por Mariango » Dom Mar 31, 2013 1:48 pm
Buenas tardes.
Igual como en el Génesis, Dios creó a Adán y a Eva, como pareja del principio, como pareja que emprendió el camino del pecado, también en la historia de la Redención colocó al lado del nuevo Adán a una nueva Eva, una nueva pareja que le devolvería a la humanidad su dignidad originaria, tal y como lo había concebido el Señor. La nueva pareja vino a ayudar a la humanidad al perdón de sus pecados, en donde María se destacó por su entrega total y su incondicional postura ante la solicitud de Dios para ser la madre de Dios, en primer lugar, y en segundo lugar, al pie de la Cruz donde representa a la humanidad redimida que necesita de la salvación, que necesita el perdón absoluto por sus pecados.
Por ello se dice que la Iglesia, en María, alcanza la perfección. La Iglesia Católica solicita a sus seguidores la perfección: en la conducta, en la acción, en el pensamiento y ello conlleva a un comportamiento de obediencia a Dios y a la Iglesia.
El que María haya dado ese Sí, tan incondicional y no solamente eso, sino con tanta convicción, con tanta fe, con tanta entrega es para la Iglesia la perfección y para mí también. Llegar a este comportamiento, llegar a esta obediencia necesita de una entrega total y absoluta y una vida dedicada a aumentar y fortalecer la fe.
Delante del egoísmo, de la envidia, de la vanidad hace falta proclamar: “hágase tu voluntad y no la mía”; qué difícil es, qué difícil es abandonar todas estas emociones y sentimientos y entregarse a la voluntad de Dios. Cualquier ocasión es válida, cuando queremos imponer una opinión, cuando queremos adelantar o retrasar una acción, en cualquier ocasión en donde intervenga la razón, es importante hacer un alto y esperar que Dios actúe en nuestra vida, que obre en nuestra vida.
El trato de Jesús hacia su Madre es una enseñanza digna de mantenerla presente en cada día de nuestra vida. La madre, como nuestra progenitora, merece toda la atención y el servicio que se pueda imaginar.
Jesús nos deja a María como Madre y nos la deja en el momento justo de su muerte en la Cruz, como una manera de decirnos lo que fue y es mío, fue y será de ustedes, alábenla, cuídenla y venérenla como yo lo he hecho.
Saludos cordiales.
Mariango.
Caracas - Venezuela