X. El Magisterio de la Iglesia y la moral conyugal

Este curso tiene el objetivo de difundir una norma moral exigente y severa, aún hoy día válida , que prohíbe el uso de medios que intencionalmente impiden la procreación, y que degradan así la pureza del amor y la misión de la vida conyugal.

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X. El Magisterio de la Iglesia y la moral conyugal

Notapor pilar calva » Mar Nov 16, 2010 10:37 pm

La doctrina propuesta por Pablo VI en la Humanae vitae no ha sido siempre aceptada como corresponde, como ya vimos. Es más, ha sido quizá una de las enseñanzas magisteriales más contestadas en la historia de la Iglesia.
De hecho la intervención del Papa en cuestiones relativas a la moral natural ha suscitado numerosas cuestiones: ¿puede el Magisterio enseñar legítimamente sobre temas de moral natural? Y suponiendo que pueda enseñar, ¿qué valor vinculante tienen sus enseñanzas para la conciencia de los fieles, es decir, hasta qué punto está el cristiano “obligado” a obedecerlo? ¿Debe tomar tales enseñanzas como un mandato irrecusable, o como una “orientación”, como una “opinión más o menos fuertemente fundada”? Más aún, cuando enseña, ¿puede proponer su enseñanza como infalible o puede equivocarse?

Algunos teólogos y fieles se resisten a reconocer al Magisterio el derecho de enseñar normas universales aduciendo la razón de que no es posible que existan normas de carácter universal (universalmente válidas). De este modo, dicen, no se podría catalogar ningún comportamiento como malo “siempre y en todo lugar”, porque la malicia o bondad dependerían de elementos circunstanciales: de situaciones concretas, de presiones, de las intenciones del sujeto que obra, etc. Y como no podemos conocer de antemano todas las circunstancias que pueden llegar a presentarse en la vida, ni tampoco descartar anticipadamente que alguna vez se presente una situación en que tal acto quede justificado, se sigue que es imposible hacer juicios universales y definitivos 200 .
Otros propusieron, en cambio, que incluso cuando el Magisterio indica o prohíbe ciertos comportamientos, sus enseñanzas sólo deben considerarse como opiniones autorizadas o como buenos consejos, porque el Magisterio moral de la Iglesia no sería infalible, y podría, por tanto, cambiar en el futuro 201.
Finalmente, otros afirmaron que las indicaciones del Magisterio no son más que orientaciones generales, pues la norma última del obrar sería la conciencia de cada persona. Así, obramos correctamente en la medida que sigamos nuestra conciencia, aunque ésta dictamine algo contrario al Magisterio .

No me detengo ahora en el primer error que niega que algunos comportamientos sean universalmente injustos e inmorales. El Magisterio de la Iglesia, siguiendo la doctrina bíblica, y toda la tradición ética y teológica de Occidente enseña la existencia de actos que son, en cualquier circunstancia y al margen del fin con que sean realizados, siempre y en sí mismos malos; son intrínsecamente malos, o malos por su objeto moral 202 .
Asimismo me limito a señalar sólo de soslayo el segundo error doctrinal e histórico203 . Entraña una falsedad doctrinal pues parece suponer que sólo es infalible el Magisterio “ex cathedra”, desconociendo que también el Magisterio ordinario universal goza de infalibilidad, como señala la Lumen Gentium: cuando los obispos “aun dispersos por el mundo, pero manteniendo el vínculo de comunión entre sí y con el sucesor de Pedro, como maestros auténticos en materia de fe y costumbres convienen en exponer una enseñanza como definitiva, anuncian infaliblemente la doctrina de Cristo” 204. Por tanto, cuando el Romano Pontífice presenta una determinada doctrina como sostenida desde siempre por la Iglesia universal, la está presentando como revestida de la cualidad de infalible 205 . No es lo más importante, en este punto, la forma más o menos solemne de promulgación sino que conste la intención definitoria de los Concilios y de los Papas. Es decir, lo decisivo es únicamente que el Magisterio haga patente y manifiesto su propósito de imponer a toda la Iglesia la aceptación irrevocable de sus enseñanzas206 . Además, de fondo late también el error de suponer que el Magisterio que es “no infalible” equivale a opinable. Pero “el Magisterio infalible no se opone a Magisterio opinable, porque también el Magisterio no infalible posee valor de certeza aunque no tenga la dote de infalibilidad” 207. Por tanto, también vincula la conciencia: “El Magisterio vincula las conciencias siempre que de un modo u otro así lo indica el mismo; los criterios para apreciarlo son: la índole del documento, la insistencia con que repite una misma doctrina, las fórmulas usadas para expresarlo”208 .
Algunos teólogos caen, además, en el error histórico de decir, como hace, por ejemplo B. Häring, que “rara vez, acaso nunca”, el Magisterio ha propuesto “normas morales atribuyéndoles valor de infalibilidad”. Por el contrario, escribe García de Haro: “prácticamente todas las normas morales concretas más importantes (sobre aborto, homosexualidad, relaciones prematrimoniales, masturbación, eutanasia, onanismo, etc.), han sido enseñadas por el Magisterio ordinario y universal: por el Romano Pontífice y por los Obispos en comunión con el Santo Padre, en todo el mundo y sin interrupción”209 . Y también: “... la inmensa mayoría de las cuestiones de cierta importancia para la vida moral, se encuentran de un modo u otro con carácter definitivo por el Magisterio” 210 . Incluso, muchos sostienen el carácter infalible de la doctrina expuesta en la encíclica Humanae vitae 211 .

