Sesión 10: Conclusión: El reto de los retos: La Pastoral Voc
Publicado: Lun Mar 19, 2012 10:19 pm
Los diferentes retos de la vida consagrada.
Gracias a Dios se ha hablado mucho en estos últimos 45 años sobre la identidad de la vida consagrada. La Constitución apostólica Lumen gentium no tuvo ningún empacho en apreciar desde los primeros momentos de la renovación conciliar, el don que para toda la Iglesia suponía la vida consagrada. “Los consejos evangélicos, castidad ofrecida a Dios, pobreza y obediencia, como consejos fundados en las palabras y ejemplos del Señor y recomendados por los Apóstoles, por los padres, doctores y pastores de la Iglesia, son un don divino que la Iglesia recibió del Señor, y que con su gracia se conserva perpetuamente.”46 Este don tendría que ser cuidadosamente renovado en la Iglesia para que las personas consagradas pudieran de alguna manera seguir reflejando fielmente y con mayor vigor cuando fuese necesario, la imagen del Cristo pobre casto y obediente que cada uno de los fundadores y fundadoras, por inspiración del Espíritu, contempló, vivió e invitó a otros a que lo vivieran y lo siguieran. “Pongan, pues, especial solicitud los religiosos en que, por ellos, la Iglesia demuestre mejor cada día a fieles e infieles, el Cristo, ya sea entregado a la contemplación en el monte, ya sea anunciando el Reino de Dios a las multitudes, o curando enfermos y heridos y convirtiendo los pecadores a una vida correcta, o bendiciendo a los niños y haciendo el bien a todos, siempre obediente a la voluntad del Padre que le envió.”47
Con el fin de ayudar a que la vida consagrada encontrara nuevamente el vigor necesario para seguir presentando con fuerza la imagen de Cristo en sus diversas facetas, nuevamente el Concilio Vaticano II en el Decreto Perfectae caritatis invita a todos los religiosos y religiosas a conocer y vivir una clara y fuerte identidad que los distinga como personas consagradas. El reto fundamental que se propone a los religiosos es el de saber quiénes son para poder transmitir precisamente lo que ellos son: “Ordenándose ante todo la vida religiosa a que sus miembros sigan a Cristo y se unan a Dios por la profesión de los consejos evangélicos, habrá que tener muy en cuenta que aun las mejores adaptaciones a las necesidades de nuestros tiempos no surtirían efecto alguno si no estuvieren animadas por una renovación espiritual, a la que, incluso al promover las obras externas, se ha de dar siempre el primer lugar.”48
Muchos de los Institutos y congregaciones religiosas se han dado a esta tarea en los últimos 45 años, como bien se constata por los frutos que se han recogido. “Fue un momento primaveral de la Iglesia. Cayeron muchas estructuras y tradiciones obsoletas, se abrieron nuevos frentes apostólicos que dieron un nuevo enfoque a toda la vida consagrada. Hoy hay muchos Institutos religiosos que siguen fieles a la primera intuición y a los nuevos caminos emprendidos. Y gozan de vitalidad y de pleno sentido. Tienen una vida espiritual sólida y encarnada en la realidad. Es admirable su sensibilidad y su respuesta generosa.”49 La identidad clara y segura ha sido la piedra fundamental sobre la que se ha edificado la renovación en la vida consagrada. Y no han sido pocos los esfuerzos del magisterio de la Iglesia y de muchos hombres y mujeres fieles hijos de la Iglesia que han desarrollado y aplicado estas enseñanzas de la Iglesia.
Si bien es difícil hacer un resumen de lo que es una definición de una clara y segura identidad de la vida consagrada, me viene a la mente lo que ha dicho el Derecho canónico sobre la vida consagrada: “La vida consagrada por la profesión de los consejos evangélicos es una forma estable de vivir en la cual los fieles, siguiendo más de cerca a Cristo bajo la acción del Espíritu Santo, se dedican totalmente a Dios como a su amor supremo, para que entregados por un nuevo y peculiar título a su gloria, a la edificación de la Iglesia y a la salvación del mundo, consigan la perfección de la caridad en el servicio del Reino de Dios y, convertidos en signo preclaro en la Iglesia, preanuncien la gloria celestial.”50. O la escueta pero profunda enumeración de los elementos indispensables para vivir una vida consagrada de calidad: “La Iglesia considera ciertos elementos como esenciales para la vida religiosa: la vocación divina, la consagración mediante la profesión de los consejos evangélicos con votos públicos, una forma estable de vida comunitaria, para los institutos dedicados a obras de apostolado, la participación en la misión de Cristo por medio de un apostolado comunitario, fiel al don fundacional específico y a las sanas tradiciones; la oración personal y comunitaria, el ascetismo, el testimonio público, la relación característica con la Iglesia, la formación permanente, una forma de gobierno a base de una autoridad religiosa basada en la fe. Los cambios históricos y culturales traen consigo una evolución en la vida real, pero el modo y el rumbo de esa evolución son determinados por los elementos esenciales, sin los cuales, la vida religiosa pierde su identidad.”51 Y no podemos dejar de un lado en esta remembranza que estaos haciendo, a aquel documento que ha señalado el rumbo para el futuro de la vida consagrada del tercer milenio. Me refiero a la exhortación apostólica post-sinodal Vita consecrata. Ahí, a lo largo de toda la exposición, Juan Pablo II ha perfilado el identitik de la vida consagrada, ha explicitado por tanto una definición clara y segura de lo que debe de ser la identidad de la vida consagrada.
Los retos que debe afrontar la vida consagrada han quedado consignados en el número 87 de la citada exhortación apostólica post-sinodal Vita consecrata: “El cometido profético de la vida consagrada surge de tres desafíos principales dirigidos a la Iglesia misma: son desafíos de siempre, que la sociedad contemporánea, al menos en algunas partes del mundo, lanza con formas nuevas y tal vez más radicales. Atañen directamente a los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia, y alientan a la Iglesia y especialmente a las personas consagradas a clarificar y dar testimonio de su profundo significado antropológico. En efecto, la elección de estos consejos lejos de ser un empobrecimiento de los valores auténticamente humanos, se presenta más bien como una transfiguración de los mismos.”52 Es claro entonces que los retos se reducen a vivir una clara identidad de la vida consagrada, sintetizada en la vivencia radical de los votos evangélicos. Vivencia radical que no es fanatismo o fundamentalismo, sino una vivencia gozosa en la fe de estos tres vínculos sagrados, iluminada por la razón, esto es, por el conocimiento coherente y profundo del valor antropológico y espiritual de estos tres votos.
Si bien es cierto que junto a estos retos la misma exhortación apostólica post-sinodal Vita consecrata establece otros de carácter externo53, no podemos negar que dichos retos no podrán enfrentarse si no se posee una clara identidad de personas consagradas. Las obras apostólicas no son sino el reflejo de algo que se lleva dentro, es decir de lo que se es. El hacer sigue siempre al ser, según un antiguo adagio latino. Agitar sequitur esse. Lo que se hace es siempre fruto de una identidad. He aquí la respuesta a la sequía, apatía o desánimo de muchas congregaciones religiosas. Si en estos 45 años han dudado de su propia identidad, es lógico que no hayan producido nada o casi nada y ahora se encuentran con una depresión vivencial que las está llevando al borde del colapso. Como dice el escrito español Ángel Pardilla, “quien siembra tempestades, cosecha abandonos.”54
Pero también en ese principio del actuar que sigue al ser se encuentran englobados todos los frutos que hemos visto y que continuaremos viendo en las congregaciones religiosas que se han dedicado primero a pensar y a actuar su identidad como personas consagradas y después, pero sólo después a enfrentar los retos de la cambiante sociedad.
Un futuro que construir.
¡Vosotros no solamente tenéis una historia gloriosa para recordar y contar, sino una gran historia que construir!55 La historia que construir a la que invita Juan Pablo II no es otra que a la de continuar a vivir con coherencia en esta época la vida consagrada.
