por Pablo Nazareo » Mié May 02, 2012 9:37 pm
Participación en el foro
Pablo Nazareo
1. ¿Cuál es el significado del adulterio del “corazón”, a la luz del sermón de la montaña?
El Señor Jesús empieza recordando a sus oyentes la prohibición del adulterio, (tener relaciones sexuales con una mujer que es no la propia), prohibición bien conocida por ellos, para enseñar a partir de ahí que el adulterio se comete ya intencionalmente (“en su corazón”) aunque no se llegue a los hechos, sólo con que se mire a una mujer para desearla. [El Señor Jesús habló de la comisión del adulterio por parte de un varón; pero se aplicaría con la misma validez en el caso de una mujer]
El significado, por tanto, de la expresión “ya adulteró con ella en su corazón” [Mt 5, 28] quiere decir que el pecado se comete radicalmente en el interior mismo de la persona, en su centro de decisiones o “sede de la personalidad moral” [CIC, 2517], llamado “corazón” por el Señor Jesús, sea que tal pecado se llegue a realizar exteriormente o no.
En Mt 15 vuelve el Señor Jesús a hablar de esta interioridad, a propósito de los alimentos impuros: “No es lo que entra por la boca lo que hace impuro al hombre; pero lo que sale de la boca, eso es lo que al hombre le hace impuro…lo que sale de la boca procede del corazón, y eso hace impuro al hombre. Porque del corazón provienen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios, las blasfemias. Esto es lo que hace impuro al hombre.” [Mt 15, 11, 18-20]
La reflexión del papa Juan Pablo II sobre este texto (Mt 5, 27-28) responde a la pregunta de por qué el adulterio es malo, sea perpetrado efectivamente o sólo con el deseo.
La razón es que la mujer solicitada en adulterio no es amada como persona (pues la esposa es la única con la que uno se identifica en comunión personal, formando con ella “una sola carne” con todas sus consecuencias) sino que reductivamente se la apropia –o se desea apropiársela—como un mero objeto que proporciona satisfacción sentimental actual o potencial, principalmente de placer.
La persona objeto del adulterio se reduce así a la condición de cosa al servicio del egoísmo personal del adúltero y al, hacerlo, se degrada la imagen y semejanza que ella tiene de Dios, violando el mandamiento de “amarla como a uno mismo”, que es semejante a y forma mancuerna con el mandamiento más grande de la Ley, “amarás al Señor, tu Dios, con toda tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.” (Mt 22, 37-40]
2. ¿A qué se refiere la concupiscencia del hombre?
Al desorden introducido en la psique del hombre por el pecado original. 1 Jn 2, 16 la describe como una fuerza que constituye “todo lo que hay en el mundo” (la efímera proyección de lo humano que rivaliza con Dios), y que se manifiesta en tres momentos: “concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y orgullo de la vida.”
El desorden tiene a establecer la autosatisfacción propia como el bien supremo del hombre, instalándola en el lugar de Dios y si, lo logra, se convierte en idolátrica. [Ex 20, 3] Su sedimento es el hecho de que las funciones orgánicas apetitivas son susceptibles de alcanzar un placer que les es característico, como resultado de que la función se realizó bien, por lo que el apetito queda colmado. El estado saludable del cuerpo es asimismo placentero.
Ahora bien, la concupiscencia tiende a desordenar gravemente sobre todo los impulsos de conservación del individuo y de la especie a causa de la gran potencia placentera que tienen.
En los demás animales estas tendencias están regidas por el instinto, por lo que no se desordenan y permanecen rígidamente sujetas a los fines impuestos genéticamente al individuo. Pero en el hombre tales impulsos son tendencias instintivas, pues el hombre tiene libertad psicológica, por lo que debe regirlos racionalmente, en base a valores escogidos como fines por cada quién y perseguidos mediante las virtudes, disfrutando del placer como remuneración del ejercicio de las acciones practicadas en forma virtuosa.
Desafortunadamente, el hombre puede buscar como fin el placer en sí mismo al ejercer su libertad y no como recompensa de una acción realizada de acuerdo con su naturaleza racional, “deshonrando su propio cuerpo” [Rm 1, 24] al hacerlo así y cometiendo un acto de idolatría como se dijo más arriba. Este desorden es posible gracias a la concupiscencia. Por eso, en el caso de la sexualidad, “siguiendo la tradición catequética católica, el noveno mandamiento prohíbe la concupiscencia de la carne.” [CIC, 2514]
3. ¿Cuál es el significado de la vergüenza originaria?
