por tito » Dom Ene 20, 2013 11:26 pm
El Crimen de Caín.
Caín, por fin, perpetró el temible crimen. Es el primer homicidio de la historia, y el autor sagrado ha querido encarecer su gravedad apelando al llamamiento de la conciencia al bien antes de que se perpetrara tal enormidad. Dios no puede ahora dejar impune tal acción, y por eso pide cuentas al propio Caín.
Es sentencia divina de que quien “derramare la sangre del hombre, su sangre será derramada, porque a imagen de Dios ha sido hecho el hombre.” Por esto la sangre de Abel clama al cielo desde la tierra en que fue derramada, y pide justicia a la venganza divina. El homicida, atormentado por su propia conciencia, se ve forzado a huir de aquellos lugares, que le recuerdan a su hermano y el crimen en él cometido. Y huye, sin poder detenerse, perseguido por la sombra de su víctima y la acusación de su conciencia, temiendo que una mano vengadora descargue sobre él un golpe mortal.
Pero ¿de quién podía temer la venganza, si no existía más que Caín?
Pero el autor sagrado, al describir a Caín errante, piensa en la suerte del homicida de su tiempo que tiene que andar errante huyendo de su go'el, o vengador de la sangre.
Entre las tribus beduínas, donde no existe policía organizada, cuando hay un homicidio, un pariente de la víctima debe comprometerse a buscar al asesino y a darle muerte. Esta concepción es la que aparece reflejada en el caso de Caín. La sangre de la víctima inocente clama venganza al cielo. Por eso se solía cubrir con tierra, como esperando ahogar su grito mudo ante Dios.
La sangre es el símbolo de la vida, y sólo Dios puede quitarla. Según el texto bíblico, Caín en adelante será como maldito de la misma tierra que ha recibido la sangre del inocente. En adelante tendrá que luchar contra ella, pues ésta le negará sus frutos; es el castigo divino al homicida.
Por ello, Caín es condenado a andar vagabundo por el mundo, huyendo del vengador de su hermano y de los lugares que le recuerdan a Abel. En todos estos detalles hay observaciones psicológicas muy finas. El estilo es descriptivo. Es el capítulo anterior, en el que abundan los diálogos para expresar ideas teológicas y observaciones psicológicas. El homicida reconoce su crimen: insoportablemente grande es mi castigo. Por ello llega a desear la muerte de manos del primero que le encuentre (v.14). Y así quiere huir hacia la estepa, donde no hay protección familiar alguna.
Pero Dios no quiere que la venganza se ejerza ciegamente, y por eso dice que el que se vengue de Caín será siete veces vengado. Es la condenación de la práctica de la ley de venganza de la sangre llevada a cabo sin control. Y para destacar esta idea de protección sobre Caín, el hagiógrafo dice que le puso a éste una señal para que se le distinguiera y no se le matara. Según San Jerónimo, esa señal impuesta por Dios a Caín es el temblor de su cuerpo y la agitación de su mente. Pero lo que el autor sagrado quiere destacar es la protección de Dios sobre él para que no se ejerza la venganza, que pudiera ser principio de una cadena interminable de crímenes, como lo denuncia el fiero hijo de Caín, Lamec: “Si Caín sería vengado siete veces, Lamec lo será setenta veces siete.”
Parece que el hagiógrafo quiere condenar aquí los abusos del derecho de venganza que se daban en su tiempo. Dios se encargará de hacer justicia, y, en el caso de Caín, el castigo será el remordimiento y el verse obligado a andar errante sin encontrar tranquilidad. Por otra parte, el autor sagrado destaca la misericordia y benevolencia divinas, que invitan al pecador al arrepentimiento.
Vemos aquí “una noción muy elevada de Dios y de la religión y altas lecciones morales: primero el horror de Yahvé por el pecado, señalado por el castigo infligido al culpable, y, sin embargo, a pesar de la severidad del castigo, hay lugar junto a la justicia para la piedad y la misericordia, que tienden una mano al pecador, intentando llevarle a mejores sentimientos. Igualmente, de la aceptación diversa hecha a la ofrenda de los dos hermanos se deduce que las oblaciones y los sacrificios no bastan por sí mismos para captar la benevolencia divina; ésta dependerá de las disposiciones del corazón, y si Yahvé no vuelve sus miradas hacia Caín como hacia Abel, es porque el estado del alma de Caín no es de la calidad de la de Abel. Es la idea que los profetas intentarán inculcar al pueblo de Israel, siempre inclinado a darse por satisfecho con un culto externo, sin preocuparse de los sentimientos internos del alma, que deben ser los de una vida justa o de sincero arrepentimiento.”
