Alocución del Papa Pío XII durante el X Congreso Mundial de la Sociedad Mundial de Cirugía Plástica. Roma, 4 de octubre de 1958.
[...] Y aun así la moral cristiana, que mira a su fin último y abraza y regula la totalidad de los valores humanos, no puede menos de asignar a la belleza física el puesto que le compete y que, ciertamente, no está en la cima de la escala de valores, puesto que no es un bien ni espiritual ni esencial. El respeto hacia tal graduación explica esta o aquella desconfianza o, a veces, el menosprecio de la belleza física que puede encontrarse en la literatura de moral y ascética y en las biografías de los santos. Y es que cuando el moderno desarrollo de la cirugía estética pide a la moral cristiana su pensamiento, no hace sino preguntarle en qué gradación de los valores debe colocarse la belleza física. La moral cristiana responde que ésta es un bien, pero corporal, ordenado a todo el hombre y, como los otros bienes del mismo género, susceptible de abusos. Como bien y don de Dios, la belleza es estimada y cuidada sin exigir, por lo demás, como deber el recurso a medios extraordinarios. Supongamos un individuo que pide a la cirugía estética el perfeccionamiento de sus rasgos ya conformes a los cánones de la normal estética, excluyendo toda intención no recta, cualquier peligro para la salud y todo otro reflejo contrario a la virtud, y sólo -porque una razón es bien necesario que se dé- por la estima de la perfección estética y por el goce de su posesión. ¿Cuál será el juicio de la moral cristiana? Tal deseo o acto, como se presenta en la hipótesis, no es en sí moralmente ni bueno ni malo, sino que sólo las circunstancias, a las que en concreto ningún acto puede sustraerse, le darán el valor moral de bien o de mal, de lícito o de ilícito. De ahí se deriva que la moralidad de los actos relativos a la cirugía estética depende de las circunstancias concretas de cada caso. En la valoración moral de éstas, las principales condiciones más pertinentes a la materia y resolutivas de la gran casuística, que se presentan a la cirugía estética, son las siguientes: que la intención sea recta, que la salud general del sujeto esté defendida contra notables riesgos, que los motivos sean razonables y proporcionados al "medio extraordinario" a que se recurre. Es evidente, por ejemplo, la ilicitud de una intervención requerida con el propósito de acrecentar la propia fuerza de seducción o de inducir así más fácilmente a otros al pecado; o, exclusivamente, para sustraer un reo a la justicia; o que cause daño a las funciones regulares de los órganos físicos; o que se quiera por mera vanidad o capricho de la moda. Por lo contrario, numerosos motivos legitiman a veces, y otras aconsejan positivamente, la intervención. Algunas deformidades o también imperfecciones son causa de turbaciones psíquicas en el sujeto o se convierten también en obstáculo para las relaciones sociales y familiares o en impedimento -especialmente en personas consagradas a la vida pública o al arte- para el desarrollo de su actividad. De otra parte, cuando la reparación no fuese posible, las máximas cristianas, en su inagotable riqueza, están en condición de sugerir los motivos e inspirar la fuerza que hacen tolerar con serenidad los defectos físicos permitidos por misteriosos designios divinos. Considerada así la belleza física a la luz cristiana y respetadas las condiciones morales indicadas, la cirugía estética, lejos de oponerse a la voluntad de Dios cuando restituye la perfección a la obra máxima de la creación visible, el hombre, antes parece que la secunda y que le rinde más claro testimonio a su sabiduría y bondad.
En consecuencia con la enseñanza del papa Pío XII se puede decir que no toda intervención médica con fines estéticos es mala en sí misma. La malicia de ésta dependerá en gran medida de la intención y las circunstancias. ¿Se hace por vanidad o por autentica necesidad?, ¿el motivo es proporcionalmente grave como para someter la salud física a una cirugía con los riesgos que supone?, ¿el gasto económico que implica justifica la operación?, etc.
Si tu esposa tiene algo de sobrepeso que se ponga a dieta o consulte con un especialista. Recurrir a la liposucción en su caso me parece una temeridad.
Saludos y bendiciones.