El futuro que la vida consagrada y que cada persona consagrada se debe construir debe recorrerse sobre dos binarios. El de la identidad de la vida consagrada y el de los retos a los que se debe enfrentar. Conviene recordar lo dicho por el decreto Perfectae caritatis: “Promuevan los Institutos entre sus miembros un conocimiento adecuado de las condiciones de los hombres y de los tiempos y de las necesidades de la Iglesia, de suerte que, juzgando prudentemente a la luz de la fe las circunstancias del mundo de hoy y abrasados de celo apostólico, puedan prestar a los hombres una ayuda más eficaz.”56 El celo apostólico sólo puedenacer de una clara y segura identidad, como lo veremos más adelante. Por el momento es necesario subrayar que cada religiosa debe tener un conocimiento adecuado de los problemas por los que atraviesa la sociedad. No es necesario ir a una universidad para conocer cuáles son estos problemas. Basta que la religiosa abra un momento los periódicos, escuche la radio o vea la televisión para darse cuenta de la situación por la que está pasando la sociedad.
Sin ser alarmistas ni catastrofistas bien podemos afirmar que los tiempos en los que nos toca vivir son inéditos. El cambio en la escala e valores, en dónde el tener cuenta más que el ser. Los medios de comunicación social que sin ética alguna trasmiten valores antihumanos y antievangélicos, además de crear una cultura mediática, la así llamada cultura digital, que se convierte en un mar por el que debe navegar también la Palabra57. La técnica que domina la sociedad y dicta formas de comportamiento si tener en cuenta la dignidad de la persona humana. Los problemas de corrupción que acosan todavía a gobiernos y sociedades enteras. La falta de medios económicos que obligan a las personas a vivir en condiciones infrahumanas en donde el hambre, la necesidad y la falta de condiciones adecuadas son situaciones ordinarias que quitan al hombre toda posibilidad de progreso. Y junto a estas sociedades se dan aquellas opulentas, saciadas y nunca satisfechas, que han perdido el sentido de la vida y deambulan como fantasmas, sin esperanza y sin ninguna ilusión. Sociedades que han puesto su esperanza de vida en paraísos ilusorios58.
El panorama también es alentador, pues se observan signos positivos en esta cultura. “Vigencia y mayor preocupación por los derechos humanos, más respeto por la dignidad de la persona, creciente autonomía y conciencia de la libertad personal, avances hacia una democracia más participativa, mayor preocupación por los excluidos de nuestra sociedad, mayor sensibilidad ante los grandes problemas a nivel mundial, hay más apertura y conocimiento de otras culturas, visión positiva de la sexualidad, avances en la libertad religiosa, preocupación por la defensa de la naturaleza.”59
No hay que estudiar tanto para darse cuenta de la situación positiva y negativa de nuestra sociedad. Hay que tener un corazón abierto a dicha situación. Un corazón que se conmueva frente a estas miserias y una voluntad que dirija la persona a dar lo mejor de sí misma para dar una respuesta a estas situaciones.
Esta respuesta provendrá de personas seguras en su identidad. Quien no sabe lo que es, no puede enseñar a otros a resolver los problemas que los aquejan en el cuerpo o en el espíritu. Lo dicho por Juan Pablo II a los sacerdotes de Europa, pueden aplicarse a todas las personas consagradas del mundo entero: “Y es indispensable que los sacerdotes mismos vivan y actúen en coherencia con su verdadera identidad sacramental. En efecto, si la imagen que dan de sí mismos fuera opaca o lánguida, ¿cómo podrían inducir a los jóvenes a imitarlos?”60 No se trata simplemente de una imagen externa, sino de ofrecer el fruto de lo que se lleva dentro. La vida del hombre se desarrolla sobre dos vertientes: su mundo exterior y su mundo interior61. En el mundo exterior se dan las palabras, las acciones, los hechos. En el segundo plano, el interior, se dan los conceptos, los pensamientos, las intenciones, las decisiones que adopta el corazón. Las acciones son el reflejo de lo que llevamos por dentro. Es semejante a la vida de un árbol. Cuando las raíces se enferman, la vida del árbol puede continuar hasta un cierto punto, pero al final se seca y muere. Puede ser que una persona o una obra de apostolado o una congregación continúe a actuar a lo largo del tiempo, pero el sentido último de su acción está en el interior.
El interior de una persona consagrada, de una obra de apostolado o de una congregación refleja su identidad personal. Si hemos hablado de lo importante que es construir el futuro de las personas consagradas, de sus obras y de las congregaciones que las sostienen en base al conocimiento que deben tener del mundo que las rodea, es más importante hablar del espíritu que sostiene a las personas, las obras y las congregaciones, porque es el espíritu lo que dará respuesta a todo lo que en externo se pueda hacer para construir el futuro, es decir, para dar una respuesta a los males que aquejan a la humanidad. Sin una vida interior, sin un espíritu, sin una identidad clara y segura, las obras y las congregaciones podrán seguir existiendo, pero carecerán de una vida interior que las impela a obrar con fuerza, con mordiente apostólico. Quizás algo de esto ha sucedido en no pocas congregaciones, obras de apostolado o personas consagradas en los últimos 45 años. Moviéndose sólo por el externo, han abandonado el espíritu que las debía motivar y han generado buenas obras sociales, pero con muy poco o nulo espíritu interior62.
Dejándose llevar por lo externo o moviéndose sólo en lo externo han caído en lo que Benedicto XVI ha comenzado a llamar el fenómeno de la autosecularización: “Apreciados hermanos, en los decenios sucesivos al concilio Vaticano II, algunos han interpretado la apertura al mundo no como una exigencia del ardor misionero del Corazón de Cristo, sino como un paso a la secularización, vislumbrando en ella algunos valores de gran densidad cristiana, como la igualdad, la libertad y la solidaridad, y mostrándose disponibles a hacer concesiones y a descubrir campos de cooperación. Así se ha asistido a intervenciones de algunos responsables eclesiales en debates éticos, respondiendo a las expectativas de la opinión pública, pero se ha dejado de hablar de ciertas verdades fundamentales de la fe, como el pecado, la gracia, la vida teologal y los novísimos. Sin darse cuenta, se ha caído en la auto-secularización de muchas comunidades eclesiales; estas, esperando agradar a los que no venían, han visto cómo se marchaban, defraudados y desilusionados, muchos de los que estaban: nuestros contemporáneos, cuando se encuentran con nosotros, quieren ver lo que no ven en ninguna otra parte, o sea, la alegría y la esperanza que brotan del hecho de estar con el Señor resucitado”63
Del interior de las personas consagradas y de las comunidades y congregaciones religiosas es de dónde deben surgir las fuerzas y las energías para lanzarse a construir el futuro al que alentaba Juan Pablo II. Pero este futuro no se podrá construir sino se tiene una clara identidad en la vida. Ls preguntas que el mundo lanza a la vida consagrada no tienen nada que ver, o tienen muy poco que ver con la justicia, la paz, el desarrollo sostenido del mundo, el reto de la globalización o los derechos de los animales. Las preguntas que esperan una respuesta de la vida consagrada tienen más que ver con el sentido de la vida, la posibilidad de vivir una espiritualidad genuina en un mundo secularizado, la afirmación de la esperanza en un mundo saciado de bienes materiales pero desesperado por haber perdido el sentido de lo esencial. Si la mujer consagrada no es una persona de una identidad clara y segura, se perderá, como quizás muchas de ellas se han perdido enestos cuarenta y cinco años del postconcilio, en una marea de falsas propuestas y engaños, que las han llevado a perder su identidad y a dar respuestas superfluas, banales o falsas a los grandes interrogativos existenciales del hombre. Quien durante casi medio siglo le ha preguntado más a la psicología, a la sociología, a la política por la esencia de su ser, quien en este tiempo ha abandonado los medios espirituales por instrumentos humanos64, ha olvidado su identidad y no ha podido ayudar a encontrar la de otros.
