por VicBar » Vie Mar 14, 2014 10:35 pm
RESPUESTAS A LA LECCIÓN 9:
1.- No. Es un hecho de experiencia que el egocentrismo genera tristeza, infelicidad. Quien vive excesivamente pendiente de sí, concentrado en su propio yo, suele perder la visión objetiva de las cosas y se vuelve hipersensible y vulnerable. Todo le afecta mucho más, sufre desproporcionadamente y se incapacita para gozar de lo bueno que la vida le ofrece. Desde mi punto de vista, no se trata de dar más espacio a los demás, sino desarrollar una actitud positiva ante el logro de los otros, reconocer la realidad de cada quien y procurar superarnos sin pretender derrotar al otro, aceptar nuestras limitaciones y compartir la alegría de los logros tanto personales como el de los demás.
2.- El egoísmo, con su tendencia a girar en torno a sí mismo, a convertir el propio yo en el centro de los pensamientos y en el punto de referencia de todas las acciones; hace que perdamos la visión objetiva de las cosas y se vuelve hipersensible y vulnerable. Todo le afecta mucho más, sufre desproporcionadamente y se incapacita para gozar de lo bueno que la vida le ofrece. Una de las cosas que entristece más al hombre es la egolatría, origen, muchas veces, de sufrimientos inútiles, producidos por una excesiva preocupación por lo personal, exagerando en demasía su importancia.
3.- Por supuesto ya que es producto de un estar pensando sólo en mí y, en ese pensar, sólo viendo lo que tienen los demás de positivo y/o valioso (según el propio criterio) y considerando que lo que yo tengo no es suficientemente bueno, positivo o valioso y, entonces nace el deseo de tener lo que el otro tiene y que considero que yo tengo el derecho de tenerlo y no el otro, produciendo un resentimiento. El resentimiento es frecuentemente el principal obstáculo para ser feliz, porque amarga la vida. Para Max Scheler “el resentimiento es una autointoxicación psíquica”: un envenenamiento de nuestro interior, que depende de nosotros mismos y que suele aparecer como reacción a un estímulo negativo en forma de ofensa o agresión. Evidentemente no toda ofensa produce un resentimiento, pero a todo resentimiento precede una ofensa. Covey advierte que “no es lo que los otros hacen ni nuestros propios errores lo que más nos daña; es nuestra respuesta. Quien está resentido se siente herido u ofendido por alguien o algo que influye contra su persona. Este resultado depende de la propia subjetividad (explica el que muchos resentimientos sean gratuitos), que aparta de la realidad, y que exageran y/o imaginan situaciones o hechos que no se han producido o no estaban en la intención de nadie originar. Es la respuesta ante una ofensa imaginaria.
4.- A diferencia del resentimiento, el perdón no es un sentimiento. Perdonar no equivale a dejar de sentir. Lo primero que esto me dice es que olvidar no es lo mismo que perdonar. El perdón puede ser compatible con el recuerdo de la ofensa. Una señal elocuente de que se ha perdonado, aunque no se haya podido olvidar, es que el recuerdo de la ofensa no afecta en el modo de conducirse con el perdonado, a quien tratamos como si hubiéramos olvidado. El verdadero perdón exige obrar de este modo, porque el verdadero amor “no lleva cuentas del mal”.
Cuando se perdona, se cancela la deuda del ofensor, lo cual es incompatible con la intención de retenerla, de no querer olvidarla. En consecuencia, si bien no podemos identificar el perdón con el hecho de olvidar el agravio, sí se puede afirmar que perdonar es querer olvidar. Si no se perdona, el amor se enfría o puede incluso convertirse en odio; y la amistad puede perderse para siempre. . “Al negarse a perdonar a nuestros hermanos y hermanas, el corazón se cierra, su dureza lo hace impermeable al amor misericordioso del Padre”.
Cuando perdonamos, nos liberamos de la esclavitud producida por el odio y el resentimiento para recobrar la felicidad que había quedado bloqueada por esos sentimientos, por lo que, entonces, se puede concluir con que el no perdonar es otro elemento del egoísmo.
5.- Ya creo que en una sociedad donde se vive en una comparación donde se generan, a través de los medios de comunicación, insatisfacciones constantes, pretendiendo ocultar (inclusive aniquilar) la propia personalidad para producir una sociedad consumista y despersonalizada, se puede aplicar lo que Santo Tomás de Aquino expresa: “la envidia posee como característica específica el entristecerse del bien ajeno, en cuanto que se mira como un factor que disminuye la propia excelencia o felicidad”. La tristeza, entonces, aparece como efecto inmediato y directo de la envidia, perdiendo la paz interior por no reconocer mis limitaciones e identificándome con lo que soy y tengo. El bien de los demás me inquieta, más aún, merma mi alegraría. Por tanto, el origen de la envidia radica en el egocentrismo, que toma cuerpo en forma de comparación. (Ver respuesta No. 1)