por G+J » Jue Nov 18, 2010 6:39 am
En relación al Orden
1. ¿Por qué esta virtud es un principio de orden natural que colabora al bien de todos?
La virtud del orden “se comporta de acuerdo a unas normas lógicas, necesarias para el logro de algún objetivo deseado y previsto, en la organización de las cosas, en la distribución del tiempo y en la realización de las actividades, por iniciativa propia, sin que sea necesario recordárselo”. (1)
Dicho en otras palabras, el orden es la recta disposición de las cosas y es la virtud que nos lleva a poner cada cosa en su lugar, a distribuir correctamente el tiempo y nuestras actividades.
El orden es además, reducir la multiplicidad a la unidad.
2. Para poder actuar de un modo ordenado hace falta cierta estructura mental ordenada que se reflejará en todos los aspectos de nuestras vidas. Menciona estos aspectos o campos y explica brevemente cada uno de ellos...
1º En primer lugar el orden en las ideas y en los valores será imprescindible para poder sostener una línea de conducta en la vida.
Únicamente la doctrina católica se apoya sobre ese orden natural, demostrando que es la válida para todas las personas. [...] De ahí que, de una cabeza ordenada “católicamente”, saldrá una argumentación en la conversación ordenada y clara, que nos iluminará en todos los temas. Esto demuestra la importancia de valorar el estudio con el lícito afán de saber y conocer lo nuestro. Si no conocemos no amaremos el esplendor de lo nuestro y nos dejaremos convencer por todas las teorías falsas que rondan por ahí.
2º El orden en la relación con las personas comienza con la familia. Según la importancia y jerarquía que tiene cada uno, será el lugar debido que habrá que darle dentro de la misma. El padre y la madre serán los primeros responsables de la educación de los hijos. Y es para eso que Dios les ha dado la autoridad para poder mandar sobre ellos y a los hijos la obligación moral de obedecerles.
3º El orden en el ámbito del trabajo. […] Las actitudes desordenadas erosionan y desmerecen la imagen de la autoridad.
La autoridad bien ejercida siempre implica pagar el precio de una cuota de soledad, porque habremos de asumir la responsabilidad de muchas decisiones y dar el ejemplo a otros. Muchas veces se deseará tal vez compartir y disfrutar con ellos distintos acontecimientos, pero en virtud de no olvidarnos del lugar que ocupamos tendremos que negárnoslo. Deberemos privarnos de algo que puede ser lícito, pero que no corresponde según el cargo que ocupemos o la jerarquía que tengamos y deberemos hacerlo para cumplir mejor con nuestra responsabilidad. […] Cada uno no sólo debe ocupar el lugar que le corresponde sino comportarse como corresponde a su cargo, a su posición o a su deber de estado. El sólo hecho de erosionar las jerarquías, confundir los roles o contar nuestras intimidades a todos, exponiendo muchas veces la de otros, ya es un grave desorden.
4º En el orden de la sociedad es la función propia del Estado, quien debe velar para que se respete el orden natural establecido por Dios a todos los ciudadanos. Desde el derecho a nacer, a poder formar una familia y mantenerla dignamente, a tener un trabajo y sueldo digno que nos permita vivir, a tener la seguridad jurídica y poder transitar tranquilamente por las calles sin temor a que nos roben o nos maten, etc. Es función propia del Estado el asegurar el orden y el impedir la anarquía dentro de la sociedad, que es cuando se transmite que falta gobierno y reina el caos y la confusión dentro de la sociedad. La razón de ser del Estado es la de ser el activo promotor del Bien común, que es el bien de todos, y no de algunos. […] Una sociedad ordenada, a su vez, se notará por los valores que reconocerá. La ciencia, el estudio, el conocimiento, la maternidad, debieran ser valores a defender de primer orden.
5º El orden en las cosas materiales tiene varias finalidades: guardar bien las cosas para que no se estropeen y se conserven bien. Por respeto a quien nos las dio y por gratitud de tener lo que otros no tienen. Para poder encontrarlas cuando las necesitamos y, (como siempre nos está mandado), por pensar en el otro, para que también las encuentre en buen estado cuando las necesite. El maltrato hacia las cosas implica desprecio hacia el trabajo ajeno. […] Para ser ordenados no sólo hace falta poner las cosas en su lugar sino que hay que utilizar bien las cosas.
