por rafa ayala » Mié Nov 24, 2010 10:33 am
Definitivamente si no es ‘mi Iglesia’ la que levante la voz, y muy fuerte, pues es también un compromiso doctrinal, ningún otro medio capaz y comprometido hará oir el flagrante ataque a la humanidad que se está dando actualmente, pero con el favor de Dios aun puede recomponerse si cada uno de los miembros católicos ponemos nuestro granito de arena para la difusión de ésta realidad que nos asfixia. Saludos.
Analiza ¿Regulación de la natalidad o explosión demográfica?
Para combatir esta “plaga de nuestro siglo” se han propagado y voceado masivas campañas de esterilización, difusión de anticonceptivos y legalización del aborto. El resultado ha sido una disminución de la tasa de fecundidad por debajo del ´umbral de reemplazo´ de las generaciones. Desde hace treinta años, la tasa de crecimiento de la población mundial no deja de disminuir a un ritmo regular y significativo. Actualmente 51 países, que representan casi la mitad de los habitantes del planeta (concretamente el 44%), no logran reemplazar a sus generaciones. En estos lugares, el número de niños por mujer es inferior a 2,1; y éste es el nivel mínimo indispensable para la renovación de las generaciones en los países que cuentan con las mejores condiciones sanitarias. “Pronto se necesitarán más geriatras que pediatras”- que el país se encuentra en graves problemas demográficos al señalar que si bien desde 1960 la población general aumentó en 39%, el sector que más creció fue el de los mayores de 85 años, en un 231%, seguido por el de los mayores de 65 años, en 89%, y mucho después los menores de 25 años, con apenas el 13%.
El New York Times ha resumido la nueva preocupación mundial -la implosión demográfica- diciendo que con una esperanza de vida en aumento al mismo tiempo que decae la fertilidad, muchos países desarrollados se encuentran con sociedades desequilibradas, que serán imposibles de sostener, porque tienen un gran número de ancianos y les falta gente joven que trabaje. El ejemplo más reciente es Italia, que es la primera nación de la historia donde hay más personas de 60 años que jóvenes de menos de 20. En 1998, Alemania, Grecia y España alcanzaron la misma situación.
En Europa el índice de fecundidad es de 1,56 por cada mujer, netamente, bajo el nivel de “recambio generacional”, que es de 2,1. Desde 1980 cada año, nace en promedio un millón de niños menos.
Anualmente se cometen 1,2 millones de abortos. La Unión Europea la población de ancianos de más de 65 años es más numerosa que los niños menores de 14 años el promedio de miembros de una familia es de 2,4. Los solteros son 54 millones, un cuarto de las familias.Nacen fuera del matrimonio 1,7 millones de niños, es decir, un tercio de la totalidad. En los últimos diez años 15 millones de menores han vivido separación de sus padres. Los divorcios afectan a la mitad de los matrimonios.El “utilitarismo miope” provocará que en un futuro próximo habrá carencia de trabajadores, disminuirá la producción de bienes y servicios, se volverá insostenible el pago de las pensiones y la asistencia a los ancianos por la ausencia de recursos económicos y humanos. La inmigración de personas exteriores a la Unión Europea no será suficiente para llenar los vacíos y además, si no se maneja bien, podría comprometer la contribución de los pueblos europeos y la transmisión de su patrimonio cultural.
Las causas: La disminución de la nupcialidad, la edad media de la maternidad ha aumentado claramente y sigue
aumentando. Las leyes de trabajo no facilitan el deseo de las mujeres de conciliar armoniosamente vida familiar y actividad profesional, la ausencia de una verdadera política familiar en los países afectados por el decrecimiento demográfico. El pesimismo cultural y la pérdida del sentido de la vida, de la esperanza en un futuro, del descreimiento en la felicidad. La difusión de las técnicas químicas de anticoncepción, del aborto y de la esterilización de masas.
