A) NaturalezaLa pastoral vocacional significa el conjunto de actividades espirituales y apostólicas, desarrolladas para que cada uno de los hombres y mujeres llamados por Dios pueda descubrir y madurar con la ayuda de Dios la propia vocación específica dentro de la Iglesia, según un carisma dado por Dios a una Congregación.
En todas las Congregaciones tiene que formarse como una “cultura” vocacional, donde todos los religiosos y religiosas sientan este deber como propio, urgente, necesario e intransferible: todos debemos trabajar por contactar, cultivar y concretar vocaciones para la propia congregación religiosa.
Por tanto, la pastoral vocacional, como parte integrante de la vida de la Iglesia, es una de sus preocupaciones fundamentales. Constituye una prioridad pastoral. Un generoso empeño ha de ser puesto, sobre todo a través de una oración insistente al Señor de la mies (cf. Mt 9,38), en la promoción de las vocaciones al sacerdocio y de especial consagración. Se trata de un problema de grande importancia para la vida de la Iglesia en todo el mundo.
La Iglesia nace de la acción evangelizadora de Jesús y los apóstoles, y es enviada a continuar esta misión. Se sabe depositaria de la Buena Noticia que debe ser anunciada, y ella misma envía evangelizadores a cumplir este encargo en medio del mundo. La evangelización pretende generar cristianos adultos que han experimentado el amor de Dios, que viven según Dios, y que por tanto, se plantean su vida como respuesta y testimonio de la fe. Por ello podemos decir que toda la pastoral de la Iglesia es pastoral vocacional, ya que la tarea evangelizadora de la Iglesia está llamada a hacer descubrir a cada creyente su misión, su vocación.
B) Quién está llamado a la pastoral vocacionalLa pastoral vocacional es una tarea de todos los miembros de la Iglesia. Esto supone y exige concientizar a toda la comunidad en una cultura y espiritualidad del trabajo vocacional como explicaremos más tarde. Debemos pasar de una actitud de espera “a que vengan las vocaciones” a una pastoral de propuesta directa, de invitación y de llamamiento personal.
Por tanto, la responsabilidad es de toda la Iglesia. Todos debemos ser mediadores de la propuesta vocacional. Los obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos y consagradas tienen, sí, un lugar especial en esta mediación. Pero no se agota en ellos. Por fuerza de su fe, el discípulo de Jesús debe tomar sobre sí la vocación de otro. Todos: padres de familia, catequistas, educadores, profesores, especialmente los profesores de educación moral y religiosa católica, movimientos, parroquias, diócesis, etc.
C) Finalidad de la pastoral vocacionalLa finalidad de la pastoral o promoción vocacional es un servicio a la persona para que sepa discernir el proyecto que Dios tiene desde toda la eternidad para dicha persona, para la edificación de la comunidad. En otras palabras, es ayudar al nacimiento, crecimiento y discernimiento del llamado de Dios para cada uno con el fin único de servir más y mejor al mundo, que tanto necesita de la verdad de Cristo.
Debemos tener esta certeza: toda persona tiene un don y una llamada de Dios específica en espera de ser descubierta. La pastoral vocacional ayuda a descubrir este plan de Dios y acompaña a la persona para que llegue a su plenitud vocacional soñada por Dios desde siempre.
D) Medios para la pastoral vocacional
La pastoral vocacional hemos de realizarla mediante los instrumentos válidos en toda pastoral: la predicación directa y clara del mensaje; la catequesis sistemática y fiel; el testimonio alegre y sincero; y sobre todo, la oración confiada al Padre por su Hijo en el Espíritu y a María, modelo de toda vocación.
Hemos de poner especial hincapié, primero, en la oración, porque del encuentro con Cristo es de donde nace la predicación, la catequesis y el testimonio eficaz, y es el mismo Cristo el que llama al corazón del joven para hacerlo participe de la vocación sacerdotal o consagrada al servicio de la Iglesia y de toda la humanidad.
