por Masm1978 » Mar Oct 01, 2013 12:32 am
Hola, Carlos 64,
He sabido también de las "innovaciones teológicas" que señalas. Pienso que su esencia son cuando menos cuatro planteamientos: 1) la salvación no requería expiación, porque Dios no necesita satisfacción; 2) La Cruz y el Amor son incompatibles o contradictorios; 3) el martirio del Señor Jesucristo fue un hecho circunstancial; y 4) la salvación sólo emana del Amor de Dios manifiesto a través del Señor Jesucristo. Veamos cada punto.
1) Es verdad que Dios, en Su omnipotencia y Su suprema bondad, podía salvarnos como lo deseara, es decir, valerse del medio que considerase óptimo. Pero, precisamente desde Su perfección, quiso que fuese el sacrificio, la expiación, el medio idóneo. ¿Por qué? Quizá existen cuando menos cuatro razones:
a) existía una larga tradición de sacrificios, como ofrendas a Dios, en la Antigua Alianza; dichas oblaciones manifestaban muy probablemente una pedagogía del carácter derivado, dependiente y subordinado del mundo, criatura, con respecto a Dios, su creador; de tal modo, Dios quiso sellar la Antigua Alianza, con su legalismo y sacrificios, con una ofrenda perfecta, definitiva y absoluta, como signo eficaz de la Nueva Alianza.
b) el Señor Jesucristo, en la Cruz, representó un conjunto de síntesis insuperables y únicas: sacerdote y sacrificio; pastor y cordero; Dios y Hombre; trascendencia e inmanencia; eternidad e historicidad; glorificación y anonadamiento; etc.; es decir, forjó en Su persona y con Su acto una nueva relación de Dios y el mundo; Su sacrificio, en sí mismo, fue también una Revelación.
c) la estructura simbólica autosacrificio-muerte-resurrección manifiesta una realidad esencial: sólo afrontando al mal es posible vencerlo; no se supera al mal ocultándolo bajo el tapete o tapándolo con un dedo, sino enfrentándolo para así destruirlo; de tal modo, del mal surge el bien, por la prodigiosa acción de Dios, como de la muerte del grano de trigo surge la fecundidad de la planta. Como dice San Pablo: «donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia» (Romanos 5, 20).
d) Dios no necesita satisfacción, pero nosotros sí necesitamos ser rescatados. Como dice la Escritura: «Ustedes saben que fueron rescatados de la vana conducta heredada de sus padres, no con bienes corruptibles, como el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin mancha y sin defecto, predestinado antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos para bien de ustedes» (1 Pedro 1, 18-20) y «A aquel que no conoció el pecado, Dios lo identificó con el pecado en favor nuestro, a fin de que nosotros seamos justificados por Él» (2 Corintios 5, 21). De tal modo, el medio óptimo para nuestra reivindicación, para nuestro rescate, fue el sacrificio redentor del Señor.
2) En efecto, como bien decía San Pablo, la Cruz parece ser «un escándalo y una locura», pero es en realidad «fuerza y sabiduría de Dios» (1 de Corintios 1, 23-24). Pues, como afirmó el Señor Jesucristo: «No hay amor más grande que dar la vida por los amigos» (Juan 15, 13). San Juan, igualmente, equipara bellamente al amor y el sacrificio redentor del Señor Jesús, al afirmar: «Así Dios nos manifestó Su amor: envió a Su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de Él. Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó primero, y envió a Su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados» (1 Juan 4, 9-10). Así pues, el testimonio de la Escritura es inequívoco y muy claro al correlacionar de manera indisoluble al inmenso amor de Dios por la humanidad y la misión redentora-sacrificial de Nuestro Señor Jesucristo. No se trató de un frío acto de exigencia o ciega justicia, sino de Amor, de Amor extremo, radical y perfecto (Juan 3, 16; 13, 1; Efesios 5, 2; etc.).
3) El Catecismo de la Iglesia niega rotundamente que el martirio del Señor hubiese podido ser algo circunstancial, al afirmar: «La muerte violenta de Jesús no fue fruto del azar en una desgraciada constelación de circunstancias. Pertenece al misterio del designio de Dios» (núm. 599), pues San Pedro afirma: «A Jesús de Nazaret, el hombre que Dios acreditó ante ustedes realizando por su intermedio los milagros, prodigios y signos que todos conocen, a ese hombre que había sido entregado conforme al plan y a la previsión de Dios, ustedes lo hicieron morir, clavándolo en la cruz por medio de los infieles. Pero Dios lo resucitó, librándolo de las angustias de la muerte, porque no era posible que ella tuviera dominio sobre Él» (Hechos 2, 22-24). Así pues, fue la Voluntad de Dios que el acto redentor del Señor Jesucristo fuese como fue, pues era el «medio más oportuno para liberar al hombre», como afirma Santo Tomás de Aquino ('Suma Teológica' IIIa, q. 46, a. 3).
4) Por supuesto, la misión del Señor Jesucristo no fue sólo padecer y morir, sino que toda Su Vida fue Gracia para el hombre y ofrenda para el Padre. Básicamente, Él pasó por el mundo haciendo el Bien (Hechos 10, 38) y quizá Su mensaje más esencial fue revelarnos que Dios es Amor. Pero el clímax de Su misión, la expresión más vehemente y perfecta del Amor de Dios fue a través de Su entrega a la muerte de cruz, pues sólo así podíamos ser reivindicados. Como afirma San Pablo: «cuando todavía éramos débiles, Cristo, en el tiempo señalado, murió por los pecadores. Difícilmente se encuentra alguien que dé su vida por un hombre justo; tal vez alguno sea capaz de morir por un bienhechor. Pero la prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores» (Romanos 5, 6-8). Toda la vida terrenal y la predicación del Señor fue salvífica para la humanidad, pero el momento culminante de Su misión fue Su muerte y resurrección, pues así fuimos rescatados de la inmanencia, el pecado y la muerte.
Saludos cordiales y bendiciones para todos.