La Iglesia es edificación de Dios para gloria suya, en medio del mundo. Pueblo santo, consagrado para vivir una vida nueva de acuerdo con el bendito evangelio, de acuerdo con la medida de hombre nuevo, Cristo teándrico.
Esta comunidad goza de los medios necesarios para subsistir, que son por un lado la Palabra de Dios que configura todo de acuerdo con el antiguo designio de Dios dispuesto desde toda la eternidad, y predicada al mundo untada con la sangre del Hijo de Dios; por otro lado, los sacramentos, que son medios que inventó Dios para encontrarse con el hombre en medio de este mundo corrupto.
El sacramento de la eucaristía es el Pan del cielo, el alimento que Dios provee a su Iglesia peregrina, para mantenerse unida en la Fe; puesto que de otro modo sería imposible que individuos de toda raza, lengua o región se mantuvieran unidos en la Fe, en una misma ortodoxia;
por esto, la Iglesia no necesita de coerción a la libertad religiosa de nadie, ni cruzadas, ni inquisición alguna, pues la eucaristía conduce suavemente a los hombres a un mismo pensamiento, sin necesidad de un matón (el estado) para obligar a nadie a confesar la fe dada de una vez a los santos.
Por eso Dios maldice desde el cielo toda violencia ejercida a los hombres, en contra de su dignidad humana, en nombre del Santo.