Es necesario que el futuro se construya primeramente a partir del interior de las personas, pues no son las obras las que dan respuesta a los interrogantes fundamentales de las personas, sino que es la realidad hecha convicciones personales. Estas convicciones personales conviene conocerlas, vivirlas, renovarlas y adaptarlas día tras día al mundo que nos toca vivir. Para conocer estas realidades no hay nada mejor que desarrollar el interior de la persona, pues allí en ese interior se llevan a cabo los movimientos de las potencias espirituales que definen al hombre y lo capacitan para proyectarse en el exterior. El pensamiento, la voluntad y la afectividad moverán al hombre de acuerdo con lo que ha conceptualizado, amado y sentido de la realidad. La persona consagrada no es un trabajador social que sin más se lanza a construir su porción del Reino de los Cielos. El futuro que debe construir está bien delimitado por las finalidades y el espíritu que su fundador65 ha dejado como legado espiritual y que está conformado en el carisma de cada congregación religiosa. El carisma, entendido como la experiencia del espíritu66, guía la construcción del futuro de las personas consagradas, sus obras y las congregaciones a las que pertenecen. Siendo una gracia de Dios, el carisma como criatura espiritual tiene la posibilidad de ir marcando el derrotero que debe seguirse para que la respuesta a las necesidades de los tiempos sea siempre acorde con el evangelio y con el pensamiento del fundador o de la fundadora, es decir, de las finalidades y el espíritu que logró dar a la obra. El futuro se construye sobre la base profética que el Fundador o la Fundadora fijaron en el espíritu y las finalidades que dieron originaron la fundación de la obra de apostolado y de la congregación.
Las finalidades por las cuáles nace una obra y una congregación religiosa, haciendo un análisis claro y objetivo, van más allá de responder a una necesidad material. Dicha necesidad, Dios permite que se le presente al Fundador para dar origen a una experiencia del espíritu, es decir, a una forma muy peculiar, y novedosa, de vivir la vida de Cristo, esto es, la vida del espíritu. Ya desde los primeros tiempos de la fundación se perfilan en las obras y en los discípulos del Fundador o de la Fundadora, ciertas características específicas que marcarán para siempre el futuro de la congregación. Estas características pueden ser las virtudes más apreciadas, vividas y sugeridas por el Fundador para poder llevar adelante la obra encomendada y el camino espiritual personal. Pueden ser también los sectores más apreciados por el Fundador como campos idóneos para vivir la vida de Cristo y hacer que otros muchos la vivan, o aquellos que con el paso del tiempo, la Congregación ha ido desarrollando aplicando fielmente el carisma del Fundador67, según sus intenciones originarias. Pueden ser también las actitudes y las formas muy peculiares de ver y de vivir la vida, los problemas del mundo, la forma de vivir el sensus Ecclesiae, vividas por el Fundador y desarrolladas por sus discípulos a lo largo del tiempo. De esta forma, el futuro se va construyendo sobre la base segura del carisma del Fundador.
¡Rema mar adentro!
Cuando las personas consagradas, sus obras y las congregaciones a las que pertenecen viven una identidad clara y segura gracias al conocimiento y la puesta en marcha de su propio carisma, la experiencia del espíritu que impulsó a los Fundadores y Fundadoras se hace presente en ellos, desencadenando un nuevo Pentecostés.
Frente a los restos a los que debe enfrentarse la vida consagrada, ya no hay miedo, zozobra o duda, pues se tiene la seguridad de ir de la mano de Cristo, del evangelio y de los Fundadores. Esta seguridad genera una confianza tal en el amor de Dios que la personas consagrada puede lanzarse a la conquista de nuevas metas, guiada por este nuevo amor que renueva todos los días gracia a la experiencia del espíritu. Una experiencia que para ser genuina y verdadera debe realizarse y concretarse todos los días. Con esta experiencia del espíritu, las personas, las obras y las congregaciones están en mayor disponibilidad para resolver los problemas y los retos el presente, ya sea los propios de casa, ya sea los que interpelan desde afuera. Se cuenta con la posibilidad de poder recurrir al espíritu del Fundador, que debe siempre traducirse en la pregunta actual, ¿qué habría hecho el Fundador en mi lugar?
Esta acción se concreta según las distintas circunstancias de tiempos y lugares, ya que el carisma no es prisionero ni de una cultura, ni de un espacio geográfico, ni de un tiempo limitado. Toca a cada persona consagrada enriquecer el carisma con los propios dones, individuales o culturales68. El carisma viene a ser la linfa viva que sabe adaptarse y llenar plenamente los moldes que le presentan las distintas culturas, las distintas personas y los distintos lugares. Las personas consagradas actúan de agente catalizador para que la experiencia del espíritu que inundó la vida y las obras de los Fundadores, puedan también inundar dando nuevo vigor a las personas y las obras de la congregación.
Y este trabajo apostólico se nota, se debe hacer notar. No por vanidad o presunción, ni porque éste sea el propósito principal de las obras. El hacerse otra es parte de la dinámica de quien vive una vida consagrada con coherencia, fundado en una identidad clara y segura que le viene del carisma. Trabajar con y para el carisma genera un amor hacia Cristo que por fuerzas se tiene que hacer notar. En un mundo en donde viene privilegiado el individualismo, dándose importancia a la labor personal y dejando a un lado la verdadera solidariedad y la búsqueda del bien individual, quien trabaja sin fijarse en sí mismo, sino fijándose en Cristo y en Cristo saber ver a los demás, su trabajo debe por fuerzas notarse. En un mundo en el que se da la importancia al poder, en donde se ejerce la autoridad más como una fuerza para beneficios egoístas y personalizados, quien trabaja ejerciendo su autoridad como un servicio, como una forma de ayudar más y mejor a los demás, su trabajo debe por fuerzas notarse. En un mundo que no sabe trabajar compartiendo con los demás, que desconoce la palabra humildad, quien así lo hace o sabe trabajar en equipo compartiendo responsabilidades, su trabajo por fuerzas debe de notarse.
En un mundo en dónde el individualismo, el utilitarismo y el egoísmo son las reglas de vida, quien vive pensando sólo en hacer felices a los demás y esto lo hace viviendo su propio carisma, su trabajo debe por fuerzas notarse. Es la imagen actual del icono de María, cuando unge a Cristo con el perfume de su amor. “Y la casa se llenó del olor del perfume” (Jn 12, 3). Y todos se dieron cuenta del olor de ese perfume, del amor de María hacia Jesús. Y es hoy nuevamente ese amor el que se hace notar en las personas, las obras y las congregaciones religiosas que trabajan con el propio carisma, buscando sólo agradar a Jesús.
Quien trabaja de esta manera, no tiene miedo de enfrentar los retos del mundo. Será capaz de responder eficazmente a los retos, porque su eficacia viene del corazón, que es más importante que la eficacia técnica. La eficacia del corazón, a la que ha invitado Benedicto XVI69 llega al corazón de las personas, porque parte precisamente del corazón de las personas. De esta manera la persona logra darse cuenta de la necesidad tan grande que existe de tener más manos, más pies, más corazones que puedan consolar, fortalecer, instruir el corazón de tantos hombres que aún se encuentran alejados de Cristo o no lo conocen. Su trabajo del corazón se convierte por tanto en misión, que no es sino dar a conocer a los otros lo que ellos previamente han contemplado. El corazón de las personas consagradas que viven con coherencia su carisma, rebosa del amor de Cristo de tal manera que no lo pueden contener para sí mismo y están obligados a darlo a los demás.
Es tal su amor que quisieran multiplicarse, dividirse, expandirse para lograr hacer llegar el amor de Cristo a todos los confines de la tierra “El dice: «Es demasiado poco que seas mi Servidor para restaurar a las tribus de Jacob y hacer volver a los sobrevivientes de Israel; yo te destino a ser la luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra».” (Is. 49, 6.). Y por lo tanto busca que otras almas se asocien a su trabajo para dar a conocer a otros las maravillas del amor de Dios.
Muchas de las enfermedades y dolencias de la vida consagrada se dan porque piensa demasiado en sí misma y muy poco en los demás. Es el enfermo que no tiene tiempo para pensar en los demás porque está muy preocupado atendiéndose a sí mismo. Pero cuando la vida consagrada mira más allá de sí misma, cuando tiene delante de sí un vasto océano70 en dónde puede curar las heridas. Y se siente llamada a buscar personas que más allá del voluntariado, puedan dedicar su vida como maría, a esparcir el perfume de la caridad.
