3. Actitudes que impiden la construcción de la pastoral voca
Publicado: Dom Oct 17, 2010 12:24 pm
La situación de muchas congregaciones nos obliga a actuar diligentemente para que no se pierda el don de Dios (1Tim 4,14; 2Tim 1,6) y antes de construir una cultura vocacional tenemos que afrontar algunas actitudes que nos lo impiden
a) El derrotismo: No podemos hacer nada.
Algunos opinan que puesto que las vocaciones son un don del Espíritu Santo, no cabe sino esperar pasivamente las vocaciones que al Espíritu le plazca enviar. Si Dios quiere, ya enviará vocaciones...En absoluto ponemos en tela de juicio que las vocaciones sean don de Dios y sólo de Dios; pero sería malentender la confianza en Dios no cooperar con El.
Hay una versión secularizada de esta herejía, según la cual, con los jóvenes de la actual sociedad de consumo del occidente postcristiano y posteclesial “no podemos hacer nada”. Es cierto que la situación sociocultural actual no juega a favor de la animación vocacional, pero no podemos engañarnos: los jóvenes de hoy tienen muchos valores y hay posibilidad de enganchar con ellos (Cfr. J..García Roca. Constelaciones de los jóvenes. Síntomas, oportunidades, eclipses. Cuadernos “Cristianisme i justicia, nº 62, Barcelona 1994; Jose Maria Rodríguez Olaizola, s.j. 2008).
En todo caso, la resignación no parece que ofrezca demasiados alicientes. El comprobar que otros aciertan a crear una “ecología vocacional” en su entorno pone en entredicho esta afirmación. Podemos ser instrumentos de la gracia y colaboradores de la libertad humana, sin que podamos ni debamos suplantar ni la una ni la otra.
Todos conocemos el caso típico del chico tímido que no consigue ligar con la chica de la que está enamorado (la cual, a su vez, está enamorada de él) porque no se atreve a hablarle y menos aún a decírselo. A veces consideramos impropiamente la animación vocacional como un atentado contra la libertad individual. A otros, les da vergüenza presentarse como religiosos y religiosas felices y realizados.
El que no espabila, no “liga”, como tampoco lo hace el que se queda en casa estudiando o acompañando a sus padres y no acude adonde van las chicas de su edad. ¿No será que en el terreno vocacional “ligamos” por debajo de nuestras posibilidades porque “nos da corte declararnos” y nos sentimos fuera de lugar en las “movidas” que atraen a los jóvenes?
b) El abatimiento: Hacemos lo que podemos y, sin embargo...
Es una versión más sutil de la herejía anterior y consiste en creer que hacemos todo lo que podemos: ya dedicamos energías a la pastoral juvenil, a ejercicios para jóvenes, a experiencias de verano.
Curiosamente, los grupos con más vocaciones son los que más energías invierten y los que están más convencidos de que deberíamos hacer más, en cantidad y calidad: Mejorar sus ofertas pastorales y adaptarlas; implicar en ellas a más gente; evaluarlas a fondo y regularmente; mantener en formación continua a quienes las dirigen; hacer más equipo entre los miembros de la congregación; ampliar el espectro de publicaciones y materiales de orientación vocacional, elaborando algunos para cada edad específica…
c) La excusa: Ya tenemos un (equipo) encargado.
La animación de vocaciones no es asunto exclusivo de un delegado ni de un equipo, ni siquiera de los que están en la pastoral juvenil, sino de toda la congregación. Es la comunidad entera y la congregación en su totalidad la que atrae o repele las vocaciones. El promotor vocacional es como la comadrona y la comunidad como la embarazada; si la comunidad no es fértil, la comadrona no puede hacer nada.
Esto no impide que pueda y deba existir un encargado de la animación vocacional, con una labor específica, ni que no se requieran contactos individuales con personas que puedan ser modelos significativos de identificación.
Hay gran diferencia cuando un carisma es refrendado por una comunidad donde todos “tiran para el mismo lado” o cuando topa con actitudes de indiferencia y resignación. Esta batalla no se gana con francotiradores sino con la participación de todos en una estrategia de conjunto. Cada individuo, cada obra y cada comunidad tienen que hacer una aportación específica.
d) La edad: Eso es cosa de las más jóvenes; a mi edad...
Con frecuencia se oye que la promoción vocacional compete a los jóvenes y que a partir de cierta edad ya no se puede contribuir más que con la oración. Esto no es totalmente verdad. Es verdad que las jóvenes pueden aportar más cercanía y espontaneidad pero las encuestas realizadas entre religiosos que han entrado en los últimos años demuestran que para muchos, el contacto con religiosos/as adultos que vivían la plenitud del trabajo apostólico, fue determinante. Hay ejemplos de sacerdotes y religiosas mayores que envían jóvenes al noviciado. ¿No puede funcionar la edad como una disculpa fácil?
e) Es la hora de los laicos
A veces se oye que no está bien insistir en las vocaciones de especial consagración, sacerdocio y vida consagrada. Su tiempo y su protagonismo en la Iglesia sería cosa del pasado. El siglo XXI será y habría de ser el siglo del laicado. Los religiosos y sacerdotes deberíamos reconocerlo y preparar el camino a los laicos, cediéndoles nuestro puesto.