Las consecuencias: Disminución de los jóvenes, escasa población de adultos jóvenes, influjos negativos en el sistema educativo, genera “la pérdida de la memoria colectiva”, es decir, queda gravemente hipotecada la transmisión de las conquistas culturales, científicas, técnicas, artísticas, morales y religiosas, desempleo, el aumento de la edad media (cada vez más adultos y menos jóvenes y niños) cambia el perfil psicológico de la población, al aumentar el número de personas ancianas crece la tentación de recurrir a la eutanasia, hay naciones ricas que van hacia la despoblación, como Francia, España e Italia, mientras que otras marcadamente pobres tienen una gran expansión demográfica, como Marruecos y Turquía.
Da ejemplos y analiza políticas familiares que son básicamente antifamiliares:
Anticoncepción y problemas económicos
Reconocía Pablo VI: “Las condiciones de trabajo y de habilitación y las múltiples exigencias, que van aumentando en el campo económico y en el de la educación, con frecuencia hacen hoy difícil el mantenimiento adecuado de un número elevado de hijos” . Es muy claro que muchas políticas familiares son básicamente antifamiliares; y no es éste un problema de origen económico sino ideológico, en que se defiende y promociona una cultura a la que le molesta el concepto de la vida, de la fecundidad y de la familia, a dicho el Papa Juan Pablo II: “Lanzo esta invitación a cuantos trabajan en la edificación de una nueva sociedad en la que reine la civilización y el amor: defended, como don precioso e insustituible, ¡don precioso e insustituible!, vuestras familias; protegedlas con leyes justas que combatan la miseria y el azote del desempleo y que, a la vez, permitan a los padres que cumplan con su misión. ¿Cómo pueden los jóvenes crear una familia si no tienen con qué mantenerla? La miseria destruye la familia, impide el acceso a la cultura y a la educación básica, corrompe las costumbres, daña en su propia raíz la salud de los jóvenes y los adultos. ¡Ayudadlas! En esto se juega vuestro futuro” .
Anticoncepción y dominio sobre la creación.
Decía Pablo VI : “el hombre ha llevado a cabo progresos estupendos en el dominio y en la organización racional de las fuerzas de la naturaleza, de modo que tiende a extender ese dominio a su mismo ser global: al cuerpo, a la vida psíquica, a la vida social y hasta a las leyes que regulan la transmisión de la vida”, el dominio sobre las cosas exteriores es un dominio sobre algo inferior al hombre y totalmente subordinado a él. En cambio su cuerpo es parte de su misma persona y debe disponerlo para alcanzar los fines para los que ha sido creado y según la Sabiduría eterna de Dios. Con la anticoncepción el ser humano actúa sobre sus ritmos biológicos o sobre la estructura de su sexualidad sin motivaciones terapéuticas y con la intención de alterar los fines a los que naturalmente se ordenan estas funciones.
Anticoncepción como mal menor.
Decía Pablo VI: “Tampoco se pueden invocar como razones válidas, para justificar los actos conyugales intencionalmente infecundos, el mal menor”. El mal mayor podría ser el recurso al aborto, el abandono por parte del marido de la esposa inocente, el recurso del esposo o de la esposa a prácticas de prostitución, o simplemente el riesgo a que se enfríe el amor conyugal por la imposibilidad de practicar los métodos naturales. En todos estos casos, la anticoncepción, sin ser admitida como buena, es al menos permitida como la auténtica alternativa. No está claro, que la anticoncepción sea un mal menor: para cualquier persona, entre alterar ella misma el plan de Dios sobre el matrimonio con un acto voluntario y tolerar el mal de parte de su cónyuge (por ejemplo, si éste abandonara el hogar), siempre sería un mal mayor su propio pecado personal, porque cada uno es, ante todo, responsable de sus propios actos, y no de los ajenos, sobre los cuales, a menudo, tiene poca o ninguna influencia.
¿La anticoncepción o el aborto?
