremente, sin temor a las censuras de sus superiores; además, el amparo de la virreina favoreció enormemente la difusión en España de las obras de la monja. Pero esta situación idílica para la escritora comenzó a cambiar de rumbo en 1690, a raíz de la publicación, por parte del Obispo de Puebla, de un texto escrito por Sor Juana y titulado Carta athenagórica de la Madre Juana Ynés de la Cruz (Puebla de los Ángeles: Imprenta de Diego Fernández de León, 1690). En esta obra, la poetisa discurría, en prosa, sobre las máximas finezas de Cristo, y cuestionaba uno de los famosos sermones del celebérrimo Padre Antonio Vieira, un religioso y diplomático portugués que, a la sazón, pasaba por ser una de las figuras cimeras de la Compañía de Jesús. Como era de esperar, el escándalo suscitado por la osadía de la escritora -que no sólo se había atrevido, desde su humilde condición de monja, a terciar en un asunto teológico, sino que incluso había llevado su arrojo al extremo de contradecir a uno de los más señalados jesuitas de su tiempo- alarmó notablemente al arzobispo de México, quien, por mediación del confesor de Sor Juana Inés (que ya no era el jesuita Núñez de Miranda, al que la escritora había despedido tras contar con el mecenazgo de los virreyes, como se ha sabido por una carta recientemente descubierta, fechada en 1682), presionó a la monja para que volviera a ocupar su pluma en el comercio con las Musas, y se abstuviera de abordar otros asuntos de mayor calado teológico.

Ocurría que don Manuel Fernández de Santa Cruz, el obispo de Puebla que había dado a la imprenta la Carta athenagórica de Sor Juana, había utilizado el artificio literario de esconderse tras una identidad femenina para incluir, en la misma edición, una denominada Carta de Sor Filotea, en la cual conminaba a su supuesta hermana de orden a que dejara sus escritos profanos y se centrara en los temas religiosos. Pero, ante una "recomendación" procedente de tan elevadas instancias, Sor Juana Inés de la Cruz no supo sujetar su rebeldía y respondió, poco tiempo después, con su archiconocida Respuesta a Sor Filotea (1691), una espléndida autobiografía en la que la indignada escritora, tras hacer recuento de los pasos que la habían encaminado desde su niñez al estudio y la devoción, recordaba al obispo "travestido" en Sor Filotea que las mujeres tenían el mismo derecho que los hombres a buscar el conocimiento y expresarse con entera libertad.

En este punto, los estudiosos de la vida y la obra de Sor Juana se enfrentan al hecho histórico de su repentino abandono de la creación literaria. Inmersa en esta polémica con las altas autoridades de la iglesia local, la monja perdió todo el favor de los poderosos que hasta entonces venían apoyándola y, a partir de 1693, cedió por completo a las presiones y dejó de escribir, a la par que autorizaba al arzobispo Aguiar y Seijas a malbaratar su biblioteca y su pequeño museo de instrumento musicales y científicos, para dedicar a limosnas el dinero obtenido con su venta. Ante este brusco cambio de carácter (manifiesto de manera patente en las mortificaciones a que comenzó a someterse voluntariamente la escritora), algunos biógrafos suyos reconocen una auténtica conversión que la condujo a acatar humildemente las reprimendas de sus superiores y buscar a partir de esta sumisión el auténtico camino de la santidad; pero la mayor parte de los exegetas de su obra atribuyen el silencio creativo de sus últimos años al mero temor que le infundió la persecución desatada contra su débil persona, opinión que parece confirmarse a raíz de los últimos descubrimientos de la crítica.
En efecto, el investigador mexicano Elías Trabulse halló y publicó, en 1996, la Carta de Serafina de Cristo, un documento satírico fechado en 1691, un mes antes de la Respuesta a Sor Filotea, que, con toda la apariencia de ser un texto autógrafo de la propia Sor Juana, revela que el verdadero teólogo impugnado en la Carta athenagórica no era el Padre Vieira, sino Núñez de Miranda, el antiguo confesor de la escritora. Trabulse sostiene también, amparado en el análisis de este descubrimiento, que el citado arzobispo Aguiar y Seijas recurrió incluso al derecho Canónico para incoar un juicio secreto contra Sor Juana, presión que terminó por derribar la firme resistencia intelectual de la monja, quien se plegó entonces a sus deseos y se concentró en los afanes de la vida monacal. No obstante, y a pesar de que no publicó nada en sus dos últimos años de existencia, continuó escribiendo algunos poemas que, bajo la etiqueta de "enigmas", se hallaron en su celda después de su muerte, entre un total de quince manuscritos sagrados y profanos que, según un inventario del siglo XIX, dejó en su aposento en el momento de su expiración. Desde su repentino recogimiento hasta el postrer lance de su vida, Sor Juana Inés de la Cruz vivió entregada por entero a sus obligaciones religiosas y al cuidado y administración de su comunidad, en la que ocupó hasta su muerte el oficio de contadora. En estos trajines andaba cuando se desató en México una virulenta epidemia de peste que afectó a muchas de sus hermanas, a las que atendió con abnegada entrega y amorosa solicitud hasta que la enfermedad se apoderó de ella, para poner fin a su vida el día 17 de abril de 1695, cuando aún no había cumplido los cuarenta y siete años de edad.