El reto de los retos no es sólo el sólo el salir al encuentro de las necesidades más apremiantes de los hombres. Es necesario también responder con inteligencia a estos retos. La misión de la vida consagrada no se reduce a una misión de asistencia social que puede efectuada por el Estado o diversos agentes sociales. La misión de la vida consagrada es anunciar la vida de Cristo. “Como expresión de la santidad de la Iglesia, se debe reconocer una excelencia objetiva a la vida consagrada, que refleja el mismo modo de vivir de Cristo. Precisamente por esto, ella es una manifestación particularmente rica de los bienes evangélicos y una realización más completa del fin de la Iglesia que es la santificación de la humanidad. La vida consagrada anuncia y, en cierto sentido, anticipa el tiempo futuro, cuando, alcanzada la plenitud del Reino de los cielos presente ya en germen y en el misterio, los hijos de la resurrección no tomarán mujer o marido, sino que serán como ángeles de Dios (cf. Mt 22, 30).”71 Y anunciando esta vida de Cristo podemos ayudar a los hombres a aliviar sus dolores. El apostolado de la vida consagrada es sólo una consecuencia de su misión, no es la esencia de ella.
Viviendo la misión, las personas consagradas esparcen el perfume del amor de Cristo y este mismo perfume, “que se propaga por toda la casa” es el que urge a la búsqueda de adolescente y jóvenes que quieran compartir este amor de Cristo. Han sido muchos años en los que a la vida consagrada se la ha querido esconder, enmascarar o amordazar. Con el pretexto de una mala entendida libertad o una no entendida madurez, se ha impedido a la vida consagrada esparcir su perfume entre las jóvenes generaciones. Y muchas de ellas se han perdido. La persona consagrada, urgida del amor de Cristo, debe tener la capacidad para proponer con fidelidad la invitación a participar de este amor de la que ella a su vez ha sido partícipe. El reto de la pastoral vocacional se convierte por tanto en el reto inteligente de la persona que ama y quiere que otros participen del amor de Cristo para dar a conocer este amor.
No es fácil hoy afrontar este reto. La secularización de muchos ambientes, la cultura mediática contraria la cultura del evangelio, la primacía del sentimiento sobre la razón y una afectividad y sexualidad mal vivida desde la adolescencia han dejado postrados en el abandonado espiritual a muchas generaciones. Pero es precisamente para sanar y prevenir esos ambientes para los que ha sido enviada la vida consagrada. Las lamentaciones no existen para la vida consagrada. Es su amor el que debe generar en ella las fuerzas necesarias para romper ese círculo pernicioso de la falta de vocaciones. Círculo pernicioso pero también diabólico porque oscurece la mente de las personas consagradas y no las deja trabajar con eficacia. Si hay escasez de vocaciones en parte se debe por el ambiente difícil de nuestra época. Y si existe este ambiente difícil es porque nadie hace nada para mejorarlo, evitarlo o prevenirlo. Y como nadie hace nada por mejorar ese ambiente, éste sigue prevaleciendo en la sociedad, con la lógica consecuencia de que no habrá vocaciones, reiniciándose así el círculo vicioso y pernicioso.
El reto es fomentar ambientes cristianos en dónde puedan nacer las vocaciones. Sólo en las comunidades cristianas sanas y vigorosas puede fructificar la semilla de la vocación, He aquí el reto de los retos para la vida consagrada.
Podemos concluir este libro con una oración que nos ayude a renovar el aprecio por nuestra vocación.
Oración:
Padre, de Ti hemos recibido la gracia de la vocación.
Fuimos llamados por Ti a esta Congregación y somos llamados cada día
a ser oyentes y servidores de la Palabra entre nuestros hermanos.
Queremos vivir desde las raíces tu don y tu llamada,
porque sabemos que este es el camino de la felicidad.
Por eso te pedimos que nos ayudes en este día
a descubrir juntos lo que Tú nos ofreces y nos pides.
Concédenos la capacidad de superar los obstáculos
que impiden que Tú seas conocido, amado, servido y alabado por todos.
Visítanos con tu alegría y con tu fortaleza
para que no desfallezcamos en el anuncio del evangelio
y contagiemos también a otros muchos
para que te sigan en la vida misionera.
Caldéanos en la fragua de tu amor hasta que lleguemos
a configurarnos con tu Hijo Jesucristo,
cuyo amor nos urge a anunciar el Evangelio. Amén.
La auténtica oración vocacional será eficaz cuando encuentre coherencia de vida en el que ora, y se inserte con los demás en la comunidad creyente, mediante el anuncio explícito, el testimonio y el servicio a Dios y a los hermanos.
“¿Por qué teméis?”
Vivamos desde la certeza de que Dios no abandona a su Iglesia
“Como me ha enviado el Padre,
así también yo os envío a vosotros”
NOTAS
46 Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium, 21.11.1964, n. 43.
47 Ibídem, n. 46.
48 Concilio Vaticano II, Decreto Perfectae caritatis, 28.10.1965, n. 2e.
49 Carlos Palmés, S.J., Ser o no ser, La vida religiosa del siglo XXI, Editorial Verbo Divino, Bolivia, 2008, p. 1.
50 Código de Derecho Canónico, 25.1.1983, c. 573 § 1.
51 Sagrada Congregación para los religiosos y los institutos seculares, Elementos esenciales sobre la vida religiosa, 31.5.1983, n.4.
52 Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata, 25.3.1996, n. 87
53 Dichos retos los podemos resumir en una presencia activa en la educación, la evangelización de la cultura, y la presencia en el mundo de las comunicaciones sociales. Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata, 25.3.1996, nn. 96 – 99.
54 Ángel Pardilla, Le religiose ieri, oggi e domani. Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2008.
55 Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata, 25.3.1996, n. 110.
56 Concilio Vaticano II, Decreto Perfectae caritatis, 28.10.1965, n. 2d.
57 “Las vías de comunicación abiertas por las conquistas tecnológicas se han convertido en un instrumento indispensable para responder adecuadamente a estas preguntas, que surgen en un contexto de grandes cambios culturales, que se notan especialmente en el mundo juvenil. En verdad el mundo digital, ofreciendo medios que permiten una capacidad de expresión casi ilimitada, abre importantes perspectivas y actualiza la exhortación paulina: «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1 Co 9,16).” Benedicto XVI, Mensajes, 24.1.2010.
58 “Esta palabra se dirige hoy también a las Iglesias en Europa, afectadas a menudo por un oscurecimiento de la esperanza. En efecto, la época que estamos viviendo, con sus propios retos, resulta en cierto modo desconcertante. Tantos hombres y mujeres parecen desorientados, inseguros, sin esperanza, y muchos cristianos están sumidos en este estado de ánimo. (…) Pero, como han subrayado los Padres sinodales, « el hombre no puede vivir sin esperanza: su vida, condenada a la insignificancia, se convertiría en insoportable ». Frecuentemente, quien tiene necesidad de esperanza piensa poder saciarla con realidades efímeras y frágiles. De este modo la esperanza, reducida al ámbito intramundano cerrado a la trascendencia, se contenta, por ejemplo, con el paraíso prometido por la ciencia y la técnica, con las diversas formas de mesianismo, con la felicidad de tipo hedonista, lograda a través del consumismo o aquella ilusoria y artificial de las sustancias estupefacientes, con ciertas modalidades del milenarismo, con el atractivo de las filosofías orientales, con la búsqueda de formas esotéricas de espiritualidad o con las diferentes corrientes de New Age.” Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Europa, 28.6.2003, nn. 7 y 10.
59 P. Gregorio Iriarte, o.m.i., La vida religiosa frente al cambio de época, Paulinas, Lima 2006, p. 18 – 19.
60 Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Europa, 28.6.2003, n. 40.
61 Una buena explicación de cuanto sigue se encuentra en el libro de Romano Guardini. El Señor (Der Herr, 1937). Cristiandad. Madrid (2002).
Participación en el Foro
1. Desarrolla todo el Proyecto de Pastoral Vocacional Personal o de tu Comunidad de acuerdo a lo desarrollado en todo el curso
Bibliografía recomendada/ artículos de apoyo :
- Una cultura vocacional
Mensaje del Santo Padre con ocasión de la XXX Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, 1993
- Nuevas vocaciones para una nueva Europa
La nueva evangelización debe reanunciar el sentido fuerte de la vida como "vocación".
