“Envueltos en el misterio de la Alianza de Dios…”La acción vocacional en una persona sólo puede darse en un dinamismo de alianza y de comunión con Dios en el amor. Consciente de que fue escogido por Dios desde siempre, el individuo que es llamado se deja envolver en la aventura de la relación y del amor. El llamado descubre los proyectos de Dios, se identifica con ellos y acepta dar testimonio en el mundo de dichos proyectos de Dios. El amor de Dios que le llena el corazón le compromete en el amor a los hermanos.
La caridad es verdaderamente el corazón de la Iglesia, el amor es la clave de todas las vocaciones, como decía santa Teresita de Lisieux: “Comprendí que la Iglesia tiene un corazón; un corazón ardiente de amor; comprendí que sólo el amor hacía actuar a todos los miembros de la Iglesia; comprendí que el amor encierra en si todas las vocaciones, que el amor es todo”1 .
Hablar de la vocación y de las vocaciones significa hablar de la realidad más profunda de la persona. No se trata apenas de buscar la satisfacción de un mero deseo personal o de sentirse realizado en determinadas tareas gratificantes. Es un proceso que se pasa a un nivel más profundo de la persona.
Lo más importante y decisivo es la respuesta al llamamiento a seguir a Jesús en la Iglesia y a continuar su misión en el mundo, que puede llevar a la consagración total de la persona. Cualquier tipo de vocación asumida en esta perspectiva, abre a un proyecto bello y noble de realización de la persona humana en sus más profundas aspiraciones: en el don de si, en la relación con los otros, en la transformación de la sociedad y del mundo, según el proyecto salvífico de Dios.
La acción vocacional procede de la decisión amorosa y maternal de la Iglesia de prestar el mejor servicio a todas y a cada una de las personas, para ser ellas mismas según el proyecto de Dios; para descubrir “el don de Dios” y su amor incondicional e único y para asumir el servicio salvífico que deben prestar en la Iglesia y en el mundo.
La acción vocacional tiene como deber urgente e irrenunciable de anunciar y testimoniar el sentido cristiano de la vocación, la buena nueva del llamamiento. El pueblo cristiano tiene derecho de escuchar este “evangelio de la vocación”.
La acción vocacional debe procurar alcanzar a todas las personas, en todas las edades y a lo largo de toda la vida. La pastoral vocacional no conoce fronteras; se dirige a todos y no sólo a algunas personas privilegiadas, porque todo ser humano tiene el deseo de conocer el sentido de la vida y de su lugar en la historia. Es una propuesta continua que no acontece apenas una vez en la vida; no es sólo para jóvenes. La invitación del Señor a seguirle se dirige a todas las edades y la vocación se considera plenamente realizada en la hora de la muerte.
La acción vocacional se fragua en el misterio de Dios:
• Parte del misterio de Dios para reconducir al misterio del hombre.
• Parte de la centralidad de la resurrección de Cristo en la vida de la Iglesia y en la vocación para provocar la respuestas de la persona.
• Parte del dinamismo radical de la escatología para captar los signos del Espíritu en la historia.
Sin esta apertura al misterio en sentido pleno, no existe vocación ni pastoral vocacional. La persona humana se realiza vocacionalmente en este movimiento que envuelve toda su vida y que es fundamento del camino de discernimiento vocacional.
“Llamados a anunciar el Evangelio de la esperanza”Toda la pastoral de la Iglesia tiene su fundamento teológico en la eclesiología renovadora del Concilio Vaticano II, que define a la Iglesia como comunión y misión. La comunión encarna y manifiesta la esencia de la Iglesia.
“Promover una espiritualidad de comunión, elevándola a nivel de principio educativo en todos los lugares donde se plasma el hombre y el cristiano, donde se educan los ministros del altar, los consagrados, los agentes pastorales, donde se construyen las familias y las comunidades…” (Juan Pablo II, “Novo Millennio Ineunte”, 43); antes de cualquier programa, iniciativa o acción pastoral, es un grande desafío para todos lo que buscan ser fieles al designio de Dios y corresponder a las expectativas del mundo.
La pastoral de las vocaciones se sitúa en la comprensión de la Iglesia como comunión y misión. Toda vocación en la Iglesia está al servicio de la santidad. Algunas, como la vocación al ministerio ordenado y a la vida religiosa lo hacen de modo singular. La vida consagrada revela la íntima naturaleza de toda vocación cristiana a la santidad y la tensión de toda la Iglesia-Esposa para Cristo, su único Esposo, apuntando para el valor absoluto y escatológico de la propuesta de la vida asumida.
La Iglesia, llamada por Dios, constituida en el mundo como comunidad de llamados, es a su vez instrumento del llamamiento de Dios. “La comunidad que toma conciencia de ser llamada, al mismo tiempo toma conciencia de que debe llamar continuamente. A través y a lo largo de ese llamamiento, en sus formas variadas, fluye también el apelo que viene de Dios” . 2
En este sentido, la Iglesia es madre de vocaciones, generadora y educadora de vocaciones. Con la fuerza del Espíritu las hace nacer y alimenta; procura que tengan una adecuada formación inicial y permanente y las acompañara a lo largo del camino.
1. Historia de un alma, MS B, 3v.
2. NVNE n. 19 . Esta sigla significa “Nuevas vocaciones para la nueva Europa”, Congreso sobre las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada en Europa, tenido en Roma en 1997
Participación en el Foro1. ¿Qué significa hablar de las vocaciones y qué debe procurar alcanzar?
2. ¿De quién es tarea la promoción vocacional? ¿Sólo da unos pocos?
3. ¿Por qué es importante buscar vocaciones? ¿Qué pasaría a la Iglesia y a la congregaciones si no se buscan vocaciones?
Bibliografía recomendada/ artículos de apoyo :Una cultura vocacional
http://es.catholic.net/vocaciones/639/2 ... p?id=18758Nuevas vocaciones para una nueva Europa
http://es.catholic.net/religiosas/806/2 ... p?id=29615Carta del Papa Benedicto XVI en el congreso europeo de PV
http://www.es.catholic.net/religiosas/8 ... p?id=47993