Francisco Cornejo escribió:Hermanos,
Con motivo de la reciente elección del nuevo Papa, hermanos pertenecientes a otras sectas cristianas se han dedicado a atacar el proceso de sucesión de PApas, indicando que en la historia se tuvieron Papas que tuvieron serios pecados y/o errores doctrinales (no recuerdo los nombres específicos de los Papas, pero recuerdo que incluso mencionaban a una papisa Juana). Les pido si me pueden ilustrar cuales son los casos de los Papas típicamente cuestionados, así como cuales son los argumentos catolicos de defensa de la sucesión papal y de la infabilidad papal mantenida a lo largo de la historia.
Gracias.
Bendiciones.
Estimado en Cristo Francisco Cornejo:
El tema es muy amplio, y abarca desde leyendas burdas como la de la papisa, hasta casos controvertidos dentro de la misma Iglesia como los casos de los Papas Honorio I y Juan XXII, donde si hubo ciertos aspectos doctrinales en juego y que son casos que, debidamente entendidas las cosas, es muy claro que no implicaron la enseñanza de errores doctrinales por parte de esos papas; pero que son casos tan fáciles de tergiversar que incluso algunos católicos los usan para justificar sus propias infidelidades al Vicario de Cristo.
Quizá el caso más sorprendente fue el del Papa Honorio, que fue incluso condenado por un concilio posterior en lo que parecería una clara violación a lo que el Concilio Vaticano I mucho tiempo después definiría de manera infalible: que el juicio del Sumo Pontífice NO está sujeto a revisión de nadie y que, por consiguiente, se equivocan aquellos que piensan que un Papa puede ser juzgado por un Concilio:
Ya que el Romano Pontífice, por el derecho divino del primado apostólico, presida toda la Iglesia, de la misma manera enseñamos y declaramos que él es el juez supremo de los fieles[19], y que en todos las causas que caen bajo la jurisdicción eclesiástica se puede recurrir a su juicio[20]. El juicio de la Sede Apostólica (de la cual no hay autoridad más elevada) no está sujeto a revisión de nadie, ni a nadie le es lícito juzgar acerca de su juicio[21]. Y por lo tanto se desvían del camino genuino a la verdad quienes mantienen que es lícito apelar sobre los juicios de los Romanos Pontífices a un concilio ecuménico, como si éste fuese una autoridad superior al Romano Pontífice.
CONCILIO VATICANO I
CONSTITUCIÓN DOGMÁTICA «PASTOR AETERNUS»
SOBRE LA IGLESIA DE CRISTO
Al respecto, recordemos que no se puede hablar de anacronismo, pues si bien es cierto que no hay culpa en aquellos que no toman en cuenta verdades de Fé que no habían sido definidas en su tiempo; por otro lado las Verdades de Fé NO obtienen su autoridad del desarrollo histórico que llevó a su definición; sino de la Revelación dada por Dios en el Depósito de la Fé confiado a la Iglesia, y de la asistencia directa del Espíritu Santo que garantiza la Verdad de la interpretación que hace la Iglesia en esa cuestión.
Por consiguiente ¿cómo pudo un Concilio Ecuménico condenar a un Papa respecto a un problema doctrinal?
El problema doctrinal concreto era el monotelismo, una doctrina que sostenía que si bien en Cristo hay dos Naturalezas, la humana y la Divina, de todas formas habría una sola Voluntad; pero la auténtica Doctrina Católica enseña que en Cristo hay dos Naturalezas y DOS Voluntades, igualmente la humana y la Divina, ya que, si bien ambas Voluntades coinciden en todo (o sea Cristo siempre quiere lo mismo como hombre y como Dios); ambas Voluntades NO son una sola. Asi pues, la Voluntad humana de Cristo sigue fielmente a Su Voluntad Divina, de donde se puede afirmar que Cristo, como hombre es LIBREMENTE fiel a Dios, y no que la naturaleza humana de Cristo haga lo que quiere su Voluntad Divina como si su Naturaleza humana fuera la de un mero títere. Esto, que a primera vista parece una discusión académica de teología con pocas implicaciones en la vida de los fieles, en realidad es algo importantísimo, porque la implicación que tiene es si a Cristo, como hombre, le costó tanto trabajo ser fiel a Dios como el que nos costaría a nosotros; o si, por el contario, su fidelidad se daba sin ningún esfuerzo y en "automático". Si el monotelismo fuera cierto, entonces nosotros podríamos decir: "¿cómo no iba a ser perfecto si era Dios?, pero yo no soy Dios y por tanto no puedo ser tan fiel". Pero la realidad NO es esa. La realidad es que Cristo, como VERDADERO hombre, tenía voluntad humana como todos nosotros, y, por consiguiente, a Él le costó tanto trabajo como el que nos costaría a nosotros ser tan perfectamente fiel a Dios como lo fue. Por consiguiente, se nos quita el pretexto de que no podemos ser tan perfectos como Cristo porque no somos Dios, pues Él no solo ES Perfecto en su Naturaleza Divina, sino en su vida en la tierra fue perfecto teniendo una naturaleza y una voluntad tan humanas como las que nosotros tenemos, con todo el esfuerzo y trabajo que a esa naturaleza y a esa voluntad les cuesta permanecer fieles.