Toda la Iglesia debe acoger cada día la invitación persuasiva y exigente de Jesús, que nos pide que “roguemos al dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (Mt. 9, 3-8). Obedeciendo al mandato de Cristo, la Iglesia hace, antes que nada, una humilde profesión de fe, pues al rogar por las vocaciones (mientras toma conciencia de su gran urgencia para su vida y misión) reconoce que son un don de Dios y como tal, hay que pedirlo con súplica incesante y confiada. Esta oración, que empeña no sólo a individuos sino también a todas las comunidades eclesiales, es la base de toda pastoral vocacional y es camino para el discernimiento vocacional. Promover, pues, la vocación es facilitar el diálogo entre Dios y los jóvenes. La Palabra debe ser escuchada en todo encuentro vocacional. Es la oración ese diálogo que puede llevarnos a vivir una vocación, y de modo especial la oración centrada en la escucha de la Palabra.
Es necesaria, también, una predicación directa sobre el misterio de la vocación en la Iglesia, sobre el valor del sacerdocio, de la vocación religiosa, y de la vocación laical; sobre su urgente necesidad para el pueblo de Dios. Una catequesis orgánica y difundida a todos los niveles en la Iglesia, además de disipar dudas y contrastar ideas desviadas sobre las vocaciones, y en especial sobre las vocación sacerdotal y religiosa, abre los corazones de los creyentes a la espera del don y crea condiciones favorables para el nacimiento de nuevas vocaciones. Ha llegado el tiempo de hablar valientemente de las vocaciones de especial consagración, como de un valor inestimable y una forma espléndida y privilegiada de vida cristiana y de realización personal.
Otro medio importante: el propio testimonio de vida. Ya sabemos que un ejemplo vale más que mil palabras, pues “las palabras convencen, pero los ejemplos arrastran”. Este trabajo debería ser confiado especialmente a personas capaces de transmitir con el entusiasmo y el ejemplo de su vida, el amor a Jesús.
Guías capacitados y expertos son otro medio en la pastoral vocacional. Acompañarán a los jóvenes por medio de una relación personal de amistad e, si es posible, de dirección y orientación espiritual, para ayudarles a identificar los signos del llamado de Dios y a buscar la fuerza para corresponder con la gracia de los sacramentos y con una vida de oración profunda. Ayudarán a orientar a los jóvenes sobre el camino a seguir y el grado de entrega que pide Dios a cada uno, considerando las cualidades y aptitudes que les llevarán a realizarse humana y espiritualmente y a ver cuál es el camino que Dios quiere para cada uno.
E) A modo de resumenPor tanto nuestra labor es fundamental en esta pastoral y podemos seguir las siguientes líneas:
Orar convencidos de la necesidad y del gran don que supone para la Iglesia el contar con muchas y selectas vocaciones. Para ello hay que saber orar y enseñar a hacerlo.
Vivir conscientemente y con alegría la vocación propia, siendo cada día más fiel a la llamada de Dios, y con conciencia de ser testimonio para los demás.
Ayudará mucho plantear los interrogantes vitales ¿quién soy? ¿qué sentido tiene mi vida? ¿cuál es mi misión? Conscientes de que cada uno tiene una vocación en la Iglesia y contribuye positivamente a que cada joven se plantee cuál es su misión y su vocación. Cuando no domina el tema se ha de poner en contacto al joven con alguien con más experiencia (sacerdote, religioso/a).
Trabajar apostólicamente para ir creando en nuestras comunidades un ambiente propicio y una cultura vocacional.
Formar grupos de catequesis de adolescentes y jóvenes con una marcada orientación vocacional.
Invitar a niños y adolescentes a participar en las actividades que se organizan con ese fin vocacional. Fomentar las experiencias de voluntariado como “pastoral de servicio” gratuito, especialmente a los más pobres y necesitados, educando para el valor del sacrificio, de la donación incondicional y gratuita, para el empeño desinteresado y para aceptar la invitación a “perder la vida”. De este modo el voluntariado se convertirá en camino de compromisos progresivos que pueden llevar a decisiones definitivas, incluso a una vocación de especial consagración.
Construir y hacer participar al mayor número posible de laicos de una Red de intercesores y comprometerlos a rezar un día a la semana un rato por las vocaciones.
Colaborar económicamente con el Seminario y con las casas de formación de religiosas, en la medida de las posibilidades, para que no se pierdan las vocaciones por falta de dinero.