En su obra hay poesía, prosa, teatro, Autos sacramentales con sus propias loas, Loas exentas y comedias.

En este link también encontramos información de esta monja jerónima.

http://html.rincondelvago.com/sor-juana ... uz_10.html
guicol
 
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Re: 6. La Orden de los Jerónimos

Notapor Ger16 » Jue Sep 25, 2014 6:57 pm

Hola:

Intentando contribuir con algo singular, copio la carta que Mons. Rosendo Huesca y Pacheco, hace como prólogo al libro: "El convento de San Jerónimo en la Puebla de los Ángeles", en el cuarto centenario de su fundación, en el año 2000.
"La congregación de las religiosas Jerónimas de Puebla llega a cumplir 400 años de su fundación. Historia con mayúsculas, por que implica la gracia de innumerables vocaciones, sacrificios, luchas y retos que una Comunidad consagrada vive por gracia de Dios nuestro Señor.

Hoy nos remontamos al siglo XVI, cuando se establece en la ciudad de México la Orden de nuestro Padre San Jerónimo de Religiosas Calzadas, que en el año de 1585 funda su primer Monasterio bajo el nombre de Santa Paula, con los capitales de Doña Isabel de Guevara. La memoria de este convento no ha perecido en el pueblo mexicano gracias a la vida verdaderamente ejemplar con que sus religiosas lo edificaron durante tres siglos.

Entre ellas, figura una religiosa hermana de las Jerónimas de Puebla, entre las más insignes religiosas de la Orden: Sor Juana Inés de la Cruz, quien fue un ejemplo extraordinario por lo que hizo desde el Claustro a favor de la cultura, demostrando que la virtud se puede armonizar con el desarrollo integral de la persona. El recuerdo de Sor Juana Inés de la Cruz, mujer admirable en todas las ciencias, perdurará para siempre entre nosotros por su gran sentido de justicia y equilibrio femenino en su apasionado afán para que le diera a la mujer el derecho de crecer en ciencia y cultura. Este convento cerró para siempre sus puertas con la Reforma del Siglo XIX.

No menos ejemplares fueron las hijas de San Jerónimo en el monasterio de San Lorenzo, también en la ciudad de México, fundado en 1598, el cual dio almas consagradas a Dios señalándolas con gran santidad para gloria suya y edificación del mundo secular con admirables demostraciones de fervor y paciencia. Varias de sus religiosas dejaron huella profunda en dicho Monasterio, basta mencionar el día de hoy a Sor Inés de los Dolores, Sor Dominga de la Presentación, Sor Ana de la Presentación y Sor Paula de Santa Rosa. El Convento de San Lorenzo cerró sus puertas en 1863, más la comunidad religiosa ha permanecido hasta nuestros días bajo el nombre de Congregación de Jerónimas de la Adoración.

En el año de 1600, llegan a Puebla de los Ángeles las primeras Jerónimas y, desde entonces, en este largo tramo recorrido, se han caracterizado por su ferviente lucha por la fidelidad a su llamado, que las ha llevado, en un sano discernimiento, a responder en las distintas circunstancias pastorales de hoy con acierto y generosidad, conservando toda la riqueza de su historia y adaptándose a las necesidades actuales de sus hermanos. Esto las ha hecho destacar entre todas las Ordenes Femeninas poblanas; el Señor las eligió para que defendieran su fe, su Monacato, su vocación y su recinto, a cambio de enormes sacrificios, penurias y pobrezas. La Providencia les infundió el valor y la sabiduría para que en los momentos difíciles pudieran constituírse en guardianas de su historia y, a través de los tiempos, dejaron constancia de que sólo por el amor a Dios se alcanzan y concretan las grandes obras de los hombres.

Dos grandes Doctores de la Iglesia: San Agustín y San Jerónimo, han guiado sus pasos durante siglos, sus Reglas y Constituciones han sido las mejores armas para enfrentar su destino y definir su carisma y, el Ilmo. Mons. D. Luis Maldonado Cortés, quien con sabiduría, prudencia y paternal afecto, las guió en su transformación a la Vida Apostólica.