- Carta del Papa Benedicto XVI en el congreso europeo de Pastoral Vocacional
Carta del Papa Benedicto XVI a los participantes en el congreso europeo de pastoral vocacional el pasado 4 de julio en el Vaticano.
Gracias a Dios se ha hablado mucho en estos últimos 45 años sobre la identidad de la vida consagrada. La Constitución apostólica Lumen gentium no tuvo ningún empacho en apreciar desde los primeros momentos de la renovación conciliar, el don que para toda la Iglesia suponía la vida consagrada. “Los consejos evangélicos, castidad ofrecida a Dios, pobreza y obediencia, como consejos fundados en las palabras y ejemplos del Señor y recomendados por los Apóstoles, por los padres, doctores y pastores de la Iglesia, son un don divino que la Iglesia recibió del Señor, y que con su gracia se conserva perpetuamente.”46 Este don tendría que ser cuidadosamente renovado en la Iglesia para que las personas consagradas pudieran de alguna manera seguir reflejando fielmente y con mayor vigor cuando fuese necesario, la imagen del Cristo pobre casto y obediente que cada uno de los fundadores y fundadoras, por inspiración del Espíritu, contempló, vivió e invitó a otros a que lo vivieran y lo siguieran. “Pongan, pues, especial solicitud los religiosos en que, por ellos, la Iglesia demuestre mejor cada día a fieles e infieles, el Cristo, ya sea entregado a la contemplación en el monte, ya sea anunciando el Reino de Dios a las multitudes, o curando enfermos y heridos y convirtiendo los pecadores a una vida correcta, o bendiciendo a los niños y haciendo el bien a todos, siempre obediente a la voluntad del Padre que le envió.”47
Con el fin de ayudar a que la vida consagrada encontrara nuevamente el vigor necesario para seguir presentando con fuerza la imagen de Cristo en sus diversas facetas, nuevamente el Concilio Vaticano II en el Decreto Perfectae caritatis invita a todos los religiosos y religiosas a conocer y vivir una clara y fuerte identidad que los distinga como personas consagradas. El reto fundamental que se propone a los religiosos es el de saber quiénes son para poder transmitir precisamente lo que ellos son: “Ordenándose ante todo la vida religiosa a que sus miembros sigan a Cristo y se unan a Dios por la profesión de los consejos evangélicos, habrá que tener muy en cuenta que aun las mejores adaptaciones a las necesidades de nuestros tiempos no surtirían efecto alguno si no estuvieren animadas por una renovación espiritual, a la que, incluso al promover las obras externas, se ha de dar siempre el primer lugar.”48
Muchos de los Institutos y congregaciones religiosas se han dado a esta tarea en los últimos 45 años, como bien se constata por los frutos que se han recogido. “Fue un momento primaveral de la Iglesia. Cayeron muchas estructuras y tradiciones obsoletas, se abrieron nuevos frentes apostólicos que dieron un nuevo enfoque a toda la vida consagrada. Hoy hay muchos Institutos religiosos que siguen fieles a la primera intuición y a los nuevos caminos emprendidos. Y gozan de vitalidad y de pleno sentido. Tienen una vida espiritual sólida y encarnada en la realidad. Es admirable su sensibilidad y su respuesta generosa.”49 La identidad clara y segura ha sido la piedra fundamental sobre la que se ha edificado la renovación en la vida consagrada. Y no han sido pocos los esfuerzos del magisterio de la Iglesia y de muchos hombres y mujeres fieles hijos de la Iglesia que han desarrollado y aplicado estas enseñanzas de la Iglesia.
Si bien es difícil hacer un resumen de lo que es una definición de una clara y segura identidad de la vida consagrada, me viene a la mente lo que ha dicho el Derecho canónico sobre la vida consagrada: “La vida consagrada por la profesión de los consejos evangélicos es una forma estable de vivir en la cual los fieles, siguiendo más de cerca a Cristo bajo la acción del Espíritu Santo, se dedican totalmente a Dios como a su amor supremo, para que entregados por un nuevo y peculiar título a su gloria, a la edificación de la Iglesia y a la salvación del mundo, consigan la perfección de la caridad en el servicio del Reino de Dios y, convertidos en signo preclaro en la Iglesia, preanuncien la gloria celestial.”50. O la escueta pero profunda enumeración de los elementos indispensables para vivir una vida consagrada de calidad: “La Iglesia considera ciertos elementos como esenciales para la vida religiosa: la vocación divina, la consagración mediante la profesión de los consejos evangélicos con votos públicos, una forma estable de vida comunitaria, para los institutos dedicados a obras de apostolado, la participación en la misión de Cristo por medio de un apostolado comunitario, fiel al don fundacional específico y a las sanas tradiciones; la oración personal y comunitaria, el ascetismo, el testimonio público, la relación característica con la Iglesia, la formación permanente, una forma de gobierno a base de una autoridad religiosa basada en la fe. Los cambios históricos y culturales traen consigo una evolución en la vida real, pero el modo y el rumbo de esa evolución son determinados por los elementos esenciales, sin los cuales, la vida religiosa pierde su identidad.”51 Y no podemos dejar de un lado en esta remembranza que estaos haciendo, a aquel documento que ha señalado el rumbo para el futuro de la vida consagrada del tercer milenio. Me refiero a la exhortación apostólica post-sinodal Vita consecrata. Ahí, a lo largo de toda la exposición, Juan Pablo II ha perfilado el identitik de la vida consagrada, ha explicitado por tanto una definición clara y segura de lo que debe de ser la identidad de la vida consagrada.
Los retos que debe afrontar la vida consagrada han quedado consignados en el número 87 de la citada exhortación apostólica post-sinodal Vita consecrata: “El cometido profético de la vida consagrada surge de tres desafíos principales dirigidos a la Iglesia misma: son desafíos de siempre, que la sociedad contemporánea, al menos en algunas partes del mundo, lanza con formas nuevas y tal vez más radicales. Atañen directamente a los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia, y alientan a la Iglesia y especialmente a las personas consagradas a clarificar y dar testimonio de su profundo significado antropológico. En efecto, la elección de estos consejos lejos de ser un empobrecimiento de los valores auténticamente humanos, se presenta más bien como una transfiguración de los mismos.”52 Es claro entonces que los retos se reducen a vivir una clara identidad de la vida consagrada, sintetizada en la vivencia radical de los votos evangélicos. Vivencia radical que no es fanatismo o fundamentalismo, sino una vivencia gozosa en la fe de estos tres vínculos sagrados, iluminada por la razón, esto es, por el conocimiento coherente y profundo del valor antropológico y espiritual de estos tres votos.
Si bien es cierto que junto a estos retos la misma exhortación apostólica post-sinodal Vita consecrata establece otros de carácter externo53, no podemos negar que dichos retos no podrán enfrentarse si no se posee una clara identidad de personas consagradas. Las obras apostólicas no son sino el reflejo de algo que se lleva dentro, es decir de lo que se es. El hacer sigue siempre al ser, según un antiguo adagio latino. Agitar sequitur esse. Lo que se hace es siempre fruto de una identidad. He aquí la respuesta a la sequía, apatía o desánimo de muchas congregaciones religiosas. Si en estos 45 años han dudado de su propia identidad, es lógico que no hayan producido nada o casi nada y ahora se encuentran con una depresión vivencial que las está llevando al borde del colapso. Como dice el escrito español Ángel Pardilla, “quien siembra tempestades, cosecha abandonos.”54
Pero también en ese principio del actuar que sigue al ser se encuentran englobados todos los frutos que hemos visto y que continuaremos viendo en las congregaciones religiosas que se han dedicado primero a pensar y a actuar su identidad como personas consagradas y después, pero sólo después a enfrentar los retos de la cambiante sociedad.
Un futuro que construir.
¡Vosotros no solamente tenéis una historia gloriosa para recordar y contar, sino una gran historia que construir!55 La historia que construir a la que invita Juan Pablo II no es otra que a la de continuar a vivir con coherencia en esta época la vida consagrada.
