por agustin sanchez diaz » Mié Dic 04, 2013 4:18 am
4-Diciembre-2013
LA EUCARISTÍA SACRAMENTO PENITENCIAL para conseguir escalar ese Camino Espiritual que nos describen los místicos como Juan de la Cruz hasta llegar al matrimonio espiritual entre Cristo y el alma.
La Eucaristía Sacramento Penitencial, aún aceptada hoy plenamente por mí la ley canónica y litúrgica de la Iglesia sobre la confesión. Pero la Eucaristía en sí ¿no es más aún que una absolución colectiva que la Iglesia admite?
- VII -
Por otro lado quedo sorprendido ante una ley, que los administradores como en aquella parábola, pudiendo rebajar las deudas con su Señor (astucia alabada por Cristo) sirva aquí para multiplicar por miríadas las ofensas contra Dios por no asistir cada semana al acto redentor, (tal vez, dada nuestra apatía la ley era necesaria), pero que es y debe de hacerse ver como un acto penitencial que culmina en un íntimo abrazo de perdón, (el hijo que libremente vuelve) y no una legal coacción que multiplica los pecados para que a Cristo le resulte más pesada su Cruz. “El que quiera que me siga”
¿Que será menor el número de asistentes...? pues pocos de sus discípulos asistieron a su muerte al pie de Cruz. Y además, ¿compensa ese mayor número ante la gravedad de un solo pecado grave, de millones de pecados graves? ¿Por qué a Cristo lo legalizamos más y más con nuestras estructuras, obligándole a cargar con más peso en su Cruz en lugar de intentar ser su Cirineo? ¿No debemos intentar hacer más fácil la salvación basándola en el Amor, todo amor es Dios, que es más exigente que la ley y más conforme a la esencia de Dios que aquí se hace nada menos que Sacramento amoroso? Además, ¿el que cree en Cristo, y de algún modo le ama, no se salva; como el que no cree de buena voluntad y ama a sus hermanos; como el que usa otro lenguaje - su cultura religiosa- buscando a Dios en dioses para hablar y relacionarse con el único Absoluto que es el único Dios, tampoco se salva? ¿Judíos, cristianos y mahometanos, no adoramos al mismo Dios? ¿Por qué no nos damos ya la paz? ¿Cómo juzgará Dios a los que precedieron a Cristo y a los que después siguen “de buena voluntad” adorando a un Absoluto Ser Supremo que representan de mil formas y diversas estructuras religiosas? Y aunque Cristo es muy exigente para que se crea en él porque es la única Verdad, ¿Como será juzgado cada hombre ante la Santísima Trinidad?
- VIII -
Y, subiendo el camino, creemos formar ya “por él, con él y en él” un uno, como él pedía al Padre. Yo en él y él en mí mutuamente Cirineos. Y ante esa unidad, él y nosotros, nadando nosotros contra corriente, el libre desamor, (todos somos hoy Adán), nos sentimos empujados a revelarnos contra Dios, pero proclamamos la más bella expresión de paz, gozo y unión en este nuestro destierro y valle de lágrimas: su oración; y por ello, no sólo los cristianos sino toda la humanidad con él y en él, todo fue creado y redimido en él, como si fuésemos él, siendo él, y en una sola Cruz y voz, en la de El y en la nuestra, también con María y todos los santos en nuestros labios, los cristianos en nombre de todo el universo, decimos: Padre nuestro. Porque él entre nosotros es nuestro hermano, y nosotros, todo hombre en él (aunque no crean en él o no vayan a su Templo) somos de él, y el que quiera libremente además sacramentalmente puede participar ya aquí por adopción de su naturaleza divina como él participa de la nuestra. Es su oferta eucarística. Al decir Padre nuestro, somos todo el mundo.
Por razones de común naturaleza somos más inicialmente hermanos por aquella naturaleza que por razones de filiación maternal o de bautismo. Dios nos ve con su Amor creativo universal, aún antes que con nuestras estructuras eclesiales y sacramentales. ¿Toda la creación no es el más suntuoso Templo adornado de flores y de brillantes estrellas habitado por el Padre? Todo lo bueno en las religiones, todo amor en el hombre y seres vivos, toda la belleza de las flores y frutos, son Cristo oculto en nuestro destierro, que nos pide la fe, y por ello debemos, tenemos la obligación de evangelizar para que todos lleguen a conocer esta Revelación: que todos vamos al Padre a través de Cristo.
A quien vestimos y visten, a quien damos o dan de comer es el Cristo desconocido
¿Pero, aquí en su Cena, de nada me sirve tan magnifica unidad, no en el cumplimiento de un código de leyes, sino en su amor paterno creativo y redentor? ¿Yo presto mi ofrenda, entrega y unidad, Dios la acepta y no me da su amor al que preceda su perdón?
¿Qué ley puede impedir en la Eucaristía que siendo yo, mi pan-símbolo, uno en ese pan con el Hijo, no sea el Padre, uno en mí?