F) Dificultades para el desarrollo de la cultura vocacional
Muchos de los intentos por impulsar un clima favorable a la pastoral vocacional quedan abortados con frecuencia por planteamientos teóricos, a veces implícitos pero siempre muy activos, que hacen nulo el anuncio del sentido fuerte de la vida como “vocación”. Citamos entre otros estos que nos parecen más difundidos.
La cultura antivocacional18 dominante que propone un modelo de “persona sin vocación”, esto es, una óptica que al proyectar el futuro se limita a las propias ideas y gustos, en función de intereses estrictamente individualistas y económicos, sin apertura al misterio y a la trascendencia y con escaso sentido de responsabilidad respecto a la vida propia y ajena.
Los tres grandes males culturales que dañan la vitalidad y credibilidad de la Iglesia y de la vida consagrada: el mal de comunicación (que la hace incapaz de transmitir especialmente a los jóvenes el evangelio de la vocación); el mal de comunión(por no acabar de resolver nuestros problemas de relación y de participación); el mal de identidad (por no haber encontrado aún el nuevo rostro de la vida cristiana y religiosa).
Las ideas pobres sobre la vocación, que la centran o polarizan en la vocación clerical (o de especial consagración) y masculina, con la consiguiente infravaloración de otras vocaciones, o que la reducen a un asunto privado al que sólo se permite el acceso a Dios y a la propia conciencia, ignorando que la respuesta vocacional exige un ambiente favorable y mediaciones humanas que explícitamente propongan, acompañen, exijan e iluminen.
La cultura de la indecisión que debilita en los más jóvenes su valentía para hacer opciones de vida e impide que su fe se traduzca cotidianamente en elecciones de vida de manera que sean capaces de superar la falta se seguridad, de tomar decisiones que no estén condicionadas, frenadas o inhibidas por el miedo al mañana, por el temor de no cumplirlas, por las dudas sobre la propia capacidad, por la desconfianza en el otro, por el escepticismo sobre los propios sentimientos, por la incapacidad de elegir el uso de su tiempo libre, de las relaciones y amistades que han de cultivar, del comportamiento que deben manifestar con los otros...
La creencia errónea de que la pastoral vocacional es tarea exclusiva de unos pocos encargados. El formidable olvido de que la titularidad vocacional concierne a toda la comunidad cristiana, a todo creyente, provoca que las vocaciones se consideren hechos extraordinarios y no el fin natural del camino de fe. No se comprende que las vocaciones deberían ser fenómenos “normales” sea en el ámbito familiar, como parroquial sea también el ámbito de los movimientos e instituciones. La vocación es componente normal de la vida (dejarse llamar es signo de madurez y de libertad interior). Dichas vocaciones son la expresión-traducción de la fe en los proyectos personales de vida según la llamada particular de cada uno: a la vida matrimonial, a una profesión concreta, al sacerdocio, a la vida misionera, a una profesión concreta, al compromiso creyente en la política, a la consagración a Dios...
La “orfandad educativa” en la que se hallan muchos de nuestros jóvenes provocada por la falta de auténticos educadores de la fe y por el descuido pastoral de la atención personalizada. El acompañamiento personalizado no se erige entre las cosas más importantes de nuestra acción evangelizadora, no existe conciencia de su importancia, y por ello no se le dedica ni el tiempo y las energías suficientes, ni se facilita la disponibilidad para la acogida y la escucha, ni valentía para responsabilizarse del otro, acompañándole con comprensión y exigencia. “¡Cuántos abortos vocacionales a causa de este vacío educativo!”19.
La impotencia ante tantos obstáculos que ponen las familias, la sociedad, la cultura actual a los candidatos. Los procesos vocacionales no producen la energía evangélica suficiente para plantarles cara. Y de esa manera, con frecuencia, ceden ante la presión ambiental, desarmados y desvitalizados, sin oponer resistencia, sin extraer de la experiencia de encuentro con el Señor de la llamada la necesaria capacidad de abnegación, de renuncia y de esfuerzo.
La falsa interpretación de que es la “hora de los laicos” y que los consagrados estamos de sobra. Se empobrece así la Iglesia, con un reduccionismo vocacional de tendencia laical inversa a la clerical que hemos padecido secularmente. Es incapaz de generar una Iglesia constituida verdaderamente por todo el Pueblo de Dios, con vocaciones diversas, diferenciadas y complementarias. Una Iglesia sin carismas ni ministerios para la comunión y la misión no es la Iglesia pensada por Jesús y alentada por el Espíritu.