El tema es muy complejo. No cabe duda que una eclesiología actual saluda con entusiasmo la mayoría de edad del laicado, en cuyo logro efectivo nos faltan muchos pasos. Sin embargo, la misma eclesiología del concilio valora sobremanera toda la diversidad de carismas y ministerios en la Iglesia, al servicio de la edificación de la misma y para el cumplimiento de su misión. Juan Pablo ha resaltado tanto el laicado (Christifideles laici) como el ministerio ordenado (Pastores dabo vobis) y la vida consagrada (Vita consecrata). No podemos concebir una pugna entre las diversas vocaciones, ni considerar que la valorización del laicado ha de ser en detrimento del valor, la necesidad y la identidad de los otros carismas.
Me pareció hermoso este artículo que encontré en la internet sobre este tema. Lo reproduzco tal cual.
ALGUNOS DESAFÍOS DE LA El trabajo vocacional hoy exige de hombres y mujeres que, pertenecientes a una comunidad, tengan espíritu de agiornamento y sepan lanzar las redes en nombre de Jesús, pastor supremo ya en la disponibilidad del hombre que responde al llamado y compromete toda su vida al seguimiento de Jesús. La respuesta es personal, libre, consciente, responsable y tiene como fundamento una profunda inspiración y experiencia de fe. La persona responde dentro de una situación histórica concreta. Y crece en una comunidad que camina tras la huellas del maestro a través de lo enseñado por el fundador y lo vivido en comunidad.
Dos son los factores en que el trabajo vocacional se está viendo afectado y es el papel del promotor vocacional y el vocacionado, éstos están atravesados por algunos desafíos que presenta el mundo de hoy y del cual ellos están envueltos, por eso se hace necesario profundizar en algunos de ellos con el fin de crear conciencia a aquellos que hoy trabajan por y para las vocaciones para que puedan realizar la misión de pescar al estilo de Jesucristo buen Pastor, Maestro y promotor vocacional por excelencia. Teniendo en claro en que todos en la vida podemos ser tanto promotores como vocacionados.
[b]1. Individualismo exacerbado: el mundo de hoy está cada vez más incentivado al individualismo. Mostrando que el sujeto no debe hacer las cosas con otras personas. El debe pensar solamente en él mismo y nada más. Existe la tentación cada vez más de la privatización, de reducir todo en el ámbito de lo privado, sin la obligación de prestar cuentas a los demás seres humanos. Se llega también a la privatización de la fe y lo más cuestionante hoy la privatización de la vocación, del ejercicio de la misión.
2. Arrogancia y eficiencia: el individualismo al ser un sistema que trabaja por la exclusión, lucha, como vimos antes, por la sobrevivencia de los más “fuertes”, de los más “eficientes”, estos dos conceptos encerrados en unas comillas grandes, pues se cree que ser fuerte es sobrepasar por encima del otro y acaparar todo para mí, y ser eficiente es quererlo hacer todo volviéndonos autosuficientes. Se promueve así el carrerismo y la adulación, cuyos métodos son la transgresión, la violación de todo lo posible, desde que eso facilite la llegada al tope de uno, entonces aquellos que no están en condiciones de correr o competir son eliminados, sin importar su ser, sus ideales y propósitos.
3. La concurrencia: esto es lo que se conoce más común con el movimiento de masas, para algunos la concurrencia debe ser el motor de la sociedad porque solo ella genera el aumento de la eficiencia, en este clima no hay espacio para la solidaridad, aquí prima la cantidad y no la calidad.
4. Sensación de impotencia: delante de la crueldad del sistema las personas y los grupos sociales van teniendo la sensación de la impotencia, o sea, de que no es posible hacer nada más, mismo porque no es posible mudar más nada. Se comienza a no creer en nada y en nadie. Todo esfuerzo emprendido por alguien o por algún grupo es considerado inútil, no vale la pena luchar.
5. Irresponsabilidad colectiva: por estas razones se va estableciendo un sentimiento de irresponsabilidad colectiva, donde nadie se siente más responsable por nada, hay desprecio por las instituciones y la personas públicas. VOCACIONAL
Robinson González Herrera SDV (Religioso Vocacionista) [/b]
Es importante entonces preguntarnos como estamos manejando nuestra pastoral vocacional y más teniendo en cuenta que el ser humano de hoy anda desubicado, buscando siempre alguien que le muestra un camino seguro y que realice con él un discernimiento que lo lleve a la felicidad.
