por GUADALUPEVR » Mié Abr 06, 2011 12:17 am
¿Cuales son las penas que les sobrevienen a Adán y a Eva a consecuencia del pecado original?
Primera pena: en la inteligencia, la ignorancia.
Primeramente con el debilitamiento de la inteligencia para conocer el bien.
Debido a esta, la herida de la ignorancia, conoce menos a Dios, y como consecuencia se conoce menos a sí mismo. “Conocerás el bien y el mal”.
La inteligencia, la razón, herida por el pecado original con la ignorancia, de Dios y de los demás, tomando el bien por mal. ¡cuánto nos engañamos respecto de los demás! Desconociendo por lo tanto:
a) los secretos de Dios,
b) ni esperan recompensa para la virtud, {Catecismo de la Iglesia Católica 1803 “Todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta” (Flp 4, 8)}.
c) ni valoran el premio de una vida intachable7 (Sabiduría, 2, 21-22 Así razonan ellos, pero se equivocan, porque su malicia los ha enceguecido.
22 No conocen los secretos de Dios, no esperan retribución por la santidad,
ni valoran la recompensa de las almas puras. )
Entre otras consecuencias de esta herida en la inteligencia es el encandilamiento del brillo de los bienes creados, no pudiéndose conocer al Creador de ellos. Olvidándose del Creador y eligiendo los bienes creados al Creador, que es el único Bien supremo y nuestro Fin último. 8 (Romanos 1, 18-21 En efecto, la ira de Dios se revela desde el cielo contra la impiedad y la injusticia de los hombres, que por su injusticia retienen prisionera la verdad. 19 Porque todo cuanto se puede conocer acerca de Dios está patente ante ellos: Dios mismo se lo dio a conocer, 20 ya que sus atributos invisibles –su poder eterno y su divinidad– se hacen visibles a los ojos de la inteligencia, desde la creación del mundo, por medio de sus obras. Por lo tanto, aquellos no tienen ninguna excusa: 21 en efecto, habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron ni le dieron gracias como corresponde. Por el contrario, se extraviaron en vanos razonamientos y su mente insensata quedó en la oscuridad.)
Otra pena: el desorden de las pasiones.
Entre estos desordenes encontramos los “apetitos instintivos” o a la necesidad de comer o al apetito sexual; son los apetitos de nuestro componente animal. Los apetitos instintivos y los apetitos del alma no obedecen a la razón. Estos son componentes espirituales, como por ejemplo: el deseo de ser amado, que antes del pecado original no existían, de ser apreciado, el apetito de la propia excelencia. Estas pasiones, sea física, sea anímicas, son buenas. Pero el apetito de propia excelencia es soberbia; desear ser considerado se hace vanagloria; disponer de las cosas se hace codicia, y así entre otros.
Por esta desobediencia a Dios, desobedecen sus propios impulsos instintivos o anímicos como son: gula, lujuria, avaricia, vanidad, soberbia, ira, miedo y tristeza por la frustración de los deseos.
Los vicios capitales, por haber desobedecido a Dios ahora le va a suceder que él va a ser desobedecido por una parte de sí mismo (que no puede controlar). Perdiendo el auto-dominio. De esta forma paga desobediencia a Dios, con desobediencia, así mismo, donde sus propias pasiones no le obedecerán... 10 Romanos 7 1 ¿Acaso ustedes ignoran, hermanos –hablo a gente que entiende de leyes– que el hombre está sujeto a la ley únicamente mientras vive? 2 Así, una mujer casada permanece ligada por la ley a su esposo mientras él viva; pero al morir el esposo, queda desligada de la ley que la unía a él. 3 Por lo tanto, será tenida por adúltera si en vida de su marido, se une a otro hombre. En cambio, si su esposo muere, quedará desligada de la ley, y no será considerada adúltera si se casa con otro hombre. 4 De igual manera, hermanos, por la unión con el cuerpo de Cristo, ustedes han muerto a la Ley, para pertenecer a otro, a aquel que resucitó a fin de que podamos dar frutos para Dios. 5 Porque mientras vivíamos según la naturaleza carnal, las malas pasiones, estimuladas por la Ley, obraban en nuestros miembros para hacernos producir frutos de muerte. 6 Pero ahora, muertos a todo aquello que nos tenía esclavizados, hemos sido liberados de la Ley, de manera que podamos servir a Dios con un espíritu nuevo y no según una letra envejecida. 7 ¿Diremos entonces que la Ley es pecado? ¡De ninguna manera! Pero yo no hubiera conocido el pecado si no fuera por la Ley. En efecto, hubiera ignorado la codicia, si la Ley no dijera: No codiciarás. 8 Pero el pecado, aprovechando la oportunidad que le daba el precepto, provocó en mí toda suerte de codicia, porque sin la Ley, el pecado es cosa muerta.