La convicción equivocada de que no se puede invitar a alguien a compartir nuestra vida cuando se encontrará con comunidades mediocres y con algunos religiosos o religiosas de poco espíritu. Es una especie de puritanismo que suele estar unido a frustraciones, desencanto, pesimismo, parálisis apostólica y desaliento ante el futuro. A veces con la dificultad de que quienes padecen esas situaciones, se erigen en protagonistas. Así no se engendra vida.
El padre Adrián López Galindo, s.j. anota estas otras dificultades que él llama de herejías a combatir para poder llevar adelante esta cultura vocacional.
La situación de muchas congregaciones nos obliga a actuar diligentemente para que no se pierda el don de Dios (1Tim 4,14; 2Tim 1,6) y antes de construir una cultura vocacional tenemos que afrontar algunas actitudes que nos lo impiden y nos bloquean.
a) El derrotismo: No podemos hacer nadaAlgunos opinan que puesto que las vocaciones son un don del Espíritu Santo, no cabe sino esperar pasivamente las vocaciones que al Espíritu le plazca enviar. Si Dios quiere, ya enviará vocaciones...En absoluto ponemos en tela de juicio que las vocaciones sean don de Dios y sólo de Dios; pero sería malentender la confianza en Dios no cooperar con El.
Hay una versión secularizada de esta herejía, según la cual, con los jóvenes de la actual sociedad de consumo del occidente postcristiano y posteclesial “no podemos hacer nada”. Es cierto que la situación sociocultural actual no juega a favor de la animación vocacional, pero no podemos engañarnos: los jóvenes de hoy tienen muchos valores y hay posibilidad de enganchar con ellos (Cfr. J..García Roca. Constelaciones de los jóvenes. Síntomas, oportunidades, eclipses. Cuadernos “Cristianisme i justicia, nº 62, Barcelona 1994; Jose Maria Rodríguez Olaizola, s.j. 2008).
En todo caso, la resignación no parece que ofrezca demasiados alicientes. El comprobar que otros aciertan a crear una “ecología vocacional” en su entorno pone en entredicho esta afirmación. Podemos ser instrumentos de la gracia y colaboradores de la libertad humana, sin que podamos ni debamos suplantar ni la una ni la otra.
Todos conocemos el caso típico del chico tímido que no consigue ligar con la chica de la que está enamorado (la cual, a su vez, está enamorada de él) porque no se atreve a hablarle y menos aún a decírselo. A veces consideramos impropiamente la animación vocacional como un atentado contra la libertad individual. A otros, les da vergüenza presentarse como religiosos y religiosas felices y realizados.
El que no espabila, no “liga”, como tampoco lo hace el que se queda en casa estudiando o acompañando a sus padres y no acude adonde van las chicas de su edad. ¿No será que en el terreno vocacional “ligamos” por debajo de nuestras posibilidades porque “nos da corte declararnos” y nos sentimos fuera de lugar en las “movidas” que atraen a los jóvenes?
b) El abatimiento: Hacemos lo que podemos y, sin embargo...Es una versión más sutil de la herejía anterior y consiste en creer que hacemos todo lo que podemos: ya dedicamos energías a la pastoral juvenil, a ejercicios para jóvenes, a experiencias de verano.
Curiosamente, los grupos con más vocaciones son los que más energías invierten y los que están más convencidos de que deberíamos hacer más, en cantidad y calidad: Mejorar sus ofertas pastorales y adaptarlas; implicar en ellas a más gente; evaluarlas a fondo y regularmente; mantener en formación continua a quienes las dirigen; hacer más equipo entre los miembros de la congregación; ampliar el espectro de publicaciones y materiales de orientación vocacional, elaborando algunos para cada edad específica…
c) La excusa: Ya tenemos una persona o un equipo encargadoLa animación de vocaciones no es asunto exclusivo de un delegado ni de un equipo, ni siquiera de los que están en la pastoral juvenil, sino de toda la congregación. Es la comunidad entera y la congregación en su totalidad la que atrae o repele las vocaciones. El promotor vocacional es como la comadrona y la comunidad como la embarazada; si la comunidad no es fértil, la comadrona no puede hacer nada.