Traigo a colación los apuntes que pude extraer en clase de Teología de la comunidad cuando hablábamos con el docente Fray John Jairo Molina del tema de la refundación. De ello apuntábamos precisamente que la pastoral vocacional esta siendo afectada por la crisis que padecen muchas comunidades religiosas, ya que muchas han perdido la etapa del enamoramiento, del encanto pasaron al desencanto y por ende se debe luchar por un re-encanto, solo en la medida en que los que ya somos consagrados volvamos a la esencia del carisma, fijemos la mirada en la misión que nos legó el fundador, la pastoral podrá ser realizada mas que de la palabra desde el testimonio.
El motivo principal es que «refundar» significa ante todo «Volver seriamente a los fundamentos de la vida consagrada y a la raíz originaria y esencial de la misma…para vivir el carisma de modo significativo en los nuevos contextos culturales en los que vivimos y actuamos. Y siempre, como cimiento de la vida consagrada, tenemos una experiencia del fundador o de la fundadora que sella y caracteriza la vida de sus seguidores en el tiempo y en el espacio. Es un ser consciente de tres palabras que se hacen vida en la vida Consagrada:
“Encanto”, “des-encanto” y “re-encanto”
La palabra “encanto” se refiere a todo aquello que produce alegría contagiosa, fuerte atractivo, suave frescor y estimulante optimismo. Aquello que despierta gracia y simpatía, imaginación y fantasía. Por su naturaleza, hace brotar fuerza, entusiasmo e ilusión. Somos muchos los que entramos en la VIDA CONSAGRADA porque la VIDA CONSAGRADA nos encantó. Vimos a la VIDA CONSAGRADA como una realidad de la vida cristiana que te dejaba con grandes deseos, con fuertes propuestas y con un gran empeño en la generosidad y la santidad.
Por oposición a “encanto”, hablamos de “des-encanto”. Es todo aquello que produce frustración, monotonía, desilusión y de pérdida de algo significativo. Lleva a la tumba las grandes y sanas ilusiones. Puede producir hasta amargura. Quien está o se siente de alguna forma afectado por él desencanto, adopta una actitud de “dejar pasar”, hasta poner en manos de otro decisiones que se deben tomar personalmente. El “des-encanto” produce fastidio, cansancio, es como la tumba de las ilusiones y lleva en ocasiones al arrepentimiento por la opción que un día se hizo. La persona desencantada pierde norte y la admiración que tenía y ponía en la VIDA CONSAGRADA. Siembra desánimo en torno. Deja el camino emprendido y desde luego no motiva a que otros asuman el que ella vive aburridamente.
Pero lo perdido se puede encontrar y recuperar. El desencanto puede desaparecer y superarse. Es posible devolverlo a las personas, las instituciones, la Iglesia, la VIDA CONSAGRADA. Para ello hay que retornar al amor primero. Se precisa reavivar el fuego de la fe, de la esperanza y de la caridad. Algunos aspectos que pueden contribuir a que la VIDA CONSAGRADA recupere su “encanto”, para que sea “anuncio de un modo de vivir alternativo para el mundo y la cultura dominante”, pues La VIDA CONSAGRADA ha dejado de ser una forma de vida cristiana alternativa. No acierta, tampoco, a ofrecer una alternativa válida en la concepción y puesta en marcha de una sociedad post-secularizada que podría estar a las puertas. Si diera con ella nos pasaría como a la persona que “encontró un tesoro en un campo, que, al encontrarlo vuelve a esconderlo y por la alegría que le da, vende todo lo que tiene y compra aquel campo” (Mt 13, 44). Cuando hacemos eso nos convertimos en una profecía viva de la esperanza que anima y estimula el paso, al sentir que nuestro corazón arde mientras el Espíritu nos va hablando por el camino (Lc. 24, 32).
¿Qué se puede refundar?
I. Primero hay que hacer una revisión de:
1. Examen de la situación social, eclesial, de la vida consagrada.
2. Regresar a las fuentes.
3. Reformulación de los aspectos fundamentales del carisma y de la espiritualidad .
4. Esfuerzos de inculturación.
5. Aceptación de la unidad en la diversidad.
II. Analizar modos de vida de:
1. Relaciones comunitarias, provinciales y a nivel general.
2. Cursos de formación permanente sobre el carisma y espiritualidad.
3. Creación de Institutos de espiritualidad. Espiritualidad encarnada, liberadora e inculturalizada.
4. Reuniones periódicas con los Provinciales (cada dos años).
5. Congresos internacionales sobre diversos aspectos del carisma y de la espiritualidad.
En torno a la VIDA CONSAGRADA hoy no falta empeño, sacrificio, búsqueda. En las últimas décadas se ha sembrado mucho y se ha recogido poco. Por eso es urgente “discernir lo que el Espíritu de Dios está haciendo surgir entre nosotros para responder a los desafíos de nuestro tiempo y construir el Reino de Dios”, reforzar esa novedad y convertirla en punto de partida de etapa nueva. En otras palabras, se necesita sembrar esperanza, poner pasión y reforzar los signos claros de vitalidad.
a vida consagrada puede ofrecer a la pastoral vocacional de hoy:
- El “frescor” de la centralidad de Jesús.