El futuro que la vida consagrada y que cada persona consagrada se debe construir debe recorrerse sobre dos binarios. El de la identidad de la vida consagrada y el de los retos a los que se debe enfrentar. Conviene recordar lo dicho por el decreto Perfectae caritatis: “Promuevan los Institutos entre sus miembros un conocimiento adecuado de las condiciones de los hombres y de los tiempos y de las necesidades de la Iglesia, de suerte que, juzgando prudentemente a la luz de la fe las circunstancias del mundo de hoy y abrasados de celo apostólico, puedan prestar a los hombres una ayuda más eficaz.”56 El celo apostólico sólo puedenacer de una clara y segura identidad, como lo veremos más adelante. Por el momento es necesario subrayar que cada religiosa debe tener un conocimiento adecuado de los problemas por los que atraviesa la sociedad. No es necesario ir a una universidad para conocer cuáles son estos problemas. Basta que la religiosa abra un momento los periódicos, escuche la radio o vea la televisión para darse cuenta de la situación por la que está pasando la sociedad.
Sin ser alarmistas ni catastrofistas bien podemos afirmar que los tiempos en los que nos toca vivir son inéditos. El cambio en la escala e valores, en dónde el tener cuenta más que el ser. Los medios de comunicación social que sin ética alguna trasmiten valores antihumanos y antievangélicos, además de crear una cultura mediática, la así llamada cultura digital, que se convierte en un mar por el que debe navegar también la Palabra57. La técnica que domina la sociedad y dicta formas de comportamiento si tener en cuenta la dignidad de la persona humana. Los problemas de corrupción que acosan todavía a gobiernos y sociedades enteras. La falta de medios económicos que obligan a las personas a vivir en condiciones infrahumanas en donde el hambre, la necesidad y la falta de condiciones adecuadas son situaciones ordinarias que quitan al hombre toda posibilidad de progreso. Y junto a estas sociedades se dan aquellas opulentas, saciadas y nunca satisfechas, que han perdido el sentido de la vida y deambulan como fantasmas, sin esperanza y sin ninguna ilusión. Sociedades que han puesto su esperanza de vida en paraísos ilusorios58.
El panorama también es alentador, pues se observan signos positivos en esta cultura. “Vigencia y mayor preocupación por los derechos humanos, más respeto por la dignidad de la persona, creciente autonomía y conciencia de la libertad personal, avances hacia una democracia más participativa, mayor preocupación por los excluidos de nuestra sociedad, mayor sensibilidad ante los grandes problemas a nivel mundial, hay más apertura y conocimiento de otras culturas, visión positiva de la sexualidad, avances en la libertad religiosa, preocupación por la defensa de la naturaleza.”59
No hay que estudiar tanto para darse cuenta de la situación positiva y negativa de nuestra sociedad. Hay que tener un corazón abierto a dicha situación. Un corazón que se conmueva frente a estas miserias y una voluntad que dirija la persona a dar lo mejor de sí misma para dar una respuesta a estas situaciones.
Esta respuesta provendrá de personas seguras en su identidad. Quien no sabe lo que es, no puede enseñar a otros a resolver los problemas que los aquejan en el cuerpo o en el espíritu. Lo dicho por Juan Pablo II a los sacerdotes de Europa, pueden aplicarse a todas las personas consagradas del mundo entero: “Y es indispensable que los sacerdotes mismos vivan y actúen en coherencia con su verdadera identidad sacramental. En efecto, si la imagen que dan de sí mismos fuera opaca o lánguida, ¿cómo podrían inducir a los jóvenes a imitarlos?”60 No se trata simplemente de una imagen externa, sino de ofrecer el fruto de lo que se lleva dentro. La vida del hombre se desarrolla sobre dos vertientes: su mundo exterior y su mundo interior61. En el mundo exterior se dan las palabras, las acciones, los hechos. En el segundo plano, el interior, se dan los conceptos, los pensamientos, las intenciones, las decisiones que adopta el corazón. Las acciones son el reflejo de lo que llevamos por dentro. Es semejante a la vida de un árbol. Cuando las raíces se enferman, la vida del árbol puede continuar hasta un cierto punto, pero al final se seca y muere. Puede ser que una persona o una obra de apostolado o una congregación continúe a actuar a lo largo del tiempo, pero el sentido último de su acción está en el interior.
El interior de una persona consagrada, de una obra de apostolado o de una congregación refleja su identidad personal. Si hemos hablado de lo importante que es construir el futuro de las personas consagradas, de sus obras y de las congregaciones que las sostienen en base al conocimiento que deben tener del mundo que las rodea, es más importante hablar del espíritu que sostiene a las personas, las obras y las congregaciones, porque es el espíritu lo que dará respuesta a todo lo que en externo se pueda hacer para construir el futuro, es decir, para dar una respuesta a los males que aquejan a la humanidad. Sin una vida interior, sin un espíritu, sin una identidad clara y segura, las obras y las congregaciones podrán seguir existiendo, pero carecerán de una vida interior que las impela a obrar con fuerza, con mordiente apostólico. Quizás algo de esto ha sucedido en no pocas congregaciones, obras de apostolado o personas consagradas en los últimos 45 años. Moviéndose sólo por el externo, han abandonado el espíritu que las debía motivar y han generado buenas obras sociales, pero con muy poco o nulo espíritu interior62.
Dejándose llevar por lo externo o moviéndose sólo en lo externo han caído en lo que Benedicto XVI ha comenzado a llamar el fenómeno de la autosecularización: “Apreciados hermanos, en los decenios sucesivos al concilio Vaticano II, algunos han interpretado la apertura al mundo no como una exigencia del ardor misionero del Corazón de Cristo, sino como un paso a la secularización, vislumbrando en ella algunos valores de gran densidad cristiana, como la igualdad, la libertad y la solidaridad, y mostrándose disponibles a hacer concesiones y a descubrir campos de cooperación. Así se ha asistido a intervenciones de algunos responsables eclesiales en debates éticos, respondiendo a las expectativas de la opinión pública, pero se ha dejado de hablar de ciertas verdades fundamentales de la fe, como el pecado, la gracia, la vida teologal y los novísimos. Sin darse cuenta, se ha caído en la auto-secularización de muchas comunidades eclesiales; estas, esperando agradar a los que no venían, han visto cómo se marchaban, defraudados y desilusionados, muchos de los que estaban: nuestros contemporáneos, cuando se encuentran con nosotros, quieren ver lo que no ven en ninguna otra parte, o sea, la alegría y la esperanza que brotan del hecho de estar con el Señor resucitado”63
Del interior de las personas consagradas y de las comunidades y congregaciones religiosas es de dónde deben surgir las fuerzas y las energías para lanzarse a construir el futuro al que alentaba Juan Pablo II. Pero este futuro no se podrá construir sino se tiene una clara identidad en la vida. Ls preguntas que el mundo lanza a la vida consagrada no tienen nada que ver, o tienen muy poco que ver con la justicia, la paz, el desarrollo sostenido del mundo, el reto de la globalización o los derechos de los animales. Las preguntas que esperan una respuesta de la vida consagrada tienen más que ver con el sentido de la vida, la posibilidad de vivir una espiritualidad genuina en un mundo secularizado, la afirmación de la esperanza en un mundo saciado de bienes materiales pero desesperado por haber perdido el sentido de lo esencial. Si la mujer consagrada no es una persona de una identidad clara y segura, se perderá, como quizás muchas de ellas se han perdido enestos cuarenta y cinco años del postconcilio, en una marea de falsas propuestas y engaños, que las han llevado a perder su identidad y a dar respuestas superfluas, banales o falsas a los grandes interrogativos existenciales del hombre. Quien durante casi medio siglo le ha preguntado más a la psicología, a la sociología, a la política por la esencia de su ser, quien en este tiempo ha abandonado los medios espirituales por instrumentos humanos64, ha olvidado su identidad y no ha podido ayudar a encontrar la de otros.