¿Debemos privar a Cristo y a nosotros de este consuelo y triunfo? ¿No será aún más amplio el número de adoradores de Dios que lo que nos presentan unas estadísticas humanas? En nuestras múltiples relaciones amorosas en todo lo humano, ¿necesitamos para la amistad estar inscritos previamente en unas estadísticas? ¿Y en Dios, el Absoluto que es misterio de infinita amistad y comprensión, sí? ¿No hay algo más anterior y más universal en Dios Padre que su Iglesia institucional, aunque sea esta ya, el nuevo y aún ardientemente querido por Cristo, único camino?
- IX -
“Los cuatro vivientes y los veinticuatro ancianos cayeron delante del Cordero, teniendo cada uno su cítara y copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de todos los santos. Y era su número de miríadas de miríadas, y de millares de millares”. (Apocalipsis)
“Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros, Cordero de Dios danos la paz”.
Y todos, festivos, nos damos la paz, su paz que es ya “gracia” anti-desamor que pasa de unos a otros porque somos un solo Cuerpo o comunidad-iglesia allí viviente, árbol de Cristo, como sarmientos unidos a la Vid por los que corre la savia de la amistad.
¿Pero esa paz o reconciliación, si es sincera, sirve sólo entre los hombres y no ante Dios? ¿Allí hago la amistad con todos menos con el AMOR? ¿Nos perdonamos todos comunicándonos la “gracia” de su paz, y el Padre, a nosotros que somos Cuerpo de Cristo, es precisamente el único que aquí, en el Sacramento de redención, Sacramento del Amor, no perdona, no nos da su paz?
¡Padre, perdónalos!, y Cristo hace así que este Sacramento sea esencialmente el de la comunión y reconciliación de Dios con los hombres. Todo el que come este pan, ya ha comenzado la vida eterna. Comamos cada semana de él para tener las lámparas encendidas.
- X -
“No soy digno de que entres en mi casa, pero una Palabra tuya bastará para sanarme”.
Tú, aquí nos dices: “tomad y comed todos, y nosotros te cantamos: No podemos caminar, sedientos bajo el sol, danos siempre vino y pan, tu cuerpo y sangre, Señor.
¿Pero de nada nos sirve ni a Tí ni a nosotros ante el Padre si no nos sometemos unitariamente a un juez cuando aquí estamos ante tu Sacerdote, ante Ti Sacerdocio, y somos en Tí testigos en la fe, testigos de tu Cena, redención y resurrección?
“Su presencia en el mundo, dice Kierkegaad, no se convertirá jamás en un hecho del pasado, en un hecho cada vez más pasado. Porque, mientras exista un creyente, será, como creyente, contemporáneo de Jesús”.
¿Esta Cena, tu pan y tu vino, medicina divina, es sólo para los sanos? ¿Y por qué tú dijiste que has venido para los enfermos... y ahora resulta que aquí, en tu Cruz, te exigen que para dar el Padre su perdón y el pan, tu misericordia se someta a otro trámite legal cuando estoy asistiendo a tu Sacramento Penitencial y, ante tu Ministro, “otro Cristo” visible de perdón?
¡Tengo sed!.....- Nosotros de tí, también, Señor. Somos uno, estamos en tu Cruz, No podemos caminar sedientos...
“Vosotros estáis purificados por las palabras que os he hablado”.
Ante la ley, tus palabras en esta tu Cena solo son válidas ante tí y ante mí, por eso al fin, Señor, una palabra tuya basta para sanarme, porque para abrazarme a tu cuerpo, para reconciliarme contigo ¿no puedo hacerlo como aquel buen ladrón, o como el pródigo de tu parábola, o como el incrédulo Tomás y el acobardado Pedro, estando además en presencia de tu Vicario Sacerdotal? O, ¿para qué vienes, para qué me buscas tú personalmente?
Y aunque mandaste al ciego a lavarse a la piscina, y repudias al que no toma de tu propia casa túnica de bodas ¿no eres tú la fuente de aguas vivas que emanan de tu costado ahora y aquí en tu Cruz, ante la que yo gimo implorando abrazarme a tus pies para lavarme, calmar la sed, tuya y mía, y darte mi consuelo, estando limpio, revestido ya de tí, en una sola túnica en nuestro pan y vino?
Hoy el pueblo va creyendo más en tu palabra de amor que en la ley, y como enfermo que te necesita se acerca a tocar tus vestiduras, especies Sacramentales, y tú como ante la hemorroisa, alabas su fe y lo despides en paz a pesar del intento de “impedimento” de tus discípulos.
Si eres el Amor, aquí ante tu Cruz, a tu paso junto a mí en tu Sacramento, sobran los legalismos porque tú les transciendes con tu “misericordia” en real y repetida Encarnación, Cena y Redención.