- El “atractivo” de la espiritualidad.
- La “fuerza” de la misión.
- El “grito desgarrador “del humanismo.
- La frescura del agua pura de las fuentes: Palabra de Dios y carisma de los Fundadores/as.
- La propuesta de encuentros que transforman: Hemos ido a beber al mismo pozo.
- El lenguaje del agua cantarina: mana y corre.
- El servicio a los pobres, para llegar al corazón del evangelio de la verdadera vida.
Estas serían las virtudes:
• La lucidez, la que procede de la profundidad que da el discernimiento evangélico y de la autenticidad que trae la verdad que nos pide ser transparentes y sinceros.
• La hospitalidad: y la gratuidad propia del que acoge y al acoger se da y deja con alegría y un estimulante optimismo al que está cerca y al que está lejos.
• La mansedumbre que lleva a la no violencia y pide tolerancia y diálogo.
• La libertad de espíritu que nos da una energía especial en el hacer.
• La audacia y la capacidad creadora que evita el que nos repitamos y lleva a aportar la gracia de lo nuevo y la fuerza para soñar y para realizar los sueños; para ser pionero.
• La simplicidad que valoriza los recursos pobres y pequeños.
• La fidelidad que nos lleva del río a la fuente de donde brota el agua pura y cristalina. La contemplación que me lleva a adorar, amar y servir.
Para esto es necesario, además de lo anterior, profundizar en dos factores más que influyen en la pastoral vocacional y son: las características que presenta el joven globalizado de hoy y estudiar algunos factores que pueden ayudar para el éxito de una buena pastoral vocacional. Es preciso, por tanto, ante este panorama, reactivar nuestro compromiso vocacional desde nuevas actitudes, en concreto; (actitudes que logré extraer de un curso de pastoral ofrecido por los hermanos claretianos):
• TALANTE TESTIMONIAL: No se trata de hacer una PASTORAL VOCACIONAL de emergencia sino una pastoral que sea expresión normal y continuada de la maternidad de la Iglesia.
• COMPROMISO CORAL. No debe ser llevada sólo por algunos sino que está llamada a ser asumida como tarea de todos, aun cuando solamente unos cuantos estén dedicados de modo expreso a suscitar y acompañar de cerca a los llamados. O crecemos juntos en una Iglesia comunión o no crece ninguno.
• UNIVERSAL Y CARISMÁTICA. No se trata de plantear la vocación sólo a los cercanos (los que están en nuestros grupos) sino que se dirige a todos, porque el Señor puede llamar donde menos imaginamos. La PASTORAL VOCACIONAL es categoría unificadora, que ha de hacerse presente en toda la pastoral. La cruza transversalmente y la orienta. Existe un flujo permanente entre la pastoral general, que debe confluir en la animación vocacional para favorecer la opción vocacional y la PASTORAL VOCACIONAL que, a su vez, debe permanecer abierta a otras dimensiones, insertándose en ellas.
• PERSONALIZADA. Hay que desterrar el mero reclutamiento, porque se trata de una pastoral que acompañe a las personas con cercanía y profundo respeto.
Termino esta reflexión con unas palabras de Elza Ribeiro, que encontré en la revista de la CLAR:
“Se fiel, hasta la muerte, a la vocación que fuiste llamado.
Ocupa tu lugar en la Iglesia con el cariño y la ternura de hijo. El ardor de los Apóstoles, la audacia de los profetas, la fuerza de los mártires, la pasión por el Reino, la alegría del Espíritu, el celo de los fundadores, la santidad a la que te invitó.
Abre los ojos y el corazón atenta a la realidad, perspicaz para leer los signos de los tiempos o sensible a la vida, sobre todo a la vida disminuida, desprotegida, pisoteada, acogedora del Espíritu y dócil a la palabra.
Alimenta en ti el amor, fuente que genera, dinamiza y potencializa la vida querida por el Padre para toda Criatura”.
Participación en el Foro
1. ¿Qué actitudes bloquean la construcción de la cultura vocacional no sólo en el mundo, sino también en la Iglesia y en la Congregaciones religiosas?
2. Menciona los desafíos de la pastoral vocacional según Robinson González H
3. Según el mismo autor, ¿cuáles son las nuevas actitudes que hay que tomar para reactivar el compromiso vocacional?
Bibliografía recomendada/ artículos de apoyo :
Una cultura vocacional
http://es.catholic.net/vocaciones/639/2 ... p?id=18758
Nuevas vocaciones para una nueva Europa
http://es.catholic.net/religiosas/806/2 ... p?id=29615
Carta del Papa Benedicto XVI en el congreso europeo de PV
http://www.es.catholic.net/religiosas/8 ... p?id=47993
a) El derrotismo: No podemos hacer nada.