Finalmente, su amorosa Madre la Sma. Virgen de Guadalupe las ha cobijado bajo su manto para protegerlas ante las adversidades.

Hoy, Jerónimas de Puebla, Jerónimas de siempre, nos entregan un valioso documento, en donde crónicas y testimonios se enlazan para cubrir la Historia del Tercer Monasterio Jerónimo en territorio mexicano,. Ellas cierran con broche de oro la trilogía conventual de una Órden".

Así, Mons. Huesca hace la presentación del libro que recoge la historia de las Jerónimas en Puebla desde el año 1600 y que están bajo el patronazgo de Nuestra Señora de Guadalupe quien preside su capilla conventual.
Ger16
 
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Re: 6. La Orden de los Jerónimos

Notapor sandel » Jue Sep 25, 2014 11:12 pm

Buenas noches!
Q sabemos de San Jerónimo?
Eusebio Hierónimo de Estridón1 o Jerónimo de Estridón (Estridón, Dalmacia, c. 340 – Belén, 30 de septiembre de 420), San Jerónimo para los cristianos, tradujo la Biblia del griego y el hebreo al latín. Es considerado Padre de la Iglesia, uno de los cuatro grandes Padres Latinos.
Realizó la traducción al latín de la Biblia, llamada la Vulgata (de vulgata editio, 'edición para el pueblo'), ha sido, hasta la promulgación de la Neovulgata, en 1979, el texto bíblico oficial de la Iglesia católica romana.

San Jerónimo fue un célebre estudioso del latín en una época en la que eso implicaba dominar el griego. Sabía algo de hebreo cuando comenzó su proyecto de traducción, pero se mudó a Belén para perfeccionar sus conocimientos del idioma. Comenzó la traducción en el año 382 corrigiendo la versión latina existente del Nuevo Testamento. Aproximadamente en el año 390 pasó al Antiguo Testamento en hebreo. Completó su obra en el año 405. Si Agustín de Hipona merece ser llamado el padre de la teología latina, Jerónimo lo es de la exégesis bíblica. Con sus obras, resultantes de su notable erudición, ejerció un influjo duradero en la forma de traducción e interpretación de las Sagradas Escrituras y en el uso del latín como medio de comunicación en la historia de la Iglesia.

Es considerado como un santo por la Iglesia Católica, la Iglesia Ortodoxa, la Iglesia Luterana y la Iglesia Anglicana

Saludos cordiales.
sandel
 
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Re: 6. La Orden de los Jerónimos

Notapor iCristinai » Vie Sep 26, 2014 11:15 am

¿Qué sabemos de san Jerónimo?

Conocemos a un autor por sus obras, a un santo por su rebaño, y tambien podemos conocerlo a traves de su retrato. Les presento una pequeña serie de retratos de San Jerónimo de pintores renacentistas y post renacentistas.

San Jerónimo expresado en la pintura de Caravaggio.

San Jeronimo fue el santo predilecto de Caravaggio, pintor del naturalismo, en donde la belleza natural predomina antes que la belleza ideal: escenas de la vida diaria o escena de la imaginación son expuestas pintor de la vida religiosa, tema de sus comienzos y por el cual se hizo famoso.

Este santo era bastante representado entre los artistas de la Contrarreforma. Entre otros extremos, porque propagó el culto a la Virgen María, algo que desdeñaban los protestantes y que era un signo de catolicismo. Aquí no se le representa con el león, que es uno de sus atributos y provenía en realidad de una leyenda medieval, sino en un entorno mucho más austero, con sus libros, estudiando, como erudito. Hay que recordar que san Jerónimo tradujo al latín la Biblia, versión conocida como la Vulgata. Como es propio de la pintura religiosa caravagista, la representación del santo se ha reducido a lo esencial: el escritorio, los libros, y un cráneo como memento mori, recuerdo de la fugacidad de la vida y del inexorable fin de todo lo terrenal."


http://es.wikipedia.org/wiki/San_Jer%C3 ... o,_Roma%29

San Jerónimo en meditación

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San Jerónimo escribiendo

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Este cuadro pintado en 1608 y conservado en Malta. Incluye un escudo de Malta en el lado inferior izquierdo. El pintor representa a San Jerónimo como un hombre profundamente concentrado en sus escritos, que se ha deshecho de sus vestiduras de cardenal y prefiere elementos típicos del ermitaño. Todos estos atributos permiten descifrar que Caravaggio identifica al santo con su amigo y protector Alof de Wignacourt."
[/quote]

http://es.wikipedia.org/wiki/San_Jer%C3 ... o,_Roma%29

San Jerónimo pintado por Jan Van Eyck, data de 1442. Obra terminada post mortem por los compañeros de la escuela flamenca a la cual pertenecía Van Eyck.

