1 Juan Pablo II definió infaliblemente que las mujeres no pueden ser sacerdotes.
2 Cristo y su Iglesia tienen una relación análoga a la de marido y mujer, actuando los sacerdotes in persona Christi, no pueden ser sino hombres.
3 El sacerdocio femenino surge y se defiende en ambientes donde se permiten las uniones homosexuales, es decir, en el estercolero de la corrupción doctrinal.
4 El demonio se partiría de risa si fuera a exorcizarlo una sacerdotisa.
5 Porque imposibilitaría la futura unión con las iglesias ortodoxas orientales.