Pero aun cuando se aceptase una dudosa interpretación del mal menor, cabe preguntarse, ¿es realmente la anticoncepción “la” -o al menos “una”- alternativa al aborto? “Se afirma con frecuencia -ha escrito Juan Pablo II en la Evangelium vitae- que la anticoncepción, segura y asequible a todos, es el remedio más eficaz contra el aborto. Se acusa además a la Iglesia católica de favorecer de hecho el aborto al continuar obstinadamente enseñando la ilicitud moral de la anticoncepción” . Se presenta así una disyuntiva entre aborto y anticoncepción. “La objeción, mirándolo bien, se revela en realidad falaz. En efecto, puede ser que muchos recurran a los anticonceptivos incluso para evitar después la tentación del aborto. Pero los contravalores inherentes a la ´mentalidad anticonceptiva´ -bien diversa del ejercicio responsable de la paternidad y maternidad, respetando el significado pleno del acto conyugal- son tales que hacen precisamente más fuerte esta tentación, ante la eventual concepción de una vida no deseada. De hecho, la cultura abortista está particularmente desarrollada justo en los ambientes que rechazan la enseñanza de la Iglesia sobre la anticoncepción. Es cierto que anticoncepción y aborto, desde el punto de vista moral, son males específicamente distintos: la primera contradice la verdad plena del acto sexual como expresión propia del amor conyugal, el segundo destruye la vida de un ser humano; la anticoncepción se opone a la virtud de la castidad matrimonial, el aborto se opone a la virtud de la justicia y viola directamente el precepto divino ´no matarás´.
A pesar de su diversa naturaleza y peso moral, muy a menudo están íntimamente relacionados, como frutos de una misma planta. Es cierto que no faltan casos en los que se llega a la anticoncepción y al mismo aborto bajo la presión de múltiples dificultades existenciales, que sin embargo nunca pueden eximir del esfuerzo por observar plenamente la Ley de Dios. Pero en muchísimos otros casos estas prácticas tienen sus raíces en una mentalidad hedonista e irresponsable respecto a la sexualidad y presuponen un concepto egoísta de libertad que ve en la procreación un obstáculo al desarrollo de la propia personalidad. Así, la vida que podría brotar del encuentro sexual se convierte en enemigo a evitar absolutamente, y el aborto en la única respuesta posible frente a una anticoncepción frustrada.
Lamentablemente la estrecha conexión que, como mentalidad, existe entre la práctica de la anticoncepción y la del aborto se manifiesta cada vez más y lo demuestra de modo alarmante también la preparación de productos químicos, dispositivos intrauterinos y ´vacunas´ que, distribuidos con la misma facilidad que los anticonceptivos, actúan en realidad como abortivos en las primerísimas fases de desarrollo de la vida del nuevo ser humano” .
Anticoncepción y principio de totalidad
Pablo VI : “Más aún, extendiendo a este campo la aplicación del llamado ´principio de totalidad´, ¿no se podría admitir que la intención de una fecundidad menos exuberante, pero más racional, transformase la intervención materialmente esterilizadora en un control lícito y prudente de los nacimientos? Es decir, ¿no se podría admitir que la finalidad procreadora pertenezca al conjunto de la vida conyugal más bien que a cada uno de los actos?”
Con esta argumentación en un matrimonio que ha dado lugar a la fecundidad en su proyecto matrimonial (por ejemplo, ya ha tenido varios hijos o piensa tenerlos pero más adelante) no podrían considerarse como “anticonceptivos” algunos actos singulares; pues sólo serían tales los de una pareja que excluya totalmente los hijos de su proyecto matrimonial. Responde a esto la misma encíclica diciendo que “no se pueden invocar como razones válidas, para justificar los actos conyugales intencionalmente infecundos... el hecho de que tales actos constituirían un todo con los actos fecundos anteriores o que seguirán después, y que, por tanto, compartirían la única e idéntica bondad moral” .