- La orden de Cluny
Origen
La Orden de Cluny protagonizó a partir del siglo X un movimiento de renovación monástica buscando el retorno a los ideales benedictinos. Hacia el año 540 San Benito de Nursia había fundado la orden benedictina en la abadía italiana de Monteccasino. En el año 910 se funda en Francia la abadía de Cluny en donde los monjes benedictinos intentan volver a los principios de la regla benedictina poniendo el acento en la liturgia y la oración.
El 11 de septiembre de 909, un duque de Aquitania- generalmente conocido como Guillaume III, pero que debía de tratarse de Guillaume I “el Piadoso” - y conde de Mâcon, de la casa de Borgoña, concedía al monje Bernon una propiedad cerca de la ciudad de Mâcon para que edificara un monasterio. El condado de Mâcon se encontraba en la Burgundia Superior (Borgoña) y pertenecía al reino franco occidental.
La donación era efectuada a los “Santos Pedro y Pablo”, es decir se ponía bajo la directa protección de la Santa Sede en Roma. Esto implicaba la independencia de los monasterios respecto de cualquier poder laico o eclesiástico. El papa Juan XI confirmaría en el año 932 la independencia de los monasterios de Cluny. Gracias a esta exención, el monasterio de Cluny se sustraía tanto a la autoridad de la diócesis correspondiente como a la del rey de los francos y gozaba así del privilegio de la libertad romana, lo que constituiría la base de una verdadera supranacionalidad de la Orden.
Por tanto, estos monasterios estaban libres de toda autoridad laical y de la jurisdicción del obispo diocesano. Esta situación se conoce con el nombre de “exención” canónica.
Los primeros monjes de Cluny eran casi todos borgoñones y después del abad Bernon (o Vernone) vendría una serie de abades longevos de gran categoría personal y excepcional valía que inspiraron gran respeto ante las autoridades eclesiásticas y la nobleza, lo cual favoreció el éxito en el desarrollo de la Orden. Algunos de sus abades más famosos fueron: Odón, Máyolo, Odilón, Hugo, Pedro el Venerable.
Organización y desarrollo
La abadía de Cluny llegó a contar en su máximo apogeo entre 400 y 700 monjes que llevaban el hábito negro. Poseía una autoridad indiscutida sobre los monasterios dependientes. A finales del siglo XI se calcula que la Orden contaba con 850 casas en Francia, 109 en Alemania, 52 en Italia, 43 en Gran Bretaña y 23 en la Península Ibérica, agrupando a más de 10.000 monjes, sin contar el innumerable personal subalterno.
Cluny es el primer intento de formación de un orden religioso en Occidente. El modelo de Cluny consistía en un monasterio principal al cual se unían otros dependientes que compartían los mismos objetivos de “reforma” y aceptaban la unión bajo una autoridad centralizada de la abadía de Cluny, a la que pagaban un censo anual. Las abadías reformadas por Cluny perdieron generalmente el rango abacial y pasaron a ser simples priorados. Tenían a la cabeza un gran prior y los grandes podían tener bajo su responsabilidad otros más modestos que eran dependientes de Cluny. Por ejemplo, el gran priorado de la Charité tenía 52 priorados dependientes en varios países.
Cluny no se desvinculó de la mentalidad del feudalismo de su época. En el interior de la organización utilizaba conceptos feudales. La relación de cada monje con el abad de Cluny seguía un modelo del vasallaje. El señor del monasterio era el abad y cada monje en el momento de la profesión rendía homenaje al abad. La mayor parte de los monjes procedía de la nobleza, de la cual también provenían los "oblatii", que después de alguna experiencia desagradable Cluny disminuyó su número para evitar la afluencia de gente que no tuviera una verdadera vocación.
La nueva espiritualidad y liturgia
Desde un principio, el objetivo de Cluny era volver al espíritu y a la letra de la regla benedictina, caracterizados por la castidad, la obediencia y la estabilidad, potenciando el rezo litúrgico por encima de cualquier otra consideración. El centro de la vida cluniacense era la liturgia solemne, la cual poco a poco suplantó a todas las demás actividades de los monjes. El "opus Dei" u oficio divino monástico, centrado en la celebración coral de la eucaristía, se convertiría pronto en la principal actividad del monje. Al principio era una liturgia similar a la de los monjes carolingios, pero a partir del año 980 Cluny comienza a aumentar las oraciones litúrgicas de modo que 100 años después los monjes cantaban durante el invierno cada día por lo menos 215 salmos. El oficio divino ocupaba más de 7 horas al día, con dos misas cantadas diarias, además de las numerosas misas privadas de los monjes sacerdote y frecuentes procesiones. Donde más se engrandecía la liturgia era en las principales solemnidades del año. El abad Odilón introdujo para la salvación eterna de los monjes difuntos su conmemoración el 2 de noviembre, al día siguiente de la fiesta de Todos los Santos que toda la cristiandad todavía conmemora.
Los monjes dedicaban su vida a cumplir con perfección la regla de san Benito; practicaban mucha oración, disciplina rígida, y total adhesión a Roma. Desde los pueblos vecinos acudían a los actos litúrgicos y pedían oración por vivos y muertos
Los trabajos físicos eran considerados irrrelevantes y se llevaban a cabo, por imperativo de las necesidades de sustento, por personal subalterno - “conversi” - que no tomaban parte en el oficio divino y que a su vez eran auxiliados por siervos y aparceros.
Respecto a la contribución de Cluny a la reforma general de la Iglesia, tanto el “gregorianismo” como la reforma cluniacense coincidían en su objetivo fundamental de devolver a la Iglesia su libertad frente a los poderes laicos. Los cluniacenses constituyeron un elemento fundamental en la consolidación de la reforma gregoriana.
Cluny participaba en la reforma de los otros monasterios y en la reforma general de la Iglesia, pues el abad de Cluny extendía su autoridad sobre los demás monasterios, nombrando o controlando la elección de los abades, para impedir la intromisión de los señores laicos. Mantenía una fuerte adhesión al papa y a la liturgia romana, y fue cuna de la que salieron numerosos obispos y algunos papas. Practicaba ampliamente la caridad con los pobre y promovía el arte románico68 . Los establecimientos cluniacenses ven agruparse a su alrededor pequeñas aglomeraciones.
Contemporáneas de Cluny, otras abadías benedictinas ejercen gran influencia en sus regiones: la Chaise-Dieu de Auvergne, Saint-Victor en Marsella, Camaldoli fundada por san Romualdo en Toscana.
La reforma de Cluny fue tan grande que influyó en otros monasterios y hasta en la curia romana. El éxito de Cluny se debió sin duda a la vida espiritual que infundió en sus monasterios y a la disciplina y buena organización que impuso; pero también se debió a la eminente personalidad de sus abades y a una circunstancia que vale la pena resaltar: su extraordinaria longevidad, que aseguraba la estabilidad y consolidación de su obra.
Cluny había triunfado y también se había enriquecido. Pero no existe para la Iglesia mayor peligro que el triunfo y el dinero y como no se puede servir a dos señores, en los siguientes siglos en Cluny, el dinero desplazó a la pobreza, el espíritu mundano a la austeridad y, como hombres que eran, la ambición de cargos eclesiásticos acabó con la humildad. Estaban atrapados en el aburguesamiento.
Decadencia
A pesar de sus grandes realizaciones Cluny empezó a mostrar graves síntomas de agotamiento desde principios del siglo XII.
La rigidez de su propia estructura y la excesiva centralización orgánica de la Orden haciendo descansar todo el peso en la figura del abad del monasterio fundacional, impedía la más mínima flexibilidad entre las distintas casas. Mientras que en los siglos X y XI ello había sido razón para el éxito en su desarrollo, a partir del siglo XII será razón para su agotamiento organizativo e incluso parálisis. Otro elemento a destacar fue el de la ordenación de nuevos miembros, que desde fines del siglo XI había atraído gran numero de nobles, más por el prestigio, privilegios, seguridad y comodidad de la vida monástica que la Orden ofrecía, que por una verdadera vocación monacal. Lo cual había llevado a una relajación de costumbres alejadas de la vida espiritual. El abad de Cluny, Pedro el Venerable, intentó atajar este problema pero no tuvo éxito. Sus medidas, tendentes a detener la creciente mundanización de Cluny, denunciada repetidamente por San Bernardo en su polémica con el abad borgoñón, llegaron demasiado tarde y no se hicieron efectivas.
Tampoco sería correcto presentar la aparición de fenómenos como el Cister o la Cartuja como el simple producto de la decadencia de Cluny. Por el contrario, fue el cambio general de orientación del monaquismo occidental - más favorable desde principios del siglo XII a los aspectos eremíticos y ascéticos - el que permitió el nacimiento de las nuevas órdenes. La especialización de la vida monástica en sus distintas vertientes militar, asistencial y ascética obedeció no tanto a la supuesta corrupción del espíritu de Cluny cuanto a su superación histórica. Desde comienzos del siglo XII el gran atractivo especialmente en la nobleza europea son las Ordenes Militares de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, los Templarios y otras.
Bibliografía
Historia de la Iglesia siglo a siglo
RIVERO, Antonio
El Arca Editores
Segunda Edición
Páginas 156-158
http://www.lebrelblanco.com/anexos/a0326.htmSaludos a todos y que DIOS nos bendiga.