por Carlos64 » Mié Oct 09, 2013 12:32 am
Pregunta: ¿Es La concupiscencia, lo mismo que la atracción de los sexos a la unión de una manera vehemente?
La atracción de los sexos a la unión es inherente al designio original de Dios, según el cual el varón y la mujer estaban destinados a la comunión conyugal ("y serán una sola carne") como medio de alcanzar la beatitud a través del don recíproco y natural de sí mismos --don abierto a la vida--, todo esto con la inocencia (gracia, pureza, simplicidad) anterior a la caída en el pecado. En este sentido, la atracción a la unión no corresponde a la concupiscencia sino al significado esponsalicio, original, del cuerpo.
Sin embargo, la "vehemencia" de esta atracción nos indica algo distinto porque guarda relación con la insaciabilidad de la unión, situación que sí es fruto de la concupiscencia. En el estado de la gracia original, la comunión conyugal entre varón y mujer venía a ser vehículo de la beatificación de ambos, de manera que esta unión/comunión era suficiente para que tanto él como ella alcanzasen su plenitud espiritual y corporal. Pero dada la distorsión del sentido del cuerpo introducida por la concupiscencia en el corazón del hombre, que viene a distorsionar como consecuencia la naturaleza del vínculo sexual mediante la dinámica histórica de la confrontación y el dominio, la comunión plena se torna inalcanzable y surge la experiencia de la insaciabilidad. Nuestro llamado a la comunión, que forma parte de nuestra naturaleza en tanto creada, nos impele a unirnos, pero a la vez la triple concupiscencia impide que este impulso natural alcance la comunión a la que según designio divino se orienta, creando un vacío, una experiencia de incomposición, cuyo resultado es la insaciabilidad.
Pregunta: ¿Qué es el significado del cuerpo a la luz de la concupiscencia adquirida?
A la luz de la concupiscencia adquirida, el significado del cuerpo se distorsiona porque ya no obedece naturalmente a la comunión anhelada por el hombre interior, sino que se rebela a partir de su propia dinámica (el deseo sensual buscando dominar al espíritu) y termina derivando en la experiencia histórica de la cosificación (cuerpo como objeto concupiscible). En otras palabras, el sentido esponsalicio del cuerpo (el cuerpo como dimensión física de la comunión querida por Dios; expresión de la reciprocidad del don en medio de la naturaleza) se ha desvirtuado, y ahora el cuerpo es el sitio, por decirlo así, en que la concupiscencia se expresa de forma más ostensible, de manera que se ha convertido en el objeto más conspicuo de la vergüenza, en el motivo más inmediato de la confrontación de los géneros y en el subsecuente referente de la cosificación de la relación varón-mujer. Toda esta dinámica de ambivalencia del vínculo, histórica en su fenomenología, obedece en primera instancia sin embargo a una realidad a-histórica consistente en el sentido que el corazón del hombre, ahora manchado por la triple concupiscencia, da al cuerpo; este sentido no es una abstracción porque en definitiva explica las actitudes humanas concretas en relación al tema del cuerpo y de la sexualidad que le es atinente.
El Señor la bendiga, Dra. Calva.
Discípulo de Cristo por amor del Padre y unción del Espíritu. Miembro de la Iglesia por gracia divina. Amar a Jesús es mi mayor alegría.
Dios te salve, María, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra.