por pilar calva » Lun Dic 13, 2010 3:22 pm
Nuestra conclusión es que Pablo VI realizó con esta encíclica una obra de caridad pastoral exquisita, aunque muchos se nieguen a reconocerlo. Al defender la doctrina positiva del amor conyugal, ha enseñado la doctrina del verdadero amor, protegiéndolo de todas las falsificaciones posibles. En la Audiencia del 31 de julio de 1968, el Papa Pablo VI expresaba su esperanza de que tal doctrina fuese bien recibida por los esposos cristianos. Y tuvo sus ecos en los corazones de los hombres de buena voluntad, incluso muchos no católicos. Vale como testimonio una página autobiográfica de dos conversos del protestantismo, los profesores y cónyuges Kimberly y Scott Hahn, quienes cuentan cómo, aún en el tiempo en que eran hostiles a la Iglesia católica y practicaban la anticoncepción convencidos de su licitud, descubrieron que la doctrina bíblica exigía otra cosa y, lo que más los sorprendió, que tal exigencia, sólo era defendida por la Iglesia católica a la que ellos no pertenecían. Cuando todavía cursaban la Universidad, aunque ya casados, Kimberly decidió hacer un estudio sobre la anticoncepción en la Biblia. Su esposo le preguntó: “¿Por qué has querido estudiar la contracepción? Eso sólo es problema para los católicos”. Ella respondió: “Cuando doy charlas sobre el aborto, continuamente me plantean preguntas sobre el control de la natalidad. No sé por qué, pero es lo que pasa. Así que he pensado que ésta sería una buena ocasión para saber si la Biblia tiene o no algo que decir al respecto”. Su estudio le aportó dos cosas fundamentales. Ante todo, le mostró que la Biblia sí tenía algo que decir sobre la natalidad, y lo que podía deducir de ella se oponía radicalmente a toda práctica de anticoncepción. En segundo lugar, entre la bibliografía consultada, trajo a sus manos un estudio de John Kippley (“El control de la natalidad y la alianza matrimonial”), que llamó poderosamente su atención. Al hablar del tema con Scott, Kimberly le pidió que lo leyera. Éstas son las palabras textuales del marido:
“Lo vi y pensé [dijo Scott]: ‘¿Editorial Litúrgica? ¡Este tipo es un católico! ¡Un persona que obedece al Papa! ¿Qué hace plagiando la noción protestante de la alianza 246 ?’ Sentí aún más curiosidad por saber lo que decía. Me senté a leer el libro, y al cabo de un rato, empecé a pensar: ‘Aquí hay algo que anda mal. No puede ser... ¡este hombre dice cosas muy sensatas!’ El autor demostraba cómo el matrimonio no es un mero contrato en el que se intercambian bienes y servicios; decía que es una alianza que lleva consigo una interrelación de personas. La tesis principal de Kippley era que toda alianza tiene un acto por el cual se lleva a cabo y se renueva; y que el acto sexual de los cónyuges es un acto de alianza. Cuando la alianza matrimonial se renueva, Dios la utiliza para dar vida. Renovar la alianza matrimonial y usar anticonceptivos para evitar una potencial nueva vida equivalía a algo semejante a recibir la Eucaristía para luego escupirla en el suelo.
Kippley continuaba diciendo que el acto conyugal demuestra de modo único el poder dador de vida del amor en la alianza matrimonial. Todas las otras alianzas muestran y transmiten el amor de Dios, pero sólo en la alianza conyugal el amor es tan poderoso que comunica la vida. Cuando Dios hizo al ser humano, varón y mujer, el primer mandamiento que les dio fue el de ser fecundos y multiplicarse. Eran así una imagen de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres en uno, la familia divina. De modo que cuando ‘los dos se hacen uno’ en la alianza matrimonial, el ‘uno’ se hace tan real que ¡nueve meses después hay que ponerle un nombre! El hijo encarna la unidad de su alianza.
Entonces comencé a comprender que cada vez que Kimberly y yo realizábamos el acto conyugal, obrábamos algo sagrado; y que cada vez que frustrábamos con anticonceptivos el poder de dar vida del amor, hacíamos una profanación (porque profanar es, por definición, tratar algo sagrado de manera común).