Ya visto así el asunto, nos damos cuenta fácilmente de que la cuestión dista de ser una abstracción teológica sin implicaciones prácticas, sino es algo tremendamente significativo e importante en nuestra vida práctica, por cuanto impacta radicalmente qué se nos puede exigir o no en nuestras acciones concretas.
Pues bien, en ese entonces no estaba del todo definido este asunto, sino precisamente en esa época fue cuando se aclaró y se hicieron las Definiciones Dogmáticas formales en la materia. Pero el punto es que se acusó al Papa Honorio I de haber sostenido este errado monotelismo y por eso se le quiso condenar.
Pero la realidad es mucho más compleja que eso. La verdad es que todo parece indicar que el Papa Honorio I NO sostenía el monotelismo, sino la recta doctrina; y, sin embargo, de algún modo no parecía estar totalmente seguro de que se pudiera enseñar formalmente lo que él mismo creía sin analizarlo con más cuidado, y entonces, en vez de parar, reprender y corregir con fuerza a los que sostenían la herejía, recomendó más bien un cierto silencio y prudencia en lo que se estudiaba más detenidamente la cuestión. Esto no parecería insensato o incorrecto a primera vista, después de todo la Doctrina Católica merece ser estudiada y enseñada con todo cuidado y Verdad.
Pero el problema fue que, mientras él recomendaba (y creo que esto, en el fondo, es sustancial: al parecer simplemente recomendaba, más no imponía) esta prudencia... los promotores de la herejía no se quedaron pacientemente esperando a que se estudiara la cuestión, sino continuaron difundiéndola.
Esto ocasionó que posteriormente, cuando los promotores de la Verdadera Fé lograron que esta fuera formalmente definida, tomaran una posición particularmente agresiva en contra de aquellos que habían sostenido el error o que no habían sostenido la verdad con fuerza y claridad, entre ellos el Papa Honorio I.
Por eso fue que el Papa que aprobó ese Concilio (que fue el Concilio III de Constantinopla aprobado por el Papa León II) admitió que se condenara al Papa Honorio I, pero NO -y esto es
importantísimo- por sostener o enseñar el error; sino por no haber sido suficientemente diligente para salirle al paso a la herejía y permitir de esa manera que esta se extendiera.
Asi pues, todo este episodio NADA implica o demuestra en contra de la infalibilidad de la Doctrina que enseña el Sumo Pontífice de manera ex-cathedra (pues NADA enseñó de manera ex-cathedra Honorio I en todo el asunto); ni tampoco demuestra NADA en contra de la confiabilidad de la enseñanza del Magisterio ordinario del Sumo Pontífice (pues ni de manera ordinaria y no-infalible Honorio I enseñó algo herético o contrario a la Fé); quedando tan solo considerar si hubo una incompatibilidad entre lo que ocurrió entonces, particularmente la condena de la que fue objeto por el III Concilio de Constantinopla, y lo enseñado posteriormente en el Concilio Vaticano I. Es decir, si el Concilio Ecuménico se extralimitó al juzgar al Sumo Pontífice.
Bien, aquí hay un aspecto que es muy significativo considerar. Y es el hecho de que la condena pretendida originalmente por algunos de los padres Conciliares en contra de Honorio I era mucho más severa y amplia de lo que realmente acabó aprobando el Papa León II. Y entonces queda claro que la condena que REALMENTE se hizo, fue aquella que el Papa determinó, y NO la que los padres conciliares querían. Eso es muy importante, porque nos da la pauta para entender correctamente el asunto: NO fue que el Concilio III de Constantinopla juzgara al Papa oponiéndose a él, que es el error que de manera infalible el Concilio Vaticano I rechaza interpretando rectamente el Depósito de la Fé; sino es, al revés, pues el Concilio,
en fidelidad al Papa y JUNTO CON EL juzga y rechaza las acciones del Papa. No que León II se juzgara a si mismo, está claro. Sino que es León II, el Sumo Pontífice, el Vicario de Cristo ejerciendo la Suprema Potestad Apostólica, el que determina que el PROCEDER de Honorio I había sido errado.
