por parga » Sab Feb 25, 2012 1:23 pm
¿VALE LA PENA REALMENTE FRECUENTAR LOS SACRAMENTOS?
Definitivamente, sí. En primer lugar porque si creemos en Jesucristo le creemos a Jesucristo y Él en su infinita sabiduría divina y en su infinito amor divino, quiso instituir los sacramentos, por ejemplo la Eucaristía: “Hagan esto en memoria mía” Lc 22:19, y el Bautismo: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;… Mt. 28:18-19. Igualmente, si creemos en Jesucristo creemos en la verdadera eficacia de los sacramentos instituidos por Él como medios ordinarios de santificación de conformidad con su santísima voluntad. De nueva cuenta pongo el ejemplo de la Eucaristía: "Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo le resucitaré en el último día." Juan 6, 54. Y el Bautismo: "El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios" (Juan 3:5). De la misma manera, si creemos en Jesucristo Creemos en los otros cinco Sacramentos instituidos por Él, y en la eficacia sacramental de cada uno ellos de ellos, sabedores por la fe de que confieren sobrenaturalmente lo que naturalmente representan. Por la fe en Jesucristo y en su Iglesia sabemos que los sacramentos dan la vida sobrenatural y son el alimento sobrenatural al alma, así que la pregunta: ¿Vale la pena realmente frecuentar los sacramentos? equivale en el terreno sobrenatural a si preguntáramos en el terreno natural: ¿vale la pena realmente frecuentar los alimentos? En ambos casos la respuesta es: No solamente vale la pena, sino que es absolutamente necesario frecuentar los alimentos para la vida y la salud del cuerpo, y frecuentar los sacramentos para la vida y la salud del alma.
¿EL SER HUMANO ES CAPAZ DE QUERER AMAR, SABER AMAR Y PODER AMAR COMO DIOS AMA? ¿QUÉ NECESITA PARA LOGRARLO?
En estricto sentido, la respuesta es: No. Pues la criatura nunca podrá tener la perfección de su creador. Y aunque nosotros por el amor del Padre, por los méritos del Hijo, y por la gracia del Espíritu Santos hayamos sido elevados a la categoría de hijos adoptivos y podamos participar de la gracia, esto es, de la vida divina, nunca tendremos la naturaleza divina y por lo tanto nunca tendremos la perfección de Dios, y como consecuencia nunca tendremos, en estricto sentido, la capacidad de amar como Dios ama. Pero es cierto que Dios al crear al hombre lo dotó misteriosamente, (en el sentido cristiano de la palabra), de dones naturales, preternaturales y sobrenaturales, que le daban la capacidad de amar como Él ama, guardando las diferencias entre creatura y creador. El pecado trajo como consecuencia la pérdida de esa capacidad, pues en su naturaza caída y fragmentada a consecuencia de ese pecado, el hombre quedó incapaz para amar como Dios ama: con sabiduría, con entrega absoluta y con enorme gozo. El pecado obnubiló su inteligencia, debilitó su voluntad e hizo egoísta su corazón, pero la misericordia de Dios mediante la redención realizada por su Hijo, y la gracia del Espíritu, le devolvieron esa capacidad de amar a la manera de Dios. Y aunque hoy tiene la capacidad, para lograrlo necesita iluminar su entendimiento, fortalecer su voluntad y sensibilizar su corazón, mediante el estudio y la reflección, y la práctica de las virtudes humanas, esto es, necesita hacer todo lo humanamente posible y necesario para amar más y mejor, pero sobre todo, necesita iluminar su entendimiento, fortalecer su voluntad y sensibilizar su corazón con la verdaderamente eficaz e indispensable ayuda sobrenatural de la gracia santificante, que se obtiene privilegiadamente mediante la recepción de los sacramentos, y mediante el ejercicio de la caridad y la oración, aunados a la lectura y escucha de la palabra de Dios.