Es necesario que el futuro se construya primeramente a partir del interior de las personas, pues no son las obras las que dan respuesta a los interrogantes fundamentales de las personas, sino que es la realidad hecha convicciones personales. Estas convicciones personales conviene conocerlas, vivirlas, renovarlas y adaptarlas día tras día al mundo que nos toca vivir. Para conocer estas realidades no hay nada mejor que desarrollar el interior de la persona, pues allí en ese interior se llevan a cabo los movimientos de las potencias espirituales que definen al hombre y lo capacitan para proyectarse en el exterior. El pensamiento, la voluntad y la afectividad moverán al hombre de acuerdo con lo que ha conceptualizado, amado y sentido de la realidad. La persona consagrada no es un trabajador social que sin más se lanza a construir su porción del Reino de los Cielos. El futuro que debe construir está bien delimitado por las finalidades y el espíritu que su fundador65 ha dejado como legado espiritual y que está conformado en el carisma de cada congregación religiosa. El carisma, entendido como la experiencia del espíritu66, guía la construcción del futuro de las personas consagradas, sus obras y las congregaciones a las que pertenecen. Siendo una gracia de Dios, el carisma como criatura espiritual tiene la posibilidad de ir marcando el derrotero que debe seguirse para que la respuesta a las necesidades de los tiempos sea siempre acorde con el evangelio y con el pensamiento del fundador o de la fundadora, es decir, de las finalidades y el espíritu que logró dar a la obra. El futuro se construye sobre la base profética que el Fundador o la Fundadora fijaron en el espíritu y las finalidades que dieron originaron la fundación de la obra de apostolado y de la congregación.
Las finalidades por las cuáles nace una obra y una congregación religiosa, haciendo un análisis claro y objetivo, van más allá de responder a una necesidad material. Dicha necesidad, Dios permite que se le presente al Fundador para dar origen a una experiencia del espíritu, es decir, a una forma muy peculiar, y novedosa, de vivir la vida de Cristo, esto es, la vida del espíritu. Ya desde los primeros tiempos de la fundación se perfilan en las obras y en los discípulos del Fundador o de la Fundadora, ciertas características específicas que marcarán para siempre el futuro de la congregación. Estas características pueden ser las virtudes más apreciadas, vividas y sugeridas por el Fundador para poder llevar adelante la obra encomendada y el camino espiritual personal. Pueden ser también los sectores más apreciados por el Fundador como campos idóneos para vivir la vida de Cristo y hacer que otros muchos la vivan, o aquellos que con el paso del tiempo, la Congregación ha ido desarrollando aplicando fielmente el carisma del Fundador67, según sus intenciones originarias. Pueden ser también las actitudes y las formas muy peculiares de ver y de vivir la vida, los problemas del mundo, la forma de vivir el sensus Ecclesiae, vividas por el Fundador y desarrolladas por sus discípulos a lo largo del tiempo. De esta forma, el futuro se va construyendo sobre la base segura del carisma del Fundador.
¡Rema mar adentro!
Cuando las personas consagradas, sus obras y las congregaciones a las que pertenecen viven una identidad clara y segura gracias al conocimiento y la puesta en marcha de su propio carisma, la experiencia del espíritu que impulsó a los Fundadores y Fundadoras se hace presente en ellos, desencadenando un nuevo Pentecostés.
Frente a los restos a los que debe enfrentarse la vida consagrada, ya no hay miedo, zozobra o duda, pues se tiene la seguridad de ir de la mano de Cristo, del evangelio y de los Fundadores. Esta seguridad genera una confianza tal en el amor de Dios que la personas consagrada puede lanzarse a la conquista de nuevas metas, guiada por este nuevo amor que renueva todos los días gracia a la experiencia del espíritu. Una experiencia que para ser genuina y verdadera debe realizarse y concretarse todos los días. Con esta experiencia del espíritu, las personas, las obras y las congregaciones están en mayor disponibilidad para resolver los problemas y los retos el presente, ya sea los propios de casa, ya sea los que interpelan desde afuera. Se cuenta con la posibilidad de poder recurrir al espíritu del Fundador, que debe siempre traducirse en la pregunta actual, ¿qué habría hecho el Fundador en mi lugar?
Esta acción se concreta según las distintas circunstancias de tiempos y lugares, ya que el carisma no es prisionero ni de una cultura, ni de un espacio geográfico, ni de un tiempo limitado. Toca a cada persona consagrada enriquecer el carisma con los propios dones, individuales o culturales68. El carisma viene a ser la linfa viva que sabe adaptarse y llenar plenamente los moldes que le presentan las distintas culturas, las distintas personas y los distintos lugares. Las personas consagradas actúan de agente catalizador para que la experiencia del espíritu que inundó la vida y las obras de los Fundadores, puedan también inundar dando nuevo vigor a las personas y las obras de la congregación.
Y este trabajo apostólico se nota, se debe hacer notar. No por vanidad o presunción, ni porque éste sea el propósito principal de las obras. El hacerse otra es parte de la dinámica de quien vive una vida consagrada con coherencia, fundado en una identidad clara y segura que le viene del carisma. Trabajar con y para el carisma genera un amor hacia Cristo que por fuerzas se tiene que hacer notar. En un mundo en donde viene privilegiado el individualismo, dándose importancia a la labor personal y dejando a un lado la verdadera solidariedad y la búsqueda del bien individual, quien trabaja sin fijarse en sí mismo, sino fijándose en Cristo y en Cristo saber ver a los demás, su trabajo debe por fuerzas notarse. En un mundo en el que se da la importancia al poder, en donde se ejerce la autoridad más como una fuerza para beneficios egoístas y personalizados, quien trabaja ejerciendo su autoridad como un servicio, como una forma de ayudar más y mejor a los demás, su trabajo debe por fuerzas notarse. En un mundo que no sabe trabajar compartiendo con los demás, que desconoce la palabra humildad, quien así lo hace o sabe trabajar en equipo compartiendo responsabilidades, su trabajo por fuerzas debe de notarse.
En un mundo en dónde el individualismo, el utilitarismo y el egoísmo son las reglas de vida, quien vive pensando sólo en hacer felices a los demás y esto lo hace viviendo su propio carisma, su trabajo debe por fuerzas notarse. Es la imagen actual del icono de María, cuando unge a Cristo con el perfume de su amor. “Y la casa se llenó del olor del perfume” (Jn 12, 3). Y todos se dieron cuenta del olor de ese perfume, del amor de María hacia Jesús. Y es hoy nuevamente ese amor el que se hace notar en las personas, las obras y las congregaciones religiosas que trabajan con el propio carisma, buscando sólo agradar a Jesús.
Quien trabaja de esta manera, no tiene miedo de enfrentar los retos del mundo. Será capaz de responder eficazmente a los retos, porque su eficacia viene del corazón, que es más importante que la eficacia técnica. La eficacia del corazón, a la que ha invitado Benedicto XVI69 llega al corazón de las personas, porque parte precisamente del corazón de las personas. De esta manera la persona logra darse cuenta de la necesidad tan grande que existe de tener más manos, más pies, más corazones que puedan consolar, fortalecer, instruir el corazón de tantos hombres que aún se encuentran alejados de Cristo o no lo conocen. Su trabajo del corazón se convierte por tanto en misión, que no es sino dar a conocer a los otros lo que ellos previamente han contemplado. El corazón de las personas consagradas que viven con coherencia su carisma, rebosa del amor de Cristo de tal manera que no lo pueden contener para sí mismo y están obligados a darlo a los demás.
Es tal su amor que quisieran multiplicarse, dividirse, expandirse para lograr hacer llegar el amor de Cristo a todos los confines de la tierra “El dice: «Es demasiado poco que seas mi Servidor para restaurar a las tribus de Jacob y hacer volver a los sobrevivientes de Israel; yo te destino a ser la luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra».” (Is. 49, 6.). Y por lo tanto busca que otras almas se asocien a su trabajo para dar a conocer a otros las maravillas del amor de Dios.
Muchas de las enfermedades y dolencias de la vida consagrada se dan porque piensa demasiado en sí misma y muy poco en los demás. Es el enfermo que no tiene tiempo para pensar en los demás porque está muy preocupado atendiéndose a sí mismo. Pero cuando la vida consagrada mira más allá de sí misma, cuando tiene delante de sí un vasto océano70 en dónde puede curar las heridas. Y se siente llamada a buscar personas que más allá del voluntariado, puedan dedicar su vida como maría, a esparcir el perfume de la caridad.