El tercer error toca más de lleno la acción de Pablo VI en la Humanae vitae: ¿tiene o no, el Magisterio, autoridad sobre las normas morales racionales?; ¿por qué el Papa se mete a indicar cuestiones de moral conyugal en lugar de limitarse a enseñarnos las verdades tocantes a nuestra fe y esperanza sobrenaturales?
Respondamos con sencillez: porque el sentido último del Magisterio de la Iglesia es transmitir la verdad de Cristo, que implica también la verdad moral212 . Los motivos por los que es necesario que el Magisterio se extienda al ámbito de la ética racional son numerosos; señalemos algunos213 :

a) Porque al proponer las verdades morales racionales el Magisterio no hace otra cosa que desempeñar su misión de salvación; y no podría sanar y salvar al hombre si no lo hiciera así. La Iglesia debe salvar al hombre entero, incluida su racionalidad ya que la racionalidad del hombre es una racionalidad llagada, es decir, afectada por la herida (vulnus), del error y la ignorancia 214. El Magisterio devuelve, así, a la razón práctica su relación originaria con la verdad. La curación de la permanente tentación de medir la grandeza y el valor del hombre según falsos criterios. “La ley, centrada sobre el Decálogo, forma la conciencia del hombre, la humaniza, la dirige hacia su fin bienaventurado y la abre a la gracia...”215 .
b) Por las consecuencias de la Encarnación. Existe una conexión intrínseca entre el fin sobrenatural (salvación) al que el Magisterio debe encaminarnos y el ámbito humano de la vida cristiana, es decir, los actos concretos que son los medios por los cuales nos ordenamos al fin sobrenatural. La Iglesia no cumpliría su misión si enseñando “la fe que debe creerse y aplicarse en la práctica de la vida”216 no enseñase, al mismo tiempo, las consecuencias que esta fe tiene en el plano humano (incluido el matrimonial). Es la consecuencia de la Encarnación: “El Verbo al encarnarse ha entrado plenamente en nuestra existencia cotidiana, que se articula en actos humanos concretos; muriendo por nuestros pecados, nos ha recreado en la santidad original, que debe expresarse en nuestra cotidiana actividad intramundana” 217 . En su Encarnación el Verbo divino asume la naturaleza humana en su totalidad, exceptuado el pecado, para sanarla, rescatarla, redimirla; y nada puede sustraerse del alcance de la Encarnación sin que al mismo tiempo se parcialice la obra redentora de Cristo. Como dice San Ireneo: “lo que no es asumido, no es redimido” 218 .
c) Por la profunda armonía existente entre la razón y la fe. Los que niegan al Magisterio autoridad para hablar y ordenar autoritativamente en cuestiones de moral natural (conyugal en nuestro caso) sostienen el viejo prejuicio que supone la recíproca exclusión entre la fe y la razón 219 ; de este modo, reducida la competencia del Magisterio a la sola fe, la razón debería proceder autónomamente en la elaboración de sus normas. Pero esta presentación de la relación entre razón y fe es falsa y no puede sostenerse católicamente, como ha enseñado Juan Pablo II 220 .
d) Finalmente, porque si bien en la Revelación se encuentran normas morales concretas, sin embargo, puede legítimamente presumirse que en ella Dios no nos ha enseñado explícitamente todas las normas morales determinadas racionalmente cognoscibles, ya que Dios no se sustituye a la causalidad de las personas creadas 221. Corresponde, pues, a quien Dios mismo da autoridad para hacerlo (es decir al Magisterio), dar las normas puntuales según la necesidad de los tiempos.

Así, pues, la relación entre el Magisterio y la conciencia es análoga a la que media entre la luz y los ojos: nuestros ojos no ven si no hay luz y nuestra conciencia camina a oscuras sin la guía de una autoridad superior que la forme y la ilumine 222 . Por eso, “la autoridad de la Iglesia, que se pronuncia sobre las cuestiones morales, no menoscaba de ningún modo la libertad de conciencia de los cristianos; no sólo porque la libertad de conciencia no es nunca libertad ‘con respecto a’ la verdad, sino siempre y sólo ‘en’ la verdad, sino también porque el Magisterio no presenta verdades ajenas a la conciencia cristiana, sino que manifiesta las verdades que ya debería poseer, desarrollándolas a partir del acto originario de la fe. La Iglesia se pone sólo y siempre al servicio de la conciencia, ayudándola a no ser zarandeada aquí y allá por cualquier viento de doctrina según el engaño de los hombres (cf. Ef 4,14), a no desviarse de la verdad sobre el bien del hombre, sino a alcanzar con seguridad, especialmente en las cuestiones más difíciles, la verdad y a mantenerse en ella”223 .
Por eso decía el Papa Juan Pablo II que “el Magisterio de la Iglesia ha sido instituido por Cristo el Señor para iluminar la conciencia”, y que por eso “apelar a esta conciencia precisamente para contestar la verdad de cuanto enseña el Magisterio, comporta el rechazo de la concepción católica de Magisterio y de la conciencia moral”224 . El Magisterio de la Iglesia ha sido dispuesto por el amor redentor de Cristo para que la conciencia sea preservada del error y alcance siempre más profunda y certeramente la verdad que la dignifica. Al equiparar las enseñanzas del Magisterio con cualquier otra fuente de conocimiento (por ejemplo, la propia conciencia o la opinión de los teólogos) se banaliza el Magisterio, y hace inútil el sacrificio redentor de Cristo.

Pablo VI, de su parte, recuerda reiteradamente en la Humanae vitae, la autoridad con que la Iglesia interviene en el campo de la vida conyugal y sexual de las personas, así como los límites que tiene el Magisterio.
En cuanto a la autoridad decía el Pontífice: “Ningún fiel querrá negar que corresponda al Magisterio de la Iglesia el interpretar también la ley moral natural. Es, en efecto, incontrovertible... que Jesucristo, al comunicar a Pedro y a los apóstoles su autoridad divina y al enviarlos a enseñar a todas las gentes sus mandamientos, los constituía en custodios y en interpretes auténticos de toda ley moral, es decir, no sólo de la ley evangélica, sino también de la natural, expresión de la voluntad de Dios, cuyo cumplimiento fiel es igualmente necesario para salvarse. En conformidad con ésta, su misión, la Iglesia dio siempre, y con más amplitud en los tiempos recientes, una doctrina coherente, tanto sobre la naturaleza del matrimonio como sobre el recto uso de los derechos conyugales y sobre las obligaciones de los esposos” (HV, 4).
Y respecto de los límites debemos decir que el Magisterio eclesiástico no puede cambiar la doctrina sobre este tema fundamental, aunque los hombres no comprendan su actitud o la rechacen (como de hecho ha sucedido incluso en el ámbito de los teólogos que deberían estar al servicio del Magisterio). La Iglesia debe estar dispuesta a convertirse en “signo de contradicción”. Escribía Pablo VI: “Se puede prever que estas enseñanzas no serán quizá fácilmente aceptadas por todos (...) A decir verdad, [la Iglesia] no se maravilla de ser, a semejanza de su divino Fundador, signo de contradicción, pero no deja por esto de proclamar con humilde firmeza toda la ley moral, natural y evangélica. La Iglesia no ha sido la autora de éstas ni puede, por tanto, ser su árbitro, sino solamente su depositaria e intérprete, sin poder jamás declarar lícito lo que no lo es por su íntima e inmutable oposición al verdadero bien del hombre” (HV, 18). “La Iglesia, efectivamente, no puede tener otra actitud para con los hombres que la del Redentor: conoce su debilidad, tiene compasión de las muchedumbres, acoge a los pecadores, pero no puede renunciar a enseñar la ley que en realidad es la propia de una vida humana llevada a su verdad originaria y conducida por el Espíritu de Dios” (HV, 19).

Reflexiones

¿Por qué el Papa se mete a indicar cuestiones de moral conyugal en lugar de limitarse a enseñarnos las verdades tocantes a nuestra fe y esperanza sobrenaturales?

199 Por ejemplo, el P. J. Fuchs, representante de esta opinión, escribía: “En teoría, parece que tal universalidad no es posi-ble. Una acción sólo es moral al conside-rar las ‘circunstan-cias’ y la ‘intención’, y eso presupondría que se pueden prever adecuada-mente todas las combinacio-nes posibles de circunstancias e inten-ciones, lo que, a priori, no es posible. Además, la opinión contraria no tiene en cuenta, para una comparación objetiva de la moralidad, el significado de: a) la experiencia práctica, b) las diferencias de civilización, c) la historici-dad humana” (Josef Fuchs, S.J., The absolutesness of Moral Terms, Rev. Gregorianum, 52 [1971], 449).

200 “Vivimos, dice B. Häring, la transición dolorosa de una época de la ‘Iglesia del imperio’ constan-tiniana... a una época de fe por decisión libre y entrega a la comunidad de fe... Existe aún el concepto de teología moral como guía para los confesores que se consideraban, principalmen-te, como jueces y controladores de conciencias... La escuela única, propugnada por una parte de la jerarquía, subraya en exceso la autoridad de los documentos romanos, incluso cuando están condicionados históricamente y rebasados en su propio contexto por lo que respecta a la moral. Aunque rara vez, acaso nunca, propuso el Magisterio normas morales atribuyéndoles valor de infalibilidad, reiteradamente una escuela de moral ha plantea-do estas normas como si fuesen particularmente infalibles, ‘al menos hasta que el disenso creció hasta tal volumen que hizo simplemente insostenible esta posi-ción’” (Bernard Häring, Libertad y Fidelidad en Cristo, Barcelona [1981], T. I, 352-353; la expresión citada por Häring pertenece a J.P. Mackey).

201F. Böeckle hablando precisamente de la Humanae vitae y de la contracepción escribe: “Incluso un católico fiel a su Iglesia puede llegar a una conclusión diversa de la decisión magisterial; él puede sostener esta posición e incluso practicarla ya sea personalmen-te, o bien, por ejemplo, como médico con sus pacien-tes” (F. Böeckle, Morale Fondamentale, Brescia, [1979], 283). Lo mismo enseñan otros autores como Enrico Chiavacci (cf. su libro Studi di teologia morale, Assisi [1971], 45).

202 Cf. Enc. Veritatis Splendor, nn. 71-79; Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1750-1761.

203 Puede ampliarse en: Dario Composta, La nuova morale e i suoi problemi, Città del Vaticano 1990, especialmente cap. 8, 145-175; Carlo Caffarra, La competenza del magistero nell’insegnamento di norme morali determinate, Rev. “Anthropotes” 1 (1988), 7-23; Ramón García de Haro, Magisterio, norma moral y conciencia, Rev. “Anthropotes” 1 (1988), 45-71.

204Concilio Vaticano II, Lumen gentium, 25.

205 “...(El) sucesor de Pedro... ya en el ejercicio ordinario de su Magisterio actúa no como persona privada, sino como maestro supremo de la Iglesia universal, según la aclaración del concilio Vaticano II sobre las definiciones ex cathedra (cf. LG 25). Al cumplir esta tarea, el sucesor de Pedro expresa de forma perso-nal, pero con autoridad institucional, la regla de fe, a la que deben atenerse los miembros de la Iglesia universal —simples fieles, catequistas, profesores de religión, teólogos...” (Juan Pablo II, L’Osservatore Romano 12/3/1993, p. 3, n. 4).

206 Cf. Joaquín Salaverri, S.I., Potestad de Magisterio, en: Comentarios a la Constitución sobre la Iglesia, Madrid (1966), 529ss.; cf. 523.

207 García de Haro, Magisterio, norma moral y conciencia, Rev. “Anthropotes” 1 (1988), 62.

208 Ibidem., 63. El Código de Derecho Canónico se expresa diciendo que cuando se trata de un ejercicio del Magisterio auténtico del Sumo Pontífice o del Colegio episcopal en unión con él, sobre materia moral, aunque no tenga intención de proclamarla con un acto definitivo, los fieles deben prestarle un “obsequio religioso del entendimiento y de la voluntad” (Código de Derecho Canónico, c.752). Cf. Francisco Javier Urrutia, S.J., Obsequio religioso de entendimiento y voluntad [c. 752]. Clarificación de su sentido. En: AAVV., La misión docente de la Iglesia, Salamanca [1992], 21-40). Obsequio de voluntad significa que la voluntad debe adherirse a una doctrina con obediencia y amor a la verdad, y esto antes que el intelecto perciba la verdad intrínseca de tal verdad, basándose en lo que ya ha percibido con anterioridad, por la fe, y que le garantiza la veracidad de tal doctrina, a saber, que el Papa y los obispos en comunión con él enseñan en virtud de la autoridad de Cristo. A su vez, obsequio del entendimiento indica la adhesión de la inteligencia a tal verdad, lo que se realiza “asintiendo”, que es su acto propio. Este obsequio es “religioso”, es decir, fundado en un motivo religioso: la convicción de la misión de los obispos y del Papa en la enseñanza de la verdad. Por tanto, la actitud exigida no se agota en un comporta-miento exterior sino que exige un acto interior de sumisión y asentimiento. Y por eso obliga la con-ciencia de los fieles, puesto que, como enseña la Instrucción Donum verita-tis, se da asistencia divina al Magisterio auténtico, aun cuando no tenga intención de pronunciarse infalible y definiti-va-mente: “Se da también la asistencia divina a los sucesores de los Apóstoles, que enseñan en comunión con el sucesor de Pedro, y, en particular, al Romano Pontífice, Pastor de toda la Iglesia, cuando, sin llegar a una defi-nición infalible y sin pronunciarse en ‘modo definitivo’, en el ejercicio del Magisterio ordinario proponen una enseñanza que conduce a una mejor comprensión de la revelación en materia de fe y costumbres, y ofrecen directivas morales derivadas de esta enseñanza. Hay que tener en cuenta, pues, el carácter propio de cada una de las intervenciones del Magisterio y la medida en que se encuentra implicada su autori-dad; pero también el hecho de que todas ellas derivan de la misma fuente, es decir, de Cristo que quiere que su pueblo camine en la verdad plena. Por este mismo motivo las decisiones magisteria-les en materia de disciplina, aun-que no estén garantizadas por el carisma de la infalibi-lidad, no están desprovistas de la asistencia divina, y requieren la adhesión de los fieles” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción sobre la vocación eclesial del teólogo, “Donum veritatis”, 24/5/1990, n. 17).

209García de Haro, Magisterio, norma moral y conciencia, Rev. “Anthropotes” 1 (1988), 64.

210 Ibidem, 63.

211Esto basándose en que Pablo VI presenta la doctrina de la Humanae vitae como “constantemente enseñada por la Iglesia” (n. 10), “propuesta por el Magisterio con constante firmeza” (n. 6), etc. Entre otros son de este parecer: Emenegildo Lio (Humanae vitae e infallibilità, Città del Vaticano 1986), Germain Grisez (Christian Moral Principles, Chicago [1983], 847), Dario Composta (La nuova morale e i suoi principi, op. cit., 148), García de Haro (Matrimonio e famiglia nei documen-ti del magiste-ro. Corso di teologia matrimo-niale, Milano [1989], 212), etc.

212 “Por voluntad de Cristo, la Iglesia católica es maestra de la verdad y su misión es anunciar y enseñar auténtica-mente la Verdad, que es Cristo... y al mismo tiempo declarar y confirmar con su autoridad los principios de orden moral que fluyen de la misma naturaleza humana” (Concilio Vaticano II, Declaración Dignitatis humanae, 14).

213Para lo que sigue cf. Carlo Caffarra, L’autorità del magistero in morale, en: AA.VV., Universalité et permanence des Lois morales, Fribourg Suisse, Paris (1986), 179-181; Dario Composta, La nuova mora-le, op. cit., 160-161.