6º El orden en la administración y el uso del dinero, de los bienes propios y ajenos toca muy de cerca el mundo de la justicia. En todos los órdenes el desperdicio es anticristiano. Debemos usar de las cosas en actitud de gratitud por poder tenerlas y conscientes de que la gran mayoría de las personas carece hasta de lo necesario para subsistir.
En toda administración pública o privada la transparencia en el manejo de los fondos no sólo nos está moralmente exigida porque nos quita responsabilidad, sino que es un acto de justicia hacia los demás, ya que el dinero a administrar es producto del trabajo, el esfuerzo y las privaciones de muchos.
7º El orden en el uso del tiempo merece una consideración. Dios nos ha dado un tiempo limitado de vida en esta tierra y, aunque no sepamos cuando será el día y la hora, sabemos que no somos inmortales. El tiempo que nos fue dado debe ser utilizado como un tesoro a administrar para salvarnos y debiera ser utilizado según la parábola de los talentos. Algún día deberemos rendir cuenta de cómo lo hemos invertido.
Esa insatisfacción que nos irrita, que nos deja disconformes con nosotros mismos y los demás, tiene mucho que ver con constatar al final del día que no hemos hecho nada de provecho en la jornada, ni para nosotros mismos, ni para el prójimo
8º Nunca será tarde para empezar a ordenarnos si contamos con la voluntad de hacerlo. El orden se encuentra prácticamente en la base de todos los valores cristianos a quienes sirve de apoyo, ya que el mismo pecado es un desorden que alteró el plan original de Dios.
Pensemos simplemente que a Dios le gusta el orden. Basta con mirar la Creación para entender que es así. La armonía de la naturaleza entera, el cuerpo humano y su maravilloso funcionamiento, el instinto dado a los animales para que se condujeran ordenadamente y los 10 Mandamientos dados al hombre para su bien nos hablan de una composición total de orden. La naturaleza entera desde el microcosmos al macrocosmos es un canto al orden del creador.
3. ¿Cómo vives tú concretamente el orden en los campos antes explicados?
4. ¿Algún comentario o sugerencia?
• Orden de ideas y valores (formación y oración),
• Orden en la familia (intentando conceder a cada uno el espacio y tiempo que merece, según su situación particular o necesidades),
• Orden en el trabajo (con el estudio y la formación continuada, con el ejercicio de responsabilidad que conlleva el cargo ocupado, pidiendo a Dios fortaleza para resistir la adversidad que tantas veces supone la coherencia de vida y el pago de esa “cuota de soledad” que precisa una autoridad sana y auténtica)
• Orden en la sociedad (respetando las normas y principios comunes, siempre que no sean contrarios a la Moral Natural inscrita por Dios en las conciencias)
• Orden en las cosas materiales y administración de bienes (se superpone con la justicia, cuidar lo que nos es dado o ganado, ser austeros en su administración)
• Orden en el uso del tiempo (pidiendo perdón a Dios y a los demás por el perdido, intentando vivir con la intensidad del Evangelio, no dejándose llevar por perezas y desganas)
• Orden en cuanto al reconocimiento y respeto al plan originario de Dios (hacer presencia de Su Voluntad en nuestra vida, e intentar acomodar nuestros planes al Suyo, que siempre será nuestro mayor bien).
En Relación a la Obediencia
1. ¿Qué es la autoridad? ¿Qué autoridad tienes y cómo la vives?
La obediencia es una virtud moral “que hace pronta la voluntad para ejecutar los preceptos del superior” (1)
Dicho en otras palabras: obedecer es cumplir en primera instancia la voluntad del superior, pero en la concepción cristiana la autoridad viene de Dios. Quien manda es responsable ante Dios de lo mandado. Representa la voluntad de Dios que tiene derechos de autor por ser Quien nos hizo y por quién existimos.
De ahí que al analizar la virtud de la obediencia lo primero que debemos hacer sea restaurar el principio de autoridad. La autoridad es el poder que tiene una persona sobre la otra que le está subordinada.
