Estimado nando y demás hermanos en Cristo:
Lo dicho por el Papa Francisco no es en realidad muy distinto a lo que en su momento enseñó el Papa Benedicto XVI:
El Evangelio de este domingo describe el milagro de la multiplicación de los panes, que Jesús realiza para una multitud de personas que lo seguían para escucharlo y ser curados de diversas enfermedades (cf. Mt 14, 14). Al atardecer, los discípulos sugieren a Jesús que despida a la multitud, para que puedan ir a comer. Pero el Señor tiene en mente otra cosa: «Dadles vosotros de comer» (Mt 14, 16). Ellos, sin embargo, no tienen «más que cinco panes y dos peces». Jesús entonces realiza un gesto que hace pensar en el sacramento de la Eucaristía: «Alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos, y los discípulos se los dieron a la gente» (Mt 14, 19). El milagro consiste en compartir fraternamente unos pocos panes que, confiados al poder de Dios, no sólo bastan para todos, sino que incluso sobran, hasta llenar doce canastos. El Señor invita a los discípulos a que sean ellos quienes distribuyan el pan a la multitud; de este modo los instruye y los prepara para la futura misión apostólica: en efecto, deberán llevar a todos el alimento de la Palabra de vida y del Sacramento.
BENEDICTO XVI
ÁNGELUS
Domingo 31 de julio de 2011
La única diferencia es que Benedicto XVI usa la designación convencional de "la multiplicación de los panes" pero establece con toda claridad que el milagro está en el compartir fraternalmente en el que alcanza para todos, que es lo mismo que enseña el Papa Francisco. El Papa Francisco, por otra parte, ya ha dicho esto otras veces:
El Evangelio nos propone el relato del milagro de los panes (Lc 9, 11-17); quisiera detenerme en un aspecto que siempre me conmueve y me hace reflexionar. Estamos a orillas del lago de Galilea, y se acerca la noche; Jesús se preocupa por la gente que está con Él desde hace horas: son miles, y tienen hambre. ¿Qué hacer? También los discípulos se plantean el problema, y dicen a Jesús: «Despide a la gente» para que vayan a los poblados cercanos a buscar de comer. Jesús, en cambio, dice: «Dadles vosotros de comer» (v. 13). Los discípulos quedan desconcertados, y responden: «No tenemos más que cinco panes y dos peces», como si dijeran: apenas lo necesario para nosotros.
Jesús sabe bien qué hacer, pero quiere involucrar a sus discípulos, quiere educarles. La actitud de los discípulos es la actitud humana, que busca la solución más realista sin crear demasiados problemas: Despide a la gente —dicen—, que cada uno se las arregle como pueda; por lo demás, ya has hecho demasiado por ellos: has predicado, has curado a los enfermos... ¡Despide a la gente!
La actitud de Jesús es totalmente distinta, y es consecuencia de su unión con el Padre y de la compasión por la gente, esa piedad de Jesús hacia todos nosotros: Jesús percibe nuestros problemas, nuestras debilidades, nuestras necesidades. Ante esos cinco panes, Jesús piensa: ¡he aquí la providencia! De este poco, Dios puede sacar lo necesario para todos. Jesús se fía totalmente del Padre celestial, sabe que para Él todo es posible. Por ello dice a los discípulos que hagan sentar a la gente en grupos de cincuenta —esto no es casual, porque significa que ya no son una multitud, sino que se convierten en comunidad, nutrida por el pan de Dios. Luego toma los panes y los peces, eleva los ojos al cielo, pronuncia la bendición —es clara la referencia a la Eucaristía—, los parte y comienza a darlos a los discípulos, y los discípulos los distribuyen... los panes y los peces no se acaban, ¡no se acaban! He aquí el milagro: más que una multiplicación es un compartir, animado por la fe y la oración. Comieron todos y sobró: es el signo de Jesús, pan de Dios para la humanidad.
Los discípulos vieron, pero no captaron bien el mensaje. Se dejaron llevar, como la gente, por el entusiasmo del éxito. Una vez más siguieron la lógica humana y no la de Dios, que es la del servicio, del amor, de la fe.
PAPA FRANCISCO
ÁNGELUS
Domingo 2 de junio de 2013
Creo que esto mismo del final es lo que quiere subrayar el Papa Francisco al señalarnos que no nos dejemos confundir por el término convencional "multiplicación" que, en efecto, nos puede llevar a reducir el portento del asunto a algo así como un acto de magia, de la misma forma en la que lo mal-interpretó la multitud y los discípulos también. A pensar que el milagro estuvo en el éxito de una intervención fácil de Dios que pudiese llevarnos a comer gratis y sin fatigarnos con el trabajo. Y a no entender entonces que, el mensaje principal de todo esto, NO era el que todos comieran sin comprar pan, sino que cuando entregamos generosamente y unimos la pobreza de nuestros méritos y acciones al Poder de Dios, que es lo que hacemos en el ofertorio de cada Misa, al darle a Jesús nuestos pobres méritos para unirlos a Su Supremo Sacrificio Redentor en la Cruz, entonces el Poder de Dios puede hacer que esos méritos sirvan para muchas cosas más, ni más ni menos que para la Redención del mundo.
Ahora bien, hay que entender también en qué contexto dice el Santo Padre las palabras de la cita del hermano nando.
Se trata de un pequeño discurso al recibir a los líderes de Caritas Internacional, en ese contexto el Papa subraya aún más lo de que no se trata de una multiplicación como mágica, sino de un fraterno compartir, porque eso tiene que ver muchísimo con las realidades que continuamente se viven en esa institución, donde la necesidad de tantos hermanos hace desear que todo se multiplicara mágicamente, pero donde igualmente sabemos que eso no va a pasar, y, sin embargo, el Papa anima a los miembros de Caritas a trabajar bajo la confianza de que en realidad el Poder de Dios es el que puede hacer que lo poco o mucho que nosotros con generosidad y amor fraterno podemos poner, acabe alcanzando para todos.
Mediante la referencia a la Eucaristía tal vez sea más fácil comprenderlo: ciertamente se puede decir en un cierto sentido que, en la Eucaristía, Jesús se "multiplica"; pero sabemos que NO ES que entonces haya "muchos Jesuses" uno para cada quién, sino que Jesús es SIEMPRE UNO Y ÉL MISMO (que es como le rebatimos a los protestantes su falso argumento de que la Santa Misa representaría "muchos sacrificios" y no el Único Sacrificio de la Cruz) y, al Entregarse a nosotros, Él mismo no se acaba nunca.
Como podemos ver, no hay que escandalizarse porque las palabras del Papa no conicidan con la visión de nuestros catequistas, quienes, quizá como la multitud y los mismos discípulos, se dejaron llevar por el portento en sí mismo y dejaron volar un poco la imaginación en vez de concentrarse en la naturaleza profunda y el significado real del milagro.
Sino más bien hay que dejar nuestras ideas y prejuicios para permitir así que el Vicario de Cristo nos confirme en la Verdadera Fé.
Saludos y bendiciones