214 Cf. Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, I-II, 85, 4.

215 Juan Pablo II, Alocución a los obispos del Sudoeste de Francia, L’Osservatore Romano, 15/03/1987, p. 9, n. 4.

216 Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, 25.

217 Juan Pablo II, Discurso a los participantes en el II Congreso interna-cional de teolo-gía moral, 12 de noviembre de 1988, en L’Osserva-tore Romano, 22/01/1989, p. 9, n. 5.

218San Ireneo, citado por la Conferencia de Puebla, n. 400.

219 Es, como dice Caffarra, el prejuicio de “la recíproca exclusión de la fe... y la razón, en base a lo cual la fe no es racional y la razón no es creyente, y por tanto, los ‘precepta fidei’ no son racionales y los ‘precepta rationis’ no pueden apoyarse en una autoridad de fe” (Carlo Caffarra, L’autorità del Magistero in morale, op.cit., 181).

220Cf. Veritatis Splendor, 36 ss.

221Cf. Caffarra, Carlo, La competenza del magistero nell’insegnamento di norme morali determinate, Rev. “Anthropotes” 1 (1988), 15-16.

222“Hablar de un conflicto entre la conciencia y el Magisterio es lo mismo que hablar de conflicto entre el ojo y la luz” (Caffarra, Carlo, Conscience, Truth and Magisterium in conjugal Morality, Rev. “Anthropos” 1 [1986], 83).

223 Veritatis Splendor, 64.

224 Discurso a los participantes en el II Congreso internacional de teología moral, 12 de noviembre de 1988, en L’Osservatore Romano, 22/01/1989, p. 9, n. 4.
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Re: X. El Magisterio de la Iglesia y la moral conyugal

Notapor marioflopez40 » Mié Nov 17, 2010 2:10 am

¿Por qué el Papa se mete a indicar cuestiones de moral conyugal en lugar de limitarse a enseñarnos las verdades tocantes a nuestra fe y esperanza sobrenaturales?

Cuando el Magisterio indica o prohíbe ciertos comportamientos, sus enseñanzas sólo deben considerarse como opiniones autorizadas o como buenos consejos, porque el Magisterio moral de la Iglesia no sería infalible, y podría, por tanto, cambiar en el futuro

El segundo error doctrinal e histórico203 . Entraña una falsedad doctrinal pues parece suponer que sólo es infalible el Magisterio “ex cathedra”, desconociendo que también el Magisterio ordinario universal goza de infalibilidad, como señala la Lumen Gentium: cuando los obispos “aun dispersos por el mundo, pero manteniendo el vínculo de comunión entre sí y con el sucesor de Pedro, como maestros auténticos en materia de fe y costumbres convienen en exponer una enseñanza como definitiva, anuncian infaliblemente la doctrina de Cristo” 204. Por tanto, cuando el Romano Pontífice presenta una determinada doctrina como sostenida desde siempre por la Iglesia universal, la está presentando como revestida de la cualidad de infalible 205 . No es lo más importante, en este punto, la forma más o menos solemne de promulgación sino que conste la intención definitoria de los Concilios y de los Papas.

Porque el sentido último del Magisterio de la Iglesia es transmitir la verdad de Cristo, que implica también la verdad moral212 . Los motivos por los que es necesario que el Magisterio se extienda al ámbito de la ética racional son numerosos; señalemos algunos213 :

a) Porque al proponer las verdades morales racionales el Magisterio no hace otra cosa que desempeñar su misión de salvación; y no podría sanar y salvar al hombre si no lo hiciera así. La Iglesia debe salvar al hombre entero, incluida su racionalidad ya que la racionalidad del hombre es una racionalidad llagada, es decir, afectada por la herida (vulnus), del error y la ignorancia 214. El Magisterio devuelve, así, a la razón práctica su relación originaria con la verdad. La curación de la permanente tentación de medir la grandeza y el valor del hombre según falsos criterios. “La ley, centrada sobre el Decálogo, forma la conciencia del hombre, la humaniza, la dirige hacia su fin bienaventurado y la abre a la gracia...”215 .

b) Por las consecuencias de la Encarnación. Existe una conexión intrínseca entre el fin sobrenatural (salvación) al que el Magisterio debe encaminarnos y el ámbito humano de la vida cristiana, es decir, los actos concretos que son los medios por los cuales nos ordenamos al fin sobrenatural. La Iglesia no cumpliría su misión si enseñando “la fe que debe creerse y aplicarse en la práctica de la vida”216 no enseñase, al mismo tiempo, las consecuencias que esta fe tiene en el plano humano (incluido el matrimonial). Es la consecuencia de la Encarnación: “El Verbo al encarnarse ha entrado plenamente en nuestra existencia cotidiana, que se articula en actos humanos concretos; muriendo por nuestros pecados, nos ha recreado en la santidad original, que debe expresarse en nuestra cotidiana actividad intramundana” 217 . En su Encarnación el Verbo divino asume la naturaleza humana en su totalidad, exceptuado el pecado, para sanarla, rescatarla, redimirla; y nada puede sustraerse del alcance de la Encarnación sin que al mismo tiempo se parcialice la obra redentora de Cristo. Como dice San Ireneo: “lo que no es asumido, no es redimido” 218 .

c) Por la profunda armonía existente entre la razón y la fe. Los que niegan al Magisterio autoridad para hablar y ordenar autoritativamente en cuestiones de moral natural (conyugal en nuestro caso) sostienen el viejo prejuicio que supone la recíproca exclusión entre la fe y la razón 219 ; de este modo, reducida la competencia del Magisterio a la sola fe, la razón debería proceder autónomamente en la elaboración de sus normas. Pero esta presentación de la relación entre razón y fe es falsa y no puede sostenerse católicamente, como ha enseñado Juan Pablo II 220 .

d) Finalmente, porque si bien en la Revelación se encuentran normas morales concretas, sin embargo, puede legítimamente presumirse que en ella Dios no nos ha enseñado explícitamente todas las normas morales determinadas racionalmente cognoscibles, ya que Dios no se sustituye a la causalidad de las personas creadas 221. Corresponde, pues, a quien Dios mismo da autoridad para hacerlo (es decir al Magisterio), dar las normas puntuales según la necesidad de los tiempos.

Por eso decía el Papa Juan Pablo II que “el Magisterio de la Iglesia ha sido instituido por Cristo el Señor para iluminar la conciencia”, y que por eso “apelar a esta conciencia precisamente para contestar la verdad de cuanto enseña el Magisterio, comporta el rechazo de la concepción católica de Magisterio y de la conciencia moral”224 . El Magisterio de la Iglesia ha sido dispuesto por el amor redentor de Cristo para que la conciencia sea preservada del error y alcance siempre más profunda y certeramente la verdad que la dignifica. Al equiparar las enseñanzas del Magisterio con cualquier otra fuente de conocimiento (por ejemplo, la propia conciencia o la opinión de los teólogos) se banaliza el Magisterio, y hace inútil el sacrificio redentor de Cristo
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Re: X. El Magisterio de la Iglesia y la moral conyugal

Notapor Mery94 » Mié Nov 17, 2010 2:57 pm

¿Por qué el Papa se mete a indicar cuestiones de moral conyugal en lugar de limitarse a enseñarnos las verdades tocantes a nuestra fe y esperanza sobrenaturales?
Rta: porque el sentido último del Magisterio de la Iglesia es transmitir la verdad de Cristo, que implica también la verdad moral. Los motivos por los que es necesario que el Magisterio se extienda al ámbito de la ética racional son numerosos; señalemos algunos :

a) Porque al proponer las verdades morales racionales el Magisterio no hace otra cosa que desempeñar su misión de salvación; y no podría sanar y salvar al hombre si no lo hiciera así.
b) Por las consecuencias de la Encarnación. Existe una conexión intrínseca entre el fin sobrenatural (salvación) al que el Magisterio debe encaminarnos y el ámbito humano de la vida cristiana, es decir, los actos concretos que son los medios por los cuales nos ordenamos al fin sobrenatural.
c) Por la profunda armonía existente entre la razón y la fe.
d) Finalmente, porque si bien en la Revelación se encuentran normas morales concretas, sin embargo, puede legítimamente presumirse que en ella Dios no nos ha enseñado explícitamente todas las normas morales determinadas racionalmente cognoscibles, ya que Dios no se sustituye a la causalidad de las personas creadas. Corresponde, pues, a quien Dios mismo da autoridad para hacerlo (es decir al Magisterio), dar las normas puntuales según la necesidad de los tiempos.
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Re: X. El Magisterio de la Iglesia y la moral conyugal

Notapor Karla Gomez » Jue Nov 18, 2010 9:49 pm

¿Por qué el Papa se mete a indicar cuestiones de moral conyugal en lugar de limitarse a enseñarnos las verdades tocantes a nuestra fe y esperanza sobrenaturales?

a) Porque al proponer las verdades morales racionales el Magisterio no hace otra cosa que desempeñar su misión de salvación; y no podría sanar y salvar al hombre si no lo hiciera así. La Iglesia debe salvar al hombre entero, incluida su racionalidad ya que la racionalidad del hombre es una racionalidad llagada, es decir, afectada por la herida (vulnus), del error y la ignorancia 214. El Magisterio devuelve, así, a la razón práctica su relación originaria con la verdad. La curación de la permanente tentación de medir la grandeza y el valor del hombre según falsos criterios. “La ley, centrada sobre el Decálogo, forma la conciencia del hombre, la humaniza, la dirige hacia su fin bienaventurado y la abre a la gracia...”215 .
b) Por las consecuencias de la Encarnación. Existe una conexión intrínseca entre el fin sobrenatural (salvación) al que el Magisterio debe encaminarnos y el ámbito humano de la vida cristiana, es decir, los actos concretos que son los medios por los cuales nos ordenamos al fin sobrenatural. La Iglesia no cumpliría su misión si enseñando “la fe que debe creerse y aplicarse en la práctica de la vida”216 no enseñase, al mismo tiempo, las consecuencias que esta fe tiene en el plano humano (incluido el matrimonial). Es la consecuencia de la Encarnación: “El Verbo al encarnarse ha entrado plenamente en nuestra existencia cotidiana, que se articula en actos humanos concretos; muriendo por nuestros pecados, nos ha recreado en la santidad original, que debe expresarse en nuestra cotidiana actividad intramundana” 217 . En su Encarnación el Verbo divino asume la naturaleza humana en su totalidad, exceptuado el pecado, para sanarla, rescatarla, redimirla; y nada puede sustraerse del alcance de la Encarnación sin que al mismo tiempo se parcialice la obra redentora de Cristo. Como dice San Ireneo: “lo que no es asumido, no es redimido” 218 .
c) Por la profunda armonía existente entre la razón y la fe. Los que niegan al Magisterio autoridad para hablar y ordenar autoritativamente en cuestiones de moral natural (conyugal en nuestro caso) sostienen el viejo prejuicio que supone la recíproca exclusión entre la fe y la razón 219 ; de este modo, reducida la competencia del Magisterio a la sola fe, la razón debería proceder autónomamente en la elaboración de sus normas. Pero esta presentación de la relación entre razón y fe es falsa y no puede sostenerse católicamente, como ha enseñado Juan Pablo II 220 .
d) Finalmente, porque si bien en la Revelación se encuentran normas morales concretas, sin embargo, puede legítimamente presumirse que en ella Dios no nos ha enseñado explícitamente todas las normas morales determinadas racionalmente cognoscibles, ya que Dios no se sustituye a la causalidad de las personas creadas 221. Corresponde, pues, a quien Dios mismo da autoridad para hacerlo (es decir al Magisterio), dar las normas puntuales según la necesidad de los tiempos.

