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pilar calva escribió:Bienvenida
Les doy la más cordial bienvenida al curso. El foro es como el salón virtual de clases, aquí es donde ustedes pueden contestar las preguntas que al final de cada de lección se sugieren. No es necesario que abran otros foros, si lo hicieran estos se borrarán.
El foro permanecerá abierto del miércoles en que se entrega la lección al siguiente martes y después se cerrará, en este lapso de tiempo Ustedes pueden entrar al foro en el horario que más les convengan.
Es importante que lean las reglas de los foros, asi como se familiaricen con su uso.
Sugiero que dudas personales las escriban a nuestros consultores de las diversas áreas que les podrán ayudar de manera personal y confidencial. El foro es para la entrega de la tarea. Les recuerdo el curso tiene como objetivo entender las enseñanzas de la Humanae vitae.
Consultores de bioética http://www.es.catholic.net/consultas/consultorio.php?id=10
Consultores de matrimonio http://www.es.catholic.net/consultas/consultorio.php?id=5
Consultores espirituales http://www.es.catholic.net/consultas/consultorio.php?id=1
Pueden ampliar los contenidos de las sesiones en:
http://es.catholic.net/sexualidadybioetica/285/
http://es.catholic.net/sexualidadybioetica/338/
http://es.catholic.net/sexualidadybioetica/341/2770/
Deseo gocen el curso y aprendan mucho para ser apóstoles de la verdad y servidores de la vida.
Dra Pilar Calva
[url]Presentación del curso[/url]
El 25 de julio de 1968 promulgó Pablo VI su encíclica Humanae vitae(1) . En 2008 se ha cumplido el cuadragésimo aniversario. Este breve documento (de 31 párrafos y solamente 6.091 palabras en el texto latino, menos de la mitad de la primera encíclica de Benedicto XVI, “Deus caritas est”, de12.934 palabras), ha dado que hablar más que cualquier otro escrito magisterial del siglo XX.
Cuando aún no había transcurrido una semana de su publicación, el 31 de julio de 1968, Pablo VI aludió a esta encíclica en la audiencia tenida en Castelgandolfo, diciendo que su contenido esencial “no es solamente la declaración de una ley moral negativa, es decir, la exclusión de toda acción que se proponga hacer imposible la procreación, sino sobre todo la presentación positiva de la moralidad conyugal en orden a su misión de amor y de fecundidad”(2) . El Pontífice, refiriéndose a los sentimientos “que llenaron su corazón durante el tiempo de preparación del documento” (los cuatro años que precedieron su publicación), explicaba que el primero de ellos había sido la “gravísima responsabilidad” que pesaba sobre él:
“Este sentimiento nos ha hecho sufrir espiritualmente no poco —decía—. Nunca antes hemos sentido como en esta coyuntura, el peso de nuestro oficio. Hemos estudiado, leído, discutido cuanto podíamos; y también hemos rezado mucho. Os son conocidas algunas circunstancias: debíamos responder a la Iglesia, a la humanidad entera; debíamos valorar, con el empeño y al mismo tiempo con la libertad de nuestra tarea apostólica, una tradición doctrinal, no sólo secular sino reciente, la de nuestros tres inmediatos predecesores... Conocíamos las discusiones encendidas con tanta pasión y también con tanta autoridad, sobre este importantísimo tema; sentíamos las voces fragorosas de la opinión pública y de la prensa; escuchábamos aquellas más tenues, pero muy penetrantes en nuestro corazón de padre y pastor, de tantas personas, de mujeres especialmente respetabilísimas, angustiadas por este difícil problema y por su experiencia aún más difícil; leíamos los informes científicos sobre las alarmantes cuestiones demográficas en el mundo, sufragadas a menudo por estudios de expertos y por programas gubernativos; nos llegaban de varias partes publicaciones, algunas inspiradas en el examen de aspectos científicos particulares del problema, o bien otras con consideraciones realistas de muchas y graves condiciones sociológicas, o bien aquellas, hoy tan imperiosas, de los cambios que irrumpen en cada sector de la vida moderna.
