Tema 6. Ética fundamental: verdad y libertad
Curso en línea "Catequesis básica para padres"
Autor: Michel Esparza | Fuente:
http://sontushijos.org Participación en el foro:
1) ¿Qué razones puedes aportar contra ese relativismo moral según el cual no existen verdades objetivas universalmente válidas?
2) ¿Qué diferencia hay entre naturaleza y cultura?
3) ¿Sería inmoral asesinar a una persona inocente si de ese modo pudiéramos salvar a millones de personas?
4) ¿Qué es la conciencia? ¿Por qué es tan importante respetar la libertad de las conciencias?
1-Vivimos inmersos en un mundo relativista que ha perdido de vista los puntos de referencia objetivos de la moral.
Por falta de puntos de referencia objetivos y en nombre de una mal entendida tolerancia, predomina hoy en día una Ética
relativista.
Que algo sea moralmente admisible o reprobable depende de la opinión de la mayoría.
Las verdaderas razones subyacentes tienen que ver con intereses económicos, alegando razones de tipo humanitario.
En esta situación, muchos confunden legalidad con moralidad.
"Todo lo moral, es legal; pero no todo lo legal es moral!".
Según la Iglesia Católica, con la sola razón se puede demostrar la existencia de un código ético universal.
Lo que está bien o mal, desde el punto de vista moral, tiene un fundamento objetivo válido para personas
de toda época, raza y cultura.
En el ámbito moral, gusteme o no, existe la ley natural.
La existencia de la ley natural es un hecho corroborado por la historia de la humanidad.
Los hombres de todas las épocas han dado por sentado que existe un código ético por encima de las opiniones individuales.
Nadie duda los principios básicos de la moral, como la obligación de hacer el bien y de evitar el mal,
"trata a los demás como quisiéras ser tratado".
Nadie duda los principios básicos de la moral, de lo esencial nadie duda.
En los puntos esenciales, todos sabemos cómo deberíamos comportarnos, aunque no lo reconozcamos.
La virtud reune (atrae), el vicio dispersa (repele).
El hombre se perfecciona y es feliz en la medida en que integra todos sus recursos con el fin de amar
cada vez más y mejor. Si lo logra, vive en armonía con Dios, consigo mismo y con los demás.
El desamor, como afirma Juan Pablo, «aleja al hombre de Dios, lo aleja de sí mismo y de los demás».
La recta vida moral consiste en andar por el buen camino y en desandar el camino equivocado,
poniendo orden en el desbarajuste interior que han causado nuestros errores.
No se trata de rectificar únicamente actos puntuales. Es preciso corregir también orientaciones
y actitudes de fondo egocéntricas.
2-El término naturaleza no significa algo estático, sino dinámico.
Se trata de un plan preestablecido que se dirige a la consecución de un fin último.
El objetivo final impreso en nuestra naturaleza consiste en ser felices amando.
Nos realizamos en la medida en que aprendemos a amar verdadera y libremente a Dios
y a nuestros semejantes.
La moralidad de nuestras acciones depende de su vinculación con ese fin último.
Una acción será considerada buena, mala o neutra según nos acerque,
nos aleje o no afecte a la consecución de ese fin último.
Como al comprar un electrodoméstico, se podría decir que nuestra naturaleza nos presenta
un libro de instrucciones para el usuario. Cuanto mejor sigue uno esas instrucciones, más se
perfecciona y mayor es la unidad entre todos sus recursos.
En cambio, quebrantar las instrucciones resulta dañino, pues conlleva una progresiva
disgregación de las diversas esferas.
La Naturaleza es una ley universal; La Cultura es una norma para un límitado grupo.
3-Si. Según el consecuencialismo, el juicio moral deriva de las consecuencias que se siguen de un determinado acto.
Sería, pues, legítimo matar a una persona inocente para ayudar a otras. Horrible!!.
Frente a doctrinas teleológicas, la ley natural sostiene que el fin no justifica los medios.
Existen valores inviolables, como la dignidad de toda vida humana, que no se prestan a negociación.
La Iglesia Católica recuerda la existencia de acciones intrínsecamente malas,
así como la inmoralidad de perseguir fines buenos a través de medios intrínsecamente malos.
4-Por conciencia moral se entiende el «juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la cualidad moral de un acto
concreto que piensa hacer, está haciendo o ha hecho». Todos experimentamos esa voz interior que alienta o reprende.
Hay que rechazar la libertad de conciencia y afirmar la legítima libertad de las conciencias: nunca es lícito coaccionar a
una conciencia o substituirla en materias que, por ser estrictamente personales, pertenecen al fondo íntimo de cada persona.
La importancia de la conciencia se deriva de la existencia de ámbitos de actuación en los que, si bien la verdad es objetiva,
corresponde al interesado la tarea de objetivarla.
Por mucho que uno conozca los grandes principios de la ley moral, la vida es compleja y a veces sólo contamos
con la intuición de conciencia para tomar la decisión correcta.
Son momentos en los que uno tiene que ponerse en presencia de Dios y pedirle luz para poder actuar en conciencia.
Según la doctrina católica, la conciencia es mucho más que un juicio de la inteligencia práctica: es una especie de
sagrario interior en donde resuena la Voz de Dios.
Hay que conformar nuestra conciencia con lo explícitamente revelado por Dios.
Es una gran suerte poder estar en comunicación directa con Dios a través de la conciencia,
pero tenemos que ser realistas admitiendo que, a causa de nuestra debilidad, nuestra conciencia es manipulable.
Hay ámbitos personales en los que sólo el interesado puede decidir en conciencia.
Siendo Dios mismo quien se comunica a través de mi conciencia, nos toca aprender a escucharle.
De ahí la importancia de ejercitarnos en la oración mental, para aprender a percibir la Voz de Dios en la intimidad del alma.
Hay que aprender a diferenciar la voz del yo (conciencia sicológica) de la Voz de Dios (verdadera conciencia).
Tenemos una especia de radio interior en la que se captan dos emisiones diversas. La frecuencia divina es más difícil de
sintonizar que la frecuencia del yo. Los mensajes de Dios suelen estar ligados a la más profunda paz interior.