9 Hubo un tiempo en que yo vivía sin Ley, pero al llegar el precepto, tomó vida el pecado, 10 y yo, en cambio, morí. Así resultó que el mandamiento que debía darme la vida, me llevó a la muerte. 11 Porque el pecado, aprovechando la oportunidad que le daba el precepto, me sedujo y, por medio del precepto, me causó la muerte.
12 De manera que la Ley es santa, como es santo, justo y bueno el precepto. 13 ¿Pero es posible que lo bueno me cause la muerte? ¡De ningún modo! Lo que pasa es que el pecado, a fin de mostrarse como tal, se valió de algo bueno para causarme la muerte, y así el pecado, por medio del precepto, llega a la plenitud de su malicia. 14 Porque sabemos que la Ley es espiritual, pero yo soy carnal, y estoy vendido como esclavo al pecado. 15 Y ni siquiera entiendo lo que hago, porque no hago lo que quiero sino lo que aborrezco. 16 Pero si hago lo que no quiero, con eso reconozco que la Ley es buena. 17 Pero entonces, no soy yo quien hace eso, sino el pecado que reside en mí, 18 porque sé que nada bueno hay en mí, es decir, en mi carne. En efecto, el deseo de hacer el bien está a mi alcance, pero no el realizarlo. 19 Y así, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. 20 Pero cuando hago lo que no quiero, no soy yo quien lo hace, sino el pecado que reside en mí.
21 De esa manera, vengo a descubrir esta ley: queriendo hacer el bien, se me presenta el mal. 22 Porque de acuerdo con el hombre interior, me complazco en la Ley de Dios, 23 pero observo que hay en mis miembros otra ley que lucha contra la ley de mi razón y me ata a la ley del pecado que está en mis miembros.
24 ¡Ay de mí! ¿Quién podrá librarme de este cuerpo que me lleva a la muerte? 25 ¡Gracias a Dios, por Jesucristo, nuestro Señor! En una palabra, con mi razón sirvo a la Ley de Dios, pero con mi carne sirvo a la ley del pecado.
11 Romanos 1, 26 Por eso, Dios los entregó también a pasiones vergonzosas: sus mujeres cambiaron las relaciones naturales por otras contrarias a la naturaleza.