Después el hagiógrafo consigna que Caín se apartó de Yahvé, que habitaba en Edén, y se marchó a habitar a la tierra de Nod, al oriente de Edén. No podemos localizar el lugar de morada de Caín, pero nod en hebreo significa “andar errante”; así que el nombre de esa región parece buscado para expresar que Caín se dirigió hacia tierras deshabitadas para continuar su vida errante y fugitiva. No pocos autores consideran a Caín como el antepasado epónimo de la tribu de los qenitas, tribu nómada de las estepas del Sinaí, que se agregó al pueblo hebreo ; y la señal de Caín sería una explicación popular de los tatuajes (wasm) de estas gentes despreciadas de la estepa. En 5:12 se habla de un nieto de Set llamado Cainán, cuyo nombre puede relacionarse también con la tribu de los qenitas o cineos.
La Descendencia de Caín (17-24).
17 Conoció Caín a su mujer, que concibió y parió a Enoc. Púsose aquél a edificar una ciudad, a la que dio el nombre de Enoc, su hijo. 18 A Enoc le nació Irad, e Irad engendró a Mejuyael; Mejuyael a Matusael, y Matusael a Lamec. 19 Lamec tomó dos mujeres, una de nombre Ada, otra de nombre Sela. 20 Ada parió a Yabel, que fue el padre de los que habitan tiendas y pastorean. 21 El nombre de su hermano fue Yubal, el padre de cuantos tocan la cítara y la flauta. 22 También Sela tuvo un hijo, Tubalcaín, forjador de instrumentos de bronce y de hierro. Hermana de Tubalcaín fue Naamah. 23 Dijo, pues, Lamec a sus mujeres:
“Ada y Sela, oíd mi voz;
mujeres de Lamec, dad oídos a mis palabras:
Por una herida mataré a un hombre,
y a un joven por un rasguño.
24 Si Caín sería vengado siete veces,
Lamec lo será setenta veces siete.”
Caín, alejándose de la presencia del Señor, que veía ligada a la morada primera de la humanidad, vino a habitar a la tierra de Nod o del destierro. Allí fijó su morada, y allí nos describe el autor sagrado el desarrollo de su descendencia. La prehistoria nos da a conocer los pasos lentos de la humanidad en la conquista de aquellos elementos, que constituyen la cultura material, a partir de la piedra tallada hasta la edad de hierro, que en Palestina parece coincidir con el siglo XII a.C. El autor, sin pretender darnos una lección de prehistoria, nos cuenta, haciéndose eco de tradiciones folklóricas y populares, los orígenes de la cultura humana, vinculada, en cuanto al progreso material, a la descendencia de Caín. En ello hay, sin duda, un sentido irónico, pues, para el autor sagrado, el progreso material y la vida sedentaria fomentan el vicio y el apartamiento de Dios, mientras que la simplicidad de costumbres de la vida nómada favorece el espíritu de religiosidad. Sin duda que el redactor sagrado, al hablar de la civilización material, pensaba en la corrupción de las ciudades cananeas, donde reinaba el vicio y el materialismo más craso.
Aquí encontramos otro anacronismo histórico, pues, aparte de que no nos dice nada de dónde provenía la esposa de Caín (no se han mencionado hasta ahora hermanas de él, hijas de Adán y Eva), nos le presenta edificando una ciudad y poniéndole el nombre de su hijo Enoc (v.17). Aquí ciudad tendrá el sentido de morada familiar, pues no da a entender que existieran más habitantes en la tierra. Sin duda que lo que quiere destacar el hagiógrafo es que la vida sedentaria en conjuntos ciudadanos — lugares propicios al vicio y a la ociosidad — proviene del hijo pecador de Adán.
Sabemos que, en las primeras edades, los hombres habitaban en grutas naturales, en las que han dejado restos de su industria y de su vida, y en éstos algo de historia. En las grutas buscaban abrigo contra los elementos, contra las fieras y tal vez contra los otros hombres. En climas más templados y en parajes escogidos hacen cabañas en la tierra o en los lagos, o bien fabrican tiendas con las pieles de los mismos animales que matan para su sustento. Las agrupaciones de estas moradas protegidas por lo escabroso de los lugares, por las aguas, por las empalizadas o por los muros de adobes o piedras gruesas, formaban lo que hoy llamamos un poblado, y que en la antigüedad se honraban fácilmente con el nombre de ciudad. Tal sería la atribuida a Caín para seguridad suya y de la familia. El nombre de su primer hijo, Enoc, que en hebreo significa dedicación, sin duda está relacionado con el ceremonial religioso que en la antigüedad se usaba en la fundación de las ciudades. Vemos, pues, cómo el autor sagrado traspone costumbres ambientales de su época a los primeros tiempos de la humanidad.