En conclusion, existe una conexion entre el magisterio y la conciencia de cada individuo, donde es entre la luz y los ojos, unos en conjunto son parte esencial de nuestro caminar, unos sin el otro nos podemos perder y caer. Es indispensable y necesario saber bien los dogmas de la iglesia, eso sin menos preciar la liberatad de cada individuo, por eso es preciso tener conocimiento de la moral con tremendo respeto a l averdad y con todo esto es otorgarle el debido valor partiendo del acto originario de la fe. Por eso que la iglesia se pone al servicio de la conciencia y no desviarse el bien del hombre.
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Re: X. El Magisterio de la Iglesia y la moral conyugal

Notapor marisa725 » Vie Nov 19, 2010 1:08 am

1.-¿ Por qué el Papa se mete a indicar cuestiones de moral conyugal en lugar de limitarse a enseñarnos las verdades tocantes a nuestra fe y esperanza sobrenaturales ?

La Iglesia tiene autoridad para intervenir en el campo de la vida conyugal y sexual de las personas, así como los límites que tiene el Magisterio. El Magisterio de la Iglesia ha sido dispuesto por el amor redentor de Cristo, para que la conciencia sea preservada del error y alcance siempre más profunda y certeramente la verdad que la dignifica.
Según Pablo VI, en cuanto a la autoridad decía el Pontífice: " Ningún fiel querrá negar que corresponda al Magisterio de la Iglesia el interpretar también la ley natural. Es, en efecto, incontrovertible, que Jesucristo, al comunicar a Pedro y a los apóstoles su autoridad divina y al enviarlos a enseñar a todas las gentes sus mandamientos, los constituía en custodios y en intérpretes auténticos de toda la ley moral, es decir, no sólo de la ley evangélica, sino también de la natural, expresión de la voluntad de Dios, cuyo cumplimiento fiel es igualmente necesario para salvarse.
También el Papa se mete en cuestiones de la moral conyugal; porque el sentido último del Magisterio de la Iglesia es trasmitir la verdad de Cristo, que implica también la verdad moral. Los motivos por lo que es necesario, que el Magisterio se extienda al ámbito de la ética racional son numerosos, como:
- Porque al proponer las verdades morales racionales del Magisterio no hace otra cosa que desempeñar su misión de salvación; y no podría sanar y salvar al hombre si no lo hiciera así.
- Por las consecuencias de la Encarnación. En su Encarnación el Verbo Divino asume la naturaleza humana en su totalidad, exceptuado el pecado.
- Por la profunda armonía existente entre la razón y la fe.
- En la Revelación se encuentran normas morales concretas. Al Magisterio de la Iglesia, Dios le dió autoridad, para dar estas normas puntuales, según la necesidad de los tiempos.
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El Magisterio de la Iglesia y la moral conyugal

Notapor Julieta Olvera » Mar Nov 23, 2010 2:16 pm

¿Por qué el Papa se mete a indicar cuestiones de moral conyugal en lugar de limitarse a enseñarnos las verdades tocantes a nuestra fe y esperanza sobrenaturales?
Porque el sentido último del Magisterio de la Iglesia es transmitir la verdad de Cristo, que implica también la verdad moral . Los motivos por los que es necesario que el Magisterio se extienda al ámbito de la ética racional son numerosos, algunas son:
a) Porque al proponer las verdades morales racionales el Magisterio no hace otra cosa que desempeñar su misión de salvación; y no podría sanar y salvar al hombre si no lo hiciera así. La Iglesia debe salvar al hombre entero, incluida su racionalidad ya que la racionalidad del hombre es una racionalidad llagada, es decir, afectada por la herida (vulnus), del error y la ignorancia.
b) Por las consecuencias de la Encarnación. Existe una conexión intrínseca entre el fin sobrenatural (salvación) al que el Magisterio debe encaminarnos y el ámbito humano de la vida cristiana, es decir, los actos concretos que son los medios por los cuales nos ordenamos al fin sobrenatural. La Iglesia no cumpliría su misión si enseñando “la fe que debe creerse y aplicarse en la práctica de la vida” no enseñase, al mismo tiempo, las consecuencias que esta fe tiene en el plano humano (incluido el matrimonial).
c) Por la profunda armonía existente entre la razón y la fe. Los que niegan al Magisterio autoridad para hablar y ordenar autoritativamente en cuestiones de moral natural (conyugal en nuestro caso) sostienen el viejo prejuicio que supone la recíproca exclusión entre la fe y la razón.
d) Finalmente, porque si bien en la Revelación se encuentran normas morales concretas, sin embargo, puede legítimamente presumirse que en ella Dios no nos ha enseñado explícitamente todas las normas morales determinadas racionalmente cognoscibles, ya que Dios no se sustituye a la causalidad de las personas creadas. Corresponde, pues, a quien Dios mismo da autoridad para hacerlo (es decir al Magisterio), dar las normas puntuales según la necesidad de los tiempos.
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Re: X. El Magisterio de la Iglesia y la moral conyugal