Esto no impide que pueda y deba existir un encargado de la animación vocacional, con una labor específica, ni que no se requieran contactos individuales con personas que puedan ser modelos significativos de identificación.
Hay gran diferencia cuando un carisma es refrendado por una comunidad donde todos “tiran para el mismo lado” o cuando topa con actitudes de indiferencia y resignación. Esta batalla no se gana con francotiradores sino con la participación de todos en una estrategia de conjunto. Cada individuo, cada obra y cada comunidad tienen que hacer una aportación específica.
d) La edad: Eso es cosa de las más jóvenes; a mi edad...Con frecuencia se oye que la promoción vocacional compete a los jóvenes y que a partir de cierta edad ya no se puede contribuir más que con la oración. Esto no es totalmente verdad. Es verdad que las jóvenes pueden aportar más cercanía y espontaneidad pero las encuestas realizadas entre religiosos que han entrado en los últimos años demuestran que para muchos, el contacto con religiosos/as adultos que vivían la plenitud del trabajo apostólico, fue determinante. Hay ejemplos de sacerdotes y religiosas mayores que envían jóvenes al noviciado. ¿No puede funcionar la edad como una disculpa fácil?
e) Es la hora de los laicosA veces se oye que no está bien insistir en las vocaciones de especial consagración, sacerdocio y vida consagrada. Su tiempo y su protagonismo en la Iglesia sería cosa del pasado. El siglo XXI será y habría de ser el siglo del laicado. Los religiosos y sacerdotes deberíamos reconocerlo y preparar el camino a los laicos, cediéndoles nuestro puesto.
El tema es muy complejo. No cabe duda que una eclesiología actual saluda con entusiasmo la mayoría de edad del laicado, en cuyo logro efectivo nos faltan muchos pasos. Sin embargo, la misma eclesiología del concilio valora sobremanera toda la diversidad de carismas y ministerios en la Iglesia, al servicio de la edificación de la misma y para el cumplimiento de su misión. Juan Pablo ha resaltado tanto el laicado (Christifideles laici) como el ministerio ordenado (Pastores dabo vobis) y la vida consagrada (Vita consecrata). No podemos concebir una pugna entre las diversas vocaciones, ni considerar que la valorización del laicado ha de ser en detrimento del valor, la necesidad y la identidad de los otros carismas.
Me pareció hermoso este artículo que encontré en la internet20 sobre este tema. Lo reproduzco tal cual.
ALGUNOS DESAFÍOS DE LA PASTORAL VOCACIONAL
Robinson González Herrera SDV (Religioso Vocacionista) El trabajo vocacional hoy exige de hombre y mujeres que perteneciente a una comunidad tengan espíritu de agiornamento y sepan lanzar las redes en nombre de Jesús, pastor supremo ya en la disponibilidad del hombre que responde al llamado y compromete toda su vida al seguimiento de Jesús. La respuesta es personal, libre, consciente, responsable y tiene como fundamento una profunda inspiración y experiencia de fe. La persona responde dentro de una situación histórica concreta. Y crece en una comunidad que camina tras la huellas del maestro a través de lo enseñado por el fundador y lo vivido en comunidad.
Dos son los factores en que el trabajo vocacional se está viendo afectado y es el papel del promotor vocacional y el vocacionado, éstos están atravesados por algunos desafíos que presenta el mundo de hoy y del cual ellos están envueltos, por eso se hace necesario profundizar en algunos de ellos con el fin de crear conciencia a aquellos que hoy trabajan por y para las vocaciones para que puedan realizar la misión de pescar al estilo de Jesucristo buen Pastor, Maestro y promotor vocacional por excelencia. Teniendo en claro en que todos en la vida podemos ser tanto promotores como vocacionados.
1. Individualismo exacerbado: el mundo de hoy está cada vez más incentivado al individualismo. Mostrando que el sujeto no debe hacer las cosas con otras personas. El debe pensar solamente en él mismo y nada más. Existe la tentación cada vez más de la privatización, de reducir todo en el ámbito de lo privado, sin la obligación de prestar cuentas a los demás seres humanos. Se llega también a la privatización de la fe y lo más cuestionante hoy la privatización de la vocación, del ejercicio de la misión.