Esta pena o herida consiste en el desorden de pasiones que no obedecen a la razón. Siendo seres racionales obramos como irracionales, comportándose como animales, perdiendo la condición racional y espiritual. 12 Daniel 7, 1-8. El año primero de Baltasar, rey de Babilonia, Daniel tuvo un sueño y unas visiones en su imaginación, mientras se hallaba en su lecho. Él escribió el sueño. Este es el comienzo del relato. 2 Daniel tomó la palabra y dijo: Yo miraba en mis visiones nocturnas, y vi los cuatro vientos del cielo que agitaban el gran mar. 3 Y cuatro animales enormes, diferentes entre sí, emergieron del mar. 4 El primero era como un león y tenía alas de águila. Yo estuve mirando hasta que fueron arrancadas sus alas; él fue levantado de la tierra y puesto de pie sobre dos patas como un hombre, y le fue dado un corazón de hombre. 5 Luego vi otro animal, el segundo, semejante a un oso; él estaba medio erguido y tenía tres costillas en su boca, entre sus dientes. Y le hablaban así: “¡Levántate, devora carne en abundancia!”. 6 Después de esto, yo estaba mirando y vi otro animal como un leopardo; tenía cuatro alas de pájaro sobre el dorso y también cuatro cabezas, y le fue dado el dominio. 7 Después de esto, yo estaba mirando en las visiones nocturnas y vi un cuarto animal, terrible, espantoso y extremadamente fuerte; tenía enormes dientes de hierro, comía, trituraba y el resto lo pisoteaba con las patas. Era diferente de todos los animales que lo habían precedido, y tenía diez cuernos. 8 Yo observaba los cuernos, y vi otro cuerno, pequeño, que se elevaba entre ellos. Tres de los cuernos anteriores fueron arrancados delante de él, y sobre este cuerno había unos ojos como de hombre y una boca que hablaba con insolencia
13 Daniel 7, 13 Yo estaba mirando, en las visiones nocturnas, y vi que venía sobre las nubes del cielo
como un Hijo de hombre; él avanzó hacia el Anciano y lo hicieron acercar hasta él.
Nuestro liberador de tantas penas, es Jesús él, siempre se atribuyó a sí mismo el título de Hijo del Hombre. El nuevo Adán que ha recobrado su figura humana, a imagen y semejanza con Dios Padre, en la obediencia recobramos el poder de nuestra razón. El amor nos hace recuperar nuestra razón sobre nuestros instintos. Es el único camino para sanar la pena del pecado original y vivir como hijos de Dios y hermanos de Jesús.
Otras penas, Santo Tomás, dice son:
a) la intemperancia, o falta de moderación en el uso de los bienes y
b) la debilidad ante el mal, que tiene dos formas:
la impaciencia o falta de tolerancia ante el mal y el sufrimiento y
la cobardía, la huida ante el peligro que uno podría vencer.
Resumiendo, las comunes al varón y a la mujer descendiente de Adán y Eva a consecuencia del pecado original son:
Primero, en la inteligencia, la ignorancia.
Segundo, en la voluntad, la malicia y a consecuencia de la malicia, la injusticia.
Tercero, en el deseo del bien, la concupiscencia, la falta de moderación en el uso de los bienes.
Y cuarto, en el deseo irascible, la debilidad, la impaciencia, la cobardía y/o la pereza.
Estas cuatro potencias del alma a las que Santo Tomás se refiere aquí son:
1.- Dos potencias espirituales: la inteligencia y la voluntad
2.- Dos potencias sensitivas:
a) el apetito concupiscible –ante el bien presente se mueve necesariamente mi apetito
b) el apetito irascible –ante el bien ausente tengo que hacer un trabajo para conseguir mover mi apetito.
Finalmente estos desórdenes pueden ser sanados por las cuatro virtudes cardinales animadas por las tres virtudes teologales.
Las cuatro virtudes cardinales son:
PRUDENCIA. Nos hace conocer y practicar los medios más conducentes para obrar el bien.
JUSTICIA. Hace que demos a cada uno lo suyo y lo que le corresponde.
FORTALEZA. Nos da valor para amar y servir a Dios con fidelidad.
TEMPLANZA. Hace que frenemos las pasiones bajas . Hace que frenemos las pasiones bajas
Las Virtudes Teologales
FE ...La fe es la virtud teologal por la cual creemos en Dios, en todo lo que El nos ha revelado y que la Santa Iglesia nos enseña como objeto de fe -
ESPERANZA...La esperanza es la virtud teologal por la cual deseamos y esperamos de Dios, con una firme confianza, la vida eterna y las gracias para merecerla, porque Dios nos lo ha prometido.
CARIDAD...La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios, con el amor filial y fraterno que Cristo nos ha mandado.
Dios nos Bendiga y la Santísima Virgen nos acompañe siempre.