¡Cuántas veces hemos tenido la impresión de estar rodeados de este cúmulo de documentos...! Nos hemos valido de muchas consultas particulares a personas de alto valor moral, científico y pastoral; e in-vocando al Espíritu Santo, hemos puesto nuestra conciencia en plena y libre disposición a la voz de la verdad, buscando interpretar la norma divina que vemos brotar de la intrínseca exigencia del auténtico amor humano, de las estructuras esenciales de la institución matrimonial, de la dignidad personal de los esposos, de su misión al servicio de la vida, así como de la santidad del matrimonio cristiano; hemos reflexionado sobre los elementos estables de la doctrina tradicional y vigente de la Iglesia, especialmente sobre las enseñanzas del reciente Concilio, hemos ponderado las consecuencias de una y otra decisión; y no hemos tenido duda sobre nuestro deber de pronunciar nuestra sentencia en los términos expresados por la presente encíclica”.
<b>La doctrina contenida en la encíclica no fue un acto impremeditado del Magisterio de Pablo VI </b>(3)
También son dignas de destacar las palabras que pronunció en el Ángelus del 4 de agosto de ese mismo año, es decir, cuatro días después del anterior discurso. Decía entonces: “Sabemos que hay muchos que no han apreciado nuestra enseñanza, más aún, no pocos disienten de ella (non pochi lo osteggiano). En cierto sentido podemos entender esta incomprensión y también esta oposición. Nuestra palabra no es fácil, no es conforme a un uso que hoy lamentablemente se va difundiendo, cómodo y aparentemente favorable al amor y al equilibrio familiar. Una vez más queremos recordar que la norma reafirmada por nosotros no es nuestra, sino propia de las estructuras de la vida, del amor y de la dignidad humana; esto quiere decir, derivada de la Ley de Dios. No es una norma que ignore las condiciones sociológicas y demográficas de nuestro tiempo: y no es por sí contra-ria, como algunos parecen suponer, a una razonable limitación de la natalidad, ni a la investigación científica y a los tratamientos terapéuticos, ni mucho menos a la paternidad verdaderamente responsable, y tampoco a la paz y a la armonía familiar. Es sólo una norma moral exigente y severa, aún hoy válida (oggi sempre valida), que prohíbe el uso de medios que intencionalmente impiden la procreación, y que degradan así la pureza del amor y la misión de la vida conyugal. Hemos hablado por deber de nuestro oficio y por caridad pastoral”(4) .
Cuarenta años después Benedicto XVI ha dicho que “la intención del Papa Pablo VI era la de defender el amor contra la sexualidad como consumo, el futuro contra la pretensión exclusiva del presente, y la naturaleza del hombre contra su manipulación”(5) .
En homenaje a este acto tan lúcido y valiente del Papa Pablo VI, demasiado ignorado por muchos católicos, he querido escribir estas páginas sobre el amor conyugal.
P. Miguel Ángel Fuentes, I.V.E.
San Rafael, diciembre de 2008
<b>Preguntas</b>
1. ¿ En qué fecha promulgó Pablo VI su encíclica Humanae vitae?
El 25 de julio de 1968 promulgó Pablo VI su encíclica Humanae vitae
2. ¿Según Benedicto XVI cuál es “la intención del Papa Pablo VI”?
Benedicto XVI ha dicho que “la intención del Papa Pablo VI era la de defender el amor contra la sexualidad como consumo, el futuro contra la pretensión exclusiva del presente, y la naturaleza del hombre contra su manipulación”
(1) En la indicación de los números de la encíclica Humanae vitae abreviaremos HV.
(2) Insegnamenti Paolo VI, vol. VI [1968], 869-874.
(3) Además de este sentimiento el Papa manifestaba el de la caridad y la sensibilidad pastoral hacia los llamados al matrimonio, y la esperanza de que su documento fuera bien recibido por los fieles y de que los científicos fuesen capaces de entender “el genuino hilo conductor de la encíclica que la une con la concepción cristiana de la vida, y que nos autoriza a hacer nuestra la palabra del Apóstol: ‘Nos autem sensum Christi habemus; nosotros tenemos el pensamiento de Cristo (1Co 2, 16)”.
(4) Insegnamenti Paolo VI, vol. VI [1968], 1098-1099.
(5) Benedicto XVI, Discorso alla Curia Romana in occasione della presentazione degli auguri natalizi, 22/12/2008.
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