Tú, aquí en tu Cruz no eres ley, tú, aquí en tu Cruz eres... el Perdón. Porque ¿qué haces Tú clavado sangrando y yo a tu lado implorando que te acuerdes de mí cuando estés en tu reino? O, ¿el Santo Sacrificio no es esencialmente la comunicación de tu amor si te pido perdón con amor, aunque mi fe sea, a veces, tan titubeante como la de tus Apóstoles junto a tí?
- XI -
Es verdad que también has dicho. “A quienes perdonéis sus pecados les serán perdonados y a quienes se los retengáis, le serán retenidos”. Y en consecuencia que “para obtener el perdón de los pecados es menester acudir de alguna manera al poder que la Iglesia tiene para perdonarlos”, (según enseña el C. Vaticano)
Pero acaso tu “Memorial” ¿no es el Sacramento de tu penitencia, al que yo me uno con una confesión pública: yo pecador me confieso a Dios... y tu Vicario Sacerdote, tu Iglesia, tu voz Sacramental, tu poder visible de perdón, dice: Dios tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados... y tú exclamas: Padre perdónalos? ¿O aquí no lo dices?
¿Es todo esto un acto intranscendente? ¿Esta Sacramentalidad solo es una ceremonia piadosa? ¿No condenaste el farisaísmo que es la hipocresía ritualizada que centra la santidad en el extremado cumplimiento de las leyes, cuando si hay amor hay perdón, aún entre los hombres, y la ley no tiene ya aplicación? ¿No has dado tú una sola ley, la del Amor?
¿No te damos aquí el consuelo que no tuviste allí, siendo este “aquí” aquel allí, al que yo me uno aunque sea con fe tenue por la repetición semanal, pero me uno a tu plenitud de amor al Padre celebrado con un Banquete Eucarístico, donde Tu suples mis deficiencias ante Él?
¿Sólo en la confesión eres Sacramento de amor que perdona a pesar de mi siempre débil propósito de enmienda, y no aquí en tu Sacramento de Redención que es donde el Padre da su abrazo porque el perdón, en Tí, está ahora y aquí, siempre consumándose?
Además, ¿es tan fácil cometer con plenitud un pecado mortal?
¿La redención solo es perdón del pecado, o, también, mediante ello, esencialmente, como en este Sacramento, es recobrar el dialogo de amistad con el Padre como queremos Tu y yo en este momento?
Si recupero ese dialogo amoroso, previo “lavatorio en esta tu Cena”, ¿el Padre no perdona?
¿Si al pie de tu Cruz te hubiese manifestado mi amor, me habrías mandado a tus discípulos para que me perdonasen? ¿El padre del hijo pródigo envió a su hijo a un juez para recobrar al hijo?
¿Acaso estamos ante un Sacramento más para una gracia particular concreta, o ante el Sacramento de los demás Sacramentos, fuente y raíz de todos ellos?
¿Las cosas que se nos dicen en la liturgia de tu “Memorial”: paz, perdón, amor, unión, sólo son así como metáforas de tu amor, de tu perdón, de tu paz y de tu redención? ¿No tienen valor real y sí es tu Memorial verdadero y tu Cena renovada de plena ternura?
“El Señor esté con vosotros. Y con tu espíritu”. ¿Sólo son palabras? ¿Sólo palabras?
Creo, Señor, que el poder de la redención y el perdón de los pecados, la esencia de tu misión, está en este Sacramento Eucarístico primariamente ministerio memorial de tu búsqueda, donde siempre repites: Padre perdónalos. Y siendo la confesión un Sacramento sublime, ¿no será para ciertos pecados muy públicos: (idolatría, homicidio, adulterio); para recibirte fuera del Sacramento de tu Memorial; para alcanzar una mayor perfección; para una constancia personal y visible de tu perdón..... y para la hora de la muerte ya que no puedo ir a tu Casa? ¿No hacían algo así en los primeros siglos de tu reino? ¿Quien se confesaba entonces?
En los evangelios, según Orígenes, se perdona el pecado: Por el bautismo, por el martirio, por la limosna, por la confesión a los hermanos, por la conversión, por la caridad y en séptimo lugar por la laboriosa y dura penitencia con lágrimas no avergonzándose de manifestar su pecado a un Sacerdote del Señor. ¿No se dan en la Eucaristía estas circunstancias?
Lo más extraño es que una ley esté regulando el amor de mi hermano Cristo en su Cena y sangrante en la Cruz, hoy Memorial, siendo el acto “singularísimo” de su presencia para mi “conversión y caridad”, y que por ello comienza con un lavatorio penitencial de confesión ante tu Vicario el Sacerdote y los hermanos, renovando mi compromiso bautismal y dando una limosna como símbolo de querer cumplir tu mandato: amaos como yo os he amado.
Tú gran y mi gran Sacramento de encuentro y reconciliación.
Este es un dialogo Sacramental Tuyo con el hombre. ¿Y hablar, abrazarme contigo en el Sacramento de redención con amor, no es perdón? Aquí mi corazón desea ser con menor o mayor fervor, amor filial de Dios y amor de madre para los hermanos.