2. Arrogancia y eficiencia: el individualismo al ser un sistema que trabaja por la exclusión, lucha, como vimos antes, por la sobrevivencia de los más “fuertes”, de los más “eficientes”, estos dos conceptos encerrados en unas comillas grandes, pues se cree que ser fuerte es sobrepasar por encima del otro y acaparar todo para mí, y ser eficiente es quererlo hacer todo volviéndonos autosuficientes. Se promueve así el carrerismo y la adulación, cuyos métodos son la transgresión, la violación de todo lo posible, desde que eso facilite la llegada al tope de uno, entonces aquellos que no están en condiciones de correr o competir son eliminados, sin importar su ser, sus ideales y propósitos.
3. La concurrencia: esto es lo que se conoce más común con el movimiento de masas, para algunos la concurrencia debe ser el motor de la sociedad porque solo ella genera el aumento de la eficiencia, en este clima no ay espacio para la solidaridad, aquí prima la cantidad y no la calidad.
4. Sensación de impotencia: delante de la crueldad del sistema las personas y los grupos sociales van teniendo la sensación de la impotencia, o sea, de que no es posible hacer nada más, mismo porque no es posible mudar más nada. Se comienza a no acreditar en más nada y en más nadie. Todo esfuerzo emprendido por alguien o por algún grupo es considerado inútil, no vale la pena luchar.
5. Irresponsabilidad colectiva: por estas razones se va estableciendo un sentimiento de irresponsabilidad colectiva, donde nadie se siente más responsable por nada, hay despreciado en las instituciones y en la personas públicas.
Es importante entonces preguntarnos como estamos manejando nuestra pastoral vocacional y más teniendo en cuenta que el ser humano de hoy anda desubicado, buscando siempre alguien que le muestra un camino seguro que realice con él un discernimiento que lo lleve a la felicidad.
Traigo a colación los apuntes que pude extraer en clase de Teología de la comunidad cuando hablábamos con el docente Fray John Jairo Molina del tema de la refundación, de ello apuntábamos precisamente que la pastoral vocacional esta siendo afectada por la crisis que padecen muchas comunidades religiosas, ya que muchas han perdido la etapa del enamoramiento, del encanto pasaron al desencanto y por ende se debe luchar por un re-encanto, solo en la medida en que los que ya somos consagrados volvamos a la esencia del carisma, fijemos la mirada en la misión que nos legó el fundador, la pastoral podrá ser realizada mas que de la palabra desde el testimonio.
El motivo principal es que «refundar» significa ante todo. «Volver seriamente a los fundamentos de la vida consagrada y a la raíz originaria y esencial de la misma…para vivir el carisma de modo significativo en los nuevos contextos culturales en los que vivimos y actuamos. Y siempre, como cimiento de la vida consagrada, tenemos una experiencia del fundador o de la fundadora que sella y caracteriza la vida de sus seguidores en el tiempo y en el espacio. Es un ser consciente de tres palabras que se hacen vida en la vida Consagrada:
“Encanto”, “des-encanto” y “re-encanto”
La palabra “encanto” se refiere a todo aquello que produce alegría contagiosa, fuerte atractivo, suave frescor y estimulante optimismo. Aquello que despierta gracia y simpatía, imaginación y fantasía. Por su naturaleza, hace brotar fuerza, entusiasmo e ilusión. Somos muchos los que entramos en la VIDA CONSAGRADA porque la VIDA CONSAGRADA nos encantó. Vimos a la VIDA CONSAGRADA como una realidad de la vida cristiana que te dejaba con grandes deseos, con fuertes propuestas y con un gran empeño en la generosidad y la santidad.
