Por Jorge.De profesión, cura.
Curiosamente, la profesión que hace al hombre más feliz es la de sacerdote católico o pastor evangélico. Interesante. Y por el contrario, las profesiones que producen mayor grado de infelicidad son director de tecnología de la información, director de ventas y marketing, productor – manager.
Llamativo. Hay profesiones que tenemos asociadas a triunfo en la vida: directores, ejecutivos, manager. Son los que se nos presentan con grandes coches, buenas casas, viajes, tecnología, caprichos. Pues parece que todo es bastante fachada, porque por lo visto la insatisfacción personal es grande.
Al lado de los sacerdotes, otras profesiones no especialmente remuneradas ni de especial relevancia social. En segundo lugar, los bomberos, y tras ellos fisioterapeutas, escritores, profesores de educación especial, maestros… Algo en común en estas profesiones: la baja remuneración y la entrega a los demás.
Pues esto de que los curas somos la gente más feliz hay que ver cómo ha cabreado a algunas personas que ya han empezado a soltar porquería: que si vivimos sin trabajar, que si nuestra vida es una mentira, que si no nos da vergüenza vivir de vender sacramentos.
Pues no. Vergüenza ninguna. No me da vergüenza abrir cada mañana la iglesia a las 7:00 y cerrar a las 22:00 h. Tampoco proporcionar alimentos a treinta familias. No me da vergüenza hablar cada semana a más de cien niños del amor de Dios y el amor al hermano. Ni celebrar los sacramentos con la gente, acoger en la penitencia, bautizar a los niños, rezar por los difuntos. Orgulloso estoy de las trescientas personas atendidas en el despacho del SOIE, de las cuales 94 han conseguido empleo. Muy satisfecho con las conferencias y conciertos. Encantado con poder ofrecer a los mayores un lugar para el ocio y la formación. Felicísimo de poder escuchar, orientar, regalar mi tiempo a los demás. Contento de ofrecer a la gente un lugar para la oración y el encuentro con Dios. Todo esto me hace muy feliz. Tampoco me da vergüenza ir a la compra, guisar, lavar, planchar y limpiar mi casa.
Vergüenza sería pasarme la vida en la crítica y la descalificación de los demás. Vergüenza hablar de la importancia de la satisfacción personal en la entrega mientras me busco un buen puesto de ejecutivo agresivo que da pasta abundante. Vergüenza llenarme la boca con la cercanía al pobre mientras no doy un palo al agua,
Pues claro que los curas somos felices. Para saberlo no hace falta que lo publique Forbes, aunque he de reconocer que me ha gustado leerlo hoy.