Notapor claudia-margarita » Mié Nov 24, 2010 11:53 am

¿Por qué el Papa se mete a indicar cuestiones de moral conyugal en lugar de limitarse a enseñarnos las verdades tocantes a nuestra fe y esperanza sobrenaturales?
: porque el sentido último del Magisterio de la Iglesia es transmitir la verdad de Cristo, que implica también la verdad moral212 . Los motivos por los que es necesario que el Magisterio se extienda al ámbito de la ética racional son numerosos; señalemos algunos213 :

a) Porque al proponer las verdades morales racionales el Magisterio no hace otra cosa que desempeñar su misión de salvación; y no podría sanar y salvar al hombre si no lo hiciera así. La Iglesia debe salvar al hombre entero, incluida su racionalidad ya que la racionalidad del hombre es una racionalidad llagada, es decir, afectada por la herida (vulnus), del error y la ignorancia 214. El Magisterio devuelve, así, a la razón práctica su relación originaria con la verdad. La curación de la permanente tentación de medir la grandeza y el valor del hombre según falsos criterios. “La ley, centrada sobre el Decálogo, forma la conciencia del hombre, la humaniza, la dirige hacia su fin bienaventurado y la abre a la gracia...”215 .
b) Por las consecuencias de la Encarnación. Existe una conexión intrínseca entre el fin sobrenatural (salvación) al que el Magisterio debe encaminarnos y el ámbito humano de la vida cristiana, es decir, los actos concretos que son los medios por los cuales nos ordenamos al fin sobrenatural. La Iglesia no cumpliría su misión si enseñando “la fe que debe creerse y aplicarse en la práctica de la vida”216 no enseñase, al mismo tiempo, las consecuencias que esta fe tiene en el plano humano (incluido el matrimonial). Es la consecuencia de la Encarnación: “El Verbo al encarnarse ha entrado plenamente en nuestra existencia cotidiana, que se articula en actos humanos concretos; muriendo por nuestros pecados, nos ha recreado en la santidad original, que debe expresarse en nuestra cotidiana actividad intramundana” 217 . En su Encarnación el Verbo divino asume la naturaleza humana en su totalidad, exceptuado el pecado, para sanarla, rescatarla, redimirla; y nada puede sustraerse del alcance de la Encarnación sin que al mismo tiempo se parcialice la obra redentora de Cristo. Como dice San Ireneo: “lo que no es asumido, no es redimido” 218 .
c) Por la profunda armonía existente entre la razón y la fe. Los que niegan al Magisterio autoridad para hablar y ordenar autoritativamente en cuestiones de moral natural (conyugal en nuestro caso) sostienen el viejo prejuicio que supone la recíproca exclusión entre la fe y la razón 219 ; de este modo, reducida la competencia del Magisterio a la sola fe, la razón debería proceder autónomamente en la elaboración de sus normas. Pero esta presentación de la relación entre razón y fe es falsa y no puede sostenerse católicamente, como ha enseñado Juan Pablo II 220 .
d) Finalmente, porque si bien en la Revelación se encuentran normas morales concretas, sin embargo, puede legítimamente presumirse que en ella Dios no nos ha enseñado explícitamente todas las normas morales determinadas racionalmente cognoscibles, ya que Dios no se sustituye a la causalidad de las personas creadas 221. Corresponde, pues, a quien Dios mismo da autoridad para hacerlo (es decir al Magisterio), dar las normas puntuales según la necesidad de los tiempos.
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Re: X. El Magisterio de la Iglesia y la moral conyugal

Notapor marinarobello » Jue Nov 25, 2010 8:14 pm

¡Ave Maria!
Respuesta:
Porque el Papa permanece fiel al Magisterio de la Iglesia, éste ilumina las conciencias e interpreta claramente las leyes naturales, morales y evangélica pues así lo dispuso Dios y se observa claramente en el misterio de la Encarnación de su Divino Hijo.
Por Voluntad de Cristo la Iglesia Católica es maestra de la Verdad.
El Papa y los obispos en comunión con él, enseñan en virtud de la autoridad de Cristo.
El Magisterio de la Iglesia, del que forman parte el Papa y los obispos en comunión con él, enseña todo lo necesario para la salvación del hombre y la salvación de hombre se da en cuerpo y alma.
"El sucesor de S. Pedro, ya en el ejercicio ordinario de su Magisterio, actúa no como persona privada, sino como maestro supremo de la Iglesia Universal. Al cumpplir esta tarea, expresa de forma personal, pero con autoridad institucional, la regle de fe a la que deben atenerse los miembros de la Iglesia ( simples fieles, catequistas, profesores de religión, teólogos, etc)"
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