Algunos opinan que puesto que las vocaciones son un don del Espíritu Santo, no cabe sino esperar pasivamente las vocaciones que al Espíritu le plazca enviar. Si Dios quiere, ya enviará vocaciones...En absoluto ponemos en tela de juicio que las vocaciones sean don de Dios y sólo de Dios; pero sería malentender la confianza en Dios no cooperar con El.
Hay una versión secularizada de esta herejía, según la cual, con los jóvenes de la actual sociedad de consumo del occidente postcristiano y posteclesial “no podemos hacer nada”. Es cierto que la situación sociocultural actual no juega a favor de la animación vocacional, pero no podemos engañarnos: los jóvenes de hoy tienen muchos valores y hay posibilidad de enganchar con ellos (Cfr. J..García Roca. Constelaciones de los jóvenes. Síntomas, oportunidades, eclipses. Cuadernos “Cristianisme i justicia, nº 62, Barcelona 1994; Jose Maria Rodríguez Olaizola, s.j. 2008).
En todo caso, la resignación no parece que ofrezca demasiados alicientes. El comprobar que otros aciertan a crear una “ecología vocacional” en su entorno pone en entredicho esta afirmación. Podemos ser instrumentos de la gracia y colaboradores de la libertad humana, sin que podamos ni debamos suplantar ni la una ni la otra.
Todos conocemos el caso típico del chico tímido que no consigue ligar con la chica de la que está enamorado (la cual, a su vez, está enamorada de él) porque no se atreve a hablarle y menos aún a decírselo. A veces consideramos impropiamente la animación vocacional como un atentado contra la libertad individual. A otros, les da vergüenza presentarse como religiosos y religiosas felices y realizados.
El que no espabila, no “liga”, como tampoco lo hace el que se queda en casa estudiando o acompañando a sus padres y no acude adonde van las chicas de su edad. ¿No será que en el terreno vocacional “ligamos” por debajo de nuestras posibilidades porque “nos da corte declararnos” y nos sentimos fuera de lugar en las “movidas” que atraen a los jóvenes?
b) El abatimiento: Hacemos lo que podemos y, sin embargo...
Es una versión más sutil de la herejía anterior y consiste en creer que hacemos todo lo que podemos: ya dedicamos energías a la pastoral juvenil, a ejercicios para jóvenes, a experiencias de verano.
Curiosamente, los grupos con más vocaciones son los que más energías invierten y los que están más convencidos de que deberíamos hacer más, en cantidad y calidad: Mejorar sus ofertas pastorales y adaptarlas; implicar en ellas a más gente; evaluarlas a fondo y regularmente; mantener en formación continua a quienes las dirigen; hacer más equipo entre los miembros de la congregación; ampliar el espectro de publicaciones y materiales de orientación vocacional, elaborando algunos para cada edad específica…
c) La excusa: Ya tenemos un (equipo) encargado.
La animación de vocaciones no es asunto exclusivo de un delegado ni de un equipo, ni siquiera de los que están en la pastoral juvenil, sino de toda la congregación. Es la comunidad entera y la congregación en su totalidad la que atrae o repele las vocaciones. El promotor vocacional es como la comadrona y la comunidad como la embarazada; si la comunidad no es fértil, la comadrona no puede hacer nada.
Esto no impide que pueda y deba existir un encargado de la animación vocacional, con una labor específica, ni que no se requieran contactos individuales con personas que puedan ser modelos significativos de identificación.
Hay gran diferencia cuando un carisma es refrendado por una comunidad donde todos “tiran para el mismo lado” o cuando topa con actitudes de indiferencia y resignación. Esta batalla no se gana con francotiradores sino con la participación de todos en una estrategia de conjunto. Cada individuo, cada obra y cada comunidad tienen que hacer una aportación específica.
d) La edad: Eso es cosa de las más jóvenes; a mi edad...
Con frecuencia se oye que la promoción vocacional compete a los jóvenes y que a partir de cierta edad ya no se puede contribuir más que con la oración. Esto no es totalmente verdad. Es verdad que las jóvenes pueden aportar más cercanía y espontaneidad pero las encuestas realizadas entre religiosos que han entrado en los últimos años demuestran que para muchos, el contacto con religiosos/as adultos que vivían la plenitud del trabajo apostólico, fue determinante. Hay ejemplos de sacerdotes y religiosas mayores que envían jóvenes al noviciado. ¿No puede funcionar la edad como una disculpa fácil?
e) Es la hora de los laicos
A veces se oye que no está bien insistir en las vocaciones de especial consagración, sacerdocio y vida consagrada. Su tiempo y su protagonismo en la Iglesia sería cosa del pasado. El siglo XXI será y habría de ser el siglo del laicado. Los religiosos y sacerdotes deberíamos reconocerlo y preparar el camino a los laicos, cediéndoles nuestro puesto.