2. ¿Por qué tenemos que obedecer?
a) Hay una razón de orden natural y otra de orden sobrenatural que exigen que uno mande y otro obedezca. Es de sentido común, por un principio de orden.
La voluntad de Dios se encarna en todo el orden social que El ha dispuesto al crear y se manifiesta en el orden natural. En otras palabras, la naturaleza social del hombre exige necesariamente que en la sociedad haya autoridad para decidir las normas de convivencia que faciliten la libertad de todos y cada uno y garanticen dicho cumplimiento. Y para que la libertad sea posible.
b) La razón sobrenatural es porque Dios quiso que, para nuestro bien y para dominar nuestras ansias de autonomía y rebeldía heredadas de Adán y Eva, nos acostumbráramos a tener siempre una voluntad ajena por encima de la nuestra, obligándonos a obedecer desde pequeños. Esto nos ejercitaría a mortificar nuestra voluntad propia para poder obedecerle más tarde, y de por vida, a Él. Para tratar de ser como Dios me pensó como una obra terminada y en plenitud, Dios dispuso que nos hiciera falta mortificar nuestra voluntad propia y obedecer desde pequeños.
3. ¿Cuándo será correcto obedecer?
Esta cadena de autoridad que exige obediencia en todos los ámbitos debe necesariamente llegar hasta Dios, fuente de toda autoridad, quien juzgará las acciones de los hombres sobre otros hombres con infinita justicia. Dios ha dispuesto las cosas de manera tal que toda autoridad humana deberá responder ante Él, el día del Juicio, de su ejercicio. Si se rompe esta cadena de autoridad y responsabilidad de responder ante Dios sobre nuestras acciones, la obediencia pierde sentido. […] En realidad es a Dios a quien obedecemos en nuestros superiores, ya que todo poder viene de Él. Dios es la fuente y el origen de toda autoridad.
Erróneamente se asocia el mando como algo “apetecible”, que todos ambicionamos, el hecho de poder mandar sobre otros cuando, al contrario, ejercer esta responsabilidad en todos los ámbitos es una pesada carga de la cual habremos de rendir cuentas el día del Juicio. De ahí que el ejercicio del mando tenga que asociarse con una “Carga” a cumplir en esta vida y a responder de su ejercicio en la otra, en la vida eterna. Ya dijimos que lo que existen en primer lugar son obligaciones, responsabilidades y deberes (el tener que hacer lo que debo y no lo que quiero). Es para cumplir con mis obligaciones que surgen mis derechos. Mis derechos son como el espacio necesario para que yo pueda cumplir con mis deberes que están en primer lugar.
Lo ideal es llegar a obedecer por amor. Obedecer a los padres y superiores porque los amamos, les queremos hacer el gusto y confiamos en que saben más que nosotros.
La obediencia será correcta siempre y cuando estas órdenes no traspasen el campo que les corresponde en donde será legítimo ante Dios desobedecer. La obediencia ciega no es católica, uno no está exento de responsabilidad si obedece a los hombres antes que a Dios.
4. ¿Por qué y de qué manera la revolución anticristiana para destruir la familia atacó la subordinación, querida por Dios, de la mujer al varón?
Al varón, a su vez, Dios le había mandado custodiarla, cuidarla, protegerla y sostenerla, para que ésta, a su vez, defendiera la vida. El cristianismo liberó a la mujer de la esclavitud a la que estaba sometida desde el principio de los tiempos. […] Para el cristianismo, la mujer es capaz de ser la madre de Dios, es el signo de la fidelidad al Verbo Encarnado, al seguimiento de Cristo Hombre a Quien no dejaron nunca solo ni en la Pasión. Es a las mujeres a quienes el Señor Resucitado las distingue con las primeras apariciones antes que a sus Apóstoles.
La mujer es la portadora de la vida, es la que es capaz de engendrar las generaciones futuras. Por la educación engarza una generación con otra porque enseña a venerar “las canas” de los abuelos. Ella es la que une, la que liga, es la portadora del símbolo religioso, “re-ligio” (reunir la creatura con el Creador a través de la educación) la que transmite la religión en la familia porque no sólo concibe un hijo sino que está llamada a transmitirle el sentido profundo de su vida, su razón de ser. Y para eso tiene que tener las respuestas. Es la que trasmite el sentido del amor a la tierra. La mujer es la que “arraiga” al varón, el que la hace “echar raíces” para establecer el “hogar” donde criar a los hijos que ella le da, si no naturalmente el varón tiende a dar vueltas de un lugar a otro.