Imagen

San Jerónimo y dos angeles, 1617. Pintado por Bartolomeo Cavarozzi, cercano al movimiento caravaggista.

Imagen

Es interesante obtener nuestras propias conclusiones a través de lo percibido y experienciado por nostros mismos viendo una pintura.

Paz y bien,
Cristina
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Re: 6. La Orden de los Jerónimos

Notapor PEPITA GARCIA 2 » Vie Sep 26, 2014 12:00 pm

Templo Conventual de San Jerónimo

El Ex-Convento y Templo de San Jerónimo están ubicados en la calle 7 Oriente 205, del centro histórico de Puebla de los Ángeles, México.

La construcción de la edificación original se inicio en el año 1597 al 1600, de estilo arquitectónico colonial, en donde se estableció el Convento de las Religiosas Jerónimas, junto al Colegio de Niñas Vírgenes, ocupando los terrenos cercanos.

El primer templo se terminó en 1635, siendo reconstruido a principios del Siglo XVIII.

Fachada.- Imagen

Su portada, con altos y llamativos contrafuertes, manifiesta los principios del barroco. Se observa sobre los dos portones laterales las insignias de San Jerónimo: un libro, su capelo cardenalicio, una calavera, un árbol con silicio y una cruz; en el primer cuerpo se aprecia el vano de acceso con un bello marco almohadillado y a sus lados figuran pilastras con ligeras molduras. El segundo cuerpo es yesería y en el destaca la ventana coral con venera coronada por un mascaron y relieves vegetales; en los ángulos los contrafuertes figuran dos grotescos mascarones de argamasa.

Herrajes del portón.- Imagen

Su interior de estilo neoclásico presenta una exuberante decoración, teniendo en los muros laterales del presbiterio las tribunas enrejadas por donde las religiosas jerónimas participaban desde allí en los oficios divinos.

Se conservan las celosías de hierro de los coros alto y bajo de las religiosas y una pintura de la Santísima Virgen María con las monjas fundadoras.


Interior del Templo.- Imagen

Existe un documento de interés para conocer los ambientes de Angelópolis durante el Siglo XIII. Lo firma el escritor de gran talento: Miguel de Alcalá y Mendiola, y logra definir, el ideal de la vida contemplativa en la Puebla novohispana. Consigue don Miguel este efecto por medio de una serie de instituciones eclesiásticas, sobre las que nos da muy certeras noticias.

Cúpula.- Imagen

No es una excepción el recinto de San Jerónimo, según refiere Alcalá en dicha crónica, antes de abrir sus puertas, el monasterio fue Colegio de Niñas Vírgenes de Jesús María, «siendo fundador de uno y otro el capitán Juan García Barranco, nombrando después de sus días por patronos a los señores obispos de esta diócesis, quien haciendo muy buenos partidos a pobres vecinos en que sus hijas fuesen colegialas o monjas de este convento, supliendo dineros, solicitando su entrada, siendo por la mayor parte de todas las señoras que entraban gente muy ilustre y principal, de suerte que muchos caballeros de esta república pedían para esposas a las señoras colegialas, acertándose muchos y muy iguales casamientos» (Descripción en bosquejo de la imperial cesárea muy noble y muy leal ciudad de Puebla de los Ángeles, estudio introductorio de Ramón Sánchez Flores, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Dirección General de Fomento Editorial, 1997, p. 136).

El Colegio de Jesús María era ya una ruina, apenas un rastro de la antigua edificación, aunque el perímetro quedó ampliado para acoger el Convento de San Jerónimo. De acuerdo a los principios de su Regla, desde 1597 lo habitaron cuatro religiosas, dos de ellas procedentes del Monasterio Capitalino de San Lorenzo. Gracias Dios fue creciendo y cuando el Templo fue terminado en 1635, el número de Religiosas y novicias era, mayor.

En lo referente a la construcción lo más famoso del exterior del Templo son: las portadas (1629), con esos vistosos mascarones de argamasa en el ángulo de cada contrafuerte; la cúpula, con las típicas fajas de azulejos; y el campanario, con columnas estípites. En el interior, se observa la grandeza de los coros y el neoclasicismo que impregna cada uno de los espacios, llamando la atención el abanico del coro alto, tan hábilmente decorado. Tiene un ambiente de recogimiento, solemne y fructífero, es idóneo para quienes visiten el archivo catedralicio, custodiado desde hace tiempo en este recinto.