El tema es muy complejo. No cabe duda que una eclesiología actual saluda con entusiasmo la mayoría de edad del laicado, en cuyo logro efectivo nos faltan muchos pasos. Sin embargo, la misma eclesiología del concilio valora sobremanera toda la diversidad de carismas y ministerios en la Iglesia, al servicio de la edificación de la misma y para el cumplimiento de su misión. Juan Pablo ha resaltado tanto el laicado (Christifideles laici) como el ministerio ordenado (Pastores dabo vobis) y la vida consagrada (Vita consecrata). No podemos concebir una pugna entre las diversas vocaciones, ni considerar que la valorización del laicado ha de ser en detrimento del valor, la necesidad y la identidad de los otros carismas.
Me pareció hermoso este artículo que encontré en la internet sobre este tema. Lo reproduzco tal cual.
ALGUNOS DESAFÍOS DE LA El trabajo vocacional hoy exige de hombres y mujeres que, pertenecientes a una comunidad, tengan espíritu de agiornamento y sepan lanzar las redes en nombre de Jesús, pastor supremo ya en la disponibilidad del hombre que responde al llamado y compromete toda su vida al seguimiento de Jesús. La respuesta es personal, libre, consciente, responsable y tiene como fundamento una profunda inspiración y experiencia de fe. La persona responde dentro de una situación histórica concreta. Y crece en una comunidad que camina tras la huellas del maestro a través de lo enseñado por el fundador y lo vivido en comunidad.
Dos son los factores en que el trabajo vocacional se está viendo afectado y es el papel del promotor vocacional y el vocacionado, éstos están atravesados por algunos desafíos que presenta el mundo de hoy y del cual ellos están envueltos, por eso se hace necesario profundizar en algunos de ellos con el fin de crear conciencia a aquellos que hoy trabajan por y para las vocaciones para que puedan realizar la misión de pescar al estilo de Jesucristo buen Pastor, Maestro y promotor vocacional por excelencia. Teniendo en claro en que todos en la vida podemos ser tanto promotores como vocacionados.
[b]1. Individualismo exacerbado: el mundo de hoy está cada vez más incentivado al individualismo. Mostrando que el sujeto no debe hacer las cosas con otras personas. El debe pensar solamente en él mismo y nada más. Existe la tentación cada vez más de la privatización, de reducir todo en el ámbito de lo privado, sin la obligación de prestar cuentas a los demás seres humanos. Se llega también a la privatización de la fe y lo más cuestionante hoy la privatización de la vocación, del ejercicio de la misión.
2. Arrogancia y eficiencia: el individualismo al ser un sistema que trabaja por la exclusión, lucha, como vimos antes, por la sobrevivencia de los más “fuertes”, de los más “eficientes”, estos dos conceptos encerrados en unas comillas grandes, pues se cree que ser fuerte es sobrepasar por encima del otro y acaparar todo para mí, y ser eficiente es quererlo hacer todo volviéndonos autosuficientes. Se promueve así el carrerismo y la adulación, cuyos métodos son la transgresión, la violación de todo lo posible, desde que eso facilite la llegada al tope de uno, entonces aquellos que no están en condiciones de correr o competir son eliminados, sin importar su ser, sus ideales y propósitos.
3. La concurrencia: esto es lo que se conoce más común con el movimiento de masas, para algunos la concurrencia debe ser el motor de la sociedad porque solo ella genera el aumento de la eficiencia, en este clima no hay espacio para la solidaridad, aquí prima la cantidad y no la calidad.
4. Sensación de impotencia: delante de la crueldad del sistema las personas y los grupos sociales van teniendo la sensación de la impotencia, o sea, de que no es posible hacer nada más, mismo porque no es posible mudar más nada. Se comienza a no creer en nada y en nadie. Todo esfuerzo emprendido por alguien o por algún grupo es considerado inútil, no vale la pena luchar.
5. Irresponsabilidad colectiva: por estas razones se va estableciendo un sentimiento de irresponsabilidad colectiva, donde nadie se siente más responsable por nada, hay desprecio por las instituciones y la personas públicas. VOCACIONAL
Robinson González Herrera SDV (Religioso Vocacionista) [/b]
Es importante entonces preguntarnos como estamos manejando nuestra pastoral vocacional y más teniendo en cuenta que el ser humano de hoy anda desubicado, buscando siempre alguien que le muestra un camino seguro y que realice con él un discernimiento que lo lleve a la felicidad.