Aquellas a las que Dios no les da hijos biológicos están igualmente llamadas a proyectar su “se madres” en la educación y maternidad espiritual (maestras, profesoras, enfermeras y todo el voluntariado de organizaciones que se cuentan por miles de mujeres que se dedican a auxiliar los grupos sociales necesitados y marginados). Porque ella tiene un natural sentido de justicia y no le es indiferente la necesidad del otro.
El diablo, que odia la vida, sabia donde apuntaba, y ha logrado que el común de las mujeres no quiera tener hijos ni sientan que tener un hijo o desarrollar su maternidad espiritual sea lo más grande que puedan hacer en la vida. […] Hoy, al inicio del siglo XXI, en lugar de restaurar las heridas cometidas por errores pasados, la revolución impuso venderle a la mujer la idea de que (por los abusos reales del poder masculino) debía rebelarse contra el varón, dando un portazo al hogar. Ser autónoma, independiente, autosuficiente, manejando libremente su propio cuerpo a través de la liberación sexual e incluso tener el manejo de la reproducción. Venderle que la maternidad era lo peor que le podía pasar. […] Cabe preguntarse: ¿Por qué la revolución le vende todo esto a la mujer y la mujer se lo “compra”?
Porque la revolución primero logró que todo lo que es propio de la naturaleza femenina: la virginidad (como símbolo de la pureza), la maternidad (como la que es capaz de engendrar la vida y alimentarla luego), la esposa (como símbolo de la entrega incondicional y de la fidelidad), la educación de los hijos ( y por ende la de los usos y las costumbres de la sociedad es decir la maternidad espiritual), la presencia en el hogar (que era el mejor lugar para refugiarse después de la jornada), todo esto se ha socialmente desprestigiado, desjerarquizado y despreciado...
La ideología del “feminismo de género” (que propone negar el sexo que nos es impuesto por la naturaleza) se presenta como una “defensa de la mujer”, pero lo que busca en realidad es la transformación de toda la sociedad edificada sobre el orden natural y los 10 Mandamientos. Para eso hay que desquiciar a la mujer a quien Dios le ordenó la custodia de la vida física y espiritual.
En ambos casos es el fruto de años de revolución en contra de la naturaleza humana. Este desorden este enfrentamiento dialéctico, ya es un logro de la revolución. No queda otra que tratar de entenderlo y enfrentarlo. Algunas cosas tendremos que postergar por el ritmo de vida que se nos ha impuesto, pero sepamos el valor de lo que postergamos.
Tan importante es la obediencia y tanto orden genera en el interior de la persona que la revolución anticristiana, en su afán de subvertir todo (el orden individual, familiar, social y político) ha puesto sus cañones para destruir la virtud que permitió la Redención del género humano. La obediencia es el camino que eligió Cristo para redimirnos. Él infinitamente sabio, eligió obedecer.
5. ¿Algún comentario o sugerencia?
“A nosotros nos tocará colaborar en reponer este orden como Dios quiso que fuese, obedeciendo con convencimiento (porque sabremos que estamos cumpliendo con la voluntad de Dios) por amor a Él (mortificando nuestra voluntad propia con prontitud porque a Cristo no se lo tiene esperando) con alegría (adivinando los deseos de nuestros padres y superiores y adelantándonos a ellos) con humildad (como si se tratara de la cosa más natural del mundo y experimentando que es descansado) con virilidad (con un corazón grande y con la energía a veces hasta de un héroe y la fortaleza de un mártir) y con perseverancia (siempre, con salud o enfermedad, con ánimo o sin él)”.
REFLEXIÓN: Pidamos al Espíritu Santo el don de consejo, inteligencia, la fortaleza y perseverancia para vivir lo que Dios quiere de cada uno de nosotros sin defraudar al Amor que no es amado (o al menos reparando prontamente las heridas que nuestras limitaciones y pecados puedan causar).