Por oposición a “encanto”, hablamos de “des-encanto”. Es todo aquello que produce frustración, monotonía, desilusión y de pérdida de algo significativo. Lleva a la tumba las grandes y sanas ilusiones. Puede producir hasta amargura. Quien está o se siente de alguna forma afectado por él desencanto, adopta una actitud de “dejar pasar”, hasta poner en manos de otro decisiones que se deben tomar personalmente. El “des-encanto” produce fastidio, cansancio, es como la tumba de las ilusiones y lleva en ocasiones al arrepentimiento por la opción que un día se hizo. La persona desencantada pierde norte y la admiración que tenía y ponía en la VIDA CONSAGRADA. Siembra desánimo en torno. Deja el camino emprendido y desde luego no motiva a que otros asuman el que ella vive aburridamente.
Pero lo perdido se puede encontrar y recuperar. El desencanto puede desaparecer y superarse. Es posible devolverlo a las personas, las instituciones, la Iglesia, la VIDA CONSAGRADA. Para ello hay que retornar al amor primero. Se precisa reavivar el fuego de la fe, de la esperanza y de la caridad. Algunos aspectos que pueden contribuir a que la VIDA CONSAGRADA recupere su “encanto”, para que sea “anuncio de un modo de vivir alternativo para el mundo y la cultura dominante”, pues La VIDA CONSAGRADA ha dejado de ser una forma de vida cristiana alternativa. No acierta, tampoco, a ofrecer una alternativa válida en la concepción y puesta en marcha de una sociedad post-secularizada que podría estar a las puertas. Si diera con ella nos pasaría como a la persona que “encontró un tesoro en un campo, que, al encontrarlo vuelve a esconderlo y por la alegría que le da, vende todo lo que tiene y compra aquel campo” (Mt 13, 44). Cuando hacemos eso nos convertimos en una profecía viva de la esperanza que anima y estimula el paso, al sentir que nuestro corazón arde mientras el Espíritu nos va hablando por el camino (Lc. 24, 32).
¿Qué se puede refundar?I. Primero hay que hacer una revisión de: 1. Examen de la situación social, eclesial, de vida consagrada.
2. Regresar a las fuentes.
3. Reformulación de los aspectos fundamentales del carisma y de la espiritualidad.
4. Esfuerzos de inculturación.
5. Aceptación de la unidad en la diversidad.
II. Analizar modos de vida de: 1. Relaciones comunitarias, provinciales y a nivel general.
2. Cursos de formación permanente sobre el carisma y espiritualidad.
3. Creación de Institutos de espiritualidad. Espiritualidad encarnada, liberadora e inculturalizada.
4. Reuniones periódicas con los Provinciales (cada dos años).
5. Congresos internacionales sobre diversos aspectos del carisma y de la espiritualidad.
En torno a la VIDA CONSAGRADA hoy no falta empeño, sacrificio, búsqueda. En las últimas décadas se ha sembrado mucho y se ha recogido poco. Por eso es urgente “discernir lo que el Espíritu de Dios está haciendo surgir entre nosotros para responder a los desafíos de nuestro tiempo y construir el Reino de Dios”, reforzar esa novedad y convertirla en punto de partida de etapa nueva. En otras palabras, se necesita sembrar esperanza, poner pasión y reforzar los signos claros de vitalidad.
La vida consagrada puede ofrecer a la pastoral vocacional de hoy:
El “frescor” de la centralidad de Jesús
El “atractivo” de la espiritualidad
La “fuerza” de la misión
El “grito desgarrador “del humanismo
La frescura del agua pura de las fuentes: Palabra de Dios y carisma de los Fundadores/as
La propuesta de encuentros que transforman: Hemos ido a beber al mismo pozo
El lenguaje del agua cantarina: mana y corre
El servicio a los pobres, para llegar al corazón del evangelio de la verdadera vida
Estas serían las virtudes:
La lucidez,la que procede de la profundidad que da el discernimiento evangélico y de la autenticidad que trae la verdad que nos pide ser transparentes y sinceros.
La hospitalidad: y la gratuidad propia del que acoge y al acoger se da y deja con alegría y un estimulante optimismo al que está cerca y al que está lejos.
La mansedumbre que lleva a la no violencia y pide tolerancia y diálogo.
La libertad de espíritu que nos da una energía especial en el hacer.
