Dios es uno y trino; esta paradoja se podrá entender tras la muerte, pero no por ello dejaremos de masticar el misterio.
Hay dos dimensiones en la divinidad; una dimensión es, por así decir, la "pulpa" de la divinidad, y otra dimensión es el corazón, el núcleo de ésta. La primera dimensión es la unicidad de Dios, donde habita la omnipotencia, la omnisciencia, donde Dios se muestra como sultán todopoderoso. La segunda dimensión es la pluripersonalidad de Dios, donde se manifiesta Dios como ser familiar, como Padre, como Hijo (en nosotros), y como Espíritu (el relacionador). Así, lo más importante de Dios no es tanto mostrar su poder al crearnos, sino desear que entremos en relacion paternofiliar con Él.
Los paganos, judíos y musulmanes también participan de ésta segunda dimensión, pero sin saberlo, si de verdad buscan obedecer a Dios; naturalmente nadie puede obedecer a Dios sino el Hijo, que obra en ellos; los cristianos gozamos del conocimiento de esta segunda dimensión, que es por cierto también el núcleo de la revelación cristiana.
Así, mientras que la primera dimensión es conocida por los hombres a través de la razón, del sentido común, la segunda dimensión es conocida a través de la Fe; esa fue la causa de que Dios se revelara al mundo.