El reto de los retos no es sólo el sólo el salir al encuentro de las necesidades más apremiantes de los hombres. Es necesario también responder con inteligencia a estos retos. La misión de la vida consagrada no se reduce a una misión de asistencia social que puede efectuada por el Estado o diversos agentes sociales. La misión de la vida consagrada es anunciar la vida de Cristo. “Como expresión de la santidad de la Iglesia, se debe reconocer una excelencia objetiva a la vida consagrada, que refleja el mismo modo de vivir de Cristo. Precisamente por esto, ella es una manifestación particularmente rica de los bienes evangélicos y una realización más completa del fin de la Iglesia que es la santificación de la humanidad. La vida consagrada anuncia y, en cierto sentido, anticipa el tiempo futuro, cuando, alcanzada la plenitud del Reino de los cielos presente ya en germen y en el misterio, los hijos de la resurrección no tomarán mujer o marido, sino que serán como ángeles de Dios (cf. Mt 22, 30).”71 Y anunciando esta vida de Cristo podemos ayudar a los hombres a aliviar sus dolores. El apostolado de la vida consagrada es sólo una consecuencia de su misión, no es la esencia de ella.
Viviendo la misión, las personas consagradas esparcen el perfume del amor de Cristo y este mismo perfume, “que se propaga por toda la casa” es el que urge a la búsqueda de adolescente y jóvenes que quieran compartir este amor de Cristo. Han sido muchos años en los que a la vida consagrada se la ha querido esconder, enmascarar o amordazar. Con el pretexto de una mala entendida libertad o una no entendida madurez, se ha impedido a la vida consagrada esparcir su perfume entre las jóvenes generaciones. Y muchas de ellas se han perdido. La persona consagrada, urgida del amor de Cristo, debe tener la capacidad para proponer con fidelidad la invitación a participar de este amor de la que ella a su vez ha sido partícipe. El reto de la pastoral vocacional se convierte por tanto en el reto inteligente de la persona que ama y quiere que otros participen del amor de Cristo para dar a conocer este amor.
No es fácil hoy afrontar este reto. La secularización de muchos ambientes, la cultura mediática contraria la cultura del evangelio, la primacía del sentimiento sobre la razón y una afectividad y sexualidad mal vivida desde la adolescencia han dejado postrados en el abandonado espiritual a muchas generaciones. Pero es precisamente para sanar y prevenir esos ambientes para los que ha sido enviada la vida consagrada. Las lamentaciones no existen para la vida consagrada. Es su amor el que debe generar en ella las fuerzas necesarias para romper ese círculo pernicioso de la falta de vocaciones. Círculo pernicioso pero también diabólico porque oscurece la mente de las personas consagradas y no las deja trabajar con eficacia. Si hay escasez de vocaciones en parte se debe por el ambiente difícil de nuestra época. Y si existe este ambiente difícil es porque nadie hace nada para mejorarlo, evitarlo o prevenirlo. Y como nadie hace nada por mejorar ese ambiente, éste sigue prevaleciendo en la sociedad, con la lógica consecuencia de que no habrá vocaciones, reiniciándose así el círculo vicioso y pernicioso.
El reto es fomentar ambientes cristianos en dónde puedan nacer las vocaciones. Sólo en las comunidades cristianas sanas y vigorosas puede fructificar la semilla de la vocación, He aquí el reto de los retos para la vida consagrada.
Podemos concluir este libro con una oración que nos ayude a renovar el aprecio por nuestra vocación.
Oración:
Padre, de Ti hemos recibido la gracia de la vocación.
Fuimos llamados por Ti a esta Congregación y somos llamados cada día
a ser oyentes y servidores de la Palabra entre nuestros hermanos.
Queremos vivir desde las raíces tu don y tu llamada,
porque sabemos que este es el camino de la felicidad.
Por eso te pedimos que nos ayudes en este día
a descubrir juntos lo que Tú nos ofreces y nos pides.
Concédenos la capacidad de superar los obstáculos
que impiden que Tú seas conocido, amado, servido y alabado por todos.
Visítanos con tu alegría y con tu fortaleza
para que no desfallezcamos en el anuncio del evangelio
y contagiemos también a otros muchos
para que te sigan en la vida misionera.
Caldéanos en la fragua de tu amor hasta que lleguemos
a configurarnos con tu Hijo Jesucristo,
cuyo amor nos urge a anunciar el Evangelio. Amén.
La auténtica oración vocacional será eficaz cuando encuentre coherencia de vida en el que ora, y se inserte con los demás en la comunidad creyente, mediante el anuncio explícito, el testimonio y el servicio a Dios y a los hermanos.
“¿Por qué teméis?”
Vivamos desde la certeza de que Dios no abandona a su Iglesia
“Como me ha enviado el Padre,
así también yo os envío a vosotros”
NOTAS
46 Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium, 21.11.1964, n. 43.
47 Ibídem, n. 46.
48 Concilio Vaticano II, Decreto Perfectae caritatis, 28.10.1965, n. 2e.
49 Carlos Palmés, S.J., Ser o no ser, La vida religiosa del siglo XXI, Editorial Verbo Divino, Bolivia, 2008, p. 1.
50 Código de Derecho Canónico, 25.1.1983, c. 573 § 1.
51 Sagrada Congregación para los religiosos y los institutos seculares, Elementos esenciales sobre la vida religiosa, 31.5.1983, n.4.
52 Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata, 25.3.1996, n. 87
53 Dichos retos los podemos resumir en una presencia activa en la educación, la evangelización de la cultura, y la presencia en el mundo de las comunicaciones sociales. Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata, 25.3.1996, nn. 96 – 99.
54 Ángel Pardilla, Le religiose ieri, oggi e domani. Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2008.
55 Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata, 25.3.1996, n. 110.
56 Concilio Vaticano II, Decreto Perfectae caritatis, 28.10.1965, n. 2d.
57 “Las vías de comunicación abiertas por las conquistas tecnológicas se han convertido en un instrumento indispensable para responder adecuadamente a estas preguntas, que surgen en un contexto de grandes cambios culturales, que se notan especialmente en el mundo juvenil. En verdad el mundo digital, ofreciendo medios que permiten una capacidad de expresión casi ilimitada, abre importantes perspectivas y actualiza la exhortación paulina: «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1 Co 9,16).” Benedicto XVI, Mensajes, 24.1.2010.
58 “Esta palabra se dirige hoy también a las Iglesias en Europa, afectadas a menudo por un oscurecimiento de la esperanza. En efecto, la época que estamos viviendo, con sus propios retos, resulta en cierto modo desconcertante. Tantos hombres y mujeres parecen desorientados, inseguros, sin esperanza, y muchos cristianos están sumidos en este estado de ánimo. (…) Pero, como han subrayado los Padres sinodales, « el hombre no puede vivir sin esperanza: su vida, condenada a la insignificancia, se convertiría en insoportable ». Frecuentemente, quien tiene necesidad de esperanza piensa poder saciarla con realidades efímeras y frágiles. De este modo la esperanza, reducida al ámbito intramundano cerrado a la trascendencia, se contenta, por ejemplo, con el paraíso prometido por la ciencia y la técnica, con las diversas formas de mesianismo, con la felicidad de tipo hedonista, lograda a través del consumismo o aquella ilusoria y artificial de las sustancias estupefacientes, con ciertas modalidades del milenarismo, con el atractivo de las filosofías orientales, con la búsqueda de formas esotéricas de espiritualidad o con las diferentes corrientes de New Age.” Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Europa, 28.6.2003, nn. 7 y 10.
59 P. Gregorio Iriarte, o.m.i., La vida religiosa frente al cambio de época, Paulinas, Lima 2006, p. 18 – 19.
60 Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Europa, 28.6.2003, n. 40.
61 Una buena explicación de cuanto sigue se encuentra en el libro de Romano Guardini. El Señor (Der Herr, 1937). Cristiandad. Madrid (2002).
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Bibliografía recomendada/ artículos de apoyo :
- Una cultura vocacional
Mensaje del Santo Padre con ocasión de la XXX Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, 1993
- Nuevas vocaciones para una nueva Europa
La nueva evangelización debe reanunciar el sentido fuerte de la vida como "vocación".
- Carta del Papa Benedicto XVI en el congreso europeo de Pastoral Vocacional
Carta del Papa Benedicto XVI a los participantes en el congreso europeo de pastoral vocacional el pasado 4 de julio en el Vaticano.