Traigo a colación los apuntes que pude extraer en clase de Teología de la comunidad cuando hablábamos con el docente Fray John Jairo Molina del tema de la refundación. De ello apuntábamos precisamente que la pastoral vocacional esta siendo afectada por la crisis que padecen muchas comunidades religiosas, ya que muchas han perdido la etapa del enamoramiento, del encanto pasaron al desencanto y por ende se debe luchar por un re-encanto, solo en la medida en que los que ya somos consagrados volvamos a la esencia del carisma, fijemos la mirada en la misión que nos legó el fundador, la pastoral podrá ser realizada mas que de la palabra desde el testimonio.
El motivo principal es que «refundar» significa ante todo «Volver seriamente a los fundamentos de la vida consagrada y a la raíz originaria y esencial de la misma…para vivir el carisma de modo significativo en los nuevos contextos culturales en los que vivimos y actuamos. Y siempre, como cimiento de la vida consagrada, tenemos una experiencia del fundador o de la fundadora que sella y caracteriza la vida de sus seguidores en el tiempo y en el espacio. Es un ser consciente de tres palabras que se hacen vida en la vida Consagrada:
“Encanto”, “des-encanto” y “re-encanto”
La palabra “encanto” se refiere a todo aquello que produce alegría contagiosa, fuerte atractivo, suave frescor y estimulante optimismo. Aquello que despierta gracia y simpatía, imaginación y fantasía. Por su naturaleza, hace brotar fuerza, entusiasmo e ilusión. Somos muchos los que entramos en la VIDA CONSAGRADA porque la VIDA CONSAGRADA nos encantó. Vimos a la VIDA CONSAGRADA como una realidad de la vida cristiana que te dejaba con grandes deseos, con fuertes propuestas y con un gran empeño en la generosidad y la santidad.
Por oposición a “encanto”, hablamos de “des-encanto”. Es todo aquello que produce frustración, monotonía, desilusión y de pérdida de algo significativo. Lleva a la tumba las grandes y sanas ilusiones. Puede producir hasta amargura. Quien está o se siente de alguna forma afectado por él desencanto, adopta una actitud de “dejar pasar”, hasta poner en manos de otro decisiones que se deben tomar personalmente. El “des-encanto” produce fastidio, cansancio, es como la tumba de las ilusiones y lleva en ocasiones al arrepentimiento por la opción que un día se hizo. La persona desencantada pierde norte y la admiración que tenía y ponía en la VIDA CONSAGRADA. Siembra desánimo en torno. Deja el camino emprendido y desde luego no motiva a que otros asuman el que ella vive aburridamente.
Pero lo perdido se puede encontrar y recuperar. El desencanto puede desaparecer y superarse. Es posible devolverlo a las personas, las instituciones, la Iglesia, la VIDA CONSAGRADA. Para ello hay que retornar al amor primero. Se precisa reavivar el fuego de la fe, de la esperanza y de la caridad. Algunos aspectos que pueden contribuir a que la VIDA CONSAGRADA recupere su “encanto”, para que sea “anuncio de un modo de vivir alternativo para el mundo y la cultura dominante”, pues La VIDA CONSAGRADA ha dejado de ser una forma de vida cristiana alternativa. No acierta, tampoco, a ofrecer una alternativa válida en la concepción y puesta en marcha de una sociedad post-secularizada que podría estar a las puertas. Si diera con ella nos pasaría como a la persona que “encontró un tesoro en un campo, que, al encontrarlo vuelve a esconderlo y por la alegría que le da, vende todo lo que tiene y compra aquel campo” (Mt 13, 44). Cuando hacemos eso nos convertimos en una profecía viva de la esperanza que anima y estimula el paso, al sentir que nuestro corazón arde mientras el Espíritu nos va hablando por el camino (Lc. 24, 32).
¿Qué se puede refundar?
I. Primero hay que hacer una revisión de:
1. Examen de la situación social, eclesial, de la vida consagrada.
2. Regresar a las fuentes.
3. Reformulación de los aspectos fundamentales del carisma y de la espiritualidad .
4. Esfuerzos de inculturación.
5. Aceptación de la unidad en la diversidad.
II. Analizar modos de vida de:
1. Relaciones comunitarias, provinciales y a nivel general.
2. Cursos de formación permanente sobre el carisma y espiritualidad.
3. Creación de Institutos de espiritualidad. Espiritualidad encarnada, liberadora e inculturalizada.
4. Reuniones periódicas con los Provinciales (cada dos años).
5. Congresos internacionales sobre diversos aspectos del carisma y de la espiritualidad.
En torno a la VIDA CONSAGRADA hoy no falta empeño, sacrificio, búsqueda. En las últimas décadas se ha sembrado mucho y se ha recogido poco. Por eso es urgente “discernir lo que el Espíritu de Dios está haciendo surgir entre nosotros para responder a los desafíos de nuestro tiempo y construir el Reino de Dios”, reforzar esa novedad y convertirla en punto de partida de etapa nueva. En otras palabras, se necesita sembrar esperanza, poner pasión y reforzar los signos claros de vitalidad.
a vida consagrada puede ofrecer a la pastoral vocacional de hoy:
- El “frescor” de la centralidad de Jesús.