La audacia y la capacidad creadora que evita el que nos repitamos y lleva a aportar la gracia de lo nuevo y la fuerza para soñar y para realizar los sueños; para ser pionero
La simplicidad que valoriza los recursos pobres y pequeños
La fidelidad que nos lleva del río a la fuente de donde brota el agua pura y cristalina. La contemplación que me lleva a adorar, amar y servir
Para esto es necesario, además de lo anterior, profundizar en dos factores más que influyen en la pastoral vocacional y son: las características que presenta el joven globalizado de hoy y estudiar algunos factores que pueden ayudar para el éxito de un buena pastoral vocacional. Es preciso, por tanto, ante este panorama, reactivar nuestro compromiso vocacional desde nuevas actitudes, en concreto; (actitudes que logré extraer de un curso de pastoral ofrecido por los hermanos claretianos):
TALANTE TESTIMONIAL: No se trata de hacer una PASTORAL VOCACIONAL de emergencia sino una pastoral que sea expresión normal y continuada de la maternidad de la Iglesia.
COMPROMISO CORAL. No debe ser llevada sólo por algunos sino que está llamada a ser asumida como tarea de todos, aun cuando solamente unos cuantos estén dedicados de modo expreso a suscitar y acompañar de cerca a los llamados. O crecemos juntos en una Iglesia comunión o no crece ninguno.
UNIVERSAL Y CARISMÁTICA. No se trata de plantear la vocación sólo a los cercanos (los que están en nuestros grupos) sino que se dirige a todos, porque el Señor puede llamar donde menos imaginamos. La PASTORAL VOCACIONAL es categoría unificadora, que ha de hacerse presente en toda la pastoral. La cruza transversalmente y la orienta. Existe un flujo permanente entre la pastoral general, que debe confluir en la animación vocacional para favorecer la opción vocacional y la PASTORAL VOCACIONAL que, a su vez, debe permanecer abierta a otras dimensiones, insertándose en ellas.
PERSONALIZADA. Hay que desterrar el mero reclutamiento, porque se trata de una pastoral que acompañe a las personas con cercanía y profundo respeto.
Termino esta reflexión con unas palabras de Elza Ribeiro, que encontré en la revista de la CLAR:
“Se fiel, hasta la muerte, a la vocación que fuiste llamado.
Ocupa tu lugar en la Iglesia con el cariño y la ternura de hijo. El ardor de los Apóstoles, la audacia de los profetas, la fuerza de los mártires, la pasión por el Reino, la alegría del Espíritu, el celo de los fundadores, la santidad a la que te invitó.
Abre los ojos y el corazón atenta a la realidad, perspicaz para leer los signos de los tiempos o sensible a la vida, sobre todo a la vida disminuida, desprotegida, pisoteada, acogedora del Espíritu y dócil a la palabra.
Alimenta en ti el amor, fuente que genera, dinamiza y potencializa la vida querida por el Padre para toda Criatura”.
NOTAS
18 Cf. NVNE 11c
19 NVNE 35a
20
Site:
http://www.funlam.
Participación en el Foro1. ¿Quién está llamado a realizar la Pastoral vocacional?
2. ¿Cuál es la finalidad de la Pastoral Vocacional?
3. De acuerdo a los medios para la Pastoral Vocacional, ¿cómo se aplicarían a tu comunidad? Menciona un aspecto de cada uno (oración, predicación directa, testimonio, guías)
4. ¿Cuáles son las dificultades que se pueden presentar en el desarrollo de la cultura vocacional? Menciona los que podrías identificar en tu comunidad y porque
5. Desarrolla de acuerdo a tu comunidad lo que Robinson González Herrera SDV menciona sobre lo que se puede refundar: I. Primero hay que hacer una revisión II. Analizar modos de vida
Bibliografía recomendada/ artículos de apoyo :- Una cultura vocacional :
http://es.catholic.net/vocaciones/639/2 ... p?id=18758Mensaje del Santo Padre con ocasión de la XXX Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, 1993
- Nuevas vocaciones para una nueva Europa:
http://es.catholic.net/religiosas/806/2 ... p?id=29615La nueva evangelización debe reanunciar el sentido fuerte de la vida como "vocación".
- Carta del Papa Benedicto XVI en el congreso europeo de Pastoral Vocacional:
http://www.es.catholic.net/religiosas/8 ... p?id=47993Carta del Papa Benedicto XVI a los participantes en el congreso europeo de pastoral vocacional el pasado 4 de julio en el Vaticano.