por pamanu » Mar Oct 26, 2010 4:49 pm
1. Recién publicada la encíclica en L´0sservatore Romano del 29-30 de julio, de 1968, el día 31 del mismo mes el Papa dedicó a ella la audiencia general, en la cual ofreció valiosas claves de lectura del documento. Para nuestra cuestión interesan especialmente algunos pasajes, en los que se manifiesta claramente la importancia que el Pontífice atribuye al problema y a la solución que se le da: "Es el esclarecimiento de un capítulo fundamental de la vida personal, conyugal, familiar y social del hombre", dice al principio del discurso; y, al final, insiste "Es(...) una cuestión particular, que considera un aspecto sumamente delicado y grave de la existencia humana". Así pues, se repite con otras palabras el mismo concepto ya expresado en el discurso del 23 de junio, de 1964.
Y brota con claridad una primera conclusión: se coloca entre las cuestiones de suma importancia tanto el problema como la solución que le da el Magisterio, de la cual es porte esencial también la condena moral de la anticoncepción.
En el mismo discurso del 31 de julio, de 1968 se halla una confirmación significativa de esa valoración: la dramática y profunda seriedad con que el Papa revela que ha vivido los cuatro años de reflexión, de estudio, de consultas, de oración, para llegar a la certeza de dar a la Iglesia y a la humanidad entera la confirmación de una verdad moral garantizada por su conformidad con el "designio de Dios sobre la vida humana". Convendría citar aquí amplios pasajes del discurso. Debo limitarme sólo a algunas frases. «El primer sentimiento fue el de una gravísima responsabilidad Nuestra (...). Os confesamos que ese sentimiento nos hizo sufrir también bastante desde el punto de vista espiritual. Nunca hemos sentido tanto el peso de Nuestra misión como en esta circunstancia». Y, más adelante, «¡Cuántas veces tuvimos la impresión de estar casi oprimidos (...) y cuántas veces, hablando humanamente, advertimos lo inadecuada que resultaba Nuestra pobre persona ante la formidable obligación apostólica de tener que pronunciarnos al respecto! ¡Cuántas veces nos sentimos angustiados ante el dilema de una fácil condescendencia para con las opiniones corrientes, o bien de una sentencia que la sociedad soportara mal, que fuera, arbitrariamente, demasiado grave para la vida conyugal!».
Ante todo, quisiera subrayar que ya Pablo VI, el Concilio y más aún Juan Pablo II, muestran claramente que aceptan y valoran los recientes progresos en la concepción de la sexualidad humana como lenguaje, es decir, expresión sensible de realidades interiores de la persona en la relación interpersonal. En esa perspectiva, también gana en claridad y persuasividad el descubrimiento y la presentación de las exigencias éticas inherentes al ejercicio de la sexualidad, cuando en él se incluye también su componente genital, como sucede en el acto conyugal. En efecto, esas exigencias se configuran siguiendo el modelo de las que se imponen para una comunicación entre personas, que responde a la dignidad de cada uno de los dos interlocutores.
En la Gaudium el spes el acto conyugal se presenta como la expresión privilegiada y típicamente propia del amor conyugal (cf. n. 49) y, a su vez, se dice que el amor conyugal está constitucionalmente ordenado a la transmisión de la vida, o procreación (ct. n. 50). «Amor» y «vida» son, por consiguiente, los valores centrales que están en juego en el amor conyugal. Y esos valores son evidentemente de suma importancia.
En esta línea, Juan Pablo II, en la Familiaris Consortio llega a afirmar que «la donación física total sería un engaño si no fuese signo y fruto de una donación en la que está presente toda la persona (...); si la persona se reservase algo (...) ya no se donaría totalmente» (n. 11). Luego, con férrea lógica, cuando en el mismo documento llega a tocar el tema de la anticoncepción, el Pontífice ofrece en un párrafo muy denso un panorama iluminador de los valores que quedan destruidos por la anticoncepción. Conviene citarlo aquí por entero: «Cuando los esposos, mediante el recurso a la anticoncepción, separan estos dos significados que Dios Creador ha inscrito en el ser del hombre y de la mujer y en el dinamismo de su comunión sexual, se comportan como "árbitros" del designio divino y "manipulan" y envilecen la sexualidad humana, y con ella la propia persona del cónyuge, alterando su valor de donación "total". Así, al lenguaje natural que expresa la recíproca donación total de los esposos, la anticoncepción impone un lenguaje objetivamente contradictorio, es decir, el de no darse al otro totalmente: se produce no sólo el rechazo positivo de la apertura a la vida, sino también una falsificación de la verdad interior del amor conyugal, llamado a entregarse en plenitud personal» (ib., 32).
Para mayor claridad, conviene esquematizar las numerosas destrucciones de valores que la anticoncepción implica objetivamente:
1. No aceptación de su misión de «ministros» y «colaboradores» de Dios en la transmisión de la vida.
2. Pretensión de convertirse en «árbitros» del designio divino (5).
3. Envilecimiento de la sexualidad humana y, por tanto, de la propia persona y del cónyuge.
4. Falsificación del lenguaje sexual hasta hacerlo objetivamente contradictorio.
5. Eliminación de toda referencia al valor «vida».
6. Herida mortal («falsificación de la verdad interior») del amor conyugal mismo.
El «no» a la vida, que el uso de un anticonceptivo grita con su misma denominación, se presenta así también, y ante todo, como un «no a Dios», Ya lo puso de relieve con fuerza Pablo VI en la Humanae vitae. También conviene citar íntegro ese pasaje: «Un acto de amor recíproco que prejuzgue la disponibilidad a transmitir la vida que Dios creador, según particulares leyes, ha puesto en él, está en contradicción con el designio constitutivo del matrimonio y con la voluntad del Autor de la vida. Usar este don divino destruyendo su significado y su finalidad, aun sólo parcialmente, es contradecir la naturaleza del hombre y de la mujer y sus más íntimas relaciones, y por lo mismo es contradecir también el plan de Dios y su voluntad» (n.13).
2.Theodore Roosevelt ,Sigmund Freud ,Mahatma Ghandi,