Un hermoso conjunto conventual en el Estado de Puebla, México.

Fuentes: Travelpuebla. Flickr. Centro virtual cervantes. Conaculta. http://www.arquidiocesisdepuebla.org.mx/. Javier García-Moreno E.
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Re: 6. La Orden de los Jerónimos

Notapor iCristinai » Vie Sep 26, 2014 12:13 pm

San Jerónimo y la cueva de Belén

Es en el humilde lugar de Belén donde San Jerónimo se retira en una cueva, en la más completa humildad, en la más absoluta contemplación y en el más árido de los silencios humanos, pero en la más profunda comunicación con Dios. Es en ese estado de la oración contemplativa donde se produce su encuentro con Dios; está en El y EL está en San Jerónimo.

El encuentro personal con Dios tiene lugar en la más humilde insignificancia humana como lo es el lugar de la Sagrada Familia, el sitio donde nació el más pobre de los mortales: Jesús.

A continuación una hermosa y breve biografía de San Jerónimo contada por S Benedicto XVI.



Este es el sitio web: http://unsacerdoteentierrasanta.blogspo ... vidad.html


Estuve celebrando Misa esta semana en la capilla de San Jerónimo. Está en unas grutas que hay debajo del lugar de la estrella, donde se venera el nacimiento del Señor. Fue una experiencia muy bonita dada la cercanía de la Navidad. Allí estuvo viviendo años san Jerónimo. Escogió ese lugar para retirarse en oración. Recojo aquí una breve biografía de san Jerónimo contada por el papa Benedicto XVI.
"Jerónimo nació en Estridon en torno al año 347 de una familia cristiana, que le dio una fina formación, enviándole a Roma para que perfeccionara sus estudios. Siendo joven sintió el atractivo de la vida mundana, pero prevaleció en él el deseo y el interés por la religión cristiana. Tras recibir el bautismo, hacia el año 366, se orientó hacia la vida ascética y, al ir a vivir a Aquileya, se integró en un grupo de cristianos fervorosos, definido por el como una especie de “coro de bienaventurados” reunido alrededor del obispo Valeriano. Se fue después a Oriente y vivió como eremita en el desierto de Calcide, en el sur deAlepo, dedicándose seriamente al estudio. Perfeccionó el griego, comenzó a estudiar hebreo, trascribió códigos y obras patrísticas. La meditación, la soledad, el contacto con la Palabra de Dios maduraron su sensibilidad cristiana. En el año 382 se fue a vivir a Roma: aquí, el Papa Dámaso, conociendo su fama de asceta y su competencia como estudioso, le tomó como secretario y consejero; le alentó a emprender una nueva traducción latina de los textos bíblicos por motivos pastorales y culturales. Después de la muerte del Papa Dámaso, Jerónimo dejó Roma en el año 385 y emprendió una peregrinación, ante todo a Tierra Santa, silenciosa testigo de la vida terrena de Cristo, y después a Egipto, tierra elegida por muchos monjes. En el año 386 se detuvo en Belén, donde gracias a la donde gracias a la generosidad de una mujer noble, Paula, se construyeron un monasterio masculino, uno femenino, y un hospicio para los peregrinos que viajaban a Tierra Santa, «pensando en que María y José no habían encontrado albergue». Se quedó en Belén hasta la muerte, continuando una intensa actividad: comentó la Palabra de Dios; defendió la fe, oponiéndose con vigor a las herejías; exhortó a los monjes a la perfección; enseñó cultura clásica y cristiana a jóvenes; acogió con espíritu pastoral a los peregrinos que visitaban Tierra Santa. Falleció en su celda, junto a la gruta de la Natividad, el 30 de septiembre de 419/420.

La formación literaria y su amplia erudición permitieron a Jerónimo revisar y traducir muchos textos bíblicos: un precioso trabajo para la Iglesia latina y para la cultura occidental. Basándose en los textos originales en griego y en hebreo, comparándolos con las versiones precedentes, revisó los cuatro evangelios en latín, luego los Salmos y buena parte del Antiguo Testamento. Teniendo en cuenta el original hebreo y el griego de los Setenta, la clásica versión griega del Antiguo Testamento que se remonta a tiempos precedentes al cristianismo, y de las precedentes versiones latinas, Jerónimo, ayudado después por otros colaboradores, pudo ofrecer una traducción mejor: constituye la así llamada «Vulgata», el texto «oficial» de la Iglesia latina, que fue reconocido como tal en el Concilio de Trento y que, después de la reciente revisión, sigue siendo el texto «oficial» de la Iglesia en latín."


Paz y bien,

Cristina
iCristinai
 
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