La lista de los descendientes de Caín enumerados contiene siete nombres. Sin duda que hay en el número algo de convencional, por ser el siete número perfecto. Por eso la palabra engendró hay que tomarla en sentido amplio, de descendencia carnal. Los nombres varían en la grafía del TM y de los LXX. Sólo de uno de ellos detalla una particularidad, porque introdujo una nueva degeneración en la humanidad: la poligamia. En los orígenes formó Dios una sola mujer para un solo varón, y así se constituyó la primera sociedad familiar, aumentada luego con los hijos. Pero en la ciudad de Caín nació el primer vicio que vino a herir la institución divina, la poligamia. Notemos este origen viciado, que la Sagrada Escritura pone de relieve siempre que tiene ocasión, haciendo resaltar la falta de concordia en la familia poligámica. Los nombres de los personajes son hebreos o hebraizados. Yabel es el padre de los que viven en tiendas y llevan vida pastoril. Es cosa singular que de los cainitas, fundadores de la primera ciudad, hayan salido los pastores nómadas, que viven en tiendas, y que en las regiones esteparias de Palestina y Transjordania perduran todavía. Yubal es el padre de los músicos, que tocan la cítara y la flauta. El nombre parece relacionarse con la palabra hebrea yô'bel, que significa carnero y cuerno de carnero, y después trompeta. Otro antepasado famoso fue Tubal-Cain, forjador de metales. El autor sagrado parece asociar los tres géneros de vida: nómada, músico y herrero, justamente el modo de vivir de ciertas tribus trashumantes que van con sus rebaños de un lado para otro, y al mismo tiempo tocan instrumentos músicos, y se dedican a la artesanía metalúrgica, ofreciendo sus servicios por los poblados a la manera de los gitanos o húngaros de nuestro tiempo. Ya hemos indicado que Caín significaba en árabe herrero. En las inscripciones asirias aparece un pueblo, forjador de metales, llamado Tabal, que habitaba al norte de Ugarit, en la Alta Siria. El autor sagrado recalca con ironía cómo estas tribus que cultivan la industria y el progreso material son las que viven apartadas del temor de Dios. En lo que sigue respecto de Lamec se confirma este juicio peyorativo. Los hombres suelen utilizar el progreso material y los inventos para la guerra. Los más antiguos objetos hallados en la época de los metales, del bronce y del hierro, son armas, espadas, lanzas, puñales. Aquí, Lamec, el primer bígamo de la historia, engreído con los trabajos de su hijo Tubal-Caín, se muestra feroz y pronuncia lo que podemos llamar el primer “canto de la espada”: Por una herida mataré un hombre, — y a un joven por un rasguño. — Sí Caín sería vengado siete veces, — Lamec lo será setenta veces siete (v.23). Esta sección poética es el primer trozo lírico de la Biblia, compuesto según la métrica hebraica: un tríptico en el que los miembros de cada verso están en paralelismo sinónimo. Es la glorificación de la fuerza bruta. Se siente orgulloso de los inventos de su hijo herrero, y sabe y proclama que los de su familia serán vengados inmediatamente con la espada. Es la ley de la venganza salvaje y el abuso de la fuerza bruta. Por un rasguño devolverá la venganza exterminadora. En este supuesto, la ley del talión es un progreso humanitario, ya que limita la venganza.
El autor sagrado presenta a Lamec, descendiente de Caín, como el prototipo del criminal insolente, que no tiene escrúpulos morales y se gloría de sus crímenes y atropellos. La doctrina de Jesús será todo lo contrario: perdonar “setenta veces siete.”
Aquí termina el relato de la descendencia de Caín, que representa, en la concepción de Agustín de Hipona, la “ciudad del mundo,” opuesta a la “ciudad de Dios,” representada en la descendencia de Set, que no se preocupa del progreso material, de inventar la industria y el arte, como la música y la metalurgia, sino que se preocupa sobre todo de dar culto a Dios y seguir sus mandamientos.
Biblia comentada por los profesores de Salamanca.
¡Ay, los que llaman al mal bien, y al bien mal;
que dan oscuridad por luz, y luz por oscuridad;
que dan amargo por dulce, y dulce por amargo! Isaías 5,20