Yo estaba impresionado, pero no quería que se notara. Cuando Kimberly me preguntó qué pensaba del libro le dije simplemente que era interesante. Poco después empecé a ver cómo ella convencía a mis amigos, uno por uno ¡Algunos de los más inteligentes y formados cambiaron de opinión! [en general todos protestantes y profesores de teología]
Fue entonces cuando descubrí que todos los reformadores —Lutero, Calvino, Zwinglio, Knox y todos los demás— habían sostenido, sobre esta cuestión, la misma postura que la Iglesia católica 247 . Eso me perturbó aún más. La Iglesia católica romana era la única iglesia cristiana en todo el mundo que tenía el valor y la integridad para enseñar esta verdad tan impopular. Yo no sabía qué pensar, así que recurrí a un viejo dicho de familia: ‘Hasta un cerdo ciego puede encontrar una bellota’. Es decir, después de dos mil años, hasta la Iglesia católica por fin daba en el clavo en algo.
Pero católica o no, esta enseñanza era verdad; así que Kimberly y yo nos deshicimos de los anticonceptivos que estábamos usando y empezamos a confiar en el Señor de un modo nuevo en lo que concernía a nuestro proyecto familiar. Al principio utilizamos los métodos naturales durante unos meses. Luego decidimos estar abiertos a una nueva vida en cualquier momento en que Dios quisiera otorgarnos esa bendición” 248 .
Como premio de la docilidad a la verdad divina descubierta en el plan de Dios grabado en la naturaleza e incluso deducible de la doctrina bíblica, Scott y Kimberly Hahn descubrieron la verdad de la fe católica que poco después abrazaron con fervor. Esto demuestra que la verdad se manifiesta a todos los hombres de buena voluntad que quieren abrirse a las enseñanzas de Dios con el corazón dispuesto a seguir la verdad allí donde ésta brille, incluso cuando descubre ser una verdad muy exigente. Quizá también esto demuestre por qué otros, por el camino inverso, han claudicado en su fe.
¿Con qué mejores palabras podemos terminar nuestro homenaje a la memoria de esta encíclica que las pronunciadas por Benedicto XVI al acercarse el 40 aniversario de la misma?
“Mi predecesor, de venerada memoria, el siervo de Dios Pablo VI, el 25 de julio de 1968, publicó la carta encíclica Humanae vitae. Ese documento se convirtió muy pronto en signo de contradicción. Elaborado a la luz de una decisión sufrida, constituye un significativo gesto de valentía al reafirmar la continuidad de la doctrina y de la tradición de la Iglesia. Ese texto, a menudo mal entendido y tergiversado, suscitó un gran debate, entre otras razones, porque se situó en los inicios de una profunda contestación que marcó la vida de generaciones enteras. Cuarenta años después de su publicación, esa doctrina no sólo sigue manifestando su verdad; también revela la clarividencia con la que se afrontó el problema. (...) Lo que era verdad ayer, sigue siéndolo también hoy. La verdad expresada en la Humanae vitae no cambia; más aún, precisamente a la luz de los nuevos descubrimientos científicos, su doctrina se hace más actual e impulsa a reflexionar sobre el valor intrínseco que posee”249 .
Reflexión
¿Qué es lo especial de la alianza matrimonial y que es lo que la rompe?
246 .A.: el tema de la Alianza divina es el tema sobre el que se han basado los
247N.A.: Scott Hahn quiere decir que las Iglesias derivadas de la Reforma sostuvieron hasta el primer cuarto del s. XX lo mismo que enseña la doctrina católica; a partir de los años ‘30 aproximadamente abandonaron esa postura declarando lícita la anticoncepción. Sólo la Iglesia católica siguió enseñando esta doctrina impopular pero verdadera.
248Hahn, Scott y Kimberly, Roma, dulce hogar, cap. 3.principales estudios del prof. Scott Hahn.
249 Benedicto XVI, Discurso a los participantes en el Congreso Internacional sobre Humanae vitae, 10/05/2008.