- El “atractivo” de la espiritualidad.
- La “fuerza” de la misión.
- El “grito desgarrador “del humanismo.
- La frescura del agua pura de las fuentes: Palabra de Dios y carisma de los Fundadores/as.
- La propuesta de encuentros que transforman: Hemos ido a beber al mismo pozo.
- El lenguaje del agua cantarina: mana y corre.
- El servicio a los pobres, para llegar al corazón del evangelio de la verdadera vida.
Estas serían las virtudes:
• La lucidez, la que procede de la profundidad que da el discernimiento evangélico y de la autenticidad que trae la verdad que nos pide ser transparentes y sinceros.
• La hospitalidad: y la gratuidad propia del que acoge y al acoger se da y deja con alegría y un estimulante optimismo al que está cerca y al que está lejos.
• La mansedumbre que lleva a la no violencia y pide tolerancia y diálogo.
• La libertad de espíritu que nos da una energía especial en el hacer.
• La audacia y la capacidad creadora que evita el que nos repitamos y lleva a aportar la gracia de lo nuevo y la fuerza para soñar y para realizar los sueños; para ser pionero.
• La simplicidad que valoriza los recursos pobres y pequeños.
• La fidelidad que nos lleva del río a la fuente de donde brota el agua pura y cristalina. La contemplación que me lleva a adorar, amar y servir.
Para esto es necesario, además de lo anterior, profundizar en dos factores más que influyen en la pastoral vocacional y son: las características que presenta el joven globalizado de hoy y estudiar algunos factores que pueden ayudar para el éxito de una buena pastoral vocacional. Es preciso, por tanto, ante este panorama, reactivar nuestro compromiso vocacional desde nuevas actitudes, en concreto; (actitudes que logré extraer de un curso de pastoral ofrecido por los hermanos claretianos):
• TALANTE TESTIMONIAL: No se trata de hacer una PASTORAL VOCACIONAL de emergencia sino una pastoral que sea expresión normal y continuada de la maternidad de la Iglesia.
• COMPROMISO CORAL. No debe ser llevada sólo por algunos sino que está llamada a ser asumida como tarea de todos, aun cuando solamente unos cuantos estén dedicados de modo expreso a suscitar y acompañar de cerca a los llamados. O crecemos juntos en una Iglesia comunión o no crece ninguno.
• UNIVERSAL Y CARISMÁTICA. No se trata de plantear la vocación sólo a los cercanos (los que están en nuestros grupos) sino que se dirige a todos, porque el Señor puede llamar donde menos imaginamos. La PASTORAL VOCACIONAL es categoría unificadora, que ha de hacerse presente en toda la pastoral. La cruza transversalmente y la orienta. Existe un flujo permanente entre la pastoral general, que debe confluir en la animación vocacional para favorecer la opción vocacional y la PASTORAL VOCACIONAL que, a su vez, debe permanecer abierta a otras dimensiones, insertándose en ellas.
• PERSONALIZADA. Hay que desterrar el mero reclutamiento, porque se trata de una pastoral que acompañe a las personas con cercanía y profundo respeto.
Termino esta reflexión con unas palabras de Elza Ribeiro, que encontré en la revista de la CLAR:
“Se fiel, hasta la muerte, a la vocación que fuiste llamado.
Ocupa tu lugar en la Iglesia con el cariño y la ternura de hijo. El ardor de los Apóstoles, la audacia de los profetas, la fuerza de los mártires, la pasión por el Reino, la alegría del Espíritu, el celo de los fundadores, la santidad a la que te invitó.
Abre los ojos y el corazón atenta a la realidad, perspicaz para leer los signos de los tiempos o sensible a la vida, sobre todo a la vida disminuida, desprotegida, pisoteada, acogedora del Espíritu y dócil a la palabra.
Alimenta en ti el amor, fuente que genera, dinamiza y potencializa la vida querida por el Padre para toda Criatura”.
Participación en el Foro
1. ¿Qué actitudes bloquean la construcción de la cultura vocacional no sólo en el mundo, sino también en la Iglesia y en la Congregaciones religiosas?
2. Menciona los desafíos de la pastoral vocacional según Robinson González H
3. Según el mismo autor, ¿cuáles son las nuevas actitudes que hay que tomar para reactivar el compromiso vocacional?
Bibliografía recomendada/ artículos de apoyo :
Una cultura vocacional
http://es.catholic.net/vocaciones/639/2 ... p?id=18758
Nuevas vocaciones para una nueva Europa
http://es.catholic.net/religiosas/806/2 ... p?id=29615
Carta del Papa Benedicto XVI en el congreso europeo de PV
http://www.es.catholic.net/religiosas/8 ... p?id=47993