La Iglesia no actúa por sí misma ni tampoco decide si un libro se saca del Canon o se conserva.
¿Por qué otros libros de la época no entraron en el canon de los libros sagrados? ¿Qué criterios ha tenido la Iglesia para aceptar esos libros y no otros?
La práctica totalidad de la Iglesia en el siglo II está usando los mismos libros. Este tema vuelve a reabrirse en el siglo XVI, ante las opiniones de las nuevas iglesias de la reforma protestante. Trento, en el espíritu de la contrarreforma, definió de nuevo el canon de los Libros Sagrados. Es verdad que el Magisterio de la Iglesia está para eso, para interpretar a la luz del Espíritu cuales son los libros Sagrados, pero la acusación protestante no desaparecía y con razón. Decían que con la mención conciliar se estaba posicionando el Magisterio por encima de la Escritura.
Este es un aspecto siempre criticado por los protestantes, que tienen como principio la "sola escritura", para ellos la Tradición y el Magisterio no deben estar por encima. Estas críticas, trató de solventarlas el Concilio Vaticano II. En la Dei Verbum afirma que la Sagrada Escritura y la Tradición son las dos fuentes de la revelación que no se deben separar (DV 9 ). El mismo Concilio subrayará en el DV 10 que el Magisterio no está por encima de la Palabra de Dios, sino a su servicio y que la misma tradición da a conocer a la Iglesia el canon de los libros sagrados (DV 8 ). Aquí la tradición se entiende como fuente de revelación junto con la Escritura.
La definición dogmática del canon bíblico se encuentra en el Concilio de Trento, en su sesión IV del 8 de abril de 1546. En esa sesión se condenaron los errores protestantes, porque rechazaban la canonicidad de algunos libros pertenecientes al canon fijado desde antiguo por la tradición apostólica (Dz 784). El Concilio atiende a dos criterios fundamentales: 1) El uso o costumbre de leer tales libros en la Iglesia Católica; 2) la presencia de esos libros en la versión latina oficial de la Vulgata. En realidad ambos datos se refieren a un único criterio: la práctica de la Iglesia. El Magisterio posterior considera que en última instancia es la tradición apostólica la razón última y más convincente: «Por la misma tradición conoce la Iglesia el canon íntegro de los libros sagrados» (DV, 8 ).
Entonces, parece razonable preguntarnos: ¿Qué criterios usó de hecho la Tradición viva de la Iglesia?
Resumidamente podemos destacar tres criterios objetivos que guiaron a la Iglesia para reconocer cuáles son los escritos inspirados del Nuevo Testamento: el origen apostólico, la ortodoxia y la catolicidad. Ante todo, el criterio del origen apostólico. Se consideraron canónicos aquellos escritos que se remontaban al círculo de los apóstoles o de sus colaboradores próximos (Mateo, Lucas). La canonicidad de Apocalipsis y Hebreo se discutió precisamente porque se dudaba si tales escritos había que considerarlos obra de san Juan y de san Pablo respectivamente. Un segundo criterio fue el de la ortodoxia, que pertenece al «sensus fidelium» de los primeros siglos; es decir, la conformidad de los escritos en cuestión con la predicación auténtica y con el auténtico anuncio acerca de Cristo, de su vida y de su mensaje. Y el tercer criterio fue el de la catolicidad de los escritos: los libros que todas o casi todas las Iglesias consideraban inspirados, como testimoniaba su uso litúrgico, fueron incluidos en el canon; en cambio, los aceptados sólo por Iglesias aisladas quedaron excluidos del mismo.
En resumen, es la Autoridad de la Iglesia la que dice cuales libros son inspirados y cuales no.
Pero debemos entender bien la cuestión: la Iglesia no decide el canon, sino que se somete a la acción del Espíritu que así lo quiere. Si la Iglesia está asistida por el Espíritu Santo, debemos reconocer una acción divina en la selección eclesial de estos libros.
El Espíritu Santo que asiste a la Iglesia la lleva a reconocer los libros inspirados por Dios: el único criterio válido universal, claro e infalible, es la revelación divina conservada en la Tradición viva de la Iglesia, y propuesta infaliblemente por el Magisterio eclesiástico. Es un criterio universal, porque es aplicable a todos y cada uno de los libros; es también infalible por apoyarse en la infalibilidad de la Iglesia; y, finalmente, es un criterio claro ya que todos los hombres, para cuya salvación han sido escritos los libros sagrados, pueden conocer sin ningún género de dudas qué libros forman la Biblia. Conviene subrayar, una vez más, que todo este proceso histórico de definición del canon no es ajeno a la asistencia que el Espíritu Santo presta a la Iglesia.
Los libros rechazados de la Septuaginta se rechazaron o por que no tenían doctrina ortodoxa o por no ser universales y aceptados solo por iglesias locales.
La Autoridad Apostólica es solo uno de los tres criterios de canonicidad.
Si todos hubiéramos aceptado el libro de Enoc etiópico, el de los 108 capítulos que la Iglesia Ortodoxa Etíope aceptó, no habría debates entre nosotros los evangélicos sobre si es pecado o no que una mujer se maquille. Yo pienso que no, pero Ireneo de Lyon, Tertuliano y Clemente de Alejandría pensaban que sí basándose en dicho libro pues el capítulo 8 dice que el demonio Azazel le enseñó a las mujeres el arte cosmético.
Si hubieran aceptado 4 de Macabeos que es un discurso sobre la razón piadosa que cita historias y personajes del Antiguo Testamento, no hubiera habido tanta controversia como la que hubo entre una Teología Racional como la de Santo Tomás de Aquino y el pietismo iluminista.
Estos escritos hubieran resuelto de una vez por todas muchas cuestiones que han dividido a los cristianos por siglos.
Bueno la Iglesia Catolica tiene claro si es pecado o no que una mujer se maquille. Valgame más en el siglo XXI no tengamos esas cosas claras. Quizas los que solo tienen 500 años de historia ahora les toque debatir.
Que san Ireneo, Tertuliano y Clemente pensaran así, es facilmente explicable, los Padres como seres humanos tienen dudas, son padres particulares, se debe ver que dice la Tradicción al respecto del tema y el Magisterio.La opinion de un padre no es Tradicción, ni de dos.... Por otro lado se trata de un libro que no todos los padres aceptaron y por tanto esto nos lleva a verlo como particular y no como universal, las opiniones de estos padres.
Por otro lado la contraversia surgen debido a la desobediencia, no al canon de libros inspirados. Es muy facil decir si se hubiera hecho....y porqe no decir si se hubiera obedecido? si no se hubieran separado.....la Iglesia siempre ha tenido sus doctrinas claras, quizas algunas llevaran mas tiempo de meditación y desarrollo teologico pero la base ya estaba.
Dios les Bendiga