Me parece que la lección responde a la pregunta de manera inmejorable: “Juan Pablo II interpreta igualmente la vergüenza original como el brote inmediato, instantáneo, en la conciencia del hombre y de la mujer, del hecho de que ambos pueden convertirse para el otro en un simple objeto de placer, de procreación, de apropiación, de prestigio personal. Descubren que pueden ser "cosificados", es decir, rebajados de su condición de personas.
A propósito de la difusión que se dio en los medios masivos de comunicación al affaire Clinton-Lewinsky, escribió Jesús Silva-Herzog Márquez un comentario que se refiere a la universalidad de esta “vergüenza originaria”:
“El secreto, ése que es, según el brillante sociólogo alemán Georg Simmel, uno de los grandes logros de la civilización. Rasgar la membrana del secreto es un retroceso alarmante para la persona humana. Ese abrigo inviolable es el manto vital del individuo: sin órbita de secreto no hay ser humano...Margalit, autor de una hermosa teoría de la decencia, ha señalado que el valor al que debe dirigirse nuestra convivencia es el respeto al honor de las personas. Esa es la sociedad decente: la que da trato humano a los hombres. El primero de los requisitos de esa comunidad es el imperio de la privacidad. Toda cultura forma territorios ocultos al ojo público. Hasta los esquimales, que tienen que refugiarse en grupo dentro de un iglú durante las tormentas de invierno, procuran levantar cortinas de silencio y oscuridad. Gracias a esas barreras surge un yo privado. De la vergüenza nace el esfuerzo por controlar el cuerpo y, ante, todo, esconder sus secreciones. Los dormitorios, los baños, las duchas, se convirtieron en fortalezas del individuo que se cuida de la mirada humillante...El escándalo que ha destruido la presidencia de Bill Clinton es el ejemplo más terrible de esta invasión ocular. Cuando el mundo entero se deleita discutiendo el destino de las eyaculaciones de un hombre, se lleva a cabo la humillación más horrenda de la historia. Es una vergüenza universal.”
4. ¿Por qué en el “segundo” descubrimiento del sexo hay una insaciabilidad de la unión?
El “segundo” descubrimiento del sexo, fué el realizado por la pareja humana inicial después de su pecado. Tras ese trágico acontecimiento, el sexo y la actividad sexual ya no tuvieron para ellos las mismas connotaciones que en el estado de inocencia, a causa del desorden producido por la concupiscencia.
A pesar de su grandeza por ser la fusión de dos personas en “una sola carne” y de que representa el mayor placer psíquico y corporal, la comunión conyugal genital en sí misma es breve, y de hecho experimenta distintos grados de logro y de intensidad. Esto ha llevado a búsquedas para incrementar su duración y su nivel satisfactorio.
Debido a la tendencia al infinito que tiene el hombre (a quien sólo satisface plenamente Dios, que es el supremo Bien), esta búsqueda puede irse por el lado de la idolatría edonista, que no tiene llenadera, si la maneja la concupiscencia y no existe la conciencia de que el acto sexual es la imagen de la unión de la Santísima Trinidad, infinitamente feliz; que cada uno de los dos cónyuges es personalmente una imagen y semejanza de las Divinas Personas –por lo que su cuerpo merece absoluto respeto por parte de sí mismo y de la pareja--; que el placer sexual que produce la comunión de las personas es también una referencia a la felicidad que experimentaremos al unirnos con Dios en el mundo futuro; que el acto sexual santifica a los esposos al aplicarles la gracia del sacramento del matrimonio; que el ejercicio de la sexualidad conyugal no se reduce a la genitalidad; que el amor conyugal es una vocación de por vida, que lleva a una manera personal de vivir el amor de Dios buscando la realización y felicidad de la pareja y de los hijos nacidos de la unión; que, por el bautismo de los esposos, la realización de su amor conyugal es una manera de ejercer el sacerdocio del Señor Jesús en la esfera que corresponde a los casados, unidos por el sacramento del matrimonio.
Aun teniendo esta concepción, para aplicar correctamente los logros alcanzados en nuestra época en el terreno de la mejor práctica sexual y evitar la insaciabilidad, producto del pecado original, es indispensable recurrir a la práctica de los sacramentos y a la constante oración, a la obediencia de los lineamientos del Magisterio en asuntos de sexualidad, a la mortificación y a la práctica de las virtudes, particularmente de la prudencia y de la templanza, ya que la concupiscencia que tenemos siempre nos induce al desorden.
5. ¿Son las palabras de Cristo una acusación al “corazón” y una condenación del cuerpo?
De ninguna manera. El Señor Jesús sólo precisa en qué sitio de la arquitectura de la persona se da realmente la decisión de amar a Dios o de amar a una criatura en lugar suyo.