Para ponerlo más claro: lo que el Concilio Vaticano I rechaza en realidad es la posibilidad de que los obispos pretendan reunirse en Concilio para constituirse en una autoridad SUPERIOR al Papa y poder asi oponerse a él. Supongamos, por ejemplo, que ocurriera que un Papa emitiera una doctrina que en su tiempo resultara "impopular", al punto de que no fuese aceptada por muchísimos obispos (un poco como ocurrió con la doctrina de la Humanae Vitae del Siervo de Dios Paulo VI en contra de la anticoncepción artificial, doctrina que encontró la oposición abierta de sectores importantes de la Iglesia, incluidos algunos obispos; pero que ocurriera eso de manera mucho más extendida). Y que entonces esos obispos quiseran formar un Concilio para entonces, ellos mismos y sin la participación del Santo Padre, o presionando al Santo Padre para que aceptara algo así como "el consenso de la mayoría", usaran ese Concilio para tratar de oponerse de manera efectiva a la doctrina o al juicio realizado por el Santo Padre. Eso es lo que infaliblemente enseña el Concilio Vaticano I que no es posible hacer.
Pero eso NO ES lo que ocurrió en el tercer Concilio de Constantinopla, pues los padres conciliares NO se agruparon para intentar oponerse o juzgar al Papa, sino se agruparon bajo su legítima cabeza que es el Papa. Tanto así que fue el Papa y no el resto de los miembros del Concilio quien determinó el sentido exacto en que debía hacerse la condena.
Y entonces más bien el episodio debe entenderse como el Papa juzgando las acciones del Papa (anterior), lo que no es ni incorrecto, ni ilegítimo, ni opuesto a la enseñanza del Concilio Vaticano I, ni afecta a la infalibilidad o a la fidelidad debida al Sumo Pontífice; y NO debe entenderse como un Concilio juzgando al Papa a sus espaldas sin tener la autoridad para hacerlo, que es lo que hubiera estado mal.
De hecho, un asunto así tenía ya precedentes en la Iglesia, y fue cuando el propio San Pedro, en el Concilio de Jerusalén, el primero que tuvo la Iglesia, emitió junto con los demás apóstoles una serie de disposiciones doctrinales que eran opuestas a la conducta que ÉL MISMO (ahí si, personalmente) había seguido antes y que le había sido reclamada por San Pablo. Lo importante de todo ese episodio, lo mismo que en el caso del Papa Honorio I, es que San Pablo NO se queda con sus propias ideas para oponerse al Papa, NO se une a otros para oponerse al Papa, sino San Pablo PIDE que el Papa considere formalmente la cuestión, y es el Concilio, presidido por su cabeza que es el Papa, el que determina que el propio Papa NO había obrado bien. Es decir, que, aunque no lo hizo de manera completamente explícita, San Pedro acabó juzgando de manera negativa SUS PROPIAS acciones.
Por supuesto que, ni en el caso de San Pedro, ni en el del Papa Honorio I se implicaba de ningún modo la Doctrina o la infalibilidad de ellos. Sino en el caso de ambos, lo que estaba implicado y que fue lo que se juzgó negativamente, fue la tácita confirmación en el error en la que incurrieron al no condenar frontalmente esos errores de otros cuando debieron hacerlo. Pero ese juicio, en ambos casos, NO lo hizo nadie a espaldas del Papa, sino fue el Papa el que juzgó las acciones anteriores (de naturaleza no-infalible) del Papa.
Como puedes ver, estudiar en sus aspectos fundamentales un solo caso nos ha tomado bastante tiempo y detalle. Y de ahí podemos comprender fácilmente cómo, si se toman las cosas con más superficialidad, se puede incurrir muy fácilmente en una falsa impresión que nos lleve ineludiblemente al error de qué y cómo ocurrió. Pero en cambio, cuando se ven esos detalles con cuidado, es claro que el Primado de Pedro se sostiene tan firme como Cristo lo prometió.
Esperar que alguien que tiene una postura sesgada y fanatizada pueda analizar las cosas con la profundidad y objetividad requerida es poco menos que imposible. Pero bueno, al menos sirva esto para ilustrarte a ti cómo es en realidad la cuestión, y tener aunque sea la posibilidad de decirles a los que cuestionan que las cosas no son tan simples como se las pudieran haber enseñado.
Que Dios te bendiga.