Buenos días hermanos, voy a ir colocando en este tema, un poco sobre la historia de las apariciones de la virgen en México. En honor a nuestra madrecita de Guadalupe, que es nuestra Reina, y emperatriz de América.
LAS APARICIONES
El relato completo de las apariciones de NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE está en el escrito titulado “NICAN MOPOHUA”, que significa “aquí se encuentra, se ordena”, fue escrito por el indio mexicatl Juan Valeriano, en el idioma náhuatl. Según el padre jesuita Francisco de Florencia (1619-1695), Valeriano lo hizo entre 1540 y 1545 de acuerdo a los hechos que directamente le reveló Juan Diego.
Brevemente resumiré lo acontecido: A principios del mes de diciembre de 1531, un día sábado, la Virgen se le aparece a un pobre indio mexicano llamado Juan Diego, a quien le encarga de visitar al Obispo con el “expreso mensaje” de que le construya un templo en su honor “para en ella mostrar y dar todo mi amor, misericordia, auxilio y defensa, pues yo soy vuestra cariñosa Madre”.
El Obispo Juan de Zumárraga, no le da crédito al humilde mensajero; Juan Diego retorna desconsolado. Ese mismo día, por la tarde se encuentra por segunda ocasión con la Virgen, narrándole todo lo que pasó con el “Señor Obispo”. Tan pequeño e inútil se siente, que le pide que escoja a otro. La Virgen lo anima y como respuesta, recibe nuevamente el encargo de visitar al Obispo al día siguiente.
El domingo, llegada la hora, se repitió lo mismo, el Obispo no le dio crédito a sus palabras, argumentándole “que, además era muy necesaria alguna señal para que se le pudiera creer que le enviaba la misma Señora del Cielo”. La Madre de Dios se le aparece por tercera ocasión a Juan Diego, quien acongojado le refiere a la Virgen lo que le pide el obispo: Una señal para ser creído. La Virgen le dice que regrese al otro día para entregarle la señal que solicita.
Juan Diego pasó algunas vicisitudes, (un tío suyo llamado Juan Bernardino a quién también se le aparece la Virgen, se puso muy enfermo), lo que le impidió a Juan Diego asistir al Tepeyac el día lunes. El martes al amanecer, mientras ascendía la ladera del cerro del Tepeyac, Juan Diego, ve bajar de la cumbre del cerrillo a la Virgen que sale a su encuentro, y le dice:
“Sube, hijo mío, el más pequeño, a la cumbre del cerrillo; allí donde me viste y te hablé. Hallarás que hay diferentes flores; córtalas, júntalas, recógelas; enseguida baja y tráelas a mi presencia”.
Juan Diego cumplió lo encomendado y le trajo las más bellas y variadas rosas que encontró. La Virgen las tomó entre sus manos y depositándolas en la tilma de Juan Diego, le dijo:
“Hijo mío, el más pequeño, esta diversidad de rosas es la prueba y señal que llevarás al obispo. Le dirás en mi nombre que vea en ella mi voluntad y que él tiene que cumplirla. Tú eres mi embajador, muy digno de confianza. Rigurosamente te ordeno que sólo delante del obispo despliegues tu manta y descubras lo que llevas. Contarás bien todo: dirás que te mandé subir a la cumbre del cerrillo para cortar flores; y todo lo que viste y admiraste, para que puedas convencer al obispo que dé su ayuda, a fin que se construya el templo que he pedido”.
Juan Diego, acudió donde el Obispo y luego de referirle lo acontecido con la Virgen desplegó entonces su blanca manta, pues tenía en su regazo las flores; y cuando se esparcieron por el suelo todas las diferentes rosas de Castilla, se dibujó en ella y apareció de repente la preciosa imagen de la siempre Virgen Santa María, Madre de Dios, de manera que está y se guarda hoy en su templo del Tepeyac, que se nombra Guadalupe”.
Guadalupe es una palabra árabe dentro del castellano que significa para unos “VALLE DE AMOR”, para otros “RÍO DE LUZ”. Ciertamente Ella aparece “encinta”, rodeada de la LUZ del sol. Además, es digno de resaltar que en el ornamento que lleva puesto se aprecia claramente la palabra “LUZ”. En Santa María de Guadalupe se realiza y cumple a la perfección la palabra del Apocalipsis 12, 1: “Una gran señal apareció en el cielo. Una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; está encinta...”.
En los documentos de Puebla (282) refiriéndose al “hecho guadalupano”, encontramos lo siguiente:
“Desde los orígenes -en su aparición y advocación de Guadalupe- María constituyó el gran signo, del rostro maternal y misericordioso de la cercanía del Padre y de Cristo, con quienes ella nos invita a entrar en comunión. María fue también la voz que impulsó a la unión entre los hombres y pueblos. Y, como el de Guadalupe los otros Santuarios Marianos del continente son signos del encuentro de la fe de la Iglesia con la historia latinoamericana ”.