Estimado Steve y demás hermanos en Cristo:
Más que simplemente quedarnos en no atribuirle los méritos al Espíritu Santo, creo que debemos ir un poco más allá para comprender la naturaleza de ese pecado concreto. Porque si, por ejemplo, una persona no identificara correctamente el origen de una manifestación extraordinaria, y por simple error le atribuyera un origen demoniaco y no un origen Divino, lo suyo no sería pecado, sino ignorancia. Entonces, para que sea pecado, debe ser algo más que un simple error; no basta simplemente equivocarse, sino debe haber malicia. Y esa malicia, en el fondo, consiste en no atribuirle a Dios el acto por una duda o una franca negación de su Bondad y Misericordia para con el hombre.
No le gusta a la persona que Dios sea bueno con otros porque cree que no lo merecen.
Ese es en el fondo el pecado de los demonios: no quieren que Dios sea bueno con nosotros porque creen que no lo merecemos y por eso se rebelaron contra Dios, para tratarle de demostrar que "se equivocó" al ser bueno con el hombre, porque el hombre jamás estaría a la altura de la elección que Dios hizo en su favor. Por eso mismo es que nos tientan y nos quieren hacer caer, no para "disfrutar" del mal que cometemos, pues precisamente les parecen detestables las tonterías que nos inducen a cometer, sino para "demostrarle" a Dios su punto de lo indignos que somos del Amor Divino. Y por eso es el demonio odia tanto a Nuestra Santísima Madre, y no pudiéndola tocar, trata de tocar al resto de sus hijos, los que obedecen a Dios:
El Dragón, al verse precipitado sobre la tierra, se lanzó en persecución de la Mujer que había dado a luz al hijo varón.
Pero la Mujer recibió las dos alas de la gran águila para volar hasta su refugio en el desierto, donde debía ser alimentada durante tres años y medio, lejos de la Serpiente.
La Serpiente vomitó detrás de la Mujer como un río de agua, para que la arrastrara.
Pero la tierra vino en ayuda de la Mujer: abrió su boca y se tragó el río que el Dragón había vomitado.
El Dragón, enfurecido contra la Mujer, se fue a luchar contra el resto de su descendencia, contra los que obedecen los mandamientos de Dios y poseen el testimonio de Jesús.
Apocalipsis 12, 13-17
Porque en Ella Dios les demostró a los demonios su error, pues les mostró que la persona humana, aún sin ser ella misma Dios, como lo es Cristo, puede realmente ser perfectamente fiel a Él. Esa es la grandeza de Nuestra Santísima Madre y por eso es que Jesús la alaba de esta manera:
Cuando Jesús terminó de hablar, una mujer levantó la voz en medio de la multitud y le dijo: «¡Feliz el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron!».
Jesús le respondió: «Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican».
San Lucas 11, 27-28
Indicando a la mujer que habló, y a todos nosotros, que la verdadera grandeza y felicidad de Su Santísima Madre NO estuvo en el mero hecho de llevarlo y criarlo a Él, sino en haber siempre escuchado la Palabra de Dios para practicarla.
Y así, en el fondo, en cualquier forma de pecado contra el Espíritu Santo, lo que hay es una malicia que, por algún motivo egoista, se niega a reconocer el Amor de Dios. Incluso esta malicia está presente en el que desespera de la Misericordia Divina creyendo que su pecado es tan grande que no puede ser perdonado. Porque, siendo este Amor REAL, no hay motivo legítimo alguno por el que alguien que es gratuitamente liberado pudiera no recibir esta liberación con agradecimiento y regocijo. Si, pudiera haber una cierta incredulidad "justificada" si el hombre fuera el que se inventara esa gratuidad del Amor de Dios, si ese Amor no le estuviera siendo ofrecido. Pero cuando DE HECHO este Amor esta siendo ofrecido de manera efectiva y gratuita, el negarlo o desconfiar del ello, no puede ya ser de ningún modo una actitud inocente o legítima. Sino se fundamenta tan solo en otra forma de malicia: la malicia del que sabe que ese Amor no ha sido merecido y que, por tanto, el aceptarlo le obliga a uno a contraer una deuda infinita con ese Amor que tan gratuitamente se ha dado a Sí mismo. No es entonces que en realidad la persona piense que su pecado es tan grande que no puede ser perdonado, sino que se da cuenta de que recibir el Amor tan grande que puede perdonar un pecado tan grande, de algún modo le compromete a responder con agradecimiento renunciando del todo a ese pecado y a entregarse en amor hacia los demás también. La persona se da cuenta de que, de algún modo, ya no será "dueña de sí misma", sino que, en lo sucesivo, su vida le pertenecerá a ese Amor que se entregó por ella:
Pero en virtud de la Ley, he muerto a la Ley, a fin de vivir para Dios. Yo estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí: la vida que sigo viviendo en la carne, la vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí.
Gálatas 2, 19-20
Y ahí está la malicia del que rechaza este Amor: en que esa persona no quiere entregar así su vida para que le pertenezca al Amor de Dios, y, por eso, prefiere vivir sin perdón, con todas las consecuencias que esto pueda traerle; antes que aceptar ese Amor gratuito y misericordioso que le implicará renunciar a sí misma y entregarse ella misma también a los demás.
Toda forma pues de pecado contra el Espíritu Santo implica una malicia que se niega a reconocer o aceptar el Amor Misericordioso de Dios en favor de algún interés egoista. Y por eso es que no puede ser perdonado: porque el que no reconoce o acepta la Misericordia de Dios, simplemente no puede acogerse a Ella.
Saludos y bendiciones