por jose15 » Jue Feb 16, 2012 11:53 pm
El material proporcionado es muy completo e interesante, haciendo un resumen para responder a las preguntas, obtengo lo siguiente:
Participación en el foro
• ¿Es seguro y razonable creer en lo que enseña la Iglesia?
Si es seguro y razonable porque la Iglesia no ejerce su potestad en nombre propio. Se trata de una potestad delegada. Pedro, y sus sucesores, administran algo que no les pertenece, son «administradores de los misterios de Dios»14. «La palabra “administrador” -recuerda Juan Pablo II- no puede ser sustituida por ninguna otra. (...) El administrador no es propietario, sino aquel a quien el propietario confía sus bienes para que los gestione con justicia y responsabilidad»15. Cristo confiere una potestad que proviene de Dios mismo. Cuando Cristo confiere a los apóstoles la potestad de perdonar los pecados, les dice: «"Como el Padre me envió, también yo os envío". Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos"»16.
• En el fondo, ¿cuál es la diferencia substancial entre un católico y un protestante?
La diferencia es esencial, precisamente por la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía.
Los protestantes, en efecto, al desconocer la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, no pueden disfrutar de ese gran regalo de amor que supone tenerle cerca de nosotros, escondido pero vivo. Allí donde está su cuerpo, se encuentra también su alma y su divinidad. De ahí la importancia de conocer todas las verdades reveladas por Dios. En concreto, si no se está familiarizado con la «hondura de la Encarnación»2, la vida cristiana se resiente: se vuelve espiritualista.
Si un católico cree, por ejemplo, que Jesucristo está realmente presente en el Sagrario y un protestante piensa que no, uno de los dos se equivoca. Es, pues, «necesario -afirma Juan Pablo II-saber cuál de estas Iglesias o comunidades es la de Cristo, puesto que Él no fundó más que una Iglesia, la única que puede hablar en su nombre»3.
• ¿Por qué creemos en la Iglesia?
Creemos en la Iglesia por la misma razón que nos adherimos a las demás verdades infaliblemente reveladas por el Hijo de Dios. Es muy de agradecer la existencia de esta familia porque, a través de ella, Cristo nos garantizó seguridad en la doctrina27. No prometió al Santo Padre, su vicario en la tierra, infalibilidad de conducta, sino de doctrina. De los tres ministerios confiados a la Iglesia -enseñar, santificar y regir-, Jesucristo asegura la eficacia de los dos primeros: no hay error posible en los dogmas y está asegurada la eficacia de los sacramentos válidamente administrados. En cambio, a la hora de organizar la vida eclesial, todo es mejorable.
Para apreciar el gran don que supone la Iglesia, tenemos que trascender lo visible y centrarnos en lo esencial. Por ejemplo, al recibir un sacramento, poco importa la imperfección del sacerdote que lo administre, pues sabemos que es Jesucristo mismo quien nos lo confiere. Así también, puesto que la Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo, no dudamos de su santidad ante las patentes miserias de algunos católicos, pues recordamos que su cabeza es Jesucristo, que su alma es el Espíritu Santo y que la mayor parte de sus miembros son santos que ya están en el Cielo. Sin duda, nos duelen los pecados propios y ajenos, más aún si sintonizamos con el dolor que causan al Corazón de Jesús, pero eso no enfría nuestro cariño hacia la que amamos como a una madre.
• Si la fe es tan razonable ¿por qué existen personas que no creen?
La causa de incredulidad de quienes conocen todas las razones externas que hemos expuesto, habría que buscarla en razones internas.
La fe es un don divino que tiene que ser aceptado por una voluntad que, a su vez, depende mucho de las disposiciones interiores. Rechazar la fe aún contando con suficientes datos objetivos es algo tan viejo como el Evangelio. Allí se lee: «Aunque había realizado tan grandes señales delante de ellos, no creían en él; (...) Sin embargo, aun entre los magistrados, muchos creyeron en él; pero, por los fariseos, no lo confesaban, para no ser excluidos de la sinagoga, porque prefirieron la gloria de los hombres a la gloria de Dios»34.
Para creer hace falta: poder, saber y querer. La gracia de Dios da la capacidad, de ahí que la fe sea un don de Dios. El saber depende de las luces que Dios da y de una buena evangelización. En principio, el querer depende de cada uno. No obstante, hay rezar por la conversión de los que no quieren creer, para que Dios les ayude a remover los obstáculos que les impiden abrazar la fe. Si alguien no cree, es porque no quiere o porque no le han enseñado. Esto se desprende de las palabras que Cristo, al punto de dejar esta tierra, dijo a sus apóstoles: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará»36.
Saludos a todos y que Dios les bendiga