Estimados hermanos en Cristo:
Evangelizar desde el testimonio no es únicamente una forma "válida" de Evangelizar "en estos tiempos", sino SIEMPRE ha sido lo ÚNICA forma de Evangelizar. Por eso la entrega de los mártires siempre ha sido semilla de nuevos cristianos (¿pues qué es el martirio sino testimonio puro?). ¿Y qué es la Cruz de Cristo, causa de nuestra Salvación, sino el Testimonio por Excelencia del Amor de Dios hacia nosotros? Convencer a alguien intelectualmente de la bondad, rectitud, verdad objetiva, etc. de la Doctrina Católica NO ES Evangelizar a esa persona, sino es, en palabras de San Pablo, desvirtuar la Cruz de Cristo, pues la Doctrina sin Testimonio convierte la Palabra del Señor meramente en una Fe muerta de sabia elocuencia humana.
Precisamente por eso es que es posible Bautizar a los pequeños, como lo ha hecho siempre la Iglesia, sin tener que esperar a que conozcan y proclamen la Doctrina por si mismos, como erradamente piensan muchos grupos protestantes: porque el Testimonio de sus padres y de la Iglesia al Bautizarles es el medio por el que Dios les Transmite la Fe que ya desde pequeños reciben y perciben.
Y es por ello también que, en la Evangelización de América, fue el Testimonio de los buenos cristianos, personas como los frailes o como Vasco de Quiroga, lo que finalmente rindió y convirtió a los más resistentes grupos indígenas a los que simplemente no fue posible someter del todo por las armas. Ya no digamos lo que significó el Testimonio de la visita de la Virgen Morena.
No es que la Doctrina sea trivial, por supuesto, y me parece que pensar que el Papa Francisco no sigue o no enseña de manera constante y consistente una Doctrina sólida, puede ser tan solo fruto de la ignorancia que le juzga meramente por lo que se dice de él en los medios masivos, o de la mala Fe. Pero si la Doctrina, por más correcta y formalmente bien expuesta que esté, no se traduce en Testimonio, demuestra en ello mismo lo alejada que esta del Evangelio la persona que la enuncia.
Respecto a las Cruzadas, es evidente que un fenómeno que duró cientos de años y comprometió a cientos de miles de personas no puede ser juzgado de forma simplista y ligera. Está claro que las Cruzadas fueron fenómenos variadísimos y complejísimos que obedecieron a motivaciones muy diversas, en las que se presentaron situaciones y actitudes muy distintas, que van desde lo más cercano al heroísmo auténtico y la santidad, hasta lo más bajo y vil de la naturaleza humana. No parece que sea, por supuesto, la intención del Papa juzgar o calificar fenómenos tan complejos con frases simplistas.
Y, sin embargo, algo que es innegable de las Cruzadas es su rotundo y definitivo fracaso, habiéndose finalmente logrado sus verdaderos y legítimos objetivos por medios alternos. Y, aunque por supuesto en el marco de las Cruzadas no dejó de haber auténtico Testimonio y verdaderas conversiones, lo que es un hecho también es que, por encima de eso, SI acabó predominando una actitud más bien proselitista en el sentido que señala el Papa: de tratar de tomar la Fe como un bando, como una bandera que, de un modo u otro, se pretendía imponer por la fuerza; y en buena medida su fracaso final se debió a eso, en marcada diferencia del enorme éxito que en su momento representó la Evangelización de América, la que, contra lo que se suele decir y creer, se fundamentó mucho más en el Testimonio que en la imposición militar.
De este modo, si bien es perfectamente posible sustentar y defender la rectitud de muchos de los motivos que orillaron a convocar inicialmente las Cruzadas, pensar a partir de ahí que los hechos reales, incluso desde la Primera Cruzada, siguieron fielmente estos principios, caminos y motivaciones, es caer en un vano e inútil idealismo que nada tiene que ver con la realidad. En la realidad es bien sabido que la mayor parte de los nobles que financiaron, apoyaron y participaron en estas empresas lo hicieron en la búsqueda de la gloria y el poder humanos. Y eso sin descontar que también hubo santos entre estos nobles, como San Luis Rey. Pero incluso con motivos legítimos, este claramente no era el mejor medio para auténticamente buscar la Gloria de Dios, como Dios mismo se lo hace ver a San Francisco precisamente al detenerlo en su camino hacia las Cruzadas. Y es que recordemos que fue a San Francisco, y no a otras buenas personas como San Luis, a quien el Papa vio en sus sueños sosteniendo a la Iglesia.
No sorprende, pues, que el Papa Francisco, quien sabemos que tomó su nombre del pobrecillo de Asís, trate de seguir precisamente estos mejores pasos que Cristo mismo le indicó al que no por nada llegó a ser conocido como el Alter Christus.
Creo que estas palabras del Papa Benedicto XVI ilustran muy bien lo que aquí hemos señalado y el verdadero sentido que hay que darles a las palabras del Papa Francisco:
Se ha dicho que Francisco representa un alter Christus, era verdaderamente un icono vivo de Cristo. También fue denominado «el hermano de Jesús». De hecho, este era su ideal: ser como Jesús; contemplar el Cristo del Evangelio, amarlo intensamente, imitar sus virtudes. En particular, quiso dar un valor fundamental a la pobreza interior y exterior, enseñándola también a sus hijos espirituales. La primera Bienaventuranza en el Sermón de la montaña -Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos (Mt 5,3)- encontró una luminosa realización en la vida y en las palabras de san Francisco. Queridos amigos, los santos son realmente los mejores intérpretes de la Biblia; encarnando en su vida la Palabra de Dios, la hacen más atractiva que nunca, de manera que verdaderamente habla con nosotros. El testimonio de Francisco, que amó la pobreza para seguir a Cristo con entrega y libertad totales, sigue siendo también para nosotros una invitación a cultivar la pobreza interior para crecer en la confianza en Dios, uniendo asimismo un estilo de vida sobrio y un desprendimiento de los bienes materiales.
Catequesis en la audiencia general
del miércoles 